Roberto Carlos, el Redentor

Jackson Pollock, Sin título (5), 1944–1967
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por HENRY BURNET*

Roberto encuentra en su fase final lo más básico, sencillo y a la vez amplio e identificativo del ser de Brasil: la fe del pueblo..

"¿Eh? ¿Eh? Qué más pienso, pruebo y explico: todos están locos. Tú, yo, nosotros, todos. Por eso se necesita principalmente la religión: para volverse loco, para volverse loco. Reza es el que cura de la locura. En general. Esa es la salvación del alma... ¡Mucha religión, joven! (Ribaldo, en Gran Sertão: Veredas, de Guimarães Rosa).

1.

Este artículo está basado en un recuerdo, por lo que pido disculpas de antemano al lector por el punto de partida personal. No creo que este dato lo debilite, porque es un texto conmemorativo de la vida musical de Roberto Carlos, el artista más confesional de la historia de Brasil.

Fue el día que cumplí 15 años, en octubre de 1986. Salí de la clase de inglés y mi madre me estaba esperando para ir juntas a casa. Tenía una pequeña caja con mi regalo de cumpleaños en la mano. Ese día recibiría mi primer “sonido”, una radiograbadora negra -que debió ser muy moderna para la época- y dos casetes, uno de Erasmo Carlos (Mujer, 1981) y otro de Roberto Carlos, cuyo título no recuerdo, a pesar del esfuerzo y algunos intentos de buscar en su web oficial, discos de los años 1970 y 1980. Sencillamente no pude recuperar el nombre de aquel primer disco del rey. .

Este lapso de memoria es proporcional a los momentos que recuerdo y los que insisto en olvidar que existe Roberto Carlos. Creo que para algunos de tus admiradores es lo mismo. Podemos olvidarnos de él, pero al menos una vez al año su omnipresente aparición nos transporta a su mundo, a su universo privado. A menudo es un placer escucharlo, otras veces es una molestia saber de él.

Su vida no parece caber en un libro y cuando Paulo César de Araújo escribió Roberto Carlos en detalles (Planeta, 2015) Así quedó. Su mejor (¿y única?) biografía fue prohibida en las librerías de Brasil por intervención del propio biógrafo, lo que llevó la discusión al STF, que publicaría biografías no autorizadas tiempo después. Fue cuando rechazamos a nuestro rey por última vez.

Su obra musical se entrelaza con la vida del pueblo brasileño, inmerso en una tensión que surge de los aciertos y errores, sin mediaciones, sin paliativos. Es este vínculo el que queremos profundizar aquí, porque es a través de él que amamos a Roberto, y no podemos ni queremos olvidarlo. Escuchar a Roberto siempre ha significado conocerlo a él y a su vida, en cada momento, en cada disco o especial de televisión, lo que terminó creando un vínculo entre el artista y los fanáticos que ningún otro mito de la radio y la televisión pudo lograr. Y Roberto no hizo eso dentro de un programa exhibicionista, como el hermanos mayores y congéneres, precisamente así nació su música: del choque entre la vida privada, el compromiso con sus temas y la forma final de la canción. Éramos (¿somos?) sus cómplices.

Roberto nació en una ciudad de Espírito Santo, llamada Cachoeiro de Itapemirim. Como podemos leer y escuchar a través de su propio testimonio en su página web, su infancia fue feliz y sus juegos callejeros diversos y constantes. Se interesó por la radio y el cine desde temprana edad. A los nueve años cantó por primera vez en radio Cachoeiro; declaró que, después de ese día, nada más le interesó sino la música. El resto de la historia la conoce cualquier brasileño con algunas variantes.

Musicalmente, se definió como casi todos sus contemporáneos, es decir, a partir del impacto absoluto del canto de João Gilberto -conexión que él sólo revela de manera más incisiva en los conciertos en honor a Tom Jobim, junto a Caetano Veloso, pero el primeras grabaciones no dejan lugar a dudas, fue un imitador más de João entre tantos que fracasaron. Este legado del canto hablado duró poco: duró de 1959 a 1962. Cantó boleros, versiones de temas norteamericanos y, por supuesto, mucha bossa nova. El compositor Carlos Imperial es una figura constante en esta etapa.

Poco después, el rock lo arrasó y entró en la fase más fructífera de su trabajo. El registro de 1963, Splash splash, abre con me detuve en el lado opuesto, inicio de la colaboración con Erasmo. Visceral, nada define mejor su conexión con el estilo. Hasta el día de hoy, los jóvenes músicos tienen la misma admiración por el rockero Roberto que por Ben Jor, lo cual es suficiente para comprender su importancia musical.

