por EUGENIO BUCCI*
Tan urgente como combatir y prevenir las calamidades naturales es combatir y prevenir la hecatombe civilizatoria que nos aqueja.
En la edición del 22 de febrero de 2023 del periódico El Estado de S. Pablo, una breve nota, en la página A12, narraba un hecho increíble, escandaloso, absurdo y, a pesar de todo, real. Según el informe, Tiago Queiroz y Renata Cafardo, reporteros de esa mañana, fueron atacados con maldiciones y empujones en un condominio de lujo en la playa de Maresias, en São Sebastião, en la costa norte de São Paulo.
Habían ingresado al lugar -con autorización de un empleado y un grupo de vecinos- para seguir cubriendo la tragedia provocada por las lluvias (y el mal manejo) en la región. En su interior, además de desperfectos, encontraron la violencia atávica de nuestro imperio colonial, con notas de completa irracionalidad. Entre los insultos que escuchó estuvieron las palabras “comunista” e “izquierdista”, dirigidas no solo a la pareja de profesionales, sino al mismo periódico, fundado en 1875, que usted conoce muy bien.
La escena podría aparecer en una obra de ficción distópica. Por la fuerza, intentaron sustraer el celular de Renata Cafardo, referente nacional del periodismo sobre educación. A Tiago Queiroz, fotógrafo, se le pidió que borrara imágenes de la cámara. El horror. El municipio de São Sebastião, entre muertos y desamparados, entre cadáveres enterrados y familias abandonadas, también se convirtió en escenario de una tragedia adicional, aún más aterradora: el salvajismo antiprensa, con avalanchas de infamia.
El nombre del desarrollo que sirvió como escenario para tal hostilidad es Vila de Anoman, quizás en honor a la deidad hindú llamada Hanuman, que parece un mono y representa la longevidad y un espíritu sagrado. La alusión mística, sin embargo, desentona con el ámbito de los bienes materiales. No va más allá del nombre. El conjunto de casas espaciosas, con poco más de 300 metros cuadrados cada una y una “piscina privada”, no trae otras evocaciones trascendentes. El estilo de algunos de sus habituales, tampoco. Su forma recuerda más a la furia de las tormentas extremas.
¿Por qué se comportan de esta manera? ¿Qué les pasó por la cabeza para decir lo que dijeron y actuar como lo hicieron? La cuestión no debe interesar sólo a quienes estudian los caminos del odio en las almas sacudidas por las tormentas. Sobre todo, debe merecer la atención de quienes se preocupan por la paz social en Brasil. En el delirio estupefacto de quienes ven el papel del reportero como una amenaza a ser expulsada a patadas, se esconde la clave de un derrumbe político mucho mayor que el desastre natural que ahora nos acecha.
No es cierto que, con la derrota del bolsonarismo en las urnas en 2022, se haya superado el mal. No fue. Está ahí, prácticamente intacto en su bestialidad. Está en São Sebastião, está en Roraima, está en el aumento exponencial del número de personas armadas en el país. El fanatismo dejó el poder, pero hará todo lo posible por volver, aprovechando las grietas estructurales que atraviesan los pilares del Estado Democrático de Derecho. Los edificios institucionales se deslizan sobre sus propios cimientos y, en la imaginación de los fanáticos, sólo una mano ciega, despiadada y torpe podrá proteger los privilegios. Son violentos por falta de preparación, pero también por método, convicción e instinto de supervivencia.
El condominio intolerante convive incluso durante unos días con el lodo que, sin ser invitado, vino a posarse en la veranda después de la lluvia, pero no convive con la prensa libre, ni siquiera por un minuto. Para esta multitud, la verificación de hechos y el debate público solo son aceptables cuando se mantienen "desde mi puerta". Y aun así, con límites de piedra: la mera pretensión ilustrada de investigar con rigor los hechos constituye ya una afrenta intolerable, incluso fuera de “mi cerco”. Ningún hecho puede estar por encima del imperativo que inscribe las diferencias de clase en los cuerpos. La verdad fáctica debe estar subordinada incondicionalmente a los intereses de los de arriba.
Esta forma de ser y de vivir es nuestra vieja conocida. La piscina “privada” es tanto mejor cuanto más priva a los demás. O cubierta la madera “exclusiva” encanta más cuanto excluye al vecino. La piscina puede ser un pequeño tanque de mierda, no importa. "¡Es mia!" En otras palabras, “aquí no se pisa”.
Cuanto más mezquina, más inexpresiva y más servil es la bañera “privada”, más visceral es la ira del dueño que defiende. La ilusión de ser superiores a los inmediatamente inferiores es más determinante que el tamaño de la propiedad. Gracias a ello, la fe en el privilegio penetra de arriba abajo en el tejido social, repartiendo migajas a cambio de adhesión ideológica. Un fragmento de privilegio vale más que un derecho. No es de extrañar que, en medio del caos, el individuo aislado y miserablemente sin helicóptero aún encuentre la voluntad de llamar al periódico. El Estado de S. Pablo de “comunista” e “izquierdista”. Por alabar el bien común habrá que prohibir la prensa.
Tan urgente como combatir y prevenir las calamidades naturales es combatir y prevenir la hecatombe civilizatoria que nos aqueja. Si lo descuidamos, lo peor que tuvimos entre 2019 y 2022 volverá en dosis más altas.
*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de La superindustria de lo imaginario (auténtico).
Publicado originalmente en el diario El Estado de S. Pablo.
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