por MARCONI SEVERO*
¿Del lenguaje de la agricultura o por qué la agricultura es lo que es?
La presencia de la agroindustria en los periódicos de gran circulación no es infrecuente. En general, se puede clasificar en dos categorías: una en la que el sector es directamente responsable del discurso, como en campañas publicitarias y noticias temáticas (congresos, ferias, etc.), y otra en la que él mismo es objeto de el discurso. Para comprender el agronegocio es necesario dominar ambas representaciones: la primera cuenta cómo se imagina el sector y cómo quiere ser visto; el segundo se refiere a la recepción e influencia del primero, y en esto es en lo que nos centraremos.
El material a analizar consiste en un reportaje publicado por el periódico Correo Braziliense, cuyo foco es la representación femenina en la agroindustria. Más que la cuestión de sexo/género, analizaremos su construcción discursiva, centrándonos en sus asociaciones, ambigüedades y alcances. Se trata de un caso emblemático, como es frecuente en los grandes medios de comunicación, lo que permite analizar no sólo el “lenguaje de la agricultura”, sino también el por qué de su protagonismo social, económico y político, ya que pone de relieve la profunda relación entre sus representaciones universalizadoras y los grandes medios de comunicación.
Como he argumentado en otros análisis, una parte significativa del poder de los agronegocios proviene de su desempeño lingüístico y, por extensión, legal y cultural. La proximidad al estándar cultural de la lengua portuguesa, utilizada en el ámbito jurídico y político, sumada a su fundamento en la realidad objetiva, confiere al lenguaje del agronegocio un enorme poder de persuasión, hasta el punto de ser utilizado con naturalidad en situaciones que, a menudo, , incluso incluyen a sus críticos y oponentes (como es el caso).
En cuanto a su contenido, el informe en mención destaca la diversidad de actividades realizadas por mujeres vinculadas al agronegocio, que van desde la ganadería hasta la artesanía, pasando por la floricultura y la horticultura. Ya tenemos aquí la primera contradicción. En primer lugar, el texto no menciona si se trata de ganadería de carne o de leche, lo que sugiere que quien lo escribió no dominaba las diferenciaciones técnicas utilizadas en las zonas rurales (algo esperado, en el caso de una producción textual extraída de los centros urbanos).
En todo caso, a juzgar por las actividades, se incluyeron como participantes del agronegocio a personas que se dedican a actividades que caracterizan a diferentes públicos, si no opositores declarados: si bien la ganadería es una actividad propia de las medianas y grandes propiedades, por lo tanto propia del agronegocio, La artesanía, la floricultura y la horticultura son actividades frecuentes entre los pequeños agricultores, muchos de los cuales están vinculados directa o indirectamente a los movimientos sociales populares, y por tanto a los principales críticos y opositores. de agronegocios.
Como el texto utiliza patrones convencionales de lenguaje y expresión (de ahí su importancia empírica), no sorprende que no se observen diferenciaciones apreciadas por los diferentes actores, grupos y clases presentes en el espacio social rural brasileño. Esto es lo que explica el peculiar uso de categorías que, a los ojos del gran público, pueden pasar completamente desapercibidas. Tomemos un ejemplo. El primer entrevistado es un “productor rural” que trabaja “en el sistema de agricultura familiar” en un “asentamiento”.
Bueno, si ella es productora rural, entonces es parte del agronegocio. Esto es lo que presupone esta categoría, en la que se basa el discurso del sector. ¿O sería una agricultora familiar, ya que trabaja en este “sistema”? ¿O incluso un colono, es decir, alguien potencialmente vinculado a movimientos sociales populares, que a veces se oponen a los agricultores familiares, llamados agrinegocinho por los primeros, y siempre al agronegocio?
Es poco probable, si no imposible, clasificar a la misma persona en tres perfiles distintos, especialmente cuando existe al menos una oposición entre ellos. La secuencia del texto, sin embargo, es esclarecedora: el entrevistado pertenece al grupo de los pequeños agricultores. Pero ¿cómo llegamos a esta conclusión? Pues porque además de estar asentada, produce hortalizas agroecológicas que se venden localmente, lo cual es característico de los movimientos sociales populares.
La pregunta es: ¿podrá entender esto el público en general? ¿Podrás leer entre líneas algo que el propio texto parece ignorar? ¿O seguirá la guía textual y concluirá que esta mujer es parte de la agroindustria, como ya anticipa el título del titular? La última opción, evidentemente, es la más probable. Pero no anticipemos conclusiones. Volvamos al texto.
Luego de abordar el caso de otro “productor rural”, seguido de la declaración de una extensionista de la Empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural – Emater-DF, el texto pasa a problematizar la “desigualdad de género en la agricultura”, a partir de una encuesta realizada. realizado por el Movimiento Agroligadas, similar a la Asociación Brasileña de Agronegocios – Abag.
