por ÁNGELO D'ORSI*
La historia enseña, pero, como escribió Antonio Gramsci, “no tiene alumnos”
En medio del choque entre revolución y contrarrevolución en Rusia tras la victoria de Lenin, las potencias imperialistas occidentales y Japón intervinieron militarmente para darle una mano a los "blancos", es decir, a los contrarrevolucionarios, encabezados por el almirante Aleksander Kolchak, quienes crearon su gobierno antibolchevique en Siberia, fácilmente reconocido por las potencias occidentales, incluida Italia.
Comentaba el periodista socialista Antonio Gramsci (el 21 de junio de 1919, en El nuevo orden): “este reconocimiento equivale a una declaración de guerra al pueblo ruso. El hecho de que la guerra no haya sido dirigida directamente por soldados italianos, sino por los japoneses, es un asunto que no exime al Estado italiano de las terribles responsabilidades que ha asumido. Política y moralmente, el Estado italiano apoya la reacción antiproletaria en Rusia; la sangre que se derramará en la infame guerra caerá también sobre el pueblo italiano, si no desvincula toda su responsabilidad del acto del Primer Ministro”.
Es recomendable leer estas palabras a la luz de la actualidad ante los nuevos e incesantes “paquetes” de ayuda militar, económica y “humanitaria” que Italia, país liderado por una clase política dispuesta a agachar la cabeza ante los poderosos de las finanzas nacionales o internacionales, un país que quizás merecía mejor suerte, un país que quisiera, en la gran mayoría de sus habitantes, vivir en paz y ser dejados en paz, como sus norma básica, su ley fundamental, esa Constitución que durante muchos años, los gobiernos de todas las orientaciones descuidan, ignoran, violan, en silencio.
El mismo país de verdad, que se enfrenta a una crisis económica muy grave, una crisis que afecta a los pobres, a las clases medias, y enriquece a los ricos, y sobre todo a las multinacionales farmacéuticas, energéticas, armamentísticas... más consternadas, el efecto no sólo del aumento injustificado de los precios, pero también de las sanciones impuestas a Rusia, que son sanciones contra Europa y contra Italia, que solo benefician a Estados Unidos. Rusia, que ya no es la bolchevique de Lenin, sino que sigue siendo un siglo después la bestia negra de los occidentales. Y que los occidentales impulsaron esta guerra, que corre el riesgo de ser interminable. Y con consecuencias tanto impredecibles como desgarradoras.
Dejo nuevamente la palabra a Gramsci: “Sin embargo, también en Italia se ha reanudado el aumento de los precios al consumidor: los salarios se han desplomado. Falta de materias primas, falta de alimentos. Italia, más que cualquier otro país, necesitaría una paz efectiva en el mundo, una recuperación inmediata del comercio de materias primas y de los mercados alimentarios”.
Sí, sería interés vital de Italia, más que de otros países, la paz, la reanudación del comercio y, añadimos, de las relaciones culturales y humanas. Y en cambio, ¿qué sucede? Los gobiernos se suceden, pasan los meses, mueren soldados y civiles en los campos fangosos de la “tierra fronteriza” (es decir, Ucrania), los edificios se derrumban, lo que hace unos meses eran ciudades ahora parecen montones de ruinas, el hambre se une a la destrucción, la el odio de unos no aplaca el resentimiento de otros. Y los gobernantes italianos, como los de casi todos los estados de la Unión Europea, sujetos a la voluntad de Washington, repiten: “armas para Ucrania, dinero para Ucrania, ayuda para Ucrania”, pero, sobre todo, armas cada vez más pesadas, poniendo en ridículo la distinción entre armas ofensivas y defensivas que nos sirvieron en los primeros meses del conflicto, distinción que ha desaparecido.
“Sería de vital interés para Italia que se consolidara el gobierno ruso de los soviets”, escribió Antonio Gramsci. Quite la referencia a los soviets y este artículo, fechado en junio de 1919, puede leerse como una crónica de nuestro tiempo. Una advertencia para que pensemos en construir las condiciones para la paz, para no llevar a cabo una masacre que nos afecta también a nivel económico, mientras, gracias a hordas de periodistas a sueldo de verdades prefabricadas, de comentaristas al servicio de la corriente principal, la gran mentira se apoderó de todos nosotros. Combatir la mentira es cada vez más difícil, pero no podemos dejar de hacerlo, aunque sea para salvar nuestras conciencias.
Y, en cambio, nuestro país, hoy como hace cien años, escribe Antonio Gramsci, “se une a Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Japón para provocar una nueva guerra formidable en Rusia, que la dejará, por tiempo indefinido, fuera de comercio mundial. Nuestro país consiente en que los Estados Unidos continúen ejerciendo el monopolio de los cereales e imponiendo precios de monopolio a los alimentos; permite que Francia e Inglaterra ejerzan el monopolio del carbón y el hierro; consiente a Japón en poner bajo su control las reservas minerales y agrícolas de Siberia”. Y la acción de nuestro gobierno, hoy como entonces, “tiene como objetivo arruinar la economía italiana, matar de hambre al pueblo italiano, convertir al pueblo italiano en presa de las oligarquías financieras internacionales”. La historia enseña, pero, como escribió Antonio Gramsci, “no tiene alumnos”.
*Angelo D´Orsi Es profesor titular de Historia de las Doctrinas Políticas en la Universidad de Turín. Autor, entre otros libros, de Gramsci. Una nueva biografía (expresión popular).
Traducción: Anselmo Pessoa Neto
Publicado originalmente en el portal el antidiplomático.
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