por GÉNERO TARSO*
En Argentina ni siquiera quienes votarán por el loco merecen lo que sucederá con su victoria, pero mucho menos quienes resistieron en nombre de la democracia y la dignidad humana.
La transformación económica y social de la Revolución Francesa y la Revolución Americana moduló el llamado “progresismo político” para permitir, no sólo una transición molecular de porciones de las masas –desde la base de la sociedad hacia su cumbre–, sino también gradualmente incorporar a las grandes masas del campo y de la ciudad a la nueva sociedad, con sus nuevos trabajadores, consumidores y excluidos. Los irrelevantes, sin embargo, que tienden a convertirse en mayoría en el reinado del capital son el “ejército de reserva” de la producción industrial moderna, más los precarios, intermitentes, sin identidad de clase, con pocos recursos para sobrevivir: “los extranjeros”, que viven sus vidas marginales fuera de reglas distintas a las del mercado “perfecto”.
Así como la Iglesia hizo un acuerdo con el Estado moderno, para mantener su influencia y poder en el nuevo mundo emergente, la necesidad de ceder parcialmente los poderes absolutos del Estado moderno –a través de reglas más democráticas– permitió a las “clases populares” buscar el reparto de la riqueza y la participación política, de forma paralela a las ideas revolucionarias, que también surgieron (y se agotaron) en el mundo capitalista ascendente.
Las máquinas electorales mayoritarias y el control mediático de la opinión, sin embargo, llamaron a todos a aceptar cualquier cosa menos lo que hay. Pero el “cualquier cosa” es principalmente la política como mero espectáculo y la vida ordinaria como un delirio sociópata. Ahí vienen Javier Miley y Jair Bolsonaro.
Las diferentes formas de populismo que emergen en este vasto mundo son siempre compatibles con las condiciones específicas del capitalismo en cada lugar, a veces a la derecha, a veces a la izquierda del espectro político más atrasado o más “progresista”, pero siempre opuestas. “Revoluciones” destructivas del sistema capitalista y provocando compromisos en lo que dio lugar a momentos especiales de ira y fantasía, en dos de las grandes revoluciones de la modernidad: la estadounidense y la francesa, a través de las cuales se evocó la democracia como un “valor universal”. .
El fracaso de la Revolución Rusa a la hora de crear un nuevo tipo democrático y la quiebra de la socialdemocracia europea, como nueva utopía democrática, se ve ahora asaltada por un estallido de populismos sociópatas que, este domingo, volverán a llamar a nuestra puerta.
Escribo en este sábado melancólico y lluvioso a pocas horas de que comience la votación que elegirá al próximo presidente de Argentina. ¿Lluvias torrenciales por el cambio climático? No lo sé, pero la alarma de la historia está encendida en todos los ámbitos del día. ¿Pero por qué “melancólico”?
Entonces es más sencillo: cuando los ideólogos más preparados del rentismo liberal en los medios empiezan a poner un signo de igual entre Lula y Jair Bolsonaro, Javier Milei y Sergio Massa, es porque han desaparecido todas las fronteras entre cordura y locura, entre civilización y barbarie. , entre lo serio y lo lúdico. Y cuando llega la hora de la verdad, en este caso concreto, cuando la prueba de conceptos desafía la inteligencia, los monstruos aterrizan y resulta que el “populismo” de estos escribanos es un recurso retórico de una teoría política absurda.
Supongamos que ambos –por ejemplo– Javier Milei y Sergio Massa– son populistas, pero entonces la siguiente pregunta podría ser: ¿son ambos personas normales? Nadie es normal de cerca ni de lejos. Todo depende de lo que se espera de la normalidad en un ciclo histórico determinado. Lo que me pregunto es si los columnistas, que constantemente intentan blandir la palabra “populismo” contra cualquier pueblo hacia quien dirigen sus prejuicios de clase, no saben –o no han estudiado para saber– que el populismo, de hecho, no es una enfermedad de la democracia, sino un síntoma evolutivo del ajuste del capitalismo.
El populismo emerge en la democracia política moderna como expresión de la evolución capitalista, para mediar en las desigualdades mantenidas en su largo curso de dominación, tanto en etapas sucesivas dentro del dominio geopolítico de las grandes potencias como en países de la periferia de su sistema. El populismo es una forma política de integración de las masas para que el sistema pueda funcionar con una paz social que la creación de su riqueza, de forma espontánea, no puede imponer. En crisis graves del sistema-mundo capitalista como la actual, el populismo enferma y se convierte, no en un proceso de integración del sistema, sino en una denuncia de su locura.
Al desviarse de la respuesta sobre si Javier Milei es sociópata o no, los conceptos desaparecen en lo irracional y todo vale se instala en el infierno de la incoherencia. Todo se puede decir, porque lo que se dice pronto se desvanece en el aire, lo que supone consagrar como normal que un sociópata pueda ser Presidente de nuestros vecinos, como equivale a un candidato que sigue el consejo de un perro muerto desde hace diez años ( el anarco “libertario”) al otro – un político tradicional comprometido con la democracia liberal (el ex peronista) – porque ambos serían “populistas”. Semejante ejercicio retórico, en la práctica, indica que la democracia liberal está tan destruida, que el estado de civilización está tan acabado, que sólo quedan dos soluciones teóricas, pero sólo una solución “práctica”.
Las soluciones serían teóricamente, una, la revolución, y la otra, una dictadura fascista, pero como no hay posibilidad de una solución revolucionaria, sólo queda –de hecho– una sola: la “vía” del modelo de ultraliberalismo meritocrático, que Ciertamente Jorge Lemann puede enseñarnos con paciencia, como resultó muy bien en el caso de las Logias Americanas. Esta salida sería liderada, y victoriosa, no por un político, sino por un “síndico”, o por un loco eliminado a espada y fuego de las urnas o mediante un golpe de Estado.
El melancólico sábado, por tanto, está retratando la posibilidad de la victoria de un presidente auditado por perros muertos y la lluvia torrencial del sábado podría ser un anuncio de las lágrimas de la Tierra en desequilibrio, inundadas y, al mismo tiempo, calcinadas por el odio y egoísmo. Ni siquiera quienes votarán por el loco merecen lo que sucederá en Argentina con su victoria, pero mucho menos quienes resistieron en nombre de la democracia y la dignidad humana.
* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía). https://amzn.to/3ReRb6I
la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR