por MARCELO PHINTENER*
Comentario al libro de Maurício Tragtenberg
El socialismo fue uno de los temas que ocuparon el pensamiento y las prácticas anticapitalistas de Maurício Tragtenberg. Siguiendo los pasos de sus enseñanzas, que insertaban la lucha de clases en el contexto del lugar de trabajo y, con ello, proponían una perspectiva diferente para analizar la administración como expresión práctica del poder empresarial, un espacio donde “la verdadera política se ejerce plenamente”.", entendió que este terreno, un campo de tensión entre trabajadores y capitalistas, abre posibilidades reales para la lucha contra el capitalismo.
En la obra de Maurício Tragtenberg, las luchas y los conflictos sociales son objeto de análisis y son discutidos en términos de la lucha entre explotadores y explotados. Por cierto, nos referimos a Reflexiones sobre el socialismo, publicado por primera vez en 1986. En este libro, el autor presenta, desde una perspectiva histórica, el movimiento obrero contra la explotación económica y la opresión política, practicado por la patronal privada o estatal –sus avances reales junto con sus derrotas–, acompañado por medio del intento de crear nuevas relaciones de producción, nuevas relaciones sociales. Reflexiones sobre el socialismo es uno de los libros más importantes de la obra de Maurício Tragtenberg, que comprende diez volúmenes, junto con burocracia e ideologia, Administración, poder e ideología, y con Revolución rusa.
Desde las primeras páginas de Reflexiones sobre el socialismo cuando Maurício Tragtenberg (p. 13 y 14) expone claramente su perspectiva del socialismo, el conflicto se hace explícito: “El problema del socialismo surge ante la existencia real de la lucha de clases entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. El socialismo implica autoorganización, asociación, autogestión obrera. La autogestión no es un objetivo de la sociedad capitalista, ya sea en forma de capitalismo privado, ya sea en forma de libre competencia, monopolista o estatal. Significa que el proletariado y los asalariados en general gestionan ellos mismos sus luchas, a través de lo cual toman conciencia de que pueden gestionar su propia producción y crear nuevas formas de organización del trabajo. En definitiva, que puedan poner en práctica la 'democracia obrera'. El predominio de la autogestión en los campos económico, social y político se manifiesta cada vez que los trabajadores aparecen como sujetos revolucionarios. Estos son los períodos de crecientes movimientos de masas que tomaron forma en la Comuna de París de 1871, la Revolución Rusa de 1917, la Guerra Civil Española de 1936, las rebeliones de 1918 en Hungría y la creación del sindicato Solidaridad (1978) en Polonia. . . La causa impulsora de estos movimientos sociales fue la lucha contra la explotación, ya fuera practicada por el capital privado o el capitalismo de Estado”.
cuando escribes Reflexiones sobre el socialismo, en la década de 1980, la fuerza laboral mundial era de casi 2 mil millones de personas, y 30 años después, en 2010, aumentó a casi 3 mil millones de trabajadores, según el The Economist del 16 de junio de 2012. Con base en información de la Organización Internacional del Trabajo – OIT para 2020, el último acceso actualmente es de 3,3 millones de trabajadores. Las quinientas empresas más grandes del planeta, en términos de ingresos, innovación, escala de producción y número de empleados, en conjunto emplean a casi 70 millones de trabajadores distribuidos en treinta y dos países. Entre los dos mayores empleadores del ranking mundial, Walmart y Amazon, cada uno emplea, respectivamente, 2,300 millones y 1,600 millones de trabajadores (Fortuna mundial, 2022).
El aumento mundial de la fuerza de trabajo, por un lado, confirma la capacidad del capitalismo para administrar la vida de los trabajadores y, por otro lado, que los conflictos sociales se concentran en las relaciones sociales de producción. Y fue en este marco global, ahora actualizado, que Maurício Tragtenberg (2008, pp. 25 y 27) señaló la urgente necesidad de rescatar y/o reafirmar el internacionalismo de las masas trabajadoras y la solidaridad entre sus luchas: “El mercado mundial , creado por el capitalismo ya en su época de monopolio, integra al trabajador y su familia, subordinándolos a este mercado. El hombre existe para el mercado, ya sea como productor directo o como consumidor. Esta internacionalización de las relaciones de producción capitalistas produce consecuentemente la necesidad de la organización de los trabajadores a nivel internacional. Una respuesta obrera a la universalización del sistema capitalista fue la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional, el 28 de septiembre de 1864”.
