por MAURÍCIO VIEIRA MARTINS*
Comentario sobre el libro recién editado de Marcello Musto
El escritor japonés Kohei Saito vendió cerca de medio millón de ejemplares en su país con el libro Capital en el Antropoceno, que analiza desde una perspectiva marxista las causas que propician el agudo deterioro ambiental del planeta. El diario conservador alemán Der Spiegel, en su última edición de 2022, presenta a un Marx de aire contemporáneo en la portada (con mangas cortas y brazos tatuados…) e imprime la pregunta: “¿Tenía razón Marx después de todo?”. Estos son solo algunos ejemplos del renovado interés por la obra de Marx que ha tenido lugar en el siglo XXI, basado en evidencias muy abrumadoras de la gravedad de las contradicciones de la economía capitalista.
También en Brasil, la producción de libros marxistas encuentra su propio espacio, al que se suma la reciente traducción al portugués del libro Repensar a Marx y el marxismo: una guía para nuevas lecturas, escrito por el investigador italiano Marcello Musto, profesor de la Universidad de York en Canadá. Dos libros de Musto ya habían sido publicados en Brasil: ¡Trabajadores, uníos!: Antología política de la Primera Internacional, también publicado por Boitempo y El viejo Marx: una biografía de sus últimos años (una colaboración entre Boitempo y la Fundación Perseu Abramo).
El conjunto de temas abordados por Rpensar en marx y el marxismo es amplio: dividido en diez capítulos, el libro va desde ensayos que abordan ciertos momentos de la biografía y el pensamiento de Marx, como su juventud (capítulos 1 y 2), pasando por estudios de economía política y periodismo en la década de 50, de XNUMX a Tribuna de Nueva York (capítulo 4), alcanzando el período de escritura de La capital (Capítulo 7).
También hay dos capítulos dedicados a la elaboración y posterior repercusión del planos y de los tuyos Introducción, famosos borradores preparatorios de La capital (capítulos 5 y 6). Además, el lector encontrará un debate sobre la pertinencia de la oposición entre el llamado Marx joven y el Marx de la madurez (capítulo 3), debate que encuentra ramificaciones en la investigación del concepto de alienación (capítulo 8), desde su apropiación por Marx hasta las repercusiones en la sociología y la filosofía contemporáneas.
El capítulo 9, “Evitar el capitalismo”, analiza la primera recepción de Marx en Rusia, aún durante su vida. El libro termina en el capítulo 10 con una presentación de los nuevos descubrimientos de MEGA²: Marx-Engels-Gesamtausgabe -, un proyecto editorial en curso, encargado de publicar la obra completa de Marx y Engels.
Dada la amplitud de la investigación realizada por Marcello Musto, sería imposible comentar cada capítulo del libro en este texto. Aquí, la opción será resaltar algunos aspectos que me parecen particularmente fructíferos,[i] en este libro que logra llegar tanto al lector que tiene solo un conocimiento inicial de Marx, como al que ya tiene un camino en la obra del pensador.
En mi opinión, el primer aspecto a destacar se refiere a una ampliación de la visión de lo que fue el campo temático investigado por Marx a lo largo de su vida. En efecto, los nuevos volúmenes publicados por el proyecto MEGA² nos presentan a un autor que incluye en sus estudios no solo la crítica a la economía política y el conflicto entre clases sociales (temas clásicamente asociados al nombre del pensador alemán), sino también otras inquietudes que entró con fuerza en la agenda teórica y política de los hombres y mujeres de los siglos XX y XXI.
Entre ellos, merece destacarse el interés de Marx por la devastación ambiental que lleva a cabo la producción capitalista. En palabras de Musto, “Marx se interesó cada vez más en lo que ahora llamamos 'ecología', en particular la erosión del suelo y la deforestación” (p. 310).[ii] A diferencia de un elogio unilateral de las fuerzas productivas, que asume ingenuamente que el simple desarrollo tecnológico asociado con el progreso de la ciencia sería capaz de producir la emancipación humana, encontramos en Marx una preocupación por la devastación de la naturaleza llevada adelante por la racionalidad mercantil capitalista. .
