por LEONARDO BOFF*
Nadie fue tan radical como él: el último verdadero cristiano
El 04 de octubre es el día del Seráfico Padre San Francisco, como le llamaban cariñosamente los frailes. Fue alguien que llevó el proyecto de Jesús tan lejos que acabó identificándose con él. Por esta razón, se llama primeroel que sigue al Uno, Jesucristo o también el Del mes pasado Cristiano. La Tradición de Jesús generó innumerables seguidores, entre hombres y mujeres. Pero nadie fue tan radical como él: el último verdadero cristiano.
Según el historiador Arnold Toynbee y el filósofo Max Scheler, profesor de Martin Heidegger, Francisco fue el hombre más grande que produjo Occidente. Desborda la Orden Franciscana y ya no pertenece a la Iglesia Católica, sino a la humanidad. Se convirtió en el hermano universal. Inspiró al Papa Francisco a escribir dos encíclicas sobre ecología integral: Sobre el cuidado de nuestra casa común (2015) y Todos los hermanos y hermanas (2020). Conmovedoramente, dice, Francisco “es el ejemplo para cuidar lo frágil; toda criatura era hermana, unida a él por lazos de afecto, porque se sentía llamada a cuidar de todo lo que existe» (n. 10 y 11).
Francisco también es llamado el Pobrecillo la pobre de Asís o también de fratello, el hermano pequeño de toda criatura. Entre otras, tres características marcan su persona: pobreza, fraternidad y minoridad.
A Pobreza para Francisco no es un ejercicio ascético. Es un modo de vida. Consiste en sustraerme de todo lo que pueda alejarme del otro: posesiones, conocimientos y, sobre todo, intereses. Como sugiere la palabra, “interés” es lo que se interpone entre (inter)yo y otro. Quería deshacerme de todo. Pónganse de rodillas, nivelados unos con otros, para estar cara a cara y cara a cara. Sin distancia, sientes al otro como tu hermano o hermana, su piel, sus ojos y el latir de su corazón.
A fraternidad resulta de esta pobreza. Ser pobres para ser más hermano y hermana y formar una comunidad humana y también cósmica. Con profunda humildad acogió el humus oscuro del que todos somos originarios en sus palabras, “madre y hermana Tierra”, también todos los seres de la naturaleza. La lombriz que lucha por cavar un hoyo en el suelo duro del camino, lo lleva con cuidado a un lugar húmedo. Ve una rama rota y corre a vendarla para que pueda revivir. Escuche el canto de las cotivas y pídales permiso para acompañarlas con sus salmos. Buscó la unidad de la creación entre los seres humanos y toda la creación. En medio de una cruzada contra los musulmanes, cruza el frontal o trasero y ve y habla con el Sultán de Egipto. No fue para convertirlo. Era fraternizar con él y orar juntos. Se hacen grandes amigos. Incluso el lobo feroz de Gubbio se hace hermano y lo hace reconciliarse con toda la ciudad.
A minoría nacido de la pobreza y de la fraternidad universal. Existían, en su tiempo, los "más grande" toda la jerarquía eclesiástica con el Papa a la cabeza, los ricos comerciantes de las Comunas, como su padre, que fueron formando y dejando atrás las jerarquías feudales. Y estaban los "menor", los sirvientes de la gleba, los empleados de las fábricas de teñido de telas, viviendo en condiciones miserables. Y también estaban los leprosos (los leprosos), rechazados y aislados, fuera de la ciudad.
Son los impotentes. Es con estos que Francisco vivirá y convivirá. Se une a los leprosos, come del mismo cuenco que ellos, limpia sus llagas y los abraza como hermanos y hermanas. Renuncia a todo poder. Sabe que el poder es la mayor tentación humana, porque nos hace parecer “pequeños dioses” que definen el destino de los demás. Bien vio Hobbes en su Leviatán: "el poder de asegurarse busca cada vez más poder y sólo cesa con la muerte". Los sabios de todas las tradiciones nos advierten: donde reina el poder, allí desaparece el amor y desaparece la ternura; prevalece la competencia, surge la tensión, estalla el conflicto e incluso puede ocurrir el asesinato del otro. Ser “menor” para Francisco es unirse a los que no tienen poder, participar en su marginación y negarse resueltamente a asumir cualquier poder. No elaboró ninguna institución para ayudarlos. Hizo más. Se fue a vivir con ellos y compartió su destino.
Finalmente, cabe mencionar su profundo amor por Clara. Pocas veces en la historia cristiana ha habido tanta armonía entre el ánimo y ánima No huyeron de la experiencia más gratificante y profunda del amor humano ni de sus sutilezas. En el amor real y verdadero entre ellos, encontraron el Amor Mayor que los unía más profundamente y también con todas las criaturas.
*Leonardo Boff es filósofo y ecologista. Autor, entre otros libros, de Francisco de Asís: ternura y vigor (Voces).