por LUIZ COSTA LIMA*
El subdesarrollo es predecible dentro del sistema capitalista. Lo que vivimos, sin embargo, es una novedad extraordinaria
Me mueve aquí un doble propósito; se expondrán por separado, para indicar en pocas palabras su dependencia interna.
El primer propósito ni siquiera aparece en las noticias de los medios. Su objeto es la progresiva estampida nacional de quienes se especializan en algún tema científico o ampliamente cultural. No se confunda lo escrito sobre la evasión con la mayor dificultad de empleo para una parte considerable de la población. La red de medios está naturalmente atenta a esto. Por tanto, vale la pena insistir: ¿por qué se produciría tal estampida, especialmente por parte de los jóvenes, que ya no piensan esperar a un concurso?
Después de todo, cabe argumentar, las dificultades no son nuevas, especialmente las de carácter intelectual más que estrictamente técnico-mecánico. Tampoco es ahora que el uso de la lengua portuguesa provoque la exclusión de la posibilidad de intercambio con colegas de la especialidad. Mucho menos es noticia que haya pocas (o relativamente pocas) plazas que las asignen o que no sea, entre nosotros, una práctica frecuente contactar con otros especialistas, incluso de la misma unidad. ¿Qué explica entonces la estampida?
La falta de noticias por cierto no quiere decir que fuera difícil descubrirlo. Una primera aproximación consiste en señalar que la apuesta seria por alguna especialización, especialmente intelectual, es, entre nosotros, bastante difícil por nuestra escasez de literatura. (Por su parte, ya motivado por la escasez de su consumo). En consecuencia, ¿cómo puede todo especialista serio responder a la urgencia de mantenerse al tanto de la literatura extranjera? Ahora bien, si los salarios de tales profesiones no son altos y nuestras bibliotecas son demasiado pobres, ¿cómo podemos mantenernos al día con la bibliografía extranjera? Más explícitamente, ¿cómo acceder a publicaciones extranjeras ante la progresiva apreciación del dólar?
Como los periodistas y lectores estarán acostumbrados a los millones que se piden en estafas frecuentes, es posible que no les impresione que el precio de 300 o 500 reales tenga que estar disponible para pagar y transportar una copia muy simple. Y, como la suma de lectores de una actividad estrictamente intelectual es mínima, la ausencia de noticias al respecto no provoca protestas y quejas o no importa. ¿Todavía necesito agregar que, dentro de este entorno, nos volvemos cada vez más pobres intelectualmente? Prueba elocuente de la insignificancia con que los círculos oficiales afrontan la situación es la propuesta de uno de nuestros actuales ministros de gravar el libro, bajo el alegato de que, entre nosotros, la lectura de libros es exclusiva de los ricos. (¿Sigue siendo adecuado pensar que el desastre político que estamos viviendo es coyuntural y provisional?)
Paso al segundo propósito que me mueve aquí. En un solo día, encuentro en un solo periódico los informes que recopilo. Hay proyectos aprobados de privatización de parques y edificios públicos, restricción de reservas indígenas, iniciativas para la destrucción de los bosques atlánticos y amazónicos, negociaciones sobre la vacuna contra el Covid, que implican tanto el no acceso a la vacuna como los millones reservados a sus intermediarios, de informes relacionados con la censura contra la difusión de noticias contrarias a las autoridades, al mismo tiempo que se defiende el derecho de expresión de los actores favorables al gobierno, aunque se trate de casos absolutamente impropios, sobre la suspensión de procesos contra “rachadinhas”, sobre la defensa constitucional de autoridades que, sin embargo, son conocidas por su agresión contra la ley, sobre la propuesta de abrir el trabajo de los tribunales a las oraciones religiosas, incluso si el Estado es oficialmente laico, para no mencionar los informes sistemáticos sobre el aumento de los desempleados, los subempleados, la devaluación de la moneda nacional, etc., etc. En resumen, parece que el límite del límite no es alcanzable.
Ante la avalancha de noticias similares, me pregunto si no forman parte de un proyecto consciente y calculado de el deliberado encogimiento del país, dejando de ser simplemente una prueba de la estupidez de un gobierno y de las “autoridades” que lo avalan. Ciertamente, no es ahora que estamos subdesarrollados. Pero el subdesarrollo es predecible dentro del sistema capitalista, mientras que lo que estamos viviendo, incluso dentro de la desigualdad capitalista, es una novedad extraordinaria. Quedaría por preguntar qué grupos y/o personas tienen intereses nacionales de autocontracción. Prefiero dejar la pregunta abierta.
* Luis Costa Lima Profesor emérito de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC/RJ) y crítico literario. Autor, entre otros libros, de El terreno de la mente: la pregunta por la ficción (Unesp).