por PAULO FERNANDES SILVEIRA*
A diferencia de la persona revolucionaria, que pretende establecer un nuevo orden social, la persona sublevada “se esfuerza por deshacerse de las constituciones”
La revolución y la revuelta impregnan la historia del marxismo. Los primeros estudios de Marx y Engels sobre estos conceptos dialogan con las posiciones del filósofo y periodista Max Stirner, desarrolladas en el libro El único y tu propiedad, 1844. Según Max Stirner, la revolución tiene como objetivo promover cambios estructurales en la sociedad. La revuelta tiene también como consecuencia inevitable la transformación de lo vigente, “pero no parte de ello, parte del descontento del hombre consigo mismo”. (STIRNER, 2004, p. 248).
A diferencia de la persona revolucionaria, que pretende establecer un nuevo orden social, la persona sublevada “se esfuerza por deshacerse de las constituciones”. (STIRNER, 2004, p. 248). La tesis Stirneriana de que la revuelta indica una profunda rebelión subjetiva fue retomada por varios autores, entre ellos Albert Camus, en el hombre enojado y Abdias do Nascimento, en el negro enojado (GUIMARÃES, 2006).
En los años 1845 y 1846, Marx y Engels escribieron la ideología alemana contra tres hegelianos de izquierda que estaban surgiendo en ese momento: Ludwig Feuerbach, Bruno Bauer y Max Stirner. Para estos jóvenes hegelianos, argumentan Marx y Engels, las cadenas que aprisionan al hombre "son productos de su conciencia". (2007, pág. 84). Para su emancipación bastaría una crítica espiritual de estos productos de la conciencia. En los análisis de Marx y Engels, las formaciones de la conciencia emanan de una historia y praxis material. En estos términos, sólo pueden disolverse con la demolición práctica de las relaciones sociales reales de las que proceden: “no es la crítica, sino la revolución, la fuerza motriz de la historia”. (MARX; ENGELS, 2007, p.43). No se trata de establecer un estado de cosas ideal, sino de luchar por un movimiento de masas que pueda superar las condiciones materiales de dominación social.
Como destaca José Paulo Netto (2020), en los años siguientes, las reflexiones de Marx sobre revolución y revuelta estuvieron marcadas por las insurrecciones que se estaban produciendo en Europa. En los textos que componen el libro Luchas de clases en Francia, Marx (2012, 1960) cuestiona la tesis de que el proceso revolucionario francés de 1848 había sido derrotado. Si, por un lado, los trabajadores perdieron innumerables batallas frente al ejército convocado por la burguesía, por otro lado, en el transcurso de estos enfrentamientos, hubo una maduración del “partido de la revuelta”. En ningún pasaje de Luchas de clases en Francia, Marx usa la palabra emporung, utilizado por Stirner para indicar una revuelta subjetiva (MARX; ENGELS, 2007). Para formar la expresión “partido de la revuelta” (umsturzpartei), Marx utiliza el sustantivo umsturz, que se traduce: revuelta, subversión, derrocamiento o cambio de régimen.
Hay muchas figuras de la revuelta. En sus textos, Marx utiliza una variedad de palabras para nombrarlos: revuelta; emutear; insurrección; Rebellion; revuelta e umsturz. En sus consideraciones sobre la importancia y el significado de la revuelta en las reflexiones marxistas y marxistas, Irene Viparelli afirma: “Las revueltas son siempre, en primer lugar, consecuencia de la desesperación provocada por el empeoramiento de las condiciones de existencia” (2010, p. 28). . Las condiciones de vida de la población más pobre pueden empeorar abruptamente con las pandemias y con la intensificación de la explotación capitalista de los trabajadores y trabajadoras. Los levantamientos populares provocados por el hambre y la miseria suelen surgir espontáneamente.
Según Terry Boswell y William Dixon (1996), en la teoría marxista de la rebelión, las revueltas son necesarias, pero no suficientes para el éxito de una revolución. En una perspectiva similar, en el libro ¿Qué hacer?, Lenin (1988) cuestiona la eficacia revolucionaria del elemento espontáneo de las revueltas. Algunas revueltas despiertan sólo destellos de conciencia. Respecto a las huelgas que tuvieron lugar en Rusia en las décadas de 1870 y 1880, Lenin comenta: “los trabajadores perdieron su creencia consuetudinaria en la continuidad del régimen que los oprimía; comenzaron, no digo a comprender, sino a sentir la necesidad de una resistencia colectiva” (1988, p. 24).
