por RENATO DAGNINO
Consideraciones a partir de un artículo de José Dirceu
Como considero al compañero José Dirceu uno de los analistas más lúcidos de nuestra política y reconozco su importancia dentro de la izquierda, me animé a comentar su reciente artículo. “Impasses y soluciones para el momento político”.
Como buen estratega, parte del plan táctico con un análisis de situación que explica la existencia de una correlación de fuerzas adversa a la izquierda y que revela una amenaza a la gobernabilidad del actual gobierno. Y que, además, aproveche el apoyo político de su base que es necesario para implementar sus propuestas de campaña.
Pasando al plan estratégico, esboza un “programa de desarrollo… basado en… un compromiso político desde el frente democrático… objetivo y factible, capaz de movilizar a los diferentes sectores de la sociedad: empresarios, trabajadores, academia y clases medias”. Algo que otros, sin su competencia, que minimizan el carácter marcadamente antagónico del capitalismo periférico, llaman ingenuamente proyecto nacional.
El Programa contempla “tres ejes fundamentales” cuya materialidad como política pública ya está en marcha: “la Nueva Industria Brasil (NIB), el Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC) y el Plan de Transformación Ecológica”.
En lo que sigue, manteniendo su preocupación por la gobernabilidad sin aumentar lo que en “Acerca de la gobernanza” Lo que llamamos conservadurismo del proyecto de gobierno, muestro cómo las acciones que estos ejes pretenden desencadenar exigen la movilización de un actor que la mayoría de los líderes de izquierda no han considerado adecuadamente.
Aunque está subsumido en uno de los “sectores de la sociedad” capaces de proporcionar “salidas al momento político”, los “trabajadores”, el actor de la Economía Solidaria debe ser, ya sea por obvias razones estratégicas o por crudas razones tácticas de gobernabilidad, individualizado. .
Un actor hoy casi invisibilizado por una izquierda que limita la superación del capitalismo a la lucha de un solo segmento de la clase que, al no poseer los medios de producción, se ve obligada a vender su fuerza de trabajo, la de los trabajadores formales.
Un actor que, aunque tan viejo como el propio capitalismo y que se hizo un nombre en sus crisis más severas, no llegó a aparecer en los libros de economía, administración o ingeniería. Pero, sin embargo, debido a que está conectado con acuerdos de producción, consumo y finanzas (basados en la propiedad colectiva de los medios de producción, la solidaridad y la autogestión) cada vez más reconocidos en todo el mundo como esenciales para prolongar nuestra vida en este planeta, es necesario movilizarse para permitir el éxito del Programa formulado por José Dirceu.
Para hacerlo, brevedad causa, como dicen los juristas (o siendo sintético y directo como exige este medio de comunicación), me ceñiré, en la medida que pueda defenderlos mejor, a argumentos que he explicado en los artículos a los que remitiré a quienes me lean.
Por lo mismo, no me referiré a lo publicado por otras personas que trabajan en colectivos como los Sectores del PT, los Observatorios de Políticas Públicas, sindicatos, grupos existentes en universidades públicas también dedicados al tema, o a la iniciativas de formación de gestores de Economía Solidaria, en las que participo.
Me limitaré, en cada caso, a una valoración crítica de lo revelado en relación a cada eje; y la conveniencia de incorporar en ellos la Economía Solidaria.
Respecto al primer eje, el NIB, no tendría mucho que añadir más allá de lo comentado en “Hablando de la Nueva Industria Brasil”, para mostrarle al colega con el que estaba hablando las diez condiciones límite que deben estar presentes para que tenga éxito.
Allí muestro el “problema” que, acrítica y extemporáneamente, tenderá a reproducir al proponer una reindustrialización empresarial que tiene como carácter central (subvencionar para realizar inversiones y crear empleo) a quienes, explorando oportunidades más rentables, como asociados a la agroindustria, la minería, la especulación financiera e inmobiliaria, provocaron la desindustrialización que se pretende revertir.
