por FEDERICO CELSO*
La tensa relación del gran crítico literario con el marxismo fue un capítulo notable en la historia del “marxismo occidental”
Materialismo cultural
Karl Marx es un referente siempre recordado en la obra de Raymond Williams, pero hay un texto”,Marx sobre la cultura”, en el que hace un balance y critica la forma en que ese autor interpreta la cultura.[i] Se destacan tres aspectos.
Inicialmente, en Marx hay comentarios generales sobre escritores y artistas repartidos en varios textos. En segundo lugar, está el esbozo de lo que sería una teoría general de la cultura que se desprende de su posición general sobre el desarrollo humano. Por último, hay una serie de cuestiones planteadas que se dejan de lado o se responden sólo parcialmente.
Curiosamente, el segundo aspecto, explorado extensamente en Manuscritos económico-filosóficos (que, como sabemos, fue el punto de partida de las ideas estéticas de György Lukács) no despertó mayor interés en Raymond Williams. Su atención se centró en el famoso pasaje de ideología alemana en el que se afirma que no existe una historia del arte autónoma que se desarrolle independientemente de la historia social. Aquí Marx luchó contra el idealismo de los jóvenes hegelianos que veían la historia real como un producto de la conciencia.
La inversión materialista, por el contrario, quiere que partamos de la producción material de la vida y, de allí, pasemos a la conciencia: “Es decir, no partimos de lo que los hombres dicen, imaginan o representan, ni de lo que los hombres piensan, imaginado o representado para, desde allí, llegar a los hombres de carne y hueso; Comienza con hombres realmente activos y, a partir de su proceso de vida real, expone también el desarrollo de reflexiones ideológicas y ecos de este proceso de vida”.[ii]
La base del argumento de Raymond Williams en su crítica a estos nuevos interlocutores sigue el giro teórico llevado a cabo por él, que desplazó la idea de reflexión hacia la afirmación del carácter material y activo de la superestructura. El arte, por ejemplo, se considera material no sólo porque sus productos son materiales (libros, discos, pinturas), sino que también son materiales los medios con los que trabaja (papel, óleo, pintura, etc.). En un famoso pasaje, ampliando esta tesis, escribió: “Desde castillos, palacios e iglesias, hasta cárceles, talleres y escuelas; desde las armas de guerra hasta una prensa controlada: cualquier clase dominante, de diversas maneras, pero siempre materialmente, produce un orden social y político. Estas actividades nunca son superestructurales. Son la producción necesaria dentro de la cual sólo puede realizarse un modo de producción aparentemente autosuficiente”.[iii]
La comprensión del carácter material de la cultura, que ya no era vista como un reflejo sobre la producción de bienes básicos, cobró posteriormente especial relevancia con la creación de la llamada “economía creativa”, cuyo peso es cada vez más significativo en la producción. de la riqueza en el mundo dentro de las sociedades capitalistas desarrolladas. Este es el momento más significativo, la contribución más recordada de Raymond Williams a la teoría marxista.
Al mismo tiempo, esta atención al reciente desarrollo de la sociedad capitalista significó que Raymond Williams no transformara la apreciación de la vida comunitaria en una mera condena moral del mundo moderno. El socialista Raymond Williams vio con optimismo este proceso, al que llama “la larga revolución”. En este punto, se distancia de Lukács, Adorno y Goldmann, autores que dan centralidad al proceso de cosificación, un tema alejado de las preocupaciones de Raymond Williams, quien se comprometió a resaltar el potencial de resistencia de la esfera cultural. Y, por esta misma razón, nunca respaldó la problemática tesis marxista de la “decadencia ideológica” propugnada de diferentes maneras por esos tres autores y también por Christopher Caudwell.[iv]
Al ser material, la cultura también se considera una fuerza productiva. Esta expresión en Marx estaba dirigida a la esfera económica, a la producción comercial. Pero, dice Raymond Williams, el capitalismo no sólo produce bienes, sino que también produce escuelas, prisiones, control de la prensa y otras cosas sin las cuales la producción de bienes no puede tener lugar. Teniendo esto en cuenta, Raymond Williams desarrolló una sociología de la cultura original. Temas como instituciones y formaciones de producción cultural, medios de producción, procesos de reproducción social y cultural, etc. recibió un tratamiento magistral en el libro Cultura.[V]
En esta sociología de la cultura no se atribuye al arte un papel decisivo en el proceso de humanización (Lukács) o de negación del mundo alienado (Adorno). La cuestión de la especificidad de la producción artística sigue suspendida, un tema que luego se disolverá en la equivalencia y el relativismo proclamados por los estudios culturales posmodernos.
