por DÊNIS DE MORAES*
La prensa partidista al servicio del poder
En memoria de Carlos Nelson Coutinho, presente durante sus ocho años de ausencia.
En los estudios que vengo realizando desde hace una década sobre Antonio Gramsci, la prensa y el periodismo, se incluye un tema entre los de ineludible relevancia. El filósofo marxista italiano percibió vínculos y conexiones –ya sea disfrazados, encubiertos con cinismo o incluso asumidos– entre las empresas periodísticas (es decir, los medios de comunicación de su tiempo: la prensa escrita) y las esferas del poder, en distintas coyunturas históricas.
En este texto retomo algunas premisas y busco examinar la contribución de Gramsci al encuadre de los grupos empresariales que controlan los procesos de producción y difusión de la información como verdaderos partidos. Esto redunda en interferencias abusivas en los choques político-ideológicos y en la conformación de líneas de fuerza del imaginario colectivo, traducidas en estrategias discursivas que se ajustan al propósito de afirmar valores e ideas alineadas con el orden del capital.
Al igual que Karl Marx y Vladimir I. Lenin [1], Gramsci hizo del periodismo una de sus principales actividades y pensó críticamente sobre la prensa, reconociendo su centralidad en la arena de las luchas ideológicas y de clases. Fue periodista de profesión, excepcional y comprometido, desempeñando múltiples funciones: columnista, cronista, editor, crítico literario y teatral, editorialista, editor y redactor jefe, así como formulador de proyectos editoriales. Los artículos que publicó fueron laboratorios para muchas de sus ideas, teniendo como punto de convergencia la comprensión del papel que podían jugar como forma de conocimiento e intervención consciente en la realidad social.
El rasgo peculiar es que Gramsci nunca trabajó en la llamada prensa convencional; prácticamente sólo ejerció su profesión en las publicaciones de los Partidos Socialista y Comunista de Italia, lo que lo liberó de las presiones comerciales y los controles ideológicos comúnmente vigentes, ayer y hoy, en los medios económicos. Al mismo tiempo, le permitió desarrollar uno de los análisis críticos más incisivos y consecuentes de los vehículos tradicionales.
Su vínculo con el periodismo recién se rompería el 8 de noviembre de 1926, cuando la dictadura fascista lo arrestó en base a medidas excepcionales dictadas por Benito Mussolini, luego de que le fueran revocadas sus inmunidades como diputado electo por el PCI el 6 de abril de 1924 en la barbarie. condiciones de prisión, sin condiciones adecuadas para estudiar, investigar y escribir, encontró el coraje de incluir, entre las 2.500 páginas impresas, notas sobre el mundo de los diarios y periodistas, sin contar que leía seis diarios al día, ocho libros al día. diarios semanales y revistas ilustradas y humorísticas (GRAMSCI, 2005a, p. 122).
Gramsci escribió alrededor de 1.700 artículos. Equivalente a más del doble de las páginas reunidas en el prisión cuadernos, escrita entre 1929 y 1935. “En diez años de periodismo, escribí suficientes líneas para llenar quince o veinte volúmenes de cuatrocientas páginas”, enfatizó en una carta a su cuñada Tatiana Schucht, escrita en la Penitenciaría Especial de Turi el 7 de septiembre de 1931. La variedad temática va más allá de los límites de la política (aunque este es el eje predominante) y abarca la vida cotidiana, la filosofía, la economía, la religión, la pedagogía, las artes, la literatura, la lingüística, la estética, la prensa, la moral, etc. .
Salvaguardados los diferentes contextos y estilos, el ímpetu productivo de Gramsci revela formas de sentir y reaccionar ante los mandatos de la realidad y una combatividad que recuerda la trayectoria periodística de Marx. Ambos se propusieron develar la influencia de la prensa en la formación de conciencias, lo que la inscribe en el campo de las disputas de sentidos y contramedidas que atraviesa la sociedad civil.