Sin embargo, ya en ese momento, apareció otra característica, que terminó predominando con el paso de los años: su romanticismo. Todos los singles venían con un tema de rock y otro con canciones románticas. Los dos estilos fueron emparejados. Pero Roberto lidió con el deseo de manera muy diferente en ese momento. La desmesura iba de la mano del romanticismo y, a veces, se deslizaba hacia lo coloquial, sencillo y deliciosamente grosero, como en “Eu sou fan do monoquíni”, una colaboración con Erasmo, del disco “Roberto Carlos canta para la juventud”, en 1965. “Yo No puedo decirte lo que vi / Pero sé que nunca lo olvidé / Broto tiene que usar un monokini / Ya no soporto el bikini”. En 1968, una canción romántica, “Ya no te dejaré tan sola”, de Antônio Marcos, reemplazaría por primera vez un tema de rock en la apertura de uno de sus discos. Un cambio sutil, pero no menos importante.

Basta recordar que sus excesos fueron inmediatamente apropiados por los “Doces Bárbaros”. Grabación de Gal para tu estupidez, en el disco antológico Fatal, de 1971, es todavía un momento cumbre de esta devoción por el gran autor que fue Roberto. Caetano, Gil y Bethânia siempre mostraron reverencia y un fuerte vínculo, basta recordar el álbum que Bethânia le dedicó a Roberto, Las canciones que hiciste para mi, de 1993.

Caetano escribió canciones destacadas para Roberto, como fuerza extraña e como dos y dos, y recibió, en el exilio, un regalo del rey en forma de canción, Debajo de los rizos de tu cabello – un cuasi-manifiesto para el regreso del bahiano a Brasil. Solo Gil dejó un obstáculo, porque Roberto no quería grabar si quiero hablar con dios, hizo para él, un canto escéptico sobre la idea de Dios, pero cuyo contenido oculto ya veces ascético hubiera sido bien revelado por Roberto, de no haber sido dogmático. Este dato nos permite pasar a la segunda parte de este comentario.

2.

Esos dos estilos, el rockero y el romántico, acapararían las listas durante un tiempo. Pero, en 1978, parece suceder algo diferente. Roberto abre el disco con la canción fe, también con Erasmo. Se abría un tercer campo de expresión, quizás el más fuerte de todos: el religioso. En 1981, en el esta por llegar, Roberto cantó el anuncio del regreso del Redentor: “No sirve de nada tratar de esconderse / Ni querer engañarse / Búscalo, encuéntrate rápido / Está por llegar”. En 1986, el disco abriría con los versos: “Cerca del fin del mundo/ Cómo negar el hecho/ Cómo pedir ayuda/ Cómo saber exactamente/ El poco tiempo/ Que queda”; la canción se llamaba "Apocalipsis".

Jesucristo, de 1970, sigue siendo uno de los temas más recordados: “Miro al cielo y veo/ Pasa una nube blanca/ Miro la tierra y veo/ Pasa una multitud/ Como esa nube blanca/ Esta gente no No saben a dónde van/ Quién puede decir el camino correcto / Eres Tú mi Padre / Jesucristo, Jesucristo / Jesucristo, aquí estoy”.

3.

De ninguna manera este tímido homenaje que aquí se vuelve a publicar con motivo de su 80 cumpleaños pretende psicologizar al gran artista. Sería fácil, y banal, oponer las tres bases sobre las que se asientan los estilos mencionados: el instinto, el deseo y la fe. Fácil porque están demasiado cerca uno del otro, y banal porque todos vivimos bajo estos mismos diseños, aunque solo Roberto logró convertir esto en una empatía musical popular. Pero antes de abordar este importante cambio estilístico, aún quedan otras “identidades” a mencionar en el conjunto de la obra.

Temas ecológicos (como las ballenas, por 1981, Amazonas, de 1989), es cierto, no forman un conjunto cohesionado como la tríada anterior; siempre parecían ser el resultado de intervenciones poderosas pero inmediatas, dictadas por ciertos momentos. Lo mismo se puede decir de las canciones, ¿cómo decir políticamente correctas? – dedicado a mujeres pequeñas, gorditas, con gafas, etc. Roberto también incursionó en aperturas de mercado, grabó en español, italiano y captó una cálida afición en todo el mundo.

Pero nada de esto es tan profundamente significativo para demostrar el estrecho vínculo entre Roberto y su público-gente como el rasgo religioso desarrollado al final de su trayectoria. Es sobre este vínculo que me gustaría conjeturar, tomando la canción Nuestra Señora, de 1993. En primer lugar, pido permiso para publicar la letra íntegra.

