Rosa Luxemburg y la reinvención de la política

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por MARCIO SALES SARAIVA*

Comentario al Libro de Hernán Heard

Hernán Ouviña nos ofrece una lectura contemporánea de la trayectoria y el pensamiento de Rosa Luxemburgo (1871-1919), destacando su relevancia para las luchas políticas de nuestro siglo. Rosa Luxemburg y la reinvención de la política no sólo retoma los escritos y la militancia de la revolucionaria polaco-alemana, sino que también propone un diálogo entre su teoría y las luchas sociales del presente, especialmente en nuestra América Latina.

“En Brasil, en particular, sabemos que las ideas de Rosa Luxemburg comenzaron a ser difundidas por Mário Pedrosa –fundador de la oposición trotskista y nuestro mayor crítico de las artes visuales– en las páginas del semanario Vanguardia Socialista, editado por él en Río de Janeiro desde finales de 1945 hasta mediados de 1948. Allí se publicaron algunos de los artículos políticos más importantes de Rosa Luxemburg, con cuya obra Mário Pedrosa había entrado en contacto por primera vez en Berlín y París a finales de la década de 1920.

En el escenario inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando el pensamiento de izquierda estaba dominado por el estalinismo, la difusión de la ideología socialista democrática, popular y antiburocrática de Rosa Luxemburg tenía como objetivo crear una nueva izquierda, humanista e independiente, tanto de la socialdemocracia como del estalinismo. (Ouviña, 2019, pág. 13)

Desde el inicio del libro, Hernán Ouviña establece su compromiso de presentar una Rosa Luxemburg más allá de los clichés académicos, enfatizando su “radicalismo insurgente y su compromiso con el socialismo democrático y de masas” (Ouviña, 2019, p. 15). La autora sostiene que el pensamiento de Rosa Luxemburg se distingue tanto del marxismo ortodoxo –especialmente en su versión dogmática, autodenominada “marxismo-leninismo”– como de las vertientes reformista, nacionalista y electoralista de la socialdemocracia, al estar marcado por una visión dialéctica de la política, que valora la acción autónoma de las masas.

Hernán Ouviña comienza su análisis situando a Rosa Luxemburg en el contexto de finales del siglo XIX y principios del XX, época en la que la lucha de clases adquirió nuevas formas ante el avance del capitalismo monopolista y la intensificación de las disputas imperialistas. Rosa, nacida en una familia judía en Polonia bajo el dominio del Imperio ruso, tuvo su trayectoria profundamente marcada por el exilio, el activismo socialista y la producción teórica innovadora.

Como destaca Hernán Ouviña: “Desde su juventud, Rosa Luxemburg demostró un agudo pensamiento crítico, negándose a aceptar dogmas y buscando siempre desafiar las estructuras de poder, incluso dentro de la propia izquierda” (p. 28).

La autora recupera momentos cruciales en la vida de Rosa Luxemburg, como su participación en la fundación del Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania (SDKPiL), su exilio en Alemania y su papel en la Liga Espartaquista, que culminaría en la Revolución Alemana de 1918-1919. La negativa de Rosa Luxemburg a ceder ante el pragmatismo electoral de la socialdemocracia alemana o el autoritarismo emergente del bolchevismo ruso es uno de los puntos centrales del libro.

La reinvención de la política: democracia, revolución y autonomía de las masas

Uno de los aspectos más innovadores del trabajo de Hernán Ouviña es la forma en que articula el pensamiento de Rosa Luxemburg con la necesidad de reinventar la política en el siglo XXI. Para el autor, el comunista no entendía la revolución como un acto mecánico, realizado mediante decretos o estrategias rígidamente trazadas, sino como un proceso vivo, dialéctico y abierto, en el que la participación activa y autónoma de las masas era el elemento decisivo. Rosa rechazó tanto el reformismo parlamentario de la socialdemocracia alemana como el centralismo autoritario que se estaba consolidando en la Rusia posterior a 1917, afirmando que el socialismo auténtico sólo podía construirse mediante la acción autónoma y creativa del proletariado en lucha.

Citando a Rosa Luxemburg, Hernán Ouviña destaca la importancia de la libertad de crítica y debate político como fundamentos indispensables de cualquier proceso revolucionario: «La libertad reservada solo a los partidarios del gobierno, solo a los miembros de un partido —por numerosos que sean— no es libertad. La libertad es siempre, y exclusivamente, libertad para quienes piensan diferente» (Luxemburgo, 1918, apud Ouviña, 2019, p. 73).