Atento lector de los descubrimientos de las ciencias naturales de su tiempo -como lo demuestra su interés por la obra, entre otros, del científico y bioquímico Justus von Liebig-, escribió en 1868: “el cultivo que, al progresar de forma primitiva manera, no se controla conscientemente (obviamente, esto no se logra siendo burgués), deja desiertos” (citado PAG. 311). En lugar del culto unilateral al productivismo, encontramos en Marx la radiografía de la destrucción ambiental que trae consigo la lógica de la ganancia.
El acceso a una gama más amplia de textos de Marx también nos muestra a un pensador muy crítico con la dominación colonial ejercida por Europa en todo el mundo. A diferencia de Edward Said, quien en su famoso libro orientalismo afirmaba que Marx, excesivamente apegado a la perspectiva de su tiempo, no habría sido capaz de ver la alteridad de otras culturas, Musto escribe que “Entre los intereses de Marx, un lugar nada secundario lo ocupaba el estudio de las sociedades no europeas y el papel destructivo del colonialismo en las periferias del mundo” (p. 18).
Señalamos que tal advertencia es oportuna dado que algunos de los más recientes estudios llamados decoloniales también catalogan a Marx como un pensador eurocéntrico, para ser enviado sumariamente a una especie de museo de errores cometidos en el pasado. Sin embargo, cuando tenemos en cuenta principalmente los escritos tardíos de Marx sobre, por ejemplo, la violenta depredación ejercida por Inglaterra sobre la India, vemos una fisonomía muy diferente del pensador, que transmite una crítica mordaz al modo de producción actual en su propia Europa. .nativo
Nuestros Cuadernos Etnológicos marxistas podemos leer: “la abolición de la propiedad común de la tierra no fue más que una inglés acto de vandalismo, que no impulsó al pueblo indio hacia adelante, sino que lo hizo retroceder” (citado PAG. 266). Lejos de elogiar la cultura europea, Marx radiografía, al calor del momento, la violencia estructural y constitutiva de su modo de producción capitalista.
Dicho esto, es necesario reconocer que el descubrimiento de nuevos borradores, manuscritos preparatorios y cartas de Marx y Engels -escritores de cartas empedernidos- complica considerablemente el trabajo de los investigadores que se dedican seriamente al trabajo de los autores. Solo recuerda que MEGA² planea publicar 114 volúmenes (cada uno con dos volúmenes), poniendo a disposición del público material inédito. Esta es, de hecho, una dificultad adicional para los lectores de Marx y Engels, que se enfrentan a una obra monumental, que simplemente no encaja en los estrechos compartimentos de la actual división académica del trabajo, de ahí la observación: “La obra de Marx es un gigantesca cultura de la teoría crítica, que transita entre innumerables disciplinas del saber humano, cuya síntesis representa una ardua tarea para todo lector riguroso” (p. 11).
Tal tarea que se presenta a los investigadores marxistas hace pensar a veces, agregaría, en la deliciosa referencia del escritor argentino Jorge Luis Borges al procedimiento del Colegio de Cartógrafos de un Imperio ficticio. Desconociendo el principio más productivo de la cartografía, que el mapa debe tener una escala significativamente diferente a la del objeto a mapear, los cartógrafos produjeron un gigantesco "Mapa del Imperio que era del tamaño del Imperio y coincidía punto por punto con él". .[iii]
Pero Marcello Musto está lejos de este peligro: logra tener una notable capacidad de síntesis que le permite transitar por un número muy elevado de temas biográficos y conceptuales dentro de la obra de Marx y de algunos de sus sucesores, manteniendo siempre una brújula que asegura el tono del argumento a lo largo del libro.
Igualmente digno de atención en Repensar a Marx y los marxismos viene a ser la refutación de la idea, muy difundida entre los críticos de Marx, del supuesto dogmatismo del autor, como alguien que transmitiría certezas definitivas sobre los temas que investiga. También aquí, la lectura de la correspondencia de Marx y de los materiales preparatorios de sus libros nos muestra a un pensador que, cuando se enfrenta a los límites de su obra, se corrige constantemente a sí mismo.
