Por Marcelo Phintener*
El bolsonarismo, como forma de acción política, se muestra “incapaz de nada que no sea odio”
“Nada en política es gratis” (Mauricio Tragtenberg)
Bolsonaro es un político de extrema derecha propenso a medidas intimidatorias, amenazantes y violentas como forma de resolver problemas políticos y económicos. Su forma de gobernar, que se basa en la confrontación, ha revelado, como dice João Bernardo, el “irracionalismo de este político en el campo ideológico” y su “totalitarismo en el campo político” (laberintos del fascismo).
La gramática del bolsonarismo, base de la narrativa de sus seguidores y simpatizantes, especialmente los vinculados a bandas virtuales, milicias religiosas y milicias de bandoleros, está construida toda sobre la base de la intimidación, la ofensa, el abuso verbal, las amenazas, las insinuaciones, la intolerancia a lo que es diferente, la “puesta en escena que convierte la mentira en verdad”, el afán de castigo y el afán de criminalización de lo social.
El bolsonarismo quiere convertir a sus partidarios/simpatizantes en agentes que garanticen el orden, dándoles la ilusión de poder y, lo que es peor, dándoles legitimidad para enmarcar a sus oponentes a través de la violencia. Este es su verdadero modo de existencia. Es un tipo de fascismo que circula por las redes de las relaciones sociales; por los lugares de trabajo, por los espacios donde se produce y reproduce la clase que vive del trabajo; El bolsonarismo “se revela incapaz de todo lo que no sea odio” como forma de hacer política (João Bernardo, laberintos del fascismo).
Este fascismo se articula incluso con los grandes medios de comunicación, pero con una apariencia moderada, sobre todo cuando se tolera a Bolsonaro, porque ignoran que este gobierno viene agravando la barbarie social y económica. Cuando no, la prensa dominante se complace cuando el gobierno dirige su obsesión agresiva contra los movimientos sociales y la izquierda, amenazando con liquidarlos; o cuando amenaza a los trabajadores con la supresión de los derechos sociales, lo que degradaría aún más su nivel de vida.
Esto ha inspirado no sólo la simpatía, sino también la confianza de ciertos sectores económicos en el gobierno de la truculenta extrema derecha, lo que ha llevado a muchos de ellos a utilizar la política de intimidación para obligar a sus trabajadores a votar por este candidato. La mayoría son capitalistas que necesitan trasladar sus resentimientos económicos y sociales al terreno del antiPTismo irracional, como forma de ocultar su rezago tecnológico, su arcaísmo, su incapacidad para innovar y, sobre todo, su autoritarismo.
El bolsonarismo es una especie de “reserva de mercado” de capitalistas arcaicos y autoritarios, en términos del historiador João Bernardo; tipo de “capitalista incapaz de exportar e importar capital”, porque es negligente en cuestiones relacionadas con la sofisticación de la estructura productiva. Es la expresión práctica del jefe de los peores trabajos y los peores ambientes laborales; su razón de ser es el bajo costo de la mano de obra y la baja productividad.
Emplea a trabajadores poco cualificados y, por tanto, no se considera, según el citado historiador, “rentable en la medida en que no se sienta presionada a invertir en medidas de seguridad laboral”, porque no importa que el trabajador muera. Aquí está el punto: la degradación ambiental comienza en el ambiente de trabajo, y los trabajadores, antes que la fauna y la flora, son los primeros en sentir sus efectos. Esta es la clave para entender el componente antiecológico del bolsonarismo.
En este momento de economía estancada, debido a la productividad bloqueada [1], cualquier obstáculo a la acumulación de capital termina teniendo que ser removido para compensar la ganancia que no se obtiene a través del aumento de la productividad. Cabe recordar que en esta ocasión las clases capitalistas no suelen actuar de forma muy democrática para imponer sus intereses. Es en este contexto que debe entenderse Bolsonaro, una forma de llevar la política de austeridad hasta las últimas consecuencias como una posibilidad de revitalizar el capitalismo sin hacer concesiones a los trabajadores. Es la salida para llevar al extremo las MMA neoliberales.
¡Sálvate quien pueda!
*Marcelo Phintener Es Investigador del Grupo de Estudios de Filosofía Política Contemporánea de la PUC-SP/CNPq.
Referir̂ance
BERNARDO, Joao Bernardo. Laberintos del fascismo: en la encrucijada del orden y la revuelta. Lisboa, Confrontación, 2018.
Notas
[1] Deterioro del nivel de vida de los trabajadores; 12,5 millones de parados (11,8% de la población activa); 93,8 millones de personas ocupadas, de las cuales el 43% trabaja en la informalidad; 28,4 millones de trabajadores subutilizados; 4,7 millones desanimados. (PNAD/Continúa/IBGE, 3o trimestre/2019).