Esta defensa sin concesiones de la democracia proletaria, entendida no como una formalidad institucional sino como el ejercicio real del poder por las masas trabajadoras, llevó a Rosa Luxemburg a criticar las medidas autoritarias del bolchevismo, como la disolución de la Asamblea Constituyente en 1918 y la represión de las corrientes opositoras dentro del movimiento socialista. Según Hernán Ouviña, esta divergencia no surge de un mero desacuerdo táctico, sino de una concepción más profunda: para Rosa Luxemburgo, la revolución no podía ser impuesta de arriba abajo por una vanguardia dirigente, sino que debía surgir del aprendizaje colectivo y de la autoorganización popular.

Hernán Ouviña resume esta perspectiva afirmando: “Nos enseña que la política emancipadora no puede reducirse a una estrategia diseñada por una élite ilustrada, sino que debe surgir de la práctica concreta de las masas en lucha” (Ouviña, 2019, p. 91).

Rosa Luxemburg creía que los errores y contradicciones del movimiento obrero eran parte inseparable del propio proceso revolucionario y que la conciencia de clase sólo podía formarse a través de la experiencia directa de la lucha contra el capital. Por lo tanto, rechazó la idea de un liderazgo omnipotente que guiara a las masas de manera paternalista. En sus palabras: “Sin elecciones generales, sin libertad irrestricta de prensa y de reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida en cualquier institución pública se marchita y se convierte en una caricatura de la vida misma, en la que solo sobrevive la burocracia como elemento activo” (Luxemburgo, 1918, apud Ouviña, 2019, p. 78).

Esta visión sigue vigente frente a los desafíos contemporáneos, en los que el avance del capitalismo financiero globalizado y la crisis de la democracia representativa generan apatía, desmovilización y el auge de políticas autoritarias. Al recuperar la centralidad de la autoorganización y la libertad política en la obra de Rosa Luxemburg, Hernán Ouviña propone que las luchas del siglo XXI deben rechazar tanto la tutela de las élites burocráticas como las ilusiones de una democracia electoral de baja intensidad que no transforme las condiciones materiales de explotación y opresión.

En este sentido, la reflexión de Rosa Luxemburg –articulando libertad, participación popular y crítica al autoritarismo– ofrece herramientas conceptuales para pensar nuevas formas de acción colectiva y de democracia radical, que, lejos de ser modelos fijos, deben reinventarse continuamente en respuesta a las luchas y desafíos concretos del presente.

Crítica al reformismo y al autoritarismo

Otro eje fundamental del libro es la crítica de Rosa Luxemburg tanto al reformismo de la socialdemocracia alemana como al autoritarismo bolchevique. Hernán Ouviña destaca cómo el revolucionario polaco-alemán se opuso firmemente a cualquier intento de limitar la lucha socialista a los marcos institucionales del Estado burgués, entendiendo que la transformación radical de la sociedad requería una ruptura revolucionaria con las estructuras de poder existentes.

En el caso del reformismo, Hernán Ouviña recuerda su famosa polémica con Eduard Bernstein, teórico de la socialdemocracia alemana, quien defendía la posibilidad de una transición gradual al socialismo mediante reformas progresivas en el Parlamento y la ampliación de derechos dentro del orden capitalista. Rosa Luxemburg criticó esta perspectiva como una capitulación teórica y práctica, que abandonaba el horizonte revolucionario a cambio de la adaptación al sistema actual.

en tu clasico ¿Reforma o revolución? (1899), afirma: “La reforma jurídica y la revolución no son métodos distintos de desarrollo histórico que puedan elegirse a voluntad, sino momentos diferentes en el desarrollo de la sociedad de clases” (Luxemburgo, 1899, apud Ouviña, 2019, p. 112).

Para Rosa Luxemburg, el reformismo no sólo era una estrategia equivocada, sino un camino que, en lugar de superar al capitalismo, terminó reforzándolo al limitar las luchas a logros parciales y paliativos. Argumentó que sin una ruptura revolucionaria, las reformas tenderían a ser absorbidas y neutralizadas por las contradicciones del propio sistema capitalista. Como se afirma en otro pasaje: “Quienes se pronuncian a favor de la vía reformista frente a la toma del poder y a la revolución social, de hecho, no eligen un camino más tranquilo y pacífico para alcanzar el mismo objetivo, sino un objetivo diferente” (Luxemburgo, 1899, apud Ouviña, 2019, p. 115).

