¿Cuánto tiempo queda?

Imagen: Jordan Benton
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por ANDRÉ MÁRCIO NEVES SOARES*

La guerra en Ucrania y los conflictos en Oriente Medio reflejan la complejidad de la geopolítica moderna, donde se entrelazan intereses estratégicos e ideológicos.

1.

Respecto a los 89 segundos que faltan para el Juicio Final a medianoche, los estudiosos del macabro reloj del apocalipsis afirman que, al parecer, desde la invasión rusa de Ucrania estamos reduciendo este ya corto tiempo antes de que se produzca una catástrofe de grandes proporciones.

Pero antes de presentar mis consideraciones personales sobre el asunto, creo que es importante hacer algunas consideraciones.

En primer lugar, entiendo que es muy difícil para el lector común, incluso interesado, no dejarse llevar por la demonización de Rusia por haber invadido Ucrania. No se ignoran los horrores de esta guerra —que no difiere mucho de cualquier otra—, pero es fundamental ser lo más honestos posible: desde el punto de vista ruso, ¿qué otra opción le quedaba a Vladimir Putin, viéndose al borde de verse completamente rodeado por la OTAN?

Para quienes quieran profundizar en el tema, existen innumerables artículos y reportajes periodísticos que denuncian la represión militar que la OTAN viene desatando contra Rusia desde los años 1990. Boris Yeltsin, el títere borracho y bailarín que Estados Unidos puso en el poder tras la implosión de la Unión Soviética, favoreció los intereses capitalistas estadounidenses durante casi una década dentro de Rusia, por lo que no tuvo la fuerza política para impedir que Polonia, Hungría y la República Checa se unieran a la OTAN.

Y la entrada de otros países de Europa del Este en la OTAN, ya en la era Putin, estuvo marcada por la manifestación explícita de malestar por parte de Putin, quien, pese a no tener suficiente fuerza política, económica o militar para disuadir tal movimiento, siempre estableció a Ucrania como línea fronteriza.

En otras palabras, si Ucrania se hubiera mantenido neutral, la guerra probablemente no habría ocurrido. Como puede ver, querido lector, esto es muy importante: todas las opiniones serias, sin prejuicios ideológicos, coinciden prácticamente en que el mejor camino para Ucrania siempre ha sido la neutralidad.

No hay arrebatos occidentales, ni ya visto Socialista. Sobre todo porque el país mencionado tiene una extensión territorial lo suficientemente grande como para albergar a distintos grupos étnicos, tanto proeuropeos como prorrusos. Sin embargo, quien piense que esta guerra comenzó a principios de 2022 se equivoca (los principales medios de comunicación occidentales están difundiendo esta narrativa). De hecho, el conflicto se ha prolongado desde finales de la década de 1990, principios del nuevo siglo, con la llegada al poder de Vladímir Putin.

El primer pico se produjo en 2014, con la caída del presidente ucraniano elegido democráticamente, Viktor Yanukovich, que era prorrusa, tras una pseudorrevolución promovida por las principales potencias occidentales. A partir de entonces, el nuevo gobierno ucraniano, encabezado por el presidente Petro Poroshenko, comenzó a masacrar a la población predominantemente rusa del este de Ucrania, en la región del Donbass, lo que llevó a Vladimir Putin a intervenir en el conflicto indirectamente, a través de milicias prorrusas, y retomar la península de Crimea.

Podemos afirmar, pues, con un buen margen de seguridad, que si no hubiera ocurrido la “pseudo” revolución ucraniana –en realidad un golpe de Estado disfrazado y rápidamente legitimado por Occidente–, la invasión de Ucrania por parte de Rusia no se habría producido ocho años después.

2.