De las casi cuatro mil palabras contenidas en el artículo, brevedad causa, selecciono estos: “¿Ofrecer a la clase inmobiliaria (sus empresas y sus agentes públicos) el prometido 1% del PIB anual – 300 mil millones en tres años –, escaso, comparado con el 6% de la deuda pública, el 10% de la deuda pública? evasión fiscal, el 3% de corrupción, el 5% de exenciones y exenciones fiscales sobre ganancias, dividendos, exportaciones, propiedades y más del 15% de compras públicas: ¿se involucrará en NIB?
En lo que respecta a temas relacionados con la economía industrial y la economía de la innovación, la viabilidad de que empresas “brasileñas” estén dispuestas a emular las experiencias asiáticas de alcanzando para “surfear” la sexta ola de ESG y 4.0. Hay evidencia suficiente y abundante información empírica para argumentar que, en un país donde los bienes y servicios que demanda el mercado culturalmente imitativo ya fueron diseñados en el Norte, y donde la tasa de ganancia (probablemente la más alta del mundo) depende del excedente absoluto valor y no la plusvalía relativa, es poco probable que esto suceda.
Y es precisamente por esta razón, como le expliqué a mi colega, que la izquierda ha debatido cada vez más las “soluciones”, a las que se ha hecho referencia como reindustrialización solidaria –una alternativa no exclusiva y complementaria a la reindustrialización corporativa–.
Para conocerlo con algún detalle y evaluar su relevancia y complementariedad en relación con el NIB, considero que lo que hablé en ese artículo y en “Reindustrialización solidaria”, es suficiente. Mi expectativa es que José Dirceu, con quien no tengo la intimidad que tengo con ese colega, pero a quien respeto como un compañero del cual he aprendido mucho, pueda aprovecharlos.
Sólo resalto que la reindustrialización solidaria propone apoyar la generación de trabajo e ingresos a través de la producción de bienes y servicios de carácter industrial (y advierto que es necesario deshacer la noción heredada y equivocada de que industria es sinónimo de empresa) en Solidaridad. Las redes económicas se beneficiarán cada vez más de las compras públicas. Y, en el mediano y largo plazo, apalancado en la tecnociencia solidaria que se desarrollará a través del rediseño de la tecnociencia capitalista que abordo en “La hora de la Tecnociencia Solidaria”.
Dado que en una conversación posterior a la que relata “Conversando…”, mi colega dijo “pero, dada la correlación de fuerzas que impuso la coalición de gobierno y cómo ese actor del que usted habla, la llamada economía solidaria, no estaba presente en la mesa donde se formuló el NIB, esto fue lo que hubo que hacer”, indiqué, como lo hago ahora, tres artículos: “La Economía Solidaria como eje de la reconstrucción nacional”; “Solidaridad y economía política”; "Propuestas para candidatos de izquierda”; es una Entrevista a Breno Altman.
De esta manera, le hice ver a mi colega que quienes debían poner sobre la mesa la voz de los casi 80 millones de brasileños y brasileñas que nunca han tenido y probablemente nunca tendrán un trabajo eran líderes de izquierda como él, que han sido conviven con la propuesta o al menos conocen el concepto de Economía Solidaria.
Los conocidos vínculos downstream y upstream que, entre otros predicados, tiene la actividad industrial, y el hecho de que el BNI sea considerado capaz de inducir un ciclo de desarrollo económico y social, casi hace innecesario comentar críticamente los otros dos ejes del Programa. .
Sobre o segundo eixo, o PAC, há também evidência empírica suficiente para mostrar o quanto a população mais pobre (mesmo sem o ganho de eficiência, eficácia e efetividade que a economia solidária pode proporcionar) vem realizando no que respeita a tarefas que poderiam ser financiadas A través de él.
