La religión como utopía política

Imagen: Hamilton Grimaldi
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por Geraldo Oliveira*

El lugar de la religión hay que buscarlo en la inteligencia cordial, donde emergen las utopías

Al expresarse sobre la religión en la modernidad, se invierte un gran desafío dado al ateísmo, especialmente al proveniente de la mentalidad cientificista, tecnicista y racionalista. A pesar de la ciencia aliada a la técnica, ésta sólo la considera plausible y aceptable como factor de conocimiento y verdad, si los resultados siguieron los procedimientos exigidos por su metodología, que adopta entre sus criterios de verificación de certeza el planteamiento de problemas, la observación, la experimentación y el análisis de resultados. Y qué decir del racionalismo, cuyo término proviene del latín racional -que significa lo que sigue a la razón-, sólo se admite como aceptable y digno de confianza, si tal conocimiento no se opone al análisis y apreciación que impone la razón.

El hecho de que la religión no se someta a la metodología científica y escape a la racionalidad en cierto sentido -aunque también tiene su presupuesto racional-, la mentalidad moderna lo considera superstición y no digno de confianza. Refiriéndose a la creencia en general, Boff (2017) advierte que los críticos de la religión se equivocaron al ubicarla dentro de la razón, aunque tiene una dimensión racional, pero su lugar se encuentra en la inteligencia cordial, donde emergen las utopías.

Así, la tríada de la razón, la ciencia y la tecnología, que en un principio tenía como finalidad la afirmación del hombre frente a las fuerzas de la naturaleza, derivó en cierto modo en la destrucción del medio ambiente y sus referentes simbólicos. A pesar de esta tríada, Valadier (1991) señala que, además de estas consecuencias para la modernidad, ésta también transformó al hombre en un ser solitario, pues lo llevó a romper con sus tradiciones, con sus singulares paradigmas globales, políticos y religiosos, que hasta entonces, eran sus referentes en la era premoderna. Hoy, en una sociedad moderna o posmoderna, plural y que propugna la autonomía del individuo hasta las últimas instancias, lo ha dejado sin parámetro para la orientación de su vida, ya que la religión, que de alguna manera jugó este papel preponderante y papel definitorio, hoy está a la altura de las demás fuerzas e instituciones sociales, y aún sin la influencia decisiva que lo ayude a enfrentar los desafíos que se le presentan.

Sin embargo, a pesar de la autonomía del individuo, y de la pérdida de la función relevante de la religión en la sociedad y en la vida de los individuos –especialmente debido a las críticas que se le dirigen, provenientes de diferentes corrientes de conocimiento en la era moderna-, la búsqueda pues una creencia como respuesta fundamental y radical a la vida, según los antropólogos, además de impregnar diferentes pueblos y contextos históricos, sigue presente en la actualidad. Malinowski (1988), refiriéndose a la religión, destaca que este fenómeno es universal e independiente del tiempo y los avances tecnológicos. Según el citado autor, los pueblos, por muy primitivos que sean estudiados por observadores competentes y fiables, detectan el dominio de lo profano y lo sagrado.

Es conveniente destacar el estudio realizado por Durkheim en su obra Formas elementales de la vida religiosa, en la que destaca una visión positiva de la religión. En este estudio deja claro el papel de la religión como factor de cohesión social y de construcción de sentido en la vida de quienes la practican. El propósito de la religión, según él, no se limita a tener objetos como dioses, espíritus o seres trascendentes en sus creencias, ya que no todas las religiones tienen seres extraterrestres en sus sistemas, sino crear afinidades a través de ritos y ceremonias. Y agrega que la religión también tiene el propósito de otorgar fuerza para resistir la adversidad, y medios para vencer las fuerzas del mal. El que cree está por encima de las desgracias de la vida. (DURKHEIM, 1989).

Con respecto al fenómeno de la secularización en la modernidad -término originado por Weber que designa formas de vida cultural no ancladas en la religión o desencanto del mundo-, Pierucci (1997) señala que esto no significa el fin de la religión, como lo predijo. por positivistas, materialistas, racionalistas e iluministas. Desacralizar significa liberar al individuo de los lazos y lealtades tradicionales, llevándolo a dudar de la santidad de la tradición y permitiéndole experimentar con otras virtualidades.