Nótese que el foco vuelve explícitamente al agronegocio, como lo sugiere la expresión “género en el agro”, la mención del Movimiento Agroligadas, “un movimiento formado por mujeres vinculadas al agronegocio”, según su site funcionario, y a Abag, principal institución del sector. Sin embargo, lo que parece ser una reanudación de esta perspectiva regresa abruptamente a las pautas que caracterizan precisamente a sus oponentes.
Esto es lo que sugiere la declaración, comentada inmediatamente después, por una profesora universitaria que, al parecer, comparte una opinión muy común entre sus pares, ya que “elogia” a las mujeres que “luchan contra el acaparamiento de tierras, la especulación inmobiliaria, el monocultivo y el uso de pesticidas”. Finalmente, el informe destaca que este profesional, cuyo discurso pretende darle un aspecto académico-científico al texto, ve en el “cuaderno agroecológico” una alternativa para “dimensionar la producción” de los “agricultores y campesinos familiares”.
En resumen, lo que tenemos aquí es un conjunto de posiciones y posturas contrarias al agronegocio. En primer lugar, la agroecología, la reforma agraria popular y el campesinado constituyen las tres agendas principales que caracterizan a los movimientos sociales populares en su lucha contra el agronegocio. También aquí hay una interesante confusión conceptual. Los campesinos, una categoría que no existe en los grandes medios de comunicación y cuya movilización es extremadamente puntual y ambigua, están presentes al lado de los agricultores familiares en una situación que no sólo ignora las fronteras que existen entre ellos sino que también los sitúa, a pesar de las críticas explícitas , como parte de la agroindustria.
Una vez más cabe preguntarse: ¿sabe el lector que el acaparamiento de tierras, la especulación inmobiliaria, los monocultivos y el uso de pesticidas constituyen acusaciones contra el agronegocio? ¿O será más probable que sólo identifique puntos que deben ser combatidos, y precisamente por las mujeres en la agroindustria? La última opción es sin duda la más probable. Pero volvamos al texto.
En lo inmediato, se destacan las políticas públicas impulsadas por el Ministerio de Desarrollo Agrario y Agricultura Familiar – MDA, que “sólo fueron posibles gracias a la movilización de los movimientos sociales”. Luego de mencionar algunas acciones, el texto finaliza con la mención al Programa de Organización Productiva y Económica de la Mujer Rural, que tiene como objetivo “brindar apoyo para la estructuración de actividades productivas, comercialización de productos, gestión y acceso a políticas de crédito y comercialización”. Por tanto, según una racionalidad típica del agronegocio, a pesar de haber sido desarrollada en conjunto con sus oponentes.
Lo más interesante, sin embargo, es lo que podríamos llamar, con René Magritte, Imágenes de la trahison des: debajo de un título en el que aparece destacada la palabra “Agro”, hay una mujer que porta una camiseta del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra – MST.
Imagen 1: Reproducción visual del reportaje, centrándose en el título y la imagen principal.

La oposición texto/imagen no sólo es evidente, sino que también va en detrimento del MST, que parece estar controlado por “Agro”. Pero aún más interesante es que todo esto puede pasar desapercibido, ya que está coherentemente elaborado en un discurso dirigido al gran público, lo que resulta tanto más curioso cuando se sabe que no fue elaborado directamente por el sector.
Es posible que a estas alturas el lector tenga la impresión de que el texto tiene una calidad dudosa: por el contrario, estaba muy bien escrito, al punto de tapar todas las notas tomadas, por lo que recomiendo leerlo desde ya. en. Recomiendo aún más considerar las dos lecturas propuestas: la que naturalmente requiere el texto y la que propongo aquí. El primero moviliza, sin saberlo, el lenguaje del agronegocio en un discurso que le es completamente favorable; el segundo busca desmitificar al primero en sus aspectos más irreflexivos.
Así, al absorber las representaciones del sector, como aquella en la que “agro” y espacio social rural son tomados como sinónimos, el texto no hace más que reproducirlas en su forma más efectiva y eficiente, es decir, naturalizando a ellos. Hay muchas contradicciones, y para comprenderlas es necesario tener una mirada sociológicamente atenta, por lo que pueden pasar desapercibidas para el lector profano, especialmente cuando se trata de un tema imbuido de buena fe, como es la importancia de la mujer en la vida. el entorno rural.
El agronegocio es lo que es precisamente porque su lenguaje, y por tanto sus representaciones culturales, difieren poco del utilizado por los individuos en su vida cotidiana, lo que significa que tiene complicidades que no siempre son vistas como tales. El simple contraste del MST tomado como parte del agronegocio, según una interpretación aparentemente no comprometida, habla por sí solo y demuestra la profundidad y el alcance de las representaciones del sector en la sociedad brasileña.
Por eso es necesario comprenderlos no sólo por lo que significan, sino por lo que la gente piensa que significan (como lo ilustra el caso ejemplar de la figura del campesino, a menudo opuesta a la del productor rural), y sólo entonces tomar una posición o acción que sea verdaderamente consistente con sus prácticas y representaciones. Y esto se aplica tanto desde un punto de vista epistemológico como político.
*Marconi Severo Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Federal de Santa María (UFSM).
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