por FRANCISCO FERNANDES LADEIRA*
Con raras excepciones, la izquierda, guiada por Globo, respaldó la campaña por una mujer negra en el STF
En otros tiempos era común escuchar, en las manifestaciones de izquierda, el grito “el pueblo no es tonto, abajo el Globo”. De hecho, la emisora de la familia Marinho siempre ha defendido los intereses de las élites económicas; siendo contrario a cualquier agenda que beneficiaría aunque sea mínimamente a la clase trabajadora.
En sus primeros años, Vênus Platinada fue una especie de “canal oficial” de la dictadura militar. En la década de 1980, cuando el régimen estaba agonizando, las noticias sobre Globo Ocultaron lo más posible los movimientos conocidos como “Diretas Já”, cuyo principal objetivo era la reanudación de las elecciones directas para el cargo de Presidente de la República. Aún en esa década, el apoyo global fue sumamente importante para la elección de Fernando Collor. Años más tarde, la emisora se mostró ampliamente partidaria de la política neoliberal de tierra arrasada puesta en práctica durante los dos gobiernos de Fernando Henrique Cardoso.
En el reciente contexto del golpe de Estado, una vez más Globo estuvo presente, como principal portavoz del sentimiento “anti-PT”, que contribuyó significativamente a sacar del armario todo tipo de oscurantismo. Basta recordar la amplia cobertura del espectáculo jurídico-mediático conocido como “Mensalão”, en el papel fundamental de la emisora en transformar las jornadas de junio de 2013 en un movimiento altamente retrógrado, en los llamados de la clase media a actos por el acusación de Dilma Rousseff y en connivencia con la nefasta Operación Lava-Jato (naturalizando la lawfare en Brasil). Como sabemos (trágicamente), todo esto resultó en la elección de Jair Bolsonaro.
Con esta historia, no es casualidad que el Globo Recibió el apodo de “golpista” por parte de la izquierda. Sin embargo, irónicamente, recientemente hemos observado que sectores de izquierda han considerado a la emisora como “progresista”. Y, lo que es peor, han guiado sus acciones basándose en los dictados de la empresa de la familia Marinho. Por lo tanto, es esencial entender cómo Globo logró reciclar su imagen, pasando de “golpista” a “progresista”.
En mi opinión, dos factores explican esta cuestión: el supuesto antagonismo entre Globo y el bolsonarismo; y la defensa de la identidad.
Vayamos al primer punto. Como se dijo, el Globo Es la principal portavoz del anti-PTismo. En esta lógica, en las elecciones presidenciales de 2018, con Bolsonaro emergiendo como el único nombre capaz de derrotar al PT, el Globo (y los grandes medios de comunicación en general) no tenían dudas: se sumaron (incluso vergonzosamente) a la candidatura del “mito”. En ese momento, se creía que Jair Bolsonaro, una vez elegido, sería “domesticado”. Además, el “garante” Paulo Guedes era la garantía de que la agenda neoliberal se pondría en práctica. Por lo tanto, la eslogan “liberal en economía, conservador en costumbres”.
Como Jair Bolsonaro no se muestra “doméstico” (por el contrario, parece aún más loco que cuando era diputado) e incompetente incluso para promover la prometida agenda neoliberal de tierra arrasada, la Globo Trató de desvincularse completamente de la imagen del presidente y ocultar de todas las formas posibles su apoyo al ex capitán durante la campaña electoral. Quienes ayudaron a crear a Jair Bolsonaro empezaron a fingir que no tenían nada que ver con ello. El famoso “hijo feo que no tiene padre”.
Es cierto que algunos nombres gubernamentales se salvaron. Para ello se adoptó el recurso retórico de dividir el ministerio de Jair Bolsonaro en un “ala técnica” –aquellos a quienes se dirigen los discursos del presidente–. Globo Hay que exaltar, como los ya mencionados Paulo Guedes y Sérgio Moro –y “ala ideológica”– representados por Damares Alves, Abraham Weintraub y Ernesto Araújo, cuyos delirios terraplanistas fueron constantemente criticados. Eso fue suficiente para el Globo transmitir una supuesta imagen de “independencia”, “postura combativa”, “democrática” y “oposición al fascismo”.
Si, en el “liberalismo económico”, Globo y el “mito” fueron cerrados, hubo desacuerdo sobre el “conservadurismo en las costumbres”. En esta cuestión está el segundo punto que hizo que la emisora de la familia Marinho lograra reciclar su imagen, pasando de “golpista” a “progresista”. Ésta es la agenda de la identidad.
Vendido como un (supuesto) movimiento de defensa de las minorías, el identitarismo (ideología creada y difundida por el imperialismo estadounidense) es, en realidad, una forma de garantizar la presencia de pocos negros, mujeres y homosexuales en espacios destacados, a costa de mantener seguridad social La gran mayoría vive en condiciones de vida adversas. Es la alianza entre la élite del capital y la élite del movimiento social. Una de las facetas de la llamada “meritocracia”.
Para Globo, el identitarismo fracasó, dado que se centra en cuestiones abstractas (lenguaje neutro, por ejemplo), propias de las clases media y alta; y no en las necesidades materiales (es decir, las aspiraciones de la clase trabajadora). Así, la misma emisora que está en contra de las cuotas raciales en las universidades (al fin y al cabo, como decía Ali Kamel, “no somos racistas”) y que repudia las políticas sociales (que benefician principalmente a las minorías) supo reciclarse y posar como “progresista”. ” (ya sea presentando a una pareja del mismo sexo en la telenovela; o mostrando mujeres y personas negras “empoderadas”).
No es casualidad que el discurso identitario esté detrás de la actual ofensiva de Globo contra el gobierno federal: la campaña (directamente desde Washington) para que Lula nombre un ministro negro para el Supremo Tribunal Federal (STF). No hay duda de que, si el presidente no cede a este chantaje, será tildado de “racista” y “misógino”. Por tanto, comparado con Jair Bolsonaro.
Evidentemente, para las mujeres negras en Brasil (en su mayoría pobres), cuestiones concretas como un salario digno, una vivienda adecuada y una guardería para sus hijos son mucho más importantes que tener una persona de su mismo sexo y etnia en el STF (“representación”, es decir no cambiará sus vidas de ninguna manera). Tampoco está de más recordar que el primer negro en la Corte, Joaquim Barbosa, fue el protagonista de Mensalão (el embrión del golpe de 2016) y una de las mujeres del STF, Carmen Lúcia, admitió haber condenado a José Dirceu. incluso sin pruebas.
Desgraciadamente, salvo raras excepciones, la izquierda, guiada por Globo, ha respaldado la campaña por una mujer negra en el STF, que, en última instancia, pretende bloquear a Lula (algunos actúan así por ingenuidad política, otros por deshonestidad intelectual).
Como decía el viejo Leonel Brizola: “Cuando tengas dudas sobre qué postura tomar ante cualquier situación, presta atención. Si la Rede Globo está a favor, nosotros estamos en contra. ¡Si estás en contra, nosotros estamos a favor! Hoy, vergonzosamente, parte de la izquierda (o lo que se autodenomina “izquierda”) está dando el paso opuesto. Ante esta realidad, en la que la extrema derecha es muchas veces más antisistema que la propia izquierda, es necesario más que nunca gritar: “el pueblo no es tonto, abajo el Globo.
*Francisco Fernández Ladeira es candidato a doctorado en geografía en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de La ideología de las noticias internacionales (CRV). El https://amzn.to/3ryNOwU ]
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