por César Sansón*
Hay ideas de Marx que, aunque escritas hace más de un siglo, quitan el aliento cuando se leen hoy.
Os planos constituyen un conjunto de notas, borradores, sobre las investigaciones de Marx, especialmente sobre economía política, que luego se utilizarán en la producción de La capital. Son registros de autoaclaración de dudas que Marx sigue compilando, desarrollando, garabateando, corrigiendo, reelaborando, reescribiendo. Estas notas, que nunca fueron un objeto de gran importancia para los estudiosos marxistas, cobraron relevancia a través del autor polaco Roman Rosdolsky (1898-1967), escritor, investigador y activista político polaco. Fue él, a través de su monumental obra Zur Entstehungsgeschichte des Marxschen 'Kapital'. Der Rohentwurfdes 'Capital' 1857-58 (1968), traducido al portugués como Génesis y estructura de El Capital de Karl Marx (2011), quien llamó la atención sobre la importancia de estos escritos para la precedencia de La capital.
La contribución de Rosdolsky es particularmente importante porque, a partir de este manuscrito, revela en detalle cómo se desarrolló el proceso de construcción de la mayor obra de Marx, El Capital. Y esto no es una mera curiosidad, sino que resulta importante, porque ayuda en la reconstrucción y depuración que Marx hizo a lo largo de sus apuntes sobre ciertos temas y en la reconstitución de lo que consideraba esencial. Lo que Rosdolsky observa es que nosotros planos hay una enormidad de variantes de análisis sobre diferentes temas que enriquecen las “conclusiones” presentes en el'La capital. Más aún: hay contenidos en el planos que no fueron luego abordados o reelaborados por Marx, o contenidos abandonados e inconclusos que revelan las tramas del pensamiento del pensador alemán.
Uno de esos contenidos destacados por Rosdolsky sobre los que Marx no volverá en La capital es el “cerebro social” o “intelecto general”. Esta categoría comúnmente conocida como intelecto general en la literatura marxista se relaciona con los estudios de Marx sobre la maquinaria. Recordemos que Marx fue un profundo estudioso de las máquinas herramienta existentes en su época. Una parte considerable del tiempo que Marx estuvo encerrado en la biblioteca del Museo Británico, en su exilio en Londres, lo dedicó a estudios sobre el funcionamiento de las máquinas. Su interés por estudiar la tecnología y su papel en el proceso de producción estuvo dirigido a comprender el cambio en la base material del capitalismo.
Es a estos estudios de la maquinaria de Marx a los que Rosdolky llama la atención: "hay planos ideas sobre maquinaria que están ausentes La capital; ideas que, aunque escritas hace más de un siglo, quitan el aliento cuando se leen hoy, pues presentan una de las visiones más audaces producidas por el espíritu humano”[ 1 ]. Las ideas de “impresionante para ser leído hoy”, destacadas por Rosdolsky, se refieren a la utopía de que algún día las máquinas podrán reemplazar el trabajo humano y liberar a las personas para otras actividades. La idea de que la productividad apalancada por las máquinas podría distribuir ganancias a todos y eliminar la plusvalía.
Nuestros planos Marx sugiere, aunque no desarrolla su razonamiento, que el desarrollo de la técnica, la ciencia, las fuerzas productivas es el resultado del “cerebro social”, “intelecto general”, “conocimiento social general”; es decir, todo lo que se inventa, las máquinas que se crean, son fruto del ingenio humano colectivo y no de creaciones individuales. Esta intuición se encuentra en un fragmento del planos donde Marx dice:
“(…) la naturaleza no construye máquinas ni locomotoras, ferrocarriles, telégrafos eléctricos, máquinas automáticas de hilar, etc. Son productos de la industria humana; material natural transformado en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de su actividad en la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana; poder objetivo del conocimiento. El desarrollo del capital fijo indica hasta qué punto el conocimiento social general, el conocimiento, ha evolucionado a partir de la fuerza productiva inmediata y, en consecuencia, hasta qué punto las condiciones mismas del proceso de vida de la sociedad han quedado bajo el control del intelecto general y han sido reorganizados de acuerdo con él. ¿En qué medida las fuerzas productivas de la sociedad se producen, no sólo en forma de conocimiento, sino como órganos inmediatos de la praxis social; del proceso real de la vida”[ 2 ].