En este sentido, las sucesivas modificaciones que hizo Marx al capítulo 1 de La capital son ejemplares: se convence de que la forma de la exposición en realidad no era satisfactoria. En una carta a Kugelmann en octubre de 1866, escribe abiertamente: “incluso las personas inteligentes no entendieron adecuadamente la pregunta, en otras palabras, debe haber habido defectos en la primera presentación” (p. 204)
Más aún, el propio carácter procedimental del objeto de sus estudios -el modo de producción capitalista- le impuso la permanente actualización de sus tesis. Baste recordar el interés con que Marx se dedicó al estudio de los mercados financieros en los últimos años de su vida, consciente de las transformaciones que traían a la acumulación capitalista: “Desde el otoño de 1868 hasta la primavera de 1869, decidido a rendir cuentas para los últimos desarrollos del capitalismo, Marx compiló copiosos extractos de textos sobre mercados financieros y monetarios…” (p. 209). Así, en lugar de “vestir” la realidad con categorías previamente construidas (y aquí, a mi modo de ver, es casi palpable el contraste con el tipo ideal de Weber), Marx se dedica a construir una malla categorial que refleja su carácter procedimental e histórico.
En el Capítulo 9, titulado "Evitar el capitalismo", se puede encontrar una consideración más detallada de la voluntad de Marx de alterar esos hilos de su pensamiento cuando se enfrenta a cuestiones pertinentes. En él, Marcello Musto detalla los esfuerzos de Marx por combatir una imagen que comenzó a formarse durante su vida, que afirmaba que había presentado una teoría universal del desarrollo de las sociedades. La comparación con Nikolai Mikhailovsky y Vera Ivanovna Zasulitch sobre las posibles consecuencias de la obschina –comunidad rural presente en una inmensa extensión territorial rusa– muestra a un autor cauteloso al tratar cuestiones que implicaban una evaluación de su propia teoría.
Los largos borradores que precedieron, por ejemplo, a la respuesta a las preguntas de Zasulich sobre las transformaciones de obschina mostrar a Marx explorando las distintas variables a tener en cuenta -siempre ligadas al contexto histórico de cada formación social-, en lugar de pretender dar una pronta respuesta a su interlocutor. En palabras de Marcello Musto: “Durante casi tres semanas, Marx permaneció inmerso en sus cartas, consciente de que debía dar respuesta a una cuestión teórica de gran alcance” (p. 264). Esta voluntad de actualización de la teoría también se encontrará en la revisión de la edición francesa de La capital, que implica adiciones y modificaciones en relación con la edición alemana, hasta el punto de que Marx atribuyó a la primera “un valor científico independiente del original” (citado pag. 210).
Repensar a Marx y los marxismos también aborda el debate en torno a la periodización de la obra del pensador. Como es sabido, a lo largo del siglo XX se prestigió una división del trabajo que oponía al joven Marx -que afirmaba una forma peculiar de humanismo- al viejo Marx, crítico de la economía política burguesa. De este modo, la bibliografía del siglo creó una especie de personaje que llevaría el nombre de joven Marx y que encontraría su producción más emblemática en el Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Teniendo esto en cuenta, en más de un capítulo de Repensar a Marx y los marxismos se hacen referencias a estos manuscritos, presentando sus méritos, pero también sus límites reales.
El texto de 1844 trata de manera original cuestiones que tradicionalmente no estaban asociadas al marxismo, como las referidas a la alienación tanto objetiva como subjetiva de los trabajadores, con toda la objetivación que el fenómeno conlleva en las relaciones humanas. La perspectiva emancipadora que subyace a la manuscritos –publicado íntegramente recién en 1932– se oponía a la interpretación predominante de una ortodoxia marxista, de ahí la necesidad de enfatizar el “efecto disruptivo que genera un texto inédito tan diferente de los cánones del marxismo dominante” (p. 94).
Teniendo en cuenta la existencia de adquisiciones sustantivas ocurridas en la juventud de Marx, Marcello Musto afirma que no autorizan tan exclusiva partición de la obra entre el Marx joven y el Marx de la madurez. Aquí, se dirigen unas duras palabras a Louis Althusser, el autor que más difundió la noción de una ruptura epistemológica que separaría radicalmente distintas fases de la obra de Marx. Sucede que posteriores investigaciones textuales y filológicas no corroboran esta hipótesis, sustentada por Louis Althusser incluso en su Elementos de la autocrítica. Recordando que la categoría de enajenación (alienación) recorre casi toda la obra de Marx, Marcello Musto señala la imposibilidad de que la supuesta ruptura epistemológica “sucediera en el transcurso de unas pocas semanas y pudiera haber sido concebida como algo tan rígido” (p. 84).