En las huelgas posteriores a 1890, Lenin nota una evolución: “se formulan demandas precisas, se intenta prever el momento favorable, se discuten casos y ejemplos de otros lugares, etc.”. (1988, pág. 24). En todo caso, la conciencia que evidencia la oposición irreductible entre las clases sociales sólo llega a las revueltas obreras desde el exterior, a través del compromiso de la juventud estudiantil por compartir la doctrina marxista.
A fines de 1872, en una carta abierta publicada en el diario Libertad, desde Bruselas, Mijaíl Bakunin criticó la arrogancia y el autoritarismo de Marx: “colocándose como director y árbitro supremo de todos los movimientos revolucionarios que puedan surgir en los diferentes países” (1910a, p. 350). En la evaluación de Bakunin, la unidad obrera internacional se encuentra: “en las aspiraciones comunes y el movimiento espontáneo de las masas populares de todos los países, no en un gobierno cualquiera, ni en una teoría política uniforme” (1910a, p. 349). También en oposición al marxismo, Bakunin (1910b) sostiene que la conciencia de las masas populares proviene de ellas mismas, o más bien, de su rebelión contra todos aquellos que las oprimen. La rebelión es un instinto de vida, “no hay gente tan degradada en la tierra”, afirma Bakunin, “que nunca se haya rebelado” (1910b, p. 454).
En las insurrecciones estudiantiles de 1968, el debate marxista sobre espontaneidad y organización ganó nuevos contornos. Entusiasta del Mayo francés, Daniel Guérin subraya: “en el momento de su estallido, toda revolución social no puede ser sino libertaria” (1973, p. 142). La juventud tenía un agudo sentido de la injusticia social y un apasionado apego a la libertad. No quería un futuro socialista que prometiera: “la subordinación absoluta del individuo a una idea política ya un Estado” (GUÉRIN, 1973, p. 134). Para Guérin, la “Revolución de Mayo” fue como: “una explosión inesperada, que vino como un relámpago, contagiosa y devastadora, fue en gran parte anarquista”. (1973, pág. 135). Con cada nueva situación, las estrategias de lucha se debatían con toda militancia. Tomar la palabra se ha convertido en el gran lema de las asambleas abiertas. Los marxistas autoritarios fueron incapaces de imponer sus ideas, “todas las tendencias revolucionarias, sin exclusivismos, habían es la en el que instalaron su propaganda y literatura” (GUÉRIN, 1973, p. 136).
A mediados de la década de 1970, junto a otros militantes de izquierda, Jacques Rancière crea el colectivo “Revoltas Lógicas” (SILVEIRA, 2022). Tomado de un poema de Rimbaud, el nombre del colectivo trae a la luz los debates suscitados en 1968: “Este proyecto implicaba una forma diferente de entender las palabras, y un uso diferente de la historia”. (RANCIÈRE, 2011, p. 10). A diferencia de quienes oponen revuelta y revolución y espontaneidad y organización, el colectivo busca: “socavar esta misma oposición subvirtiendo la idea de tiempo que subyace en el contraste entre el supuesto 'proceso' continuo de revolución y el escenario de rebelión que se dice que es momentáneo” (RANCIÈRE, 2011, p. 10). El tiempo de revuelta es una subversión del tiempo homogéneo y vacío impuesto por la jornada laboral. Además de marcar una interrupción o ruptura en el orden dominante, estos momentos insurgentes: “son también mutaciones efectivas del paisaje de lo visible, lo decible y lo pensable, transformaciones del mundo de las posibilidades” (RANCIÈRE, 2010, p. 9 ).
La tesis doctoral de Rancière se titula: La noche de los proletarios: archivos de los sueños de los trabajadores. La investigación indaga en aquellos hombres y mujeres que, en el turbulento período de Luchas de clases en Francia, se atrevió a interrumpir el orden del tiempo impuesto a los trabajadores. En las noches de la década de 1830, en lugar de descansar para el trabajo del día siguiente, los rebeldes se dedicaron a la literatura y al debate político. Sus revueltas no derrocaron a la burguesía, pero abrieron pequeñas grietas en el mundo de las posibilidades.
*Paulo Fernández Silveira Profesor de la Facultad de Educación de la USP e investigador del Grupo de Derechos Humanos del Instituto de Estudios Avanzados de la USP.
Referencias
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SILVEIRA, Pablo. Liberación de la palabra: militancia y educación en Jacques Rancière. En: CARVALHO, José; RANCIÈRE, Jacques. (eds.). Jacques Rancière y la escuela: Educación, política y emancipación. Belo Horizonte: Auténtica, 2022, p. 287-304.
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