A continuación, resume los principios de la Primera Internacional: “La AIT sirvió para concienciar a los trabajadores de que pertenecían a una comunidad internacional y debían asociarse para llevar a cabo sus luchas económicas y, en materia de relaciones internacionales entre Estados, luchar por una política de paz y libertad. Sobre todo, los méritos de la AIT fueron la afirmación del internacionalismo proletario como valor positivo y la vinculación de la lucha por la liberación de la clase obrera de la explotación económica y la opresión política como síntoma de la liberación de la humanidad” (Tragtenberg, 2008 , pág. 33 ).
Si por un lado el capitalismo adopta el despotismo administrativo, porque es en la empresa capitalista donde se encuentra el poder real, decisivo, como dominación social y económica sobre el trabajador y desde allí se extiende a todo el tejido social para formar las bases de el orden capitalista; por otro lado, abre espacio para el desarrollo de relaciones sociales antagónicas a la sociedad capitalista, que pueden ir más allá de los límites del lugar de trabajo, dando impulso a un movimiento internacionalista de trabajadores (Bernardo, 2018; Tragtenberg, 2008).
“Así, la internacionalización del capitalismo”, escribió Maurício Tragtenberg (2008, p. 101), “permite el surgimiento de formas de lucha proletaria que, cuando se desarrollan, crean las condiciones mínimas para el comunismo. Y el proletariado, definiéndose como clase internacional en Polonia, Brasil, Portugal o Bolivia, tiende a desarrollar idénticas formas de lucha”. Así, afirmó que si los capitalistas se estaban transnacionalizando, los trabajadores no podían quedarse atrás. Por eso, siempre ha defendido la autoorganización como una oposición global a las formas del entramado capitalista, ya sea que los medios de producción estén en manos de un Estado o en manos de capitalistas privados.
Reflexiones sobre el socialismo nos proporciona una clave para pensar por qué los conflictos sociales aún no han derrocado al capitalismo. Para el autor, ya sea porque se domestican las luchas o porque se destruyen, materializándose en una profunda derrota; esto confirma la existencia de los diversos mecanismos que utiliza el capitalismo para reivindicar la defensa de sus relaciones sociales, pues, en la medida en que los trabajadores expresan en la práctica que son capaces de autoorganizarse, se enfrentan a la patronal, a la burocracia sindical y partidista.
Uno se refiere a la represión directa, como el aplastamiento de la Comuna de París por las fuerzas del capital; o cuando, en sociedades capitalistas en desarrollo –como en Brasil–, las huelgas se convierten en un asunto policial. Una segunda es cuando la lucha desde un punto de vista autonomista, a través del cual se crean relaciones sociales que hacen posible que los trabajadores se unan, se burocraticen y pierdan sus propósitos iniciales.
Respecto a este hecho, Tragtenberg (2008, p. 46) se refiere al momento en que “Lenin introdujo el taylorismo en la URSS, significando, por tanto, la vuelta a la jerarquía en las fábricas, a la planificación restringida a un cuerpo de especialistas y mano a mano”. .fuerza de trabajo realizando lo que la dirección técnica define como objetivos de la empresa. Aunque consideraba al taylorismo como una forma de organización del trabajo típicamente capitalista, Lenin argumentaba que el poder estaba en el Partido y eso garantizaría la supremacía de la clase obrera en el país. Así, la técnica taylorista podría ponerse al servicio del proletariado. Esto significó el fin de los comités de fábrica y la autogestión en las empresas. La nueva consigna de Trotsky era: trabajo, orden y disciplina. Así, ya en 1920, de 2.051 empresas importantes, 1.783 estaban bajo la dirección de un administrador designado por el Estado. Lógicamente, el primer logro de la Revolución Rusa, es decir, el control de los medios y del ritmo de producción por los propios trabajadores, había sido usurpado por el Estado y por el Partido que lo dirigía”. A esto, Tragtenberg (2008, 101) suma la degeneración represiva de la revolución durante la “destrucción de la Oposición en la URSS, la represión de la rebelión de Kronstad y la revolución campesina de Makno y el reemplazo de la dirección colectiva de la fábrica por la dirección universal muestran cómo la Revolución Rusa fue destruida por fuerzas internas y no por una invasión extranjera”.
Otro mecanismo al que recurren los capitalistas se refiere a la asimilación y/o recuperación de los conflictos sociales y luego retornados en forma de aumento de la productividad, como analizó originalmente el historiador João Bernardo en Economía de los Conflictos Sociales. En esta línea de argumentación, Maurício Tragtenberg (2008, p. 40) resume la cuestión con claridad y precisión: “En países con capitalismo desarrollado –Alemania Occidental, Francia, Suecia– la alta burguesía no puede recurrir a formas abiertas de represión; la solución “socialdemócrata” aparece, entonces, como la de menor costo social y político, que permite mantener un discurso de izquierda y una práctica conservadora, revestida de un lenguaje anticapitalista, antiautoritario”.