Sin embargo, hay una cuestión fundamental, relacionada con la economía política, que distancia a Raymond Williams de Karl Marx. La afirmación de la materialidad física de las mercancías culturales (libros, discos, pinturas) y de los medios utilizados en su producción (papel, óleo, pintura), citada para afirmar que no son superestructurales, nada tiene que ver con lo que para Marx es fundamental. : la categoría de valor. Antes de la materialidad física visible, lo que existe para Marx es la naturaleza, esta primera realidad, el “sustrato material”. Y no son factores culturales que interfieran en la producción desde el principio. Los valores de uso, “los cuerpos de las mercancías, son nexos de dos elementos: la materia natural y el trabajo”.
Por tanto, dice Marx, “contrariamente a la objetividad sensible y cruda de las masas de mercancías, la objetividad de su valor no contiene un solo átomo de materia natural”. La objetividad del valor, por tanto, es “puramente social” y anterior a cualquier incremento.[VI] La desvaída presencia de la naturaleza y el trabajo, en Raymond Williams, permitió la sustitución del “sustrato natural” por una aparente materialidad y, también, la superposición de elementos culturales para explicar la dinámica del modo de producción capitalista. Lo que en Marx era exclusivamente social adquirió así una apariencia cultural.
El mismo argumento se presenta luego en una breve crítica de la noción de trabajo productivo de Marx. Insistiendo en la crítica al dualismo base-superestructura, Raymond Williams señala lo que le parece una ambigüedad en ese autor: la definición de fuerzas productivas, a veces como “cualquiera de, y todos, los medios de producción y reproducción de la vida real”. [Vii], a veces como una conceptualización más restringida que sólo incluye la base material o económica. En este último caso, además de la exclusión de los llamados fenómenos “superestructurales” (política, cultura), habría un determinismo económico que ve las fuerzas productivas como algo que parece ser “un mundo autosubsistente junto a los individuos” ( frase tomada de ideología alemana).
Esta indecisión teórica no puede resolverse: por un lado, una conceptualización amplia, que incluye “el carácter material de la producción de un orden social y político”, por el otro, una visión estrecha, que restringe la producción al trabajo sobre materias primas y que, de esta manera, proyecta y aliena “todo un conjunto de actividades que deben ser aisladas como “el reino de las artes y las ideas”, como “estética”, como “ideología” o, menos halagadoramente, como la “superestructura”. ”.[Viii]
El ejemplo citado por Raymond Williams para criticar a Marx no es el más feliz, pero ilustra bien las diferencias entre los planos teóricos en los que ambos operan: la afirmación, contenida en el planos, según el cual un pianista es un trabajador productivo, pero el pianista no lo es, ya que no reproduce capital. Raymond Williams afirma a este respecto la “extraordinaria insuficiencia de esta distinción para el capitalismo avanzado, en el que la producción de música (y no sólo sus instrumentos) es una rama importante de la producción capitalista”.[Ex]
El “verdadero error” atribuido a Marx revela una mala comprensión por parte de quienes no afrontaron la discusión sobre el trabajo productivo en el libro II de La capital y en Teorías de la plusvalía. En estas obras, el trabajo productivo no concierne a la naturaleza del proceso de producción, al contenido concreto del trabajo o a la naturaleza del producto, sino a las relaciones de producción en las que se inserta el trabajador. Así, el pianista aficionado que toca sólo por el placer de tocar no realiza un trabajo productivo, a diferencia del pianista profesional en el mercado laboral.