Para Hernán Ouviña, esta crítica sigue vigente, especialmente a la luz de las experiencias recientes de la socialdemocracia europea y del progresismo latinoamericano. En ambos casos se observa un intento de conciliar un discurso con tintes de izquierda con la aplicación de políticas económicas neoliberales, lo que, según el autor, resulta en la desmovilización popular y la preservación de estructuras fundamentales de explotación.

En sus palabras: “La lección que nos deja Rosa es que sin participación activa y autoorganización popular, cualquier proyecto progresista corre el riesgo de adaptarse a los engranajes del poder burgués y acabar convirtiéndose en su gestor” (Ouviña, 2019, p. 118).

Al mismo tiempo, Hernán Ouviña enfatiza que la crítica de Rosa Luxemburgo al reformismo no implicaba el rechazo a las luchas por mejoras concretas en la vida de las masas. Por el contrario, Rosa Luxemburg sostuvo que las reformas eran importantes como momentos del proceso revolucionario, siempre que estuvieran vinculadas a una estrategia que apuntara a superar el capitalismo en su totalidad. Para ella, los logros parciales deberían servir como campo de aprendizaje y como impulso para la conciencia de clase y la acción autónoma entre los trabajadores.

“Todo intento de mejorar las condiciones de vida bajo el capitalismo sólo es útil en la medida en que fortalece la capacidad de las masas para destruir al propio capitalismo” (Luxemburgo, 1910, apud Ouviña, 2019, p. 122).

En contraste con el modelo reformista de transformación dentro del sistema, Rosa Luxemburg creía en la autoorganización y la movilización de las masas como fuerza motriz de la historia. Su concepción de la lucha revolucionaria, lejos de ser un plan técnico elaborado por intelectuales o dirigentes del partido obrero, era concebida como un proceso dinámico, en el que los propios trabajadores, en su experiencia concreta de lucha, desarrollarían la conciencia política y la capacidad de autogobierno. Así, para Rosa Luxemburg, la revolución no podía ser sustituida por negociaciones parlamentarias ni dirigida por una vanguardia ilustrada.

En este sentido, Hernán Ouviña sostiene que la crítica luxemburguesa al reformismo sigue siendo fundamental para comprender los límites de las estrategias políticas que, aún hoy, buscan conciliar el mantenimiento del orden capitalista con políticas sociales de mitigación. En lugar de aceptar estas limitaciones, Rosa Luxemburg propone una perspectiva que mantiene viva la necesidad de una ruptura radical y emancipadora, que sólo puede lograrse mediante la acción directa y la participación autónoma del proletariado.

Internacionalismo y revolución mundial

Hernán Ouviña también destaca la importancia central del internacionalismo en el pensamiento de Rosa Luxemburg. A diferencia de las visiones que restringen la lucha socialista al espacio nacional, Rosa insistió en que la revolución debía ser global, ya que el capitalismo operaba a escala global y su reproducción dependía de la exploración continua de nuevas regiones. En sus palabras: “El socialismo no puede realizarse dentro de las fronteras de un solo país, porque la economía moderna está interconectada en una red global que no puede deshacerse artificialmente” (Luxemburgo, 1916, apud Ouviña, 2019, p. 135).

Esta concepción rompe con las tendencias del socialismo reformista y del nacionalismo burgués, que buscan adaptaciones locales dentro del sistema capitalista. Para Rosa Luxemburg, la interdependencia global del capital exige una estrategia revolucionaria internacionalista, que una a la clase obrera en diferentes países contra las estructuras del capitalismo global. En su clásico La acumulación de capital, ya denunciaba cómo la expansión colonial era vital para la supervivencia del sistema capitalista, generando una integración económica global que impedía soluciones aisladas.

Hernán Ouviña destaca también cómo el enfoque luxemburgués articula sujeto y estructura de forma dialéctica, evitando tanto el determinismo mecánico como el voluntarismo idealista. En sus palabras: «Rosa intenta articular sujeto y estructura, iniciativa y lucha de clases, sin separarlos de los múltiples contextos y determinaciones que marcan su devenir. Para ello, retoma a Marx y lo interpreta de forma compleja, basándose en esta totalidad concreta y en una dialéctica que evita cualquier determinismo y subjetividad caprichosa: «Los hombres no hacen la historia arbitrariamente, sino que, a pesar de ello, la hacen ellos mismos». (…) Y aunque no podemos saltar por encima del desarrollo histórico, así como un hombre no puede saltar por encima de su propia sombra, sí podemos, sin embargo, acelerarlo o ralentizarlo, afirma Rosa Luxemburg» (Ouviña, 2019, pp. 66-67).