Si, por un lado, la secularización produjo rechazo al pasado y apertura a lo nuevo, Oro (2013) señala que el pluralismo religioso en la modernidad ha provocado el indiferentismo y la mercantilización de la religión. Respecto a la religión como mercado, el citado autor señala que los individuos viven en un verdadero mosaico de opciones de productos religiosos, desde creencias, objetos de salvación, milagros, sueños, y que les permiten elegir según sus necesidades, sin directa y sin profundo conocimiento doctrinal. En este mercado, el individuo suple sus deseos inmediatos, sin el peso de la tradición familiar y comunitaria, generando así una ética que es el resultado de la mezcla de múltiples creencias. Y en cuanto al indiferentismo, su fundamento parte de la idea de que Dios es el mismo, y que por eso el individuo es libre de armar su propia creencia. La consecuencia de ello es la convivencia con el nihilismo -vacío de sentido- y el cuestionamiento de sus convicciones religiosas.

Para caracterizar aún más el mundo moderno, Oro (2013) hace uso del concepto de modernidad líquida de Zygmunt Bauman, que describe a la sociedad como volátil, mutable, cambiante, líquida y difusa, y donde, tanto los compromisos sociales como los religiosos, son superficiales, efímeros. , y la gente los busca cuando son agradables, emocionantes y placenteros. Además de estas características anteriores, (DOWDY apud MÓNICO, 2015) señala que la religiosidad del hombre contemporáneo es pragmática, menos moralizante, más emocional, privada, subjetiva, polisémica, exotérica u oculta, y con tendencias utilitarias de lo sagrado.

Pero a pesar de ello, otro problema en la cotidianidad de la religión en la modernidad, especialmente en los grupos carismáticos pentecostales, neopentecostales y católicos, es la manipulación y captura de la idea de Dios, como capaz de resolver problemas sociales, políticos y económicos. los males que los aquejan, y las crisis emocionales subyacentes derivadas de múltiples factores, incluidos los familiares y sociales.

Sabemos que las creencias, especialmente las de raíz cristiana, tienen un discurso revolucionario y reivindicativo, frente a los crueles poderes establecidos, y las injusticias sociales, y que corresponde a los seguidores, en lugar de trasladar a Dios sus penurias sociales, o interpretar como acción demoníaca, o entendiendo que en un proceso de conversión la situación se resuelve, es sano entenderlos a la luz de la creencia, y frente a su utopía religiosa, de un “mundo nuevo”, luchar por la transformación, y no esperar la intervención divina. Este discurso, normalmente cargado de un carácter apocalíptico –la intervención divina–, a pesar de rayar en la alienación social y la despolitización, impide el espíritu de lucha, y no modifica el statu quo, por el contrario, proporciona una bandera para que aquellos que se benefician de una realidad social más coherente, continúen en su estilo de vida benévolo e indiferente al sufrimiento de los demás.

Según Boff (2017), las religiones llevan consigo una utopía, es decir, en su discurso proponen un nuevo mundo más armonizado, unido, y que todo tipo de sufrimientos y crisis, incluidas las sociales y económicas, si cabe , son desechados y mitigados en la convivencia humana. Citando a Pascal, el referido autor expresa que creer en Dios no es pensar en Dios, sino sentir desde la totalidad del ser, y que la religión es la voz de la conciencia que se niega a aceptar el mundo tal como es, simbólico y diabólico, y de ahí , construir utopías que pretendan trascender y diseñar un cielo nuevo y una tierra nueva. “La religión es la voz de una conciencia que se niega a aceptar el mundo tal como es […] Propone trascenderlo, proyectando visiones […] utopías que desgarran horizontes […]”. (BOFF, 2017, p.1).

Y además, según el citado autor, la esencia del cristianismo no consiste sólo en afirmar la encarnación de Dios, sino en anunciar que todas las virtualidades ocultas en el hombre fueron reveladas por la resurrección de Cristo, y que, por tanto, nos impone la construcción de una sociedad que se base en el hombre nuevo, donde se exalte su dignidad.

Asimismo, al reflexionar sobre la experiencia de lo absoluto o lo sobrenatural, Clodovis Boff (2017) advierte que en la persona se despierta el sentido del amor, de la libertad y de la gratuidad, y el corazón inquieto –“cor inquietum”– como afirma Agustín, enciende el deseo de transmitir esta experiencia a otro, así como de construir un mundo similar a la experiencia vivida y sentida.