Cúbreme con tu manto de amor
Guárdame en la paz de esa mirada
Cura mis heridas y dolor
hazme soportar
Que las piedras en mi camino
Mis pies soportan pisar
incluso herido de espinas
ayúdame a pasar
si tuvieras pena por mi
Madre, llévate mi corazón
y a los que hice sufrir
Me disculpo
Si doblo mi cuerpo en el dolor
Me alivia del peso de la cruz
Intercede por mí, Madre mía
al lado de jesus
Nuestra Señora dame tu mano, cuida mi corazón
De mi vida, de mi destino
Nuestra Señora dame tu mano, cuida mi corazón
De mi vida, de mi destino, de mi camino
Cuida de mí
Cada vez que mis lágrimas fluyen
Pon tus manos en mi
Aumenta mi fe y calma
Mi corazón
Grande es la procesión para pedir
Misericordia, Perdón
Sanando el cuerpo y el alma
La salvación
Pobres pecadores, oh Madre
tan necesitado de ti
Santa Madre de Dios
ten piedad de nosotros
De rodillas a tus pies
Extiende tus manos hacia nosotros
Ruega por todos nosotros, tus hijos
Mis hermanos
Nuestra Señora dame tu mano, cuida mi corazón
De mi vida, de mi destino
Nuestra Señora dame tu mano, cuida mi corazón
De mi vida, de mi destino, de mi camino
Cuida de mí

Las canciones de Dorival Caymmi se mezclan con el ambiente bahiano; sabemos lo sencillo y perfecto que puede construir en una representación de su pueblo y de su vida. Pero incluso Caymmi declaró su deseo de ver una de sus canciones diluida en la memoria colectiva. Habría dicho: “Mi sueño es ser autor de una ciranda-cirandinha, algo que se pierde entre la gente”. Caymmi toma como ejemplo la canción que cantábamos en la infancia, sin necesidad de origen y autoría, el llamado “dominio popular”. Este tipo de enseñanza oral es raro incluso en la cultura popular actual.

Pues nadie más que Roberto Carlos vio cumplido el deseo de Caymmi con la duración de la mencionada canción. Otros temas suyos fueron incorporados al espacio colectivo de las fiestas religiosas, pero este canto es cantado con alabanza en misas, procesiones y novenas en todo Brasil, y especialmente en las celebraciones del Santuario de Aparecida, en São Paulo. Las revelaciones de la letra pueden tener diferentes orígenes -su dolor personal, sus miedos, su fe, su devoción- pero, sin duda, es el tema que más abiertamente lo expuso como un hombre “del pueblo”. Aún así, no es una canción ingenua, es una canción popular, comercial, pero se diferencia por no ser ligera, sino por poder perpetuarse en la entonación colectiva.

Lo emblemático de ello es que Roberto parece querer ser recordado -e inmortalizado- al final por su estilo carismático y no por temas libertarios o románticos. Y el pueblo, que canta esta canción en todo Brasil con mucha devoción, ama hasta el final a Roberto porque él los redime. La obra de Roberto encuentra en su fase final lo más básico, sencillo ya la vez amplio e identificativo de la esencia de Brasil: la fe del pueblo. Si en algún momento de la década de 1930 del siglo pasado, Mário de Andrade identificó la verdad de Brasil en su arte popular, y si ese arte permanece aún hoy ligado al dominio religioso, eso dice mucho sobre nuestra identidad como país y el destino de una obra de arte como Roberto Carlos.

Al implorar el celo de la Virgen y derramar su dolor más íntimo y sus heridas abiertas, Roberto iguala a sus admiradores, haciendo resonar su obra en todos los fieles que igualmente desistieron de ver superado su dolor. Este vínculo espiritual entre Roberto y su público-pueblo toca profundamente el valor de su obra, que termina explicando el sentido profundo de su designación más perenne: REY.

*Henry Burnett es profesor de filosofía en la Unifesp. Autor, entre otros libros, de Nietzsche, Adorno y un poco de Brasil (Editor Unifesp)

Publicado originalmente en la extinta revista electrónica Trópico: Ideas de Norte a Sur en 26 / 4 / 2009.

referencia


Paulo César Araujo. Roberto Carlos en detalles. Sao Paulo, Planeta.

Pedro Alejandro Sanches. como dos y dos son cinco. Sao Paulo, Boitempo.

Óscar Pilagallo. Folha explica a Roberto Carlos. São Paulo, Publifolha.

 

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