Todo el argumento de Raymond Williams deriva de su insistencia en combatir lo que él llama el modelo base-superestructura. Sin embargo, vale la pena recordar que Marx rara vez hablaba de “superestructura”. Raymond Williams, por el contrario, se aferra a este modelo para, a través de la crítica, reivindicar el carácter material de la cultura.
Esta sorprendente apreciación del ámbito cultural, el momento más atrevido de su obra, acabó influyendo en las teorías sociales contemporáneas. Vive, sin embargo, con un concepto resbaladizo de la cultura. En sus diversos textos, a veces se piensa en la cultura en una concepción restringida, como se puede leer en este pasaje: “Utilizamos la palabra cultura en estos dos sentidos: para designar todo un modo de vida –significados comunes-; y designar las artes y el aprendizaje: los procesos especiales de descubrimiento y esfuerzo creativo”.[X]
Em La larga revolución, sin embargo, hubo una sorprendente expansión del concepto que incluía “la organización de la producción, la estructura de la familia, la estructura de las instituciones que expresan o gobiernan las relaciones sociales, las formas características a través de las cuales se comunican los miembros de la sociedad”. [Xi].
Nos encontramos, por tanto, ante un impasse cuyos orígenes se refieren al abandono de la metáfora espacial base-superestructura y de la determinación económica siempre presentes desde las primeras obras de Raymond Williams. Engels fue el primero en proponer una lectura no determinista del Prefacio de 1857 a Contribución a la crítica de la economía. político, recordando la acción de retorno de la superestructura sobre la base material. La cuestión, sin embargo, está lejos de resolverse con esa advertencia. Perry Anderson, ante tanta controversia, propuso abandonar el concepto, sugiriendo un “funeral decente”. ¿Pero qué poner en su lugar?
Para escapar del determinismo monocausal que atormenta a todos, los autores marxistas optaron por seguir caminos diferentes. Louis Althusser, por ejemplo, entiende la categoría 'modo de producción' como una estructura compleja formada por tres instancias (la económica, la jurídico-política y la ideológica), cada una de las cuales tiene un nivel específico de historicidad. De esta manera, la vieja causalidad económica es reemplazada por la causalidad estructural o causalidad metonímica, expresiones utilizadas para designar una estructura invisible que, como el Sujeto en Lacan, produce efectos. Althusser, por tanto, recurrió al psicoanálisis, importando el concepto de sobredeterminación para escapar de la determinación económica.