En segundo lugar, no hay excusa para el genocidio que Israel ha estado perpetrando en Gaza tras el ataque terrorista de Hamás del 07 de octubre de 2023. ¡La conducta de Israel es incalificable! Incluso académicos judíos, como Omer Bartov, profesor de estudios sobre el Holocausto y el genocidio en la Universidad de Brown (Estados Unidos), historiador y ciudadano israelí y estadounidense, considerado uno de los principales expertos mundiales en genocidio, han afirmado que «lo que Israel está haciendo en Gaza no tiene precedentes en el siglo XXI».[ 1 ]

De hecho, el proyecto sionista de expansión territorial de sus colonos implica el desplazamiento de grandes contingentes de la población palestina, lo que caracteriza inequívocamente, según la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada en 1948, la práctica del genocidio contra el pueblo palestino, como afirma el filósofo Georges Didi-Huberman:

Este es un enfoque tan obvio como difícil de aceptar en términos de la historia ética judía. Si existe alguna legitimidad, tiene un corolario muy simple: la situación en Gaza —un «enclave», según se dice, es decir, un gueto bombardeado y hambriento al borde de la liquidación— constituye, de hecho, el mayor insulto que el actual gobierno del Estado judío inflige a lo que debería seguir siendo su propio fundamento antropológico, moral y religioso. Me refiero a su mandamiento bíblico más antiguo: Zajor – La memoria judía misma.”[ 2 ]

Es fundamental destacar, como corresponde, que no estamos hablando aquí de dos países soberanos, sino de uno solo, Israel, el “perro rabioso” de Estados Unidos, creado oficialmente en la región con población mayoritariamente árabe en 1947, según la histórica votación en la Asamblea General de la ONU, bajo un régimen de “reparto” del territorio de Palestina.

Ahora bien, el Estado palestino nunca fue reconocido oficialmente por la comunidad internacional, e Israel, con el apoyo de Estados Unidos y la omisión criminal de los principales países europeos, aprovechó esto para promover todo tipo de atrocidades en los territorios palestinos, a partir del año siguiente, 1948, cuando se fundó la primera Nakba (“Catástrofe” o “desastre” palestino).

Cabe señalar que no había términos de comparación entre la capacidad militar de los judíos sionistas instalados en el poder –y fortificados por la principal potencia terrestre– y la de los palestinos, que ni siquiera tenían un Estado soberano.

Incluso hoy, comparar el poder militar judío, que incluye armas nucleares, con el de milicias como Hamás, Hezbolá o quizás los hutíes en Yemen, es peor que comparar a Estados Unidos y Brasil.

En este contexto, es innegable que han transcurrido casi 80 años desde la aprobación del Estado de Israel y, en ese período, la población judía ha crecido significativamente, con una mayor demanda de espacio y tierra para sus colonos. Y dada la falta de una definición precisa del Estado Palestino, con una demarcación oficial por parte de la ONU, Israel se está aprovechando y se apresura a apoderarse de todo lo que puede, si es posible, de todo.

En este sentido, el ataque terrorista de Hamás del 07 de octubre de 2023 fue la excusa perfecta para el segundo Nakba –hay serias investigaciones sobre una posible negligencia del gobierno de Benjamín Netanyahu, que de alguna manera habría facilitado el atentado–, con la firme intención de los sionistas de que éste sea el último.

Cabe señalar que, si ampliamos nuestro enfoque, es fácil ver que la destrucción de Gaza da lugar a una serie de inestabilidades en Oriente Medio, tanto desde el punto de vista económico y social como desde el punto de vista de la seguridad pública.

3.

En tercer lugar, el ataque preventivo de Israel contra Irán hace poco más de 10 días, sin ninguna base en el derecho internacional, y mucho menos evidencia concreta de la existencia de enriquecimiento de uranio por parte de Irán con fines militares –pese a la histeria mediática occidental, que empezó a arremeter contra la opinión pública tras la reprimenda que recibió Irán del OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) por no colaborar con inspecciones transparentes en los últimos años–, denota un oportunismo canalla para sabotear las ya de por sí escasas posibilidades de alcanzar un acuerdo respecto al programa nuclear iraní, en vísperas de una nueva ronda de negociaciones entre el gobierno de Donald Trump y el gobierno de los ayatolás.

Ahora bien, Israel no podía ni puede estar seguro de que Irán enriquece uranio con fines militares, pues incluso la inteligencia estadounidense ya había declarado, a principios de este año, que no existían pruebas fehacientes al respecto. El propio OIEA nunca ha declarado que Irán estuviera construyendo una bomba nuclear.

Ahora bien, bombardear un país soberano basándose en sospechas viola explícitamente los derechos y libertades fundamentales de los individuos, pone en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y la promoción del desarrollo social, con mejoras en las condiciones de vida de las personas.