Este pasaje, para muchos, prevé la posibilidad del carácter emancipatorio del trabajo. La idea de que el progreso de la tecnología objetivado en las máquinas, resultante del conocimiento en general, se sitúa en la perspectiva del común permitiendo con la producción de excedentes, la productividad, reorganizando la distribución del ingreso y el tiempo de trabajo. Esta es una de las intuiciones de Marx que, según Rosdolsky, son “impresionantes de leer hoy”: la utopía de que un día las máquinas podrán reemplazar el trabajo humano y liberar a las personas para otras actividades. No se trata de la desaparición del trabajo, sino de la idea de que la productividad apalancada por las máquinas podría repartir ganancias entre todos y eliminar la plusvalía. Evidentemente, esta posibilidad en Marx está condicionada a la superación del capitalismo y al ingreso en otra sociedad, la sociedad de común, del comunismo. Rosdolsky escribe sobre esto;
“Hoy, ante una nueva revolución industrial en marcha, no es necesario subrayar la trascendencia profética de esta concepción inmensamente dinámica y radicalmente optimista. Lo que el revolucionario alemán soñaba solo en 1858, en su exilio en Londres, ha entrado hoy, pero solo hoy, en el ámbito de lo que es inmediatamente posible. Gracias al desarrollo de la tecnología moderna, finalmente se dan las condiciones – por primera vez – para suprimir total y definitivamente el 'robo del tiempo de trabajo de otras personas'; ahora – por primera vez – las fuerzas productivas de la sociedad pueden ser impulsadas con tanta fuerza que, de hecho, y en un futuro no muy lejano, la medida de la riqueza social ya no será el tiempo de trabajo, sino el tiempo disponible”[ 3 ].
Cabe señalar que Rosdolsky escribió esto en la década de 1960, época de maduración del fordismo, muy alejada de las otras dos revoluciones productivas que le siguieron: la tercera Revolución Industrial, de carácter informacional, y ahora la cuarta Revolución Industrial, anclada principalmente en Inteligencia artificial. Es precisamente a raíz de estas revoluciones que el debate ha sido retomado por algunos teóricos[ 4 ] en el que el conocimiento -trabajo inmaterial- lleva en sí mismo el poder de la idea marxista del “intelecto general”. Según estos autores, el carácter de la explotación ha cambiado, porque es, sobre todo, el intelecto, el saber del trabajador, el que se ha convertido en fuente de plusvalía, de plusvalía, apropiada por el capital; es decir, la expropiación ya no se produce mediante el robo del tiempo de trabajo individual o colectivo, sino mediante la captura del valor que producen los recursos inmateriales, el conocimiento, la cooperación y la comunicación. Cabe aquí la intuición del 'general intellect' de Marx para un proyecto emancipador, porque de la misma manera que el capital busca apropiarse del excedente producido por el trabajo inmaterial -la plusvalía de hoy- esta puede ser la base de resistencia de los sujetos de trabajo. Así como los recursos inmateriales que posee cada trabajador son activados por el capital para el más productiva, también puede ser el reverso de un proyecto colectivo de resistencia y lucha social.
*César Sansón, Profesor del área de Sociología del Trabajo de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN).
Notas
1 – ROSDOLSKI, Román. Génesis y estructura de El Capital de Karl Marx. Río de Janeiro: Contrapunto, 2011, p. 354.
2- MARX, Carlos. Grundrisse. Manuscritos económicos de 1857-1858. Esbozos de la crítica de la economía política. São Paulo: Editora Boitempo, 2011, pág. 589
3 – ROSDOLSKI, Román. Génesis y estructura de El Capital de Karl Marx. Río de Janeiro: Contrapunto, 2011, p. 356.
4 – Destacamos, sobre todo, a Paolo Virno y su obra Gramática de Lamultitud (Quebéc: Conjectures & l'éclat, 2002); Antonio Negri, en colaboración con Michael Hardt, en proceso Imperio e Multitud (Rio de Janeiro – São Paulo: Record, 2001 y 2005) y Maurizio Lazzarato, en sociedad con Negri, y la obra trabajo inmaterial (Río de Janeiro: DP&A Editora, 2001).