Repulsión contra la prensa burguesa
Gramsci sitúa a la prensa en el centro neurálgico de la producción de consenso que subyace al ejercicio del poder en la sociedad capitalista. Indica que, en tiempos de crisis del sistema representativo tradicional, los diarios a veces van más allá de su función habitual de informar y tienen un peso desproporcionado en la vida pública, incluso inmiscuyéndose en los procesos de elección de gobernantes, presionando a gobiernos políticamente vulnerables y beneficiándose de sus relaciones con el poder económico y financiero. Eso es lo que dice en L'Ordine Nuovo, del 4 de septiembre de 1920: “También en este campo se confirmó la idea marxista de que el capitalismo crea fuerzas que luego no puede dominar. Los partidos democráticos sirvieron para nombrar políticos competentes y hacerlos triunfar en competitividad política; hoy, los gobernantes los imponen los bancos, los grandes periódicos, las asociaciones industriales; los partidos desagregados en una multiplicidad de clientela personal” (GRAMSCI, 2004a, p. 420).
El filósofo italiano llama la atención sobre el hecho de que la prensa conservadora siempre está en desacuerdo con los deseos y demandas de los trabajadores y suele publicar noticias que “engañan a las masas”. Por eso subraya que “hay que hacerlo entender, hay que insistir en hacer entender que el proletariado hoy no tiene sólo una asociación privada contra sí mismo, sino todo el aparato estatal, con su policía, su tribunales, sus periódicos que manipulan la opinión pública según el arbitrio del gobierno y de los capitalistas” (GRAMSCI, 2004b, p. 75).
Son muchas las veces que acusa a la prensa de difamar y desacreditar al socialismo ya la izquierda. Así fue cuando cuestionó el pesimismo del diario italiano Il Mondo sobre la economía rusa posrevolucionaria. A su juicio, los columnistas cumplieron estrictamente la misión de defender “sus amados regímenes en Francia e Inglaterra”, limitándose a la superficie de los hechos y desvalorizando las mutaciones en curso (GRAMSCI, 1976, p. 137).
En el artículo “Los periódicos y los trabajadores”, publicado en la edición piamontesa del ¡Vamos!del 12 de diciembre de 1916, Gramsci exhorta a los trabajadores a rechazar los periódicos burgueses, mantenidos por el capital privado, por favorecer los puntos de vista de los partidos, políticos y clases dominantes. Los trabajadores deben recordar siempre que “el periódico burgués (cualquiera que sea su color) es un instrumento de lucha movido por intereses contrarios a los suyos”. Y va más allá: “Pero lo peor está en esto: en lugar de pedir dinero a la clase burguesa para subvencionar el trabajo de defensa expuesto a su favor, el diario burgués logra hacerlo para la misma clase obrera que siempre combate. Y la clase obrera paga, puntualmente, generosamente. Cientos de miles de trabajadores contribuyen regularmente con su dinero todos los días al periódico burgués, aumentando su poder. ¿Por qué? Si le preguntas al primer obrero que te encuentres en el tranvía o en la calle, con la hoja burguesa desplegada frente a ti, escucharás esta respuesta: Es porque necesito saber qué hay de nuevo. Y ni se le pasa por la cabeza que las novedades y los ingredientes con que se cocinan puedan exhibirse con un arte que dirija su pensamiento e influya en su espíritu de cierta manera. Y sin embargo, sabe que tal periódico es conservador, que otro es egoísta, que el tercero, cuarto y quinto están vinculados a grupos políticos que tienen intereses diametralmente opuestos a los suyos” (GRAMSCI, 2005c).