Frente a esta reflexión, nos damos cuenta de que estar dispuestos a luchar por un mundo diferente, libre de injusticias y de todo tipo de negación del otro, no constituye un mero activismo político social, sino que se fecunda en una experiencia de vida y creencia. Sin embargo, vale la pena reiterar que las creencias, salvo por su propósito de dar respuestas a las inquietudes del corazón humano, especialmente la cuestión de la muerte, el sufrimiento y la cuestión del origen, también tienen un discurso contradictorio de no concordar con la realidad, por creer que otro mundo ya aquí es posible.

Por tanto, para que la religión establezca su signo profético y utópico, o más bien eutópico –buen lugar, de un cielo nuevo y una tierra nueva ya–, es necesario salir de las manipulaciones e instrumentalizaciones que realizan sus líderes, y dejar de ser un puntal para el mantenimiento de gobiernos autoritarios y antidemocráticos, que adoptan políticas contrarias a los intereses de la inmensa población, en especial de aquella que carece de las condiciones mínimas de sobrevivencia, en un país donde, en comparación con otros, tiene la peor distribución del ingreso del mundo, y tiene irrespetados y negados los derechos fundamentales de la población .

Y, además, urge un trabajo constante sobre una base política en la que se despierte en la población la esperanza de que es posible sucumbir a esta realidad inhumana, como lo han hecho en las últimas décadas diversas iglesias, grupos progresistas y hombres de buena voluntad.

En cuanto a otros desafíos, que afectan no sólo a la realidad nacional, sino que repercuten en toda América Latina, son el crecimiento de diferentes grupos religiosos de raíz cristiana -no todos- que, en lugar de una visión profética y eutópico, se embarcan en una lectura bíblica, literal o fundamentalista, tergiversando contextos para satisfacer sus pretextos políticos y económicos. Según el filósofo Enrique Dussel, (2019) Brasil y otros países de América Latina han sido escenario de injerencias del gobierno estadounidense, asociado a sectas evangélicas, con la propuesta de instaurar gobiernos de derecha, bajo el supuesto objetivo de combatir el comunismo.

Si seguimos en esta línea, en la que las religiones se transforman en cadenas de transmisión de los intereses de sus líderes, en apoyar y sostener gobiernos y sus políticas contrarias a la dignidad de las personas, no tendremos otras consecuencias, sino el aniquilamiento de las utopías que brotan del corazón del hombre fecundado por la religión, así como el rechazo a la belleza y riqueza de los textos sagrados, que no sólo expresan, sino que afirman su dignidad y sacralidad.

A pesar de los dolores, aún podemos soñar con la religión, como fuerza política y liberadora, capaz de suscitar esperanza, y de estimular la lucha contra los males sociales, económicos y todo lo que deprime la dignidad humana.

* Gerardo Oliveira Magíster en Ciencias Sociales de la PUC-Minas.

 

Referencias


BOFF, Leonardo. La religión como fuente de utopías salvadoras. Prensa en Brasil, Río de Janeiro, 05 mar. 2017. Disponible en: http://www.jb.com.br/leonardo-boff/noticias/2017/.

BOFF, Clodovis. Experiencia de Dios y otros escritos de espiritualidad. Sao Paulo, Paulus, 2017.

DURKHEIM, Emilio. Las formas elementales de la vida religiosa. Sao Paulo, WMF Martins Fontes, 2004.

DUSEL, Enrique. Los evangélicos son la nueva arma de EE.UU. para golpear en América Latina, advierte filósofo. [Entrevista concedida a] Carmen Aristegui. Diario del Centro del Mundo, 16 de noviembre 2019. Disponible en: https://www.diariodocentrodomundo.com.br/evangelicos-sao-a-nova-arma-dos-eua-para-dar-golpes-na-america-latina-adverte-filosofo/.

MALINOWSKI, Bronislaw. Magia, ciencia y religión.. Lisboa: Ediciones 70, 1988.

MÓNICO, Lisette. Secularización, (a)teísmo y pluralismo religioso en las sociedades occidentales contemporáneas. Horizonte: revista de estudios en teología y ciencias religiosas de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais. Belo Horizonte, vol. 13, núm. 40, pág. 2064-2095, octubre. /diez. 2015.

ORO, Ivo Pedro. El fenómeno religioso: cómo entender. São Paulo: Paulinas, 2013

PIERUCCI, Antonio Flavio. “Reencantamiento y desecularización: la finalidad del autoengaño en la sociología de la religión”. Nuevos estudios CEBRAP, no. 49 págs. 99-119, noviembre de 1997.

VALADIER, Pablo. El catolicismo y la sociedad moderna. San Pablo: Loyola, 1991.

 

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