Esta formulación apunta a una tensión permanente entre las condiciones materiales objetivas y la acción política consciente. Para Rosa Luxemburg, la transformación socialista no es un proceso lineal o espontáneo, sino que resulta del impulso organizado de los trabajadores, que pueden acelerar las contradicciones del capital y abrir brechas para la revolución. Por lo tanto, la práctica internacionalista no es sólo un imperativo moral, sino una necesidad estratégica para romper con la lógica de la explotación global.

La relevancia de este pensamiento se hace evidente cuando consideramos la dinámica del capitalismo financiero globalizado, que impone desafíos cada vez más complejos a las luchas sociales y ecológicas. Las políticas neoliberales, la financiarización de la economía y la captura de los Estados nacionales por el capital transnacional crean una nueva configuración del poder en la que las decisiones fundamentales se toman fuera del alcance de los procesos democráticos tradicionales y locales. Este fenómeno genera, en muchos casos, apatía y desmovilización frente a estructuras que parecen aplastar al sujeto histórico y sus posibilidades de transformación.

Al mismo tiempo, la crítica luxemburguesa de la fragmentación nacional sigue siendo pertinente. El ascenso de los movimientos reaccionarios de extrema derecha y la rearticulación de las formas contemporáneas de imperialismo refuerzan la necesidad de una perspectiva internacionalista que trascienda las fronteras nacionales y promueva la solidaridad entre los explotados a escala global.

Como afirmó Rosa Luxemburg en su ensayo contra la Primera Guerra Mundial: «La libertad solo para quienes apoyan al gobierno, solo para los miembros de un partido, por numerosos que sean, no es libertad en absoluto. La libertad es siempre la libertad de quienes piensan diferente. No por fanatismo por la «justicia», sino porque todo lo que hay de instructivo, saludable y purificador en la libertad política depende de este carácter esencial, y su eficacia desaparece cuando la «libertad» se convierte en un privilegio» (Luxemburgo, 1918, apud Ouviña, 2019, p. 73).

Por tanto, recuperar el internacionalismo radical de Rosa Luxemburg implica resistir las tentaciones del cierre nacionalista y del reformismo burocrático, reafirmando la necesidad de una transformación global que no se limite a adaptaciones superficiales al sistema capitalista. En este sentido, su obra sigue siendo un faro para quienes, en el siglo XXI, buscan alternativas emancipadoras frente a un capitalismo que se presenta como el único horizonte posible, pero que sigue generando desigualdad, destrucción ambiental y precariedad a escala planetaria.

Ecología y crítica de la acumulación capitalista

Un aspecto a menudo descuidado en las lecturas tradicionales de Rosa Luxemburg, pero que Hernán Ouviña rescata en profundidad, es su preocupación por la devastación ambiental generada por la lógica expansiva del capitalismo. En su obra “La acumulación del capital” (1913), Luxemburg ya identificaba cómo el sistema capitalista dependía no sólo de la explotación de la fuerza de trabajo asalariada, sino también de la destrucción de las formas de vida tradicionales y de la apropiación violenta de territorios y recursos naturales. Este proceso, que anticipa lo que David Harvey más tarde llamaría “acumulación por desposesión”, revela cómo el capital sólo puede sobrevivir a través de la continua expansión y mercantilización de todas las esferas de la vida.

Como resume Hernán Ouviña: “Rosa Luxemburg previó lo que hoy llamamos ‘acumulación por desposesión’, un mecanismo por el cual el capitalismo necesita expandirse continuamente, destruyendo ecosistemas y culturas para mantener su lógica de acumulación” (Ouviña, 2019, p. 153).

El enfoque luxemburgués de la acumulación revela cómo el capital no sólo se sustenta en la explotación clásica del trabajo industrial, sino que también se alimenta del saqueo de los recursos naturales, la expropiación de territorios indígenas y campesinos y la destrucción de ecosistemas enteros. Para Hernán Ouviña, esta lectura ecológica de Rosa Luxemburg anticipa debates fundamentales del ecosocialismo contemporáneo, articulándose con las luchas antiextractivistas, indígenas, negras, campesinas y feministas que denuncian la mercantilización de la vida y la devastación ambiental promovida por las megacorporaciones en connivencia con los Estados.

Al sacar a la luz esta dimensión, Hernán Ouviña establece un diálogo fructífero entre el pensamiento de Rosa Luxemburg y los desafíos que enfrentan los movimientos populares en el Sur Global, especialmente en América Latina. En países marcados por la dependencia neocolonial y la imposición de políticas neoliberales, el avance de proyectos extractivos –muchas veces apoyados por gobiernos autoritarios– intensifica el saqueo de las comunidades tradicionales y agrava la crisis climática. Este análisis es crucial en un momento en que la financiarización de la economía global está transformando la naturaleza en un activo especulativo, profundizando la desigualdad y la destrucción del medio ambiente.