Sin embargo, habiendo registrado la importancia de algunas categorías desarrolladas en los escritos de juventud de Marx, Marcello Musto no oculta sus propias preferencias: afirma que los largos años de estudio de la economía política y otras disciplinas lo llevaron a alcanzar niveles de investigación comprensiblemente superiores a los de sus juventud. Por ello, no es posible avalar la hipótesis que sería como la inversa de la ruptura epistemológica: la que supone la existencia de una identidad plena dentro del pensamiento marxista, “como si la obra de Marx fuera un solo escrito, indistinto”. y atemporal” (p. 96).
Si tomáramos este camino, estaría prohibido aprehender el inmenso esfuerzo teórico realizado por Marx, esfuerzo que le planteó nuevos interrogantes -referidos a la estructuración económica y política del modo de producción capitalista- a los que simplemente no respondió. no tener respuestas en su juventud.
En cuanto al capítulo 8, “La concepción de la alienación en Marx y en los marxismos del siglo XX”, me parece que una de sus implicaciones más relevantes es cuestionar la perspectiva que supone la existencia de una evolución progresiva de las ciencias sociales en su conjunto a lo largo del tiempo. Ampliamente difundida en diversos ambientes académicos, tal perspectiva afirma que la ciencia más reciente es necesariamente mejor que la anterior (de ahí que erradicar a los autores del siglo XIX de los currículos universitarios sea sólo un paso…). Pero bueno, al leer la apropiación que, por ejemplo, la sociología americana del siglo XX hizo de la categoría alienación, es imposible no pensar que tal sociología se quedó corta con la formulación original de Marx.
Pues lo que había en los textos de este último un enfoque que apuntaba a un fenómeno social con una fisonomía bien definida (la alienación enraizada en el modo de producción de la vida en una sociedad capitalista), termina por adquirir los contornos de una condición humana universal. . En la pluma de autores como Melvin Seeman o Robert Blauner (escribiendo en los años 50 y 60 del siglo XX) hay una “especie de hiperpsicologización del análisis del concepto – que se asumía en la sociología, así como en la psicología, ya no como una cuestión social, sino como una patología individual” (p. 231).
Si dirigimos ahora nuestra atención al debate político en torno al legado de Marx, el capítulo 10 de Repensar a Marx y los marxismos trae varios elementos que atestiguan el contraste visible entre el proyecto político y social del autor y las experiencias socialistas del siglo XX. No sería éste el momento de analizar un tema de la magnitud de las distorsiones del pensamiento de Marx ocurridas en los manuales producidos por la Unión Soviética, y más aún en la vida cotidiana de esa sociedad. En todo caso, Marcello Musto llama la atención sobre la distancia entre este último y el proyecto de sociedad que se encuentra en la obra de Marx.
Basta recordar que: “Proponente de la idea de que la condición fundamental para la maduración de las habilidades humanas era la reducción de la jornada laboral, él [Marx] fue asimilado al credo productivista del estajanovismo. Convencido defensor de la abolición del Estado, se vio identificado como su baluarte” (pp. 289-290). Una advertencia oportuna, sobre todo teniendo en cuenta que el pensamiento conservador sigue atribuyéndole a Marx (fallecido en 1883, recordemos...) la configuración asumida por la Unión Soviética más de décadas después de su muerte. Nos corresponde a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, relanzar la originalidad de un proyecto a la altura del sentido emancipador de sus fundadores.
Finalmente, una mención especial al capítulo 7, titulado “La escritura de La capital: la crítica inacabada”. Alternando información biográfica con decisiones conceptuales de Marx, en él encontramos a nuestro autor inmerso en la dificilísima tarea de culminar la redacción del tomo 1 de La capital. Marcello Musto persigue con eficacia su objetivo de mostrar el error que es considerar La capital como una obra terminada, trayendo material que da fe de su carácter en progreso, a mejorar mediante la comparación con la realidad.