Quitar la confusión entre socialismo y capitalismo de Estado fue una preocupación que guió el pensamiento de Maurício Tragtenberg (2008, p. 19) en el entendimiento de que “la autoorganización de los trabajadores en el lugar de trabajo y la democratización de las relaciones laborales constituyen la base de toda democracia”. a nivel de la sociedad global, porque la existencia del despotismo fabril con democracia formal, más allá de los muros de la fábrica, es una profunda contradicción”. Este cuadro llevó a Maurício Tragtenberg a situar el socialismo como la práctica de la acción directa y espontánea de los trabajadores, es decir, sin la tutela de autodenominados partidos de izquierda ni de organizaciones sindicales, y mucho menos de los intelectuales – porque nadie puede liberarlos sino ellos mismos. –, en el impulso de cambios sociales estructurales, basados en la autogestión de la economía y la vida social.
En este contexto, una sociedad autogestionada por los trabajadores debe ser precedida por la autogestión de las luchas. Mientras que lo que se llamó socialismo, tanto por cierta izquierda como por el campo conservador-liberal, consiste, en términos prácticos, en una “economía estatal en manos de una burocracia dominante que ejerce el poder en nombre del trabajador. Que hay un Estado vertical y un ejército burocrático y jerárquico por encima de la población se dirige contra ella en tiempos de crisis. Por lo tanto, ninguna dictadura es revolucionaria, ya que tiende a ser ejercida por un marco burocrático y defiende la statu quo. Esto es llamado "realmente socialismo" por sus defensores profesionales. En realidad, es un capitalismo de estado monopolista, en el que la burocracia posee colectivamente los medios de producción y el trabajador sigue siendo un esclavo asalariado, domesticado a través del partido y el estado” (Tragtenberg, 2009, p. 336).
En este plan y fuera de la perspectiva oficial dominante, de izquierda y derecha, el autor revela que “la represión de la Oposición Obrera, la revuelta de Kronstadt y la revolución en Ucrania muestra la profunda incompatibilidad entre una propuesta socialista basada en la autonomía de la acción de clase , en su autoorganización, y la propuesta bolchevique que, a través de la hegemonía del Partido, construye el capitalismo de Estado. La burocracia estatal soviética cumplió el mismo papel industrializador que cumplió la burguesía clásica en Occidente. La URSS se ha convertido en una gran potencia y su política corresponde a esto.
En comparación, el nivel de vida soviético promedio [era] más alto que en el período zarista. Pero la burocracia soviética maneja el estado como propiedad privada. La adopción del taylorismo en las fábricas, el papel disciplinario otorgado a los sindicatos –lo que llevó a la formación de una oposición sindical, encabezada por el metalúrgico Klebanov– y el mantenimiento de los salarios dieron al Estado ruso el carácter de un capitalismo de Estado integral. En este sentido, Stalin fue un perfecto continuador de la obra de Lenin, y Trotsky, que en un principio fue un profeta armado, creador del Ejército Rojo y luego expulsado de la URSS (1929), se convirtió en un profeta desarmado. Solo después de perder el poder, Trotsky volvió al tema de la democracia obrera” (Tragtenberg, 2008, pp. 61 y 62).
La obra de Maurício Tragtenberg, en particular Reflexiones sobre el socialismo, permite una reconsideración crítica de las ambigüedades de las fuerzas de trabajo en movimiento, especialmente su intento de superar el capitalismo. Muestra que los partidos, organizaciones y/o movimientos nacidos en la lucha de clases y que se proponen promover transformaciones sociales, debido a la presión capitalista, reproducen en sus organizaciones las mismas estructuras (relaciones jerárquicas, relaciones de explotación y dominación) de la sociedad que pretendan transformarse y terminen convirtiéndose en instituciones de apreciación de capital.
Es decir, en lugar de oponerse globalmente a cualquier forma de capitalismo (empresas y gobiernos) y tejer nuevas relaciones sociales, lo reproducen de otras formas (Bernardo, 2018; Tragtenberg, 2008, 2009).
*Marcelo Phintener es candidato a doctorado en filosofía política en la PUC-SP.
referencia
Mauricio Tragtenberg. Reflexiones sobre el socialismo. São Paulo, Unesp, 2008, 136 páginas.
Bibliografía
Bernardo, j. Laberintos del fascismo: en la encrucijada del orden y la revuelta. tercera versión, edición revisada y ampliada. [Sl:sn], 2018
TRAGTENBERG, M. Reflexiones sobre el socialismo. São Paulo: Editora UNESP, 2008.
TRAGTENBERG, M. La quiebra de la política.. São Paulo: Editora UNESP, 2009
TRAGTENBERG, M. Teoría y acción libertaria. São Paulo: Editora UNESP, 2011.
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