La lucha contra la extrema derecha y el neoliberalismo financiarizado

Hernán Ouviña no se limita a una lectura histórica o abstracta de Rosa Luxemburgo. Inserta sus reflexiones en un diagnóstico agudo de la situación contemporánea, destacando la importancia de cualificar a la izquierda global en la lucha contra las nuevas formas de dominación capitalista y el avance de la extrema derecha. El ascenso de proyectos neofascistas en diversas partes del mundo –apoyados por sectores del capital financiero y del complejo industrial-militar-extractivo– no puede ser enfrentado con fórmulas desgastadas de la socialdemocracia ni mediante concesiones al neoliberalismo.

Para Hernán Ouviña, una lección esencial de Rosa es su rechazo tanto al reformismo parlamentario, que diluye la lucha anticapitalista en ajustes dentro del sistema, como al autoritarismo burocrático, que sofoca la creatividad política de las masas. En lugar de aceptar la falsa dicotomía entre el neoliberalismo “progresista” y el autoritarismo de extrema derecha, el autor sugiere que la izquierda necesita reconstruir un proyecto radicalmente democrático, internacionalista y ecológico, anclado en la participación popular y la autonomía de los movimientos sociales.

La experiencia histórica muestra que siempre que la izquierda abandona sus banderas transformadoras para acomodarse al juego institucional o para gestionar la crisis del capital, abre espacio para que la extrema derecha se presente como una alternativa “antisistema”. Hernán Ouviña, a través de sus reflexiones, advierte indirectamente que el ascenso de figuras autoritarias no puede combatirse sólo con discursos moralistas o apelaciones a la racionalidad institucional, sino que requiere la construcción de un bloque popular amplio y combativo, capaz de disputar tanto las estructuras políticas formales como los imaginarios colectivos.

“Si hay algo que podemos aprender de Rosa Luxemburg es que la revolución no es un acto cerrado, sino un proceso siempre abierto, en el que la creatividad y la autodeterminación de los oprimidos son los motores centrales” (Ouviña, 2019, p. 198).

Rosa Luxemburg como guía para reinventar la política de izquierda

A lo largo de la obra, Hernán Ouviña demuestra que Rosa Luxemburg no es sólo una referencia histórica o una reliquia de un pasado revolucionario lejano. Por el contrario, sus reflexiones siguen ofreciendo herramientas teóricas y políticas fundamentales para quienes buscan construir un socialismo del siglo XXI que esté a la altura de los desafíos actuales.

El énfasis luxemburgués en la autodeterminación popular, la democracia radical y la crítica implacable del autoritarismo burocrático ofrece un horizonte estratégico para las luchas que enfrentan la doble amenaza del neoliberalismo financiarizado y la extrema derecha.

Para Hernán Ouviña, revisitar a Rosa Luxemburg hoy implica reafirmar que la emancipación no será obra de élites ilustradas ni de programas tecnocráticos de vanguardia, sino de procesos colectivos en los que sujetos oprimidos lideren la transformación social. En un escenario de crisis ecológica, precariedad laboral y ascenso del neofascismo, la reinvención de la política exige, más que nunca, un compromiso con la radicalidad democrática y la construcción de alternativas que rompan con la lógica del lucro y la mercantilización de la vida.

Rosa Luxemburg y la reinvención de la política No se trata sólo de un rescate histórico, sino de una invitación a la práctica militante y a la renovación del pensamiento crítico. En tiempos de ofensiva capitalista y creciente autoritarismo, la obra de Hernán Ouviña refuerza la necesidad de una izquierda global que combine firmeza programática con creatividad política, entendiendo que la lucha por el socialismo no puede reducirse a fórmulas del pasado, sino que es, como afirmó Rosa Luxemburg, “un proceso siempre abierto”, en el que la libertad, la igualdad y la solidaridad, bases de una democracia radical y, por tanto, socialista, sólo pueden construirse mediante la acción autónoma y colectiva de las masas populares en lucha.

*Márcio Sales Saraiva Es sociólogo y doctor en psicosociología por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ)..

referencia


Hernán Heard. Rosa Luxemburg y la reinvención de la política: una lectura latinoamericana. Traducción: Igor Ojeda. Nueva York: Oxford University Press, 2021, 184 páginas. [https://amzn.to/4kyIj8i]


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