Gramsci reprocha al trabajador que regularmente lee y ayuda a mantener los periódicos burgueses con su dinero, “aumentando su poder” y olvidando que, todos los días, tales publicaciones “presentan hechos, incluso los más simples, de manera que favorecen a la clase burguesa y a la política burguesa”. en detrimento de la política y de la clase obrera”. Ejemplifica con la cobertura sesgada: “¿Se desata una huelga? Para el periódico burgués, los trabajadores nunca tienen la razón. ¿Hay una manifestación? Los manifestantes, por el solo hecho de ser trabajadores, son siempre tumultuosos, facciosos, malhechores. ¿El gobierno aprueba una ley? Siempre es bueno, útil y justo, aunque no sea cierto. ¿Se desarrolla una campaña electoral, política o administrativa? Los mejores candidatos y programas son siempre los de los partidos burgueses. Y no hablemos de esos casos en que el periódico burgués o calla, o tergiversa, o falsea para engañar, engañar y mantener en la ignorancia al público trabajador. A pesar de esto, la aquiescencia culpable del trabajador al periódico burgués es ilimitada. Es necesario reaccionar contra ella y despertar al trabajador a una valoración certera de la realidad. Es necesario decir y repetir que la moneda arrojada distraídamente en la mano de la ardina es un proyectil ofrecido al periódico burgués que luego lo lanzará, en el momento oportuno, contra la masa trabajadora” (ibíd.).
El convencimiento sobre los irremediables conflictos ideológicos entre la clase obrera y la prensa burguesa justifica la actitud política que Gramsci considera más consecuente: boicotear los periódicos vinculados a las élites, “en bloque y con la misma disciplina con que la burguesía boicotea los periódicos de los trabajadores, es decir, la prensa socialista. Su indicación al respecto es perentoria: “No aporten dinero a la prensa burguesa que es su oponente: ese debe ser nuestro grito de guerra en este momento, caracterizado por la campaña de suscripciones, que hacen todos los diarios burgueses. ¡Boicot, boicot, boicot!”. (ibídem.).
La prensa partidista al servicio del poder
Nuestros prisión cuadernos, Gramsci califica a la prensa como “la parte más dinámica” de la superestructura ideológica, estableciéndola como “la organización material destinada a mantener, defender y desarrollar el 'frente' teórico o ideológico”, es decir, un soporte ideológico del bloque hegemónico (GRAMSCI, 2000a, p. 78).
Así concebidos, los medios de comunicación son agentes fundamentales de la hegemonía. Poseen los medios de producción, las tecnologías y la infraestructura logística, proyectándose como gestores de los procesos de elaboración y transmisión de noticias. Estamos ante “un sistema central, eficaz, dominante y eficiente”, capaz de definir estrategias de largo alcance y de transmitir “significados y valores que no sean meramente abstractos, sino que se organicen y vivan”, y que puedan servir para consolidar consenso social (WILLIAMS, 2011, p. 53).
Como aparatos privados de hegemonía (órganos relativamente autónomos frente al Estado en sentido estricto, como la prensa, los partidos, los sindicatos, los movimientos sociales, las escuelas y la Iglesia), los diarios y revistas tratan de “organizar y difundir ciertos tipos de de la cultura”, articulados orgánicamente con agrupaciones sociales más o menos homogéneas (GRAMSCI, 2000, p. 32).
No sólo tratan de sintetizar lo que se supone que es más importante, sino que también intentan trazar los contornos de lo que sería la “voluntad general”, teniendo en cuenta lo que entienden como las exigencias del “bien común”. Es una mistificación, porque asumen que tienen (y absolutamente no tienen) delegación social para hacerlo. En la práctica, lo que solemos notar son intencionalidades en los enunciados y prismas de enfoque que distorsionan o dificultan la comprensión ampliada de los hechos.
Al centrarse en la prensa italiana de las primeras décadas del siglo XX, Gramsci equipara los periódicos a los partidos políticos, en la medida en que difunden concepciones de vida y se acreditan como órganos de dirección cultural, moral y política, superando, en innumerables ocasiones, a los otros privados. los dispositivos de hegemonía, como los partidos y las entidades de la sociedad civil, en este sentido interfieren, con énfasis específicos, en la evaluación de los hechos y circunstancias de la vida pública.