Raymond Williams intentó solucionar el problema entendiendo la determinación como “establecer límites” y “presiones” y no como leyes inflexibles. [Xii]. Sin embargo, la pregunta quedó abierta y en el libro de entrevistas. política y letras ella regresó. Luego Raymond Williams señaló que el énfasis en la materialidad de las prácticas culturales “nos devuelve a un todo social circular. Se podría sugerir que, dado que son materiales, pueden tener una causalidad equiparada con prácticas materiales de un tipo convencionalmente entendido como más económico. Esto sería un paso más allá de las versiones idealistas de un todo social, pero ¿sería una respuesta adecuada a nuestro problema? En su caso, después de todo, ¿no es ciertamente una coincidencia que fuera la industria textil, con su enorme potencial de demanda de objetos de necesidad física básica, la que apretó el gatillo de la Revolución Industrial?[Xiii]
El rechazo del “determinismo económico” llevó a Williams a un callejón sin salida: afirmar que estamos ante “un proceso real, único e indisoluble”, sin jerarquía, mantiene al autor alejado del materialismo vulgar, pero, como se observó, en los límites del idealismo. . En algunos momentos, Williams demostró que era consciente de los peligros que corría, haciendo un gesto de retirada cuando dijo que había aprendido de Lukács que “la dominación del orden económico de la sociedad es peculiar del orden capitalista”.[Xiv]
De hecho, en las sociedades precapitalistas, según Lukács, “la economía no ha alcanzado, ni siquiera objetivamente, el nivel del ser para sí, y por eso, dentro de una sociedad así, no hay una posición posible desde la cual la base económica de todas las relaciones sociales puede volverse consciente”. [Xv]. En la sociedad capitalista, por el contrario, la forma mercantil penetra toda la vida social, transformándolo todo a su imagen.[Xvi]
Pero, cualquiera que sea la etapa evolutiva, siempre existe una jerarquía dentro de las diferentes formaciones sociales. Marx, al relacionar producción material y cultura, era consciente de la necesidad de establecer prioridades, incluso en las formas más primitivas de vida social. Así, en un famoso pasaje de La capital, Afirmó que en el estudio de las sociedades extintas el historiador debe priorizar los “restos de antiguos instrumentos de trabajo” para la evaluación de las formaciones económico-sociales, ya que “lo que distingue las distintas épocas económicas no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de El trabajo está hecho".
Estos medios indican “las condiciones sociales en las que se realiza el trabajo”. En analogía con las especies animales, observó que los instrumentos de trabajo tendrían la misma importancia que el “sistema óseo” para el conocimiento de las especies animales desaparecidas, e ilustrarían mucho más las características de una sociedad que “los medios que sólo sirven como contenedor”. de materia que es objeto de trabajo y que en su conjunto puede denominarse sistema vascular de producción, como, por ejemplo, tubos, barriles, cestos, cántaros, etc.”[Xvii]
Marx cita con aprobación la definición del hombre de Benjamin Franklin como fabricación de herramientas con animales, reafirmando la prioridad ontológica de la actividad productiva y el carácter complementario y constitutivo de la cultura, que elimina cualquier “circularidad” dentro de las formaciones sociales. El trabajo de lo negativo, representado por los instrumentos de producción, niega la pasividad de la conciencia y, al mismo tiempo, frena el activismo de una conciencia enfrentada a la “dureza” de la naturaleza.
Las observaciones de Karl Marx sobre los “huesos” y los “sistemas vasculares” pueden leerse como una anticipación crítica de una cierta antropología culturalista que traslada la prioridad al “sistema vascular”, al estudiar utensilios, tubos, barriles y accesorios como expresiones culturales previas que definirían, por sí mismos, el carácter de la sociedad. Pero también vale la pena advertir contra las tentaciones de un todo circular en el que las prácticas culturales tengan una causalidad comparable a las prácticas materiales. Y, principalmente, contradicen los usos y abusos que luego sufriría el materialismo cultural de Raymond Williams en los Estudios Culturales.
