por GÉNERO TARSO*
Homenaje a los anónimos de las calles, a los Capitanes de Abril y a todos los hombres y mujeres que hicieron de sus vidas un sacerdocio militante contra el fascismo.
1.
Son las seis de la mañana del 25 de abril. Mi amigo Artur Scavone me envió anoche una citación –leída sólo hoy a las 5.30 am– pidiéndome un texto sobre la Revolución de los Claveles. Para intentar un ensayo se necesitarían algunas semanas, para escribir una crónica política unos días, pero para un homenaje poético –tomado del fondo del corazón de quienes han seguido abril desde sus primeras horas– es posible para exprimir del alma palabras que muestren alegría y sufrimiento por Abril y sus héroes. Sobre todo, recordar a los anónimos de las calles, a los Capitanes de Abril y a todos los hombres y mujeres que hicieron de su vida un sacerdocio militante contra el fascismo.
El otoño en Porto Alegre es suave, cálido y claro, como la conciencia revivida de estos luchadores por la libertad y la igualdad. Pienso inmediatamente en la poética de Mário Quintana que dice “siento un dolor infinito en las calles de Porto Alegre”, cuando recuerdo una ciudad palpitante, en las artes, en la política, en la democracia, en el Foro Social Mundial, cuando el La extrema derecha fue sólo un susurro reprimido en los sótanos del espacio público, porque no había ambiente para mostrar su rostro de odio en la ciudad solidaria y acogedora. El dolor de Mário Quintana y el recuerdo de Abril se funden en la poesía de José Afonso, que también revela lo que era nuestra ciudad: “¡en cada rostro un amigo, en cada rostro igualdad!”.
La revolución conservadora y reaccionaria más profunda de la historia de Brasil no fue el golpe de 1964, ni los AI 5 –procesos brutales inscritos en la era de las dictaduras militares en América Latina–, extinguidos en sus formas originales por luchas populares y sucesivas crisis. del Régimen. El mayor desastre histórico del país en las últimas seis décadas fue el genocidio a cielo abierto instigado contra la vacunación, desarrollado por el gobierno de Jair Bolsonaro, que contó -en parte- con un razonable apoyo entre la población. Es más, una aceptación tácita de las instituciones de la República y una aceptación parcial por parte de la prensa mayoritaria, que la convertía en un “derecho natural” para quienes resultaban elegidos y contaban con el apoyo de una parte importante de la burguesía autóctona. Los responsables siguen impunes. Y suelto.
2.
Pero la memoria sufre y late por April y sus héroes y me recuerda uno de los pasajes más bellos de las novelas de John Steinbeck llamado Las uvas de ira: "Las tierras del oeste se agitaron como caballos ante la tormenta". El gran problema de todas las revoluciones, especialmente aquellas que construyen o reconstruyen una democracia, no es la efervescencia de los suspiros de alivio, las agitaciones de una primavera aún sin responsabilidad de reconstruir la vida –ni los eventuales excesos de celebración–, sino cómo construir una nueva normalidad. En la alegría de vivir de una revolución democrática vale la fuerza constructiva de la utopía; en la labor de construcción de una vida democrática prevalece la responsabilidad de la rutina y la asfixia de la burocracia.
“Ahora nadie cierra las puertas que abrió abril”. Con esto termina un vídeo poema que Flávio Aguiar, temprano en la mañana, me envió desde Alemania. Le sigue un mensaje que también hago mío: “Sólo estoy llorando. Me dejé llevar”. En toda Europa, América y buena parte del mundo, las garras del fascismo se afilan, ganan voces en la prensa generalista, organizan partidos, pandillas y pasan de las cuevas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a la plena legalidad. Y de ahí a sus escondites en las redes donde organizan nuevos tipos de golpes de Estado y empresas religiosas, pervertidas para recaudar acumulación de dinero.
Es la rutina del mundo donde la riqueza sin trabajo recompensa al inversor en la médula vacía de los cálculos financieros inmediatos y no genera más trabajo y ocupación. La historia de la humanidad es la historia de la repetición del sufrimiento, de la cobardía, de la valentía, de las revoluciones y reacciones, de la conciencia que se hace y se deshace, solidaria u hostil, generosa y perversa, pero es sobre todo la historia de las guerras. y revoluciones, de armas y de espíritus, en las que se suceden la luz y las tinieblas. ¿La humanidad evoluciona? Si y no. Depende de dónde se mire y de qué personas estemos hablando en el teatro de la historia.
Si pensamos que la esclavitud fue –por regla general– suprimida, también nos vemos obligados a pensar que la muerte por hambre y tortura no fue eliminada. Si pensamos que un empresario al inicio de la Revolución Industrial podía tener justicia privada dentro de su fábrica y hoy eso no es admisible, sí, algo ha evolucionado, pues no siempre la historia se repite como una farsa o tragedia. Tomás Eloy Martínez en su cantante de tangos, en un diálogo incidental entre personajes de su novela, expresa de otra manera esta perplejidad sobre la evolución: “Respondí” – dice su personaje – “que hace mucho tiempo había estudiado una idea similar del filósofo David Hume (… ) la repetición no es nada que cambie en el objeto repetido, sino en el espíritu que lo contempla”.
Algunos ven abril como un fracaso histórico y la Revolución Cubana como un éxito. Otros odian ambas revoluciones, no por el “mal” que hicieron, porque si así fuera, serían hostiles a lo que queda de la sociedad burguesa mundial, cuyo mal se expone todos los días delante de todos, sin limitación alguna de asistencia. , como si la tragedia bélica del mundo capitalista fuera un videojuego más para el entretenimiento de niños enjaulados en sus apartamentos y en barrios marginales de todos los continentes.
Los ojos de quien mira contienen una cosmovisión, una tradición familiar, una forma de mirar la generosidad o el mal, un testimonio sobre la importancia y/o irrelevancia del otro contemplado.
Es el espíritu de quienes contemplan la historia el que impone la memoria, como dijo David Hume. Pero más que eso es desde qué peldaño de la escalera se mira el horizonte del mundo. Para entender a Cuba, hay que compararla con Panamá y Haití, no con Brasil o Francia. Para entender abril hay que comparar el Portugal actual con el que fue el Portugal de la Cárcel de Tarrafal, de las Guerras Coloniales, de su burguesía sumida en el Estado Novo para reproducir privilegios, indiferente a las muertes en la Guerra, a las torturas de la PIDE y el hambre, la pobreza y la ignorancia de sus explotados cotidianos.
La Revolución de Abril es un sueño parcialmente cumplido y una realidad que ayuda a cambiar el mundo para mejor y a organizar la resistencia a la hidra del fascismo, que ya levanta sus mil cabezas de muerte y odio en todos los continentes. Por eso celebro la Revolución, sus claveles en las puntas de los rifles, sus alegrías que pasan por las calles y la vitalidad de sus héroes. Celebro abril, por su fervor democrático y me uno al pueblo sufriente y excluido, que vio y ve en aquella Revolución el “objeto repetido”, que crea a través de su luz una mirada más consciente y un lugar más generoso para recrear el mundo.
* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía) [https://amzn.to/3ReRb6I]
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