Se convierten en partidarios de posiciones destacadas en los círculos políticos, empresariales y financieros, como señala al evaluar las representaciones de intereses: “¿Es necesaria la acción política (en sentido estricto) para poder hablar de 'partido político'? Puede observarse que en el mundo moderno, en muchos países, los partidos orgánicos fundamentales, por necesidad de lucha o por alguna otra razón, se han dividido en fracciones, cada una de las cuales asume el nombre de partido, e incluso de un partido independiente. . Por lo tanto, el cuerpo intelectual del partido orgánico muchas veces no pertenece a ninguna de estas fracciones, sino que opera como si fuera una fuerza dirigente por derecho propio, superior a los partidos ya veces reconocida como tal por la ciudadanía. Esta función puede estudiarse con mayor precisión si se parte del punto de vista de que un periódico (o un grupo de periódicos), una revista (o un grupo de revistas) son también 'partidos', 'fracciones de partidos' o 'funciones de ciertos fiestas'. Ver la función de Equipos en Inglaterra, que tuvo la Corriere della Sera en Italia, y también el papel de la llamada 'prensa de información', supuestamente apolítica, e incluso el papel de la prensa deportiva y la prensa técnica” (GRAMSCI, 2002a, p. 349-359)
Es una prensa que despliega su artillería pesada contra alternativas capaces de poner en riesgo las bases establecidas por el bloque hegemónico. Cada vez que es necesario, los diarios y las revistas lanzan, como auténticos partidos de los duelos políticos, ataques contundentes, campañas orquestadas y maniobras de distracción contra los objetivos de la contestación. Por ejemplo, en los últimos 20 años hemos sido testigos en América Latina de campañas de oposición y acciones sistemáticas de desestabilización contra gobiernos progresistas (Venezuela con Hugo Chávez y Nicolás Maduro; Argentina con Néstor y Cristina Kirchner; Bolivia con Evo Morales; Ecuador con Rafael Correa ; Brasil con Dilma Rousseff; Uruguay con José Mujica y Tabaré Vázquez; México con Andrés Manuel López Obrador, entre otros) [2].
Al comparar las prensas italiana y francesa, Gramsci destaca elementos que caracterizan a los periódicos de su país como contrapartes de los partidos, llenando el vacío que dejan asociaciones no suficientemente estructuradas para una intervención política amplia y eficaz: “Los periódicos italianos están mucho mejor hechos que los franceses: cumplen dos funciones: la de información y dirección política general, y la función de cultura política, literaria, artística, científica, que no tiene un órgano propio de difusión (la pequeña revista para la mediana cultura). En Francia, dicho sea de paso, incluso la función se distinguía en dos series de cotidianidad: las de información y las de opinión, que, a su vez, o bien dependen directamente de los partidos, o tienen apariencia de imparcialidad (Acción francesa – Tiempo – Actas). En Italia, debido a la falta de partidos organizados y centralizados, no se puede prescindir de los periódicos: son los periódicos, agrupados en serie, los que constituyen los verdaderos partidos” (GRAMSCI, 2000a, p. 218).
Gramsci también señala que, en Italia a principios del siglo XX, la opinión de cada periódico se identificaba con intenciones y ambiciones definidas. Varios periódicos representaban tendencias del Partido Liberal, al que estaba afiliado el político Giovanni Giolitti, Primer Ministro de Italia en cinco mandatos diferentes. La Tribuna, en Roma, estaba ligada, según Gramsci, a la burocracia ya la industria proteccionista. La Prensa, de Turín, baluarte en defensa del “libre mercado”, quiso influir en los trabajadores y asumió posiciones más reformistas en los períodos en que Giolitti estuvo en el poder. La Prensa todavía formaba parte de lo que Gramsci llamó el “trust periodístico”, junto con la mañana, Nazione e El resto del pug. los II Corriere della Sera, anti-Giolittian, tenía vínculos con las industrias textil y automotriz, comportándose como un “guardián de los valores nacionales por encima de las diferentes corrientes” y tratando de ser en Italia lo que The Times fue en Inglaterra, el clásico diario conservador de formación de opinión. El Giornale d'Italia habló por los grandes terratenientes de Emilia, el Centro y el Sur del país. Otros diarios siguieron la tendencia del alineamiento político, algunos más a la derecha, como El resto del pug; otros del centro, como Il Mondo; otros más a la izquierda, como El país (ibíd., pág. 219).