En cuanto al trabajo conceptual, merece destacarse la importante carta a Engels, fechada el 24 de agosto de 1867, donde Marx anuncia, con orgullo, los que le parecieron los dos mejores aspectos del Tomo I: “1. (esto es fundamental para cualquier comprensión de los hechos) el carácter dual del trabajo expresado en valor de uso o valor de cambio, que se destaca en el primer capítulo; 2. El tratamiento de la plusvalía independientemente de sus formas particulares, tales como ganancia, interés, renta, etc.” (citado PAG. 207). De paso, menciono que tal vez este capítulo 7 tendría un desglose, aunque breve, del doble carácter del trabajo al que se refiere Marx. Esto nos llevaría a la categoría de obra abstracta, identificada por estudiosos contemporáneos (como Sohn-Rethel, W. Bonefeld, A. Jappe) como una de las contribuciones más originales de la economía política marxista.[iv]
Con respecto a las dificultades personales que enfrentó Marx para completar la redacción de La capital, Marcello Musto detalla con confianza sus distintas facetas. En un aspecto más biográfico, la situación de extrema pobreza en la que se encuentra el autor de La capital. Asediado por los acreedores, poniendo sus posesiones en la casa de empeño, incapaz de proporcionar a su familia condiciones de vida adecuadas ("los niños [no tenían] ropa ni zapatos para salir", escribe en 1863, citado PAG. 191), Marx estaba muy alejado de la realidad vivida, ni que decir tiene, por los académicos de los países del llamado primer mundo. A estas condiciones objetivas se suma su altísimo nivel de autoexigencia, que pocas veces se contentaba con lo que escribía (“Yo también tengo la costumbre de criticar todo lo que escribo”, citado PAG. 185), modificando constantemente el material preparatorio de lo que sería La capital.
Además, una aguda conciencia de las transformaciones de la economía capitalista lo obligó a incluir estudios complementarios, por ejemplo, sobre el papel creciente de los mercados financieros. Todo esto derivó en una rutina de trabajo extenuante: dedicar “diez horas al día a trabajar en la economía” y muchas veces no dormir “antes de las cuatro de la mañana”. Las presiones externas e internas estallaron en su propio cuerpo. Marx sufría frecuentemente de ántrax infecciosos que aparecían alternativamente en todas las partes de su cuerpo, causándole un sufrimiento indescriptible que se describe detalladamente en sus cartas. Marx, el maestro de la investigación de las contradicciones, se ve atravesado por ellas en su organismo. Se describe a sí mismo “como un verdadero Lázaro […], golpeado por todos lados a la vez” (citado pag. 194).
Para el lector contemporáneo que sigue los detalles del contundente sufrimiento vivido por Marx y se pregunta cuál fue la eficacia, después de todo, del arduo trabajo que exigió la redacción de su magnum opus, creo que el propio pensador da la respuesta. Refiriéndose al volumen 1 de La capital, escribe en 1864 al metalúrgico Carl Kings: “Espero poder ahora, finalmente, terminarlo en unos meses y darle a la burguesía un golpe teórico del que nunca se recuperará” (citado pag. 281).
No hay duda: el golpe fue asestado.
*Mauricio Vieira Martín Profesor del Departamento de Sociología y Metodología de las Ciencias Sociales de la UFF.
referencia
Marcelo Musto. Repensar a Marx y los marxismos: una guía para nuevas lecturas. Traducción: Diego Silveira y otros. São Paulo, Boitempo, 2022, 320 páginas (https://amzn.to/45Mtyqn).
Publicado originalmente en el sitio web marxismo21 [https://marxismo21.org/repensar-marx-e-os-marxismos/].
Notas
[i] Gracias a João Leonardo Medeiros por la lectura cuidadosa y las sugerencias hechas a esta revisión.
[ii] A menos que se indique lo contrario, las citas de esta reseña son del libro de Marcello Musto. Cuando es sucedido por pud, estas son las referencias de Marx, citadas por Musto.
[iii] Jorge Luis Borges. “Del rigor en la ciencia”. In El hacedor. Trabajo Completo, Buenos Aires: Emecé Editores, 1974, pág. 847 (https://amzn.to/3QEkfEg).
[iv] De esta manera, también sería posible llegar a un nuevo sentido de lo que abstracción en Marx, afirmada no sólo como producto del pensamiento, sino como proceso que se desarrolla en la realidad misma. “Esta abstracción del trabajo humano general existe…”. marx, k. Contribución a la crítica de la economía política. São Paulo: Expresión Popular, 2008, p. 56
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