Considerando sólo los relacionados con la construcción y conservación de obras civiles, vale recordar que el 70% del cemento que se produce en el país se vende “en picadillo”, es decir, a esfuerzos conjuntos que puedan, con ventajas sociales, económicas y ambientales. en relación con las empresas, reciben parte de la compra pública.
A modo de ejemplo, menciono lo que propuse recientemente en “Reconstrucción solidaria en Rio Grande do Sul”. Allí sugerí la creación inmediata de un grupo de trabajo integrado por agentes públicos federales y miembros del movimiento de Economía Solidaria para asignar recursos del gobierno federal.
De esta manera, podrían ser asignados a equipos integrados o coordinados por el movimiento de Economía Solidaria, evitando que acaben, directamente o a través de los gobiernos estatal y municipal corresponsables de la catástrofe, en manos de empresas que reproducirían el ciclo. de explotación. Al impedir la reproducción de los desastres que provocan, dado que, aunque quisieran hacer las cosas de otra manera, no tienen la capacidad organizativa y cognitiva para hacerlo, sería posible inaugurar un paradigma global sobre cómo reproducir una estructura. compatible con el buen vivir.
Otro ejemplo, de diciembre de 2021, es el que señalé refiriéndose a Minha Casa Minha Vida en “¿Por qué los candidatos de izquierda para las elecciones de 2022 deberían prestar atención a la Economía Solidaria?”. En un país donde más del 50% de las viviendas son construidas por sus propios residentes, el programa destinó menos del 5% de los recursos a la autoconstrucción cuando casi el 100% de las destinadas a los más pobres se construyen bajo este régimen.
Paralelamente a la incorporación de la Economía Solidaria en la implementación del programa, propuse que nuestra próxima Minha Casa Minha Vida tuviera ventanas de aluminio fabricadas por la cadena productiva del aluminio solidario. Y sostuvo que el país que más aluminio recicla y que es uno de los más desiguales del mundo no puede seguir “permitiéndose” interrumpir esta cadena en el punto donde la señora que recolecta latas vende las 70 que se materializan. al intermediario su trabajo semiesclavo por sólo seis reales.
Respecto al tercer eje, el Plan de Transformación Ecológica, considero que, como en el anterior, hay mucho que se puede hacer movilizando la Economía Solidaria. El hecho de que quizás el principal desafío que tenemos, en las zonas rurales, sea evitar la destrucción de la vegetación y las fuentes de agua amenazadas por las actividades agroindustriales y mineras, es un ejemplo de ello.
Es evidente que el enfoque habitualmente utilizado para frenar los daños causados por estas actividades, dada la magnitud de la tarea y su extensión en el territorio, resulta inconveniente. En lugar de gastar enormes recursos para trasladar personal a los lugares donde se encuentran, es posible movilizar redes de economía solidaria. Esto permitiría a sus afiliados, además de recibir una remuneración del gobierno por este servicio de inspección, recuperación y conservación de vegetación y fuentes hídricas, satisfacer una parte importante de sus necesidades básicas a un costo relativamente bajo.
En el entorno urbano, donde esta misma degradación, ahora debida a la acción de la especulación inmobiliaria, ha provocado un aumento de las temperaturas y catástrofes cada vez más frecuentes, las redes de Economía Solidaria podrían movilizarse inmediatamente.
Todo esto, sumado a lo sugerido en relación con los demás ejes, daría lugar a lo que denominamos el “pentagrama del poder popular” en el artículo “Sobre la gobernabilidad”. Es decir, un proceso en el que cinco momentos de retroalimentación –conciencia, movilización, organización, participación y empoderamiento– permitirán a los integrantes de la Economía Solidaria gestionar sus intereses y promover sus valores. Y, de esta manera, conferir la gobernabilidad que José Dirceu, quienes me leen y yo mismo queremos asegurar a nuestro gobierno.
*Renato Dagnino Es profesor del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Tecnociencia Solidaria, un manual estratégico (luchas contra el capital).
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