Estos periódicos no son neutrales, imparciales o independientes, como les quieren hacer creer; son parciales, tienen un lado. Este es el caso de las publicaciones que promueven la economía de mercado, la iniciativa privada y el conservadurismo político. István Mészáros cita como ejemplo el semanario The Economist, editado en Londres desde 1843 y clasificado por él como “apologético-capitalista”. El filósofo húngaro recuerda que, en pleno apogeo de la crisis financiera mundial de 2009, la revista lanzó una portada exigiendo a los líderes del capitalismo mundial: “Salvemos el sistema” (MÉSZÁROS, 2015, p. 27).
Imbuidos de fines similares a los de los partidos, los órganos de radiodifusión se convierten en elementos de presión al servicio de las clases, grupos e instituciones, a los que se vinculan por mutua conveniencia y convicciones. Este tipo de selectividad se traduce en la forma en que se enfatizan ciertos significados, mientras que otros se descuidan. Ante las críticas que toman partido, las empresas periodísticas afirman que solo se manifiestan en editoriales, la mayoría de las veces, resúmenes de principios rectores. Pero se pueden ubicar puntuaciones de carácter ideológico en la jerarquización de los temas, en los planteamientos de los artículos, en los títulos, en la edición de imágenes e incluso en la composición de sus equipos (directores de redacción, editores, editorialistas, columnistas, reporteros, etc).
Gramsci demuestra una noción exacta de la prensa burguesa como sede ideológica del bloque hegemónico, lanzando sus tentáculos en los círculos políticos, empresariales, financieros y culturales: “Todo lo que se publica está influido constantemente por una idea: servir a la clase dominante, lo que es sin duda se traduce en un hecho: luchar contra la clase obrera. Y, de hecho, desde la primera hasta la última línea, el periódico burgués siente y revela esta inquietud” (GRAMSCI, 2005c).
Repudia la forma en que los diarios de mayor circulación descalifican las manifestaciones populares, afirmando que “odian cualquier lucha como posible inicio de grandes eventos sociales, buscan devaluar preventivamente la eficacia de la nueva organización que se constituye, ahogando la noticias y discusiones en un pantano intrigas y verborrea charlatanes” (GRAMSCI, 1976, p. 291-292).
También arrojó sospechas sobre los periodistas que, en su afán por defender el clientelismo industrial de Turín, ignoraron los datos sobre el aumento de la producción en las fábricas de Fiat durante el período en que estaban bajo dirección obrera, en el umbral de la década de 1920. Los mismos periodistas, a su entender, actuó de mala fe al culpar a los trabajadores y consejos de fábrica de los obstáculos que afectaron el ritmo de producción, refiriéndose, en particular, a huelgas o paros en defensa de derechos y mejores condiciones de trabajo.
En retrospectiva, podemos concluir que, desde la perspectiva Gramsciana, la prensa y el periodismo, cada uno en su dimensión particular y en movimientos de fecundación y complementariedad mutua, juega un papel clave en la ardua y feroz batalla de ideas por la hegemonía cultural y política. En el L'Ordine Nuovo del 26 de abril de 1922, Gramsci destaca que la producción cultural y simbólica al servicio del gran capital se intensifica a través de la manipulación de la información. Y lanza un tiro fulminante: “Los periódicos del capitalismo hacen vibrar todas las cuerdas del sentimiento pequeñoburgués; y son estos periódicos los que aseguran la existencia del capitalismo el consenso y la fuerza física de los pequeños burgueses e imbéciles” (GRAMSCI, 2004b, p. 116-117). Como hemos visto, tales periódicos expresan, junto con la opinión pública, posiciones similares a las de los engranajes dominantes, lo que supone neutralizar en lo posible las contradicciones y disonancias, mediante el control de la información y la opinión.
