por LUIZ WERNECK VIANNA*
El camino hacia la democracia brasileña está pavimentado con piedras, y avanzar en él requiere maniobras aún más audaces
Bajo la guía de expertos, la democracia ganó una nueva oportunidad para tratar de imponerse en la vida política de los brasileños. No fue una victoria fácil y no es un cielo despejado por delante, sino un escenario tormentoso y lleno de amenazas. El capitalismo autoritario al estilo victoriano tuvo cuatro largos años para instalar minas y fortines en su defensa, y operó a partir de un plan de estado mayor que favorecía intereses ya establecidos, como el agronegocio y las finanzas, junto a los nuevos, que impulsó con recursos políticos, especialmente en la frontera amazónica con empresas mineras y madereras, haciendo la vista gorda ante la invasión de tierras y la depredación del medio ambiente. En esta obra, su lema implícito era que no existe tal cosa como la sociedad, el apetito de acumulación no debe conocer los frenos normativos de la ley.
Los resultados electorales muestran el éxito de esta empresa con su voto expresivo entre los votantes de mayores ingresos, aunque insuficiente para su victoria, lo que significaría la legitimación de un régimen autocrático con tendencias fascistas. La reacción a esta política demofóbica fue característicamente clasista, con la oposición de los pobres, las mujeres todavía sujetas al patriarcado milenario de nuestra historia y las regiones desfavorecidas del capitalismo brasileño como el Nordeste.
La victoria electoral de la coalición democrática, si bien desató la esperanza y el júbilo, sale a la luz en un escenario hostil con la regimentación de sectores resistentes a la derrota en las urnas en una abierta conspiración a favor de una intervención golpista por parte de los militares. El camino hacia la democracia brasileña es pedregoso, y avanzar en él requiere maniobras aún más audaces que las practicadas en la campaña electoral, como ampliar alianzas hacia las fuerzas políticas agrupadas en el llamado centrão, así como representantes del agronegocio que puede sumarse a la defensa del medio ambiente.
En ese sentido, las negociaciones adelantadas en el proceso de transición al nuevo gobierno bajo el liderazgo del vicepresidente electo Geraldo Alkmin van en la dirección correcta, atentas a la necesidad de preservar y ampliar una coalición política del tipo artilugio. donde cabe ajo y bichos, como ya ocurrió en Portugal, que puede llegar a garantizar apoyo al gobierno democrático, cuestionado antes de nacer por el grupo de los derrotados en las elecciones en movimientos subversivos, pero que cuenta a su favor con un respaldo sin precedentes en el escenario internacional.
La victoria en nuestro país del campo democrático sobre los antiliberales y negacionistas de los procesos de globalización y de las políticas ambientales trascendió sus fronteras, hecho atestiguado por el inmediato reconocimiento, nada más cerrarse las urnas, por parte del gobierno de Joe Biden, Alemania, Francia y otras potencias occidentales, a las que no faltó la presencia de los principales países de nuestra región. Ese movimiento rápido y vigoroso blindó el resultado de las elecciones, reforzado por la feliz oportunidad que abrió la conferencia climática con sede en Egipto, a la que fue invitado el presidente electo Lula, cuando, además de los importantes pronunciamientos sobre el tema climático que pronunció dicho, tuvo la oportunidad de que el cuerpo presente obtuviera el reconocimiento de los principales líderes nacionales. Tácitamente, el mundo desarrollado dejó el mensaje de que la solución brasileña importaba a todos.
El carácter estratégico de las relaciones internacionales para el destino de la democracia brasileña se destacó aún más con el fracaso de la llamada ola trumpista en las elecciones legislativas de Estados Unidos, asegurando al gobierno de Joe Biden el mando del Senado a partir de una campaña en la que el tema la defensa de la democracia y el medio ambiente jugó un papel central.
El hecho de que buenos vientos provenientes del exterior favorezcan las buenas intenciones del gobierno Lula-Alkmin, de nada servirá si las velas no se hinchan en la dirección correcta, guiadas por un pilotaje consciente de los riesgos presentes en la situación, en el que una férrea oposición del bolsonarismo y los grandes intereses asociados a él, temerosos de una eventual pérdida de sus privilegios, no pierden de vista una intervención golpista.
En Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el fuerte bombardeo de la aviación nazi, se decía, refiriéndose a los pilotos británicos que luchaban por repeler los ataques aéreos que nunca tantos dependieron de tan pocos. Los miembros del gobierno de transición, que ahora salen en busca de los difíciles caminos que harán posible nuestro reencuentro con un Estado democrático, no tienen derecho a equivocarse.
Ciertamente no es una tarea fácil conciliar responsabilidad social y fiscal en un país donde gran parte de su población vive por debajo del umbral de la pobreza. Que los que no estén a la altura del desafío dejen su lugar a los de mejor temperamento que encontrarán los medios para ganar.
*Luiz Werneck Vianna es docente del Departamento de Ciencias Sociales de la PUC-Rio. Autor, entre otros libros, de La revolución pasiva: iberismo y americanismo en Brasil (Reván).
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