El abandono de la primacía de la base material tiene consecuencias políticas cuando va acompañado de la idea de comunidad y del papel redentor de la cultura. En varias ocasiones, Raymond Williams afirma que el capitalismo genera contradicciones que no tienen relación con las leyes económicas. Se trata de “necesidades humanas permanentes” que escapan a la producción de mercado: “salud, vivienda, familia, educación, lo que llamamos ocio”, contradicciones “menos posibles de resolver que las generadas dentro del mercado”. Por lo tanto, la lucha política va más allá de la esfera económica y pide la ayuda de la cultura: “La revolución cultural encuentra su fuente en la resistencia perenne a la supresión, por parte del capitalismo, de formas de producción tan básicas y necesarias. La revolución cultural va, de esta manera, contra toda la versión de cultura y sociedad que ha impuesto el modo de producción capitalista”.[Xviii]
La dinámica infernal de la “producción por producir”, de la acumulación progresiva de capital, habría contaminado, según Raymond Williams, el socialismo real que también adhería al “productivismo” y al “industrialismo”. En un texto poco conocido de 1961, escribió: “la revolución industrial es, por tanto, primordial, y el capitalismo y el socialismo son simplemente formas alternativas de organizarla”, entendiendo que “la actual lucha mundial se presenta a menudo como una competencia directa entre el capitalismo y socialismo para ver quién puede hacer que el industrialismo funcione mejor”.[Xix]
El determinismo aquí es evidente al desdibujar contextos sociales tan diferentes. La “producción por producir” en el capitalismo está al servicio de extraer la tasa de plusvalía. En el caso de la Unión Soviética, de manera diferente, la industrialización forzada, un proyecto concebido por Trotsky y Preobrajenski y puesto en práctica por Stalin, fue el resultado de una elección política: la solución encontrada para resistir el asedio de los países socialistas por parte del capitalismo después de la revolución. y, luego, durante todo el período de la Guerra Fría. La voz disidente de este método brutal fue Bujarin, un partidario del gradualismo evolutivo, derrotado en luchas internas y fusilado en 1938.
El desarrollo de las fuerzas productivas liderado por la fuerza permitió a Rusia derrotar a la maquinaria de guerra nazi, lo que, a su vez, garantizó la supervivencia no sólo del socialismo sino también de la tan elogiada democracia burguesa en Europa, según el bien fundamentado análisis de Eric. .[Xx]
La crítica de Raymond Williams al productivismo se basa en una concepción alternativa que ve a la sociedad como una “organización humana con necesidades comunes” y ya no como una esfera exclusivamente económica y política como lo habrían entendido tanto el capitalismo como el socialismo realmente existente. Tal defensa de un “orden humano” llevó a Raymond Williams a mirar con simpatía los movimientos sociales que, a diferencia de la lucha de clases tradicional, basada en relaciones de producción, planteaban cuestiones generales con creciente visibilidad política.
Este es el caso del movimiento feminista y del movimiento ecologista, así como del movimiento pacifista contra las armas nucleares. El surgimiento de tales movimientos sirvió como referencia para la crítica del productivismo en el “socialismo real” y el capitalismo. Raymond Williams observó, por cierto, que los marxistas sabían denunciar la explotación de las mujeres, pero no escribieron ningún estudio sobre el proceso reproductivo, que siempre parecía estar al margen de la producción. Se critica la ubicuidad de la mercancía, ya que las actividades que no generan mercancías son también una forma de producción o, al menos, sin ellas la producción no puede tener lugar.[xxi]
De esta manera, Raymond Williams desplegó su tesis sobre el carácter material de la superestructura y su inclusión como fuerza productiva y, al mismo tiempo, reafirmó la complementariedad entre el “sistema de mantenimiento” (económico) y el “sistema de reproducción y creación” (familia), como escribió hace décadas en La larga revolución. De esta manera, se acercó a las banderas enarboladas por el movimiento feminista a partir de los años 1960.
La sensibilidad de Williams ante las nuevas demandas y su compromiso militante atestiguan su apertura intelectual y su compromiso con el socialismo y el humanismo. Pero no cambiaron el eje de su pensamiento. La descentralización del ámbito económico sigue presente y, como consecuencia, la cultura está sobredimensionada. Por lo tanto, nos enfrentamos a una versión heterodoxa del marxismo, que ve el socialismo no como una consecuencia del desarrollo contradictorio de las fuerzas productivas, como pensaba Marx, sino como un cambio democrático en las relaciones de producción, que apunta a una reorientación consciente de las relaciones de producción. actividad productiva hacia la satisfacción de necesidades humanas reales.
