por JULIÁN RODRIGUES*
Tareas para el próximo año
Envejecemos más de diez semanas cada hora. De hecho, ¿han pasado horas, días, meses o dos años? Compresión del espacio-tiempo. Del concepto abstracto a la experiencia orgánica. ¿Salud mental? Ah, salud mental… Moríamos (y nos mataban) como en tiempos de grandes guerras. Todo empeoró a una velocidad exagerada. El capitalismo neoliberal es malo. Pero el capitalismo neoliberal global financiado por la pandemia es mucho peor.
Poder redactar estas líneas al final del año de gracia dos mil veintiuno trae un cierto sabor extraño. Sólo es posible celebrar llorando. Estoy aquí, por lo tanto, no tengo derecho a olvidar el genocidio. si, sobreviví. Pero puede que no. Sí, comí hoy, pero no pude. Escribir siempre es terco.
Desde hace unos tres años he estado llorando, llorando, llorando. Y llamamos Belchior, Emicida, Pablo, Maju: elen el pasado morí, este año no muero. Aunque seguimos muriendo. Además, y sin embargo, todavía estamos vivos (todavía). Tal vez haya lecciones que extraer de estos tiempos neofascistas.
La deshumanización. Pienso en la alegoría de Valter Hugo Mãe: ¿qué hacer con esta inmensa tristeza, dolor y luto por la muerte de un país que ha perdido su imagen, ha perdido a su buen hermano, un gemelo conservando lo más humano en él? (Sigridur murió en la helada Islandia, nosotros, contrariamente a las expectativas, aquí insistimos).
viva la muerte: Franco y Bolsonaro y millones de gusanos. Este luto, esta amargura, este disgusto con el fascismo. Los asesinos son libres, nosotros no (te extraño, Renato). Feas florecitas antifa como drummonds rompiendo el asfalto caliente. Triste, aunque insumiso, buscando formas de hacer más, de querer más, de hacer más.
Porque más fue la primera palabra que repetimos intensamente en la infancia, más amor o desamor porque Angela Rô Rô me dio la esperanza de ser yo mismo – en sí mismo mi propio futuro ancestral. Pues aquí, la tierra de Chico de Holanda, se gira bajo la protección de Elza Soares y São Gilberto Gil – como en el nuevo coco de Caetano: “svenceremos calambres, furúnculos, herpes labial / con Naras, Bethânias y Elis / haremos un mundo feliz / único, variado, igual (somos chinos)”.
Valoramos el vino, revisitamos la ternura, retrocedemos en el tiempo, volvemos a mirar las cosas (y lo minúsculas que son en realidad). Sin miedo a ser vulgar, era bueno volver a aprender a llorar. Era inevitable, de verdad. El imperativo categórico de la vida se impuso, sin mistificaciones.
Aprendemos que estar enojado, deprimido, eufórico, triste o desequilibrado es casi una cuestión de perspectiva inmediata. Y todos somos delicados, más o menos, y ciertamente aún no nos hemos liberado. Entonces, mira y mira. Así es. La convención de tiempo registra la llegada de un nuevo segmento. Una nueva rotación de la tierra alrededor del sol. Nuevas oportunidades para contrarrestar el mal.
2022 está preñado de posibilidades antifascistas. Esa claridad para notar quien siempre ha sido sincero. y confianza En nosotros mismos, en movimiento. De querer ser feliz sin miedo. Ya no estaremos simplemente resistiendo. Reconstruir. Reensamblaje. Rehacer. Vuelva a colocar las cosas en su lugar. Reconstituir las posibilidades de vivir en una nación con menos miseria e injusticia.
Las elecciones de 2022 han comenzado. Es la pelea de nuestras vidas. Enterrar no solo el neofascismo sino también derrotar al neoliberalismo. Será una guerra. Y al mismo tiempo, un viaje de sueños y esperanzas. Para que volvamos a respirar. Para un niño de Brasil.
Presidente Lula. Cambiar. Vivir, cantar, bailar, estudiar, comer, trabajar, silbar, amar. Contra el odio, por la diversidad y por los derechos humanos. Para las mujeres. Pelaje negro y negro. Por los indígenas, por la selva. Por todos nosotros.
Feliz 2022, si es con Lula Presidente. Y que escapemos de todas las trampas que tiran los de arriba (aunque vengan envueltos en forma de simpático chayote).
* Julián Rodrigues es periodista, docente y activista del movimiento LGBTI y de Derechos Humanos.