De hecho, es evidente que la guerra contra Irán ha sido un proyecto político de Benjamin Netanyahu durante 20 años. También es evidente que Irán representa una amenaza para Occidente, no porque sea una nación potencialmente nuclear, sino porque es el único país árabe que, actualmente, no acata las órdenes de Estados Unidos.

Finalmente, también es evidente que Irán se ha vuelto aún más problemático con sus recientes alineamientos políticos con Rusia y China. Y Estados Unidos sabe que si Rusia, China o ambas comienzan a suministrar tecnología militar a Irán, la región podría volverse realmente explosiva. Sin embargo, lo que más preocupa a las potencias occidentales en este momento es la cuestión geográfica en relación con los recursos.

De hecho, con la capacidad de refinación de petróleo de esquisto en declive, Estados Unidos sabe que el petróleo de Oriente Medio será crucial durante los próximos 50 años. Irán posee una de las cinco mayores reservas conocidas del mundo y también controla —o al menos tiene la capacidad de obstaculizar seriamente el flujo marítimo— el estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20 % del comercio mundial de petróleo.

Por estas razones, un cambio a un régimen prooccidental, con o sin bajas civiles, sería ideal. Sin embargo, Donald Trump ha recibido mucha presión interna y externa para detener los intentos sionistas de convertir a Irán en otra Gaza. Internamente, el grupo de apoyo que representa a MAGA (Hacer de Estados Unidos Gran nuevo), en la persona de su principal ideólogo, Steve Bannon, se opuso categóricamente a la implicación de Estados Unidos en esta guerra.

Externamente, los aduladores europeos, en particular Inglaterra y Francia, han intentado que Irán vuelva a la mesa de negociaciones. Además, las declaraciones de desaprobación de Rusia y China, así como de todo Oriente Medio, en especial Arabia Saudí, han incomodado a Donald Trump.

La solución que encontró parecía una farsa: bombardear las centrales nucleares iraníes conocidas (hay otras desconocidas), especialmente Fordow, con bombas antibúnkeres GPU-57, proclamar la victoria con histriónica alabanza y luego imponer un alto el fuego por la fuerza. Esta solución podría funcionar por un tiempo, pero no es la definitiva.

4.

Dada la inestabilidad resultante de los hechos mencionados, así como los innumerables conflictos que se desarrollan actualmente en el mundo —como los sangrientos combates en Sudán desde 2023 y en la República Democrática del Congo—, la pregunta que parece más apremiante es cuántos segundos quedan para que el Reloj del Juicio Final marque la medianoche. ¡Y ciertamente ya no tenemos los 89 segundos mencionados al principio del texto!

Un breve ejercicio de imaginación puede considerar una bomba sucia lanzada por el estado nazi-fascista ucraniano y la respuesta nuclear rusa, aunque con bombas tácticas de menor impacto.

La reanudación de las hostilidades entre Israel e Irán también es previsible en un futuro próximo. En este contexto, las reiteradas declaraciones del diplomático argentino Rafael Grossi, director del OIEA, de que Irán podría contar con bombas nucleares en pocos meses son irresponsables.

No es de extrañar que Irán ya haya anunciado su retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear, del que es signatario. Parece que el afán de Occidente por impedir que Irán construya una bomba nuclear no ha hecho más que acrecentar el anhelo persa de autonomía atómica.

En cuanto al genocidio palestino perpetrado por las fuerzas de seguridad israelíes, no hay indicios de que se convierta en una amenaza nuclear contra el Estado judío a corto plazo. Pero si la hambruna impuesta por Israel como táctica de exterminio continúa, ¿quién puede predecir el futuro? ¿Qué pasaría si China aprovechara la inestabilidad y decidiera reclamar Taiwán?

Si alguien le preguntara al “Conejo Blanco” del libro Alicia en el País de las Maravillas"¿Qué hora es?", probablemente repetiría sus mantras: "¡Es tarde, es tarde!", "¡Tengo que irme! ¡Tengo que irme!", "¡Atención, atención!", "¡No tengo tiempo para explicaciones!". ¿Cuánto tiempo queda?

*André Márcio Neves Soares Es doctor en Políticas Sociales y Ciudadanía por la Universidad Católica del Salvador y servidor público federal..

Notas


[ 1 ] https://www.bbc.com/portuguese/articles/cpqe0n4qn3eo;

[ 2 ] https://aterraeredonda.com.br/gaza-o-intoleravel/;


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