La transición al socialismo, por lo tanto, presupone una revolución cultural que apunta a crear una cultura común cuyo fundamento es la solidaridad –una revolución que tiene su germen en la tradición comunitaria y en las instituciones creadas por la clase trabajadora. [xxii]. El “trabajo intelectual y educativo”, la revolución cultural, aparece como una condición previa necesaria para no repetir la experiencia estalinista comandada por la fuerza. En este énfasis dado a la conciencia, se puede observar una cierta distancia en relación con los primeros análisis de Raymond Williams en los que la cultura permanecía en un estado de “semi-inconsciencia, como algo que siempre se conoce en parte y no se percibe”. [xxiii] por las personas que lo experimentan.
La “experiencia vivida” sigue siendo reivindicada en las obras maduras de Raymond Williams, pero ahora coexiste en una relación de subordinación con el trabajo pedagógico que quiere ir más allá de la inmediatez. Ambos deben ir juntos: ya no la autosuficiencia de la “conciencia práctica” ni la pretensión difusionista de introducir conceptos teóricos alejados de la experiencia de vida en la clase trabajadora.
Las incursiones de Raymond Williams en la política son consistentes con su autoinclusión en la tradición militante y combativa del movimiento obrero y no en la “tradición marxista”, como observó Hoggart. La tensa relación entre el gran crítico literario y el marxismo fue, sin duda, un capítulo notable en la historia del “marxismo occidental”.
*Celso Federico Es profesor jubilado de la ECA-USP. Autor, entre otros libros, de Ensayos sobre marxismo y cultura (Mórula). [https://amzn.to/3rR8n82]
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Notas
[i] . WILLIAMS, Raymond. “Un hombre sin frustración”, en Londres Reseña de libros, Vol. 6, número 9, 1984.
[ii] . MARX, K. y ENGELS, F. la ideología alemana (São Paulo: Boitempo, 2007), pág. 94.
[iii]. Ídem, P. 96.
[iv]. CAUDWELL, Cristóbal. La agonía de la cultura burguesa (Buenos Aires: CEICS-Ediciones Ryr, 2008).
[V]. WILLIAMS, Raymond, Cultura (São Paulo: Paz e Terra, 1992).
[VI]. MARX, Karl. La capital, vol. I (São Paulo: Boitempo, 2017), pág. 120 y 125. Un tratamiento riguroso de la obra principal de Marx puede encontrarse en TEIXEIRA, Francisco. Pensando con Marx (São Paulo: Ensayo, 1995).
[Vii]. WILLIAMS, Raymond. Marxismo y literatura, cit., P. 94.
[Viii]. Ídem, P. 96
[Ex]. Ídem, pp 96-7.
[X]. WILLIAMS, Raymond. Recursos de esperanza, cit., P. 5.
[Xi]. WILLIAMS, Raymond. La larga revolución (Buenos Aires: Nueva Visión, 2003), pág. 52.
[Xii]. WILLIAMS, Raymond. Marxismo y literatura, cit. PAG. 89-92. El tema regresa en la entrada DETERMINAR en Palabras clave (São Paulo: Boitempo, 2007), págs. 136-141.
[Xiii]. WILLIAMS, Raymond. Política y letras cit., p.140.
[Xiv]. Ídem, P. 135.
[Xv] . LUKÁCS, Georg. Historia y conciencia de clase (Oporto: Escorpião, 1974), pág. 72.
[Xvi] Ídem, pág. 99.
[Xvii] . MARX, Karl. La capital (Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1968), pág. 204.
[Xviii] Ídem, P. 146.
[Xix]. WILLIAMS, Raymond. “El futuro del marxismo”, en el siglo veinte, julio de 1961, pág. 63.
[Xx] . HOBSBAWM, Eric. la era de los extremos (São Paulo: Companhia das Letras, 1997).
[xxi] . WILLIAMS, Raymond. Política y letras, cit., pág. 142.
[xxii]. Las incursiones de Williams en la política han sido estudiadas competentemente por RIVETTI, Ugo en el largo viaje: rayomond Williams, política y socialismo, cit.
[xxiii]. WILLIAMS, Raymond. Cultura y sociedad, cit., p.358.
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