Raíces del gobierno actual

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por LUIZ WERNECK VIANNA*

El gobierno de Bolsonaro nació con el diagnóstico de que el país sería ingobernable con el sistema de derechos previsto en la Carta de 1988.

Hijos que somos de la relación entre la propiedad de la tierra y la esclavitud, es decir, del caimán con la culebra de agua, hasta que, cinco siglos después, no hacemos mala figura en el concierto de las naciones civilizadas, aunque siempre amenazadas, en en unos períodos más que en otros, de dar paso a la barbarie, como en la actualidad. En el momento de nuestra fundación como sociedad independiente, apenas conocíamos los valores e instituciones del liberalismo político que había encontrado animación en movimientos como la Inconfidência Mineira y la Revolución de Pernambuco de 1817, entre muchos otros, que estarán presentes en la Asamblea Constituyente de 1823 cuyo texto fue rechazado por el emperador quien concedió, en 1824, nuestra primera Carta Constitucional. Data de allí con la introducción del Poder Moderador ejercido por el emperador, que trajo la soberanía en detrimento de la representación política, el bautismo de nuestra experiencia con el autoritarismo político que en estado larvario seguirá presente en nuestra historia.

A pesar de esta grave limitación, sobre todo en el segundo reinado, la ideología liberal persistirá como influyente, actuando como fermento revolucionario, en palabras de Florestan Fernandes, en los procesos de cambios modernizadores del país, incluso en sectores ligados a la monarquía. como Joaquim Nabuco y otros, especialmente en las luchas abolicionistas que darán lugar al surgimiento de la opinión pública como una nueva presencia en la política brasileña. Con el advenimiento de la república, que nació bajo la fachada liberal de la Carta de 1891, surgió en el escenario político la cuestión social y nuevos personajes, como el empresario y la corporación militar, junto a la creciente influencia de los ideales positivistas con su cientificismo. en materia de organización de la sociedad, particularmente entre los militares, que pronto actuarán como un poder moderador en la escena política.

La revolución de 1930 servirá como marcador de una nueva historia en la que el liberalismo político pierde su lugar ante ideologías corporativistas y, con la Carta de 1937, ante una concepción iliberal de la política y refractaria a los partidos y, como tal, al sistema de representación. . En este marco conceptual operó el impulso de la modernización económica que se mantuvo en las décadas siguientes bajo modalidades reformadas, con la admisión de la vida parlamentaria y de los partidos políticos, en el proceso de modernización del país.

Bajo la vigencia de la Carta de 1946, que consagró los principios del liberalismo político, volvió a prevalecer la percepción de que actuaban como fermento de la democratización brasileña al permitir las demandas de los sectores subalternos en las ciudades y en el campo, especialmente en este último. por el surgimiento de luchas por la reforma agraria, poniendo en riesgo la coalición conservadora que controlaba importantes fuentes de poder político. La percepción de esta situación, percibida como una amenaza para su reproducción por parte de esta coalición, junto a la incompetencia en la conducción del gobierno de Dilma, estuvo en la base de la articulación de la candidatura de Bolsonaro, caballero de la fortuna, y de las condiciones que la llevaron a su victoria electoral.

El gobierno de Bolsonaro nació con el diagnóstico de que el país sería ingobernable con el sistema de derechos previsto en la Carta de 1988 que estaría impidiendo la acumulación capitalista, como, entre otras, la legislación protectora del medio ambiente y las relaciones laborales, delineando sus ministerios. en la tarea de derrocar el texto constitucional. En última instancia, en su cruzada contra la Constitución, atacó los cimientos del liberalismo político en los que se asentaba.

Realizando la búsqueda de la destrucción de los cimientos democráticos del orden político con el ímpetu de una misión, la intención del gobierno de Bolsonaro de alinearse – de forma pragmática, digamos – con los ideales fascistas, inequívocamente indicada por el intento de presentar el jefe del Estado como entidad mítica e intérprete de la voluntad de la nación, tal como en el Estado Novo de 1937, Francisco Campos intentó introducir a Vargas a la nación. Sin más preámbulos, los ecos de la prédica de Karl Schmitt, el jurista del 3er Reich de la Alemania nazi, se escucharon entre nosotros en la profesión de fe del iliberalismo en la política cultivada por Bolsonaro.

La preparación para el asalto a la democracia, que movilizó a la plebe obediente a la voluntad de su líder, debió culminar en las fiestas cívicas del 7 de octubre, que, por razones aún no aclaradas, se saldaron con el fracaso y la humillante rendición de su autor en un carta que escribiste. El duro calvario por el que pasaron las instituciones democráticas demostró su resiliencia, implicando en el benévolo resultado de admitir las elecciones como aclaradas por voto electrónico y la confirmación del calendario electoral, frustrando un nuevo intento del arsenal golpista de Bolsonaro. Derrotado en sus pretensiones de gobernante absolutista apoyado por las falanges creadas por él, se quedó con la estrategia de sustentarse en el Centrão y tratar de consolidarse como uno de los operadores en la dirección de esta masa pastosa que se guía por sus propios intereses y que ya extiende su mirada a la próxima sucesión presidencial.

Con todo, salvo las circunstancias imprevistas propias de una sociedad desarticulada como la nuestra, se puede decir que estamos volviendo a los cimientos naturales del liberalismo político, por cojo que sea en la naturaleza de nuestra tradición política. El desenlace de este trance político que vive el país debería ser la próxima sucesión presidencial, en el radar de todos, incluido el de las élites conservadoras, que ya se están movilizando por ello.

Apenas salida de una cruel epidemia, la sociedad y sus organismos de acción conocerán ahora su hora y su turno, a partir de la propuesta de una agenda económica que apueste por la reanudación del desarrollo del país, orientada a la generación de empleo en una perspectiva de inclusión social y defensa del medio ambiente, a favor de un amplio movimiento en la opinión pública por el castigo de los responsables de los delitos cometidos, en la forma de lo encontrado en la CPI del Senado, ante la pandemia que cobró vidas de más de 600 mil brasileños, e imponiendo una política lo más amplia posible en el sentido de presentar una candidatura a la presidencia comprometida con la democracia y los ideales civilizatorios.

Al alcance de nuestras manos, vía electoral o vía más corta, según sea el caso, está llegando el momento de salir de esta pesadilla con la que el mundo volverá a empezar.

*Luiz Werneck Vianna es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio). Autor, entre otros libros, de La revolución pasiva. Iberismo y americanismo en Brasil (Reván).

Publicado originalmente en el portal UIU en línea.

 

 

 

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