Los diarios aparecen, por regla general, como polos de producción, encuadre y distribución de contenidos, guiados por brújulas ideológicas que definen lo que se propagará, diluirá u ocultará. Realizan mediaciones entre experiencias efectivas de la realidad y sus interpretaciones, que, a su criterio, deben prevalecer. Se trata pues de resaltar la dimensión de la prensa económica como caja de resonancia de valores y proposiciones cuyo fin último, en la mayoría de los casos, es obtener el consentimiento social a los supuestos de poder y explotación capitalista a los que están asociados.
* Denis de Moraes, periodista y escritor, es autor, entre otros libros, de Medios, poder y contrapoder (con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano, Boitempo).
Este texto se basa en preguntas desarrolladas en los libros. Crítica mediática y hegemonía cultural (Mauad) y Poder mediático y disputas ideológicas (Consecuencia).
Referencias
BUEY, Francisco Fernández. Lectura Gramsci. Barcelona: El Viejo Topo, 2013.
COUTINHO, Carlos Nelson. Gramsci: un estudio de su pensamiento político. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1999.
GRAMSCI, Antonio. prisión cuadernos. org. de Carlos Nelson Coutinho, Marco Aurélio Nogueira y Luiz Sérgio Henriques. Río de Janeiro: Civilización brasileña, 1999 (vol. 1), 2000a (vol. 2), 2002a (vol. 3), 2001 (vol. 4), 2002b (vol. 5) y 2002c (vol. 6).
______. cartas de prisión. org. por Luiz Sergio Henriques. Rio de Janeiro:
Civilização Brasileira, 2005a (vol. 1: 1926-1930) y 2005b (vol. 2: 1931-1937).
______. Escritos políticos. 3 vols. org. de Roberto París. París: Gallimard, 1975, 1977, 1980.
______. Escritos políticos (1917-1933). Introducción de Leonardo Paggi. México: Siglo Veintiuno, 2007.
______. escritos políticos. org. de Carlos Nelson Coutinho. Río de Janeiro: Civilización brasileña, 2004a (vol. 1: 1910-1920) y 2004b (vol. 2: 1921-1926).
______. Escritos políticos. org. de Paolo Spriano. Lisboa: Seara Nova, 1976.
______. “Periódicos y Trabajadores”.Archivo de Internet marxistas, 2005c, disponible en:
https://www.marxists.org/portugues/gramsci/1916/mes/jornais.htm
LAPON, Leonardo.El joven Gramsci: cinco años que parecen siglos (1914-1919).Río de Janeiro/Brasília: Contrapunto/Fundación Astrojildo Pereira, 2014.
MESZÁROS, István. La montaña que debemos conquistar. São Paulo: Boitempo, 2015.
MORAS, Denis de. Crítica mediática y hegemonía cultural. Río de Janeiro: Mauad, 2016.
______(org.). Poder mediático y disputas ideológicas. Río de Janeiro: Consecuencia, 2019.
WILLIAMS, Raimundo. Cultura y materialismo. São Paulo: Editora Unesp, 2011.
Notas
[1] Me refiero a dos textos míos relacionados: “Karl Marx, periodista”, disponible en:
https://dpp.cce.myftpupload.com/karl-marx-jornalista/; 'Lenin y la Prensa Revolucionaria', disponible en: https://blogdaboitempo.com.br/2018/11/29/lenin-e-a-imprensa-revolucionaria/
[2] Si bien no tiene sentido aquí tratar el desolado escenario mediático en Brasil, podría ilustrarse mencionando la actuación “partidista” de los principales vehículos de comunicación a favor de las privatizaciones, privatizaciones y desregulaciones neoliberales (en los dos términos de Fernando Henrique Cardoso, 1995 -2002), el derrocamiento de la expresidenta Dilma Rousseff (2016) y las aberrantes “reformas” o contrarreformas laborales (2016) y previsionales (2019), sin mencionar el apoyo, disfrazado o explícito, de una mayoría de ellos para la candidatura presidencial de Jair Bolsonaro (2018), entre muchos ejemplos de sincronía con el bloque de clases hegemónico.