¿Cuál será el futuro del trabajo?

André Kertész (1894–1985), Poughkeepsie, 1937.
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por NIRSAN GRILLO GOMES DAMBROS*

En un contexto de enorme crisis capital por la Pandemia por el nuevo coronavirus, la importancia de la clase trabajadora nunca ha sido tan evidente

Con el desarrollo tecnológico, ¿qué podemos esperar del futuro del trabajo? ¿Perderán los trabajadores sus puestos de trabajo? ¿Algunas profesiones quedarán obsoletas? ¿Abandonarán los trabajadores las fábricas porque serán reemplazados por robots? ¿Realmente esto tiene sentido o hay un interés del capital en la difusión de estas ideas?

Todas estas cuestiones giran en torno a una posible eliminación de trabajo vivo – la realizada por la fuerza de trabajo humana, por la trabajo muerto – la realizada por las máquinas, con la sustitución de los trabajadores por la tecnología maquínica. O, por el contrario, máquinas que demandan un trabajo también maquínico de lo vivo, en una suerte de “desantropomorfización del trabajo” que hace morir paulatinamente la posibilidad de resistencia, organización y confrontación a este vigoroso proceso de precariedad estructural del trabajo. inserción tecnológica en el modo de producción capitalista.

A pesar del significado fin del trabajo con la inserción tecnológica en el modo de producción capitalista, el tema del trabajo y sus derivaciones es apremiante. De hecho, lo que vemos hoy, en lugar del fin del trabajo, es una expansión del trabajo precario basado en las nuevas tecnologías. Sobre todo si consideramos el vigoroso proceso de reestructuración productiva en curso con el desarrollo de la llamada Cuarta Revolución Tecnológica, fenómeno reciente que se inició en 2011 en Alemania, con el propósito inicial de generar un profundo y significativo salto tecnológico en los procesos productivos a partir de nuevas TIC (ANTUNES, 2020). Además, es necesario considerar, según Ricardo Antunes, el surgimiento emblemático de un nuevo proletariado en el sector servicios que asciende en el nueva morfología de trabajo.

Con los desarrollos tecnológicos, combinados con la robotización, la automatización de tareas, el internet de las cosas, la impresión 3D, etc., derivados de la Industria 4.0, se abre un escenario de gran transformación en el mundo del trabajo a nivel global, en el que el mundo productivo pasa a operar bajo una nueva lógica de integración digital de todos los procesos: diseñamos, manufactura y administración y, por lo tanto, mostrando ganancias en productividad, confiabilidad, adaptación a las necesidades del cliente y rapidez (industriAll, 2015, citado DEGRYSE, 2016). Todos estos recursos aplicados desde la inteligencia artificial, junto con internet, con toda la maquinaria conectada entre sí e interconectada, de forma más robotizada y automatizada en toda la cadena de valor, con toda la logística empresarial controlada digitalmente mediante inteligencia artificial con los distintos sectores productivos. , a una velocidad nunca antes experimentada en el mundo del trabajo, transforma no solo el trabajo, sino la sociedad en su conjunto (ANTUNES, 2020).

Todo ello va acompañado del aumento de la velocidad de internet (que está relacionado con las nuevas tecnologías 5G) y su difusión, en la medida en que permite una mejor interacción en internet y una mayor rapidez en una serie de procesos del mundo laboral. La revolución tecnológica abandona el ámbito industrial y comienza a influir en el sector servicios y el mercado laboral a escala global.

Sin embargo, como demuestra DEGRYSE (2019), la expansión tecnológica presenta algunas ambivalencias o contradicciones: si bien permite que el trabajo sea menos pesado, más eficiente y aumente la producción, al mismo tiempo tiende a aumentar la intensidad y deteriorar la calidad del trabajo, creando empleos “líquidos”, reduciendo el trabajo calificado y aumentando su intensidad, sin regulación del lugar de trabajo, de horarios ni de organización colectiva.

Un enorme contingente internacional de trabajadores está incluido en estas transformaciones. Eso no significa que algunas áreas no se estén transformando. De hecho, hay un proceso de transformación estructural, con cambios en varios puestos de trabajo. Aun así, esto no significa la pérdida de fuerza de la clase obrera, sino todo lo contrario. La clase obrera nunca ha sido tan expresiva en las sociedades capitalistas como lo es en la época contemporánea. Según la OIT[i], hay 3,3 mil millones de trabajadores en el mundo, con 2 mil millones en la economía informal, lo que representa la parte más vulnerable del mercado laboral.

En un contexto de enorme crisis capital por la Pandemia por el nuevo coronavirus, la importancia de la clase trabajadora nunca ha sido tan evidente. Muchos trabajos considerados esenciales son realizados por mano de obra humana. Y aunque pensemos en dispositivos móviles, recursos tecnológicos, robots, etc., todos son producto del desarrollo del trabajo humano, “aunque sea inmaterial, intelectual y científico” (TONELO, 2021). Actualmente, según Iuri Tonelo, podemos considerar que la mano de obra fabril es menor que a principios del siglo XX, pero aun así, sigue manteniendo una fuerza innegable, mientras que la revolución tecnológica y la reestructuración productiva se combinaron con transformaciones en el mundo internacional. división del trabajo, creando nichos para la robotización y la automatización del trabajo, pero también manteniendo enormes centros industriales concentrados en algunos países, por lo que el capital sigue necesitando inmensos trabajo vivo, intensamente, especialmente en la periferia del capital.

Si pensamos en las transformaciones recientes en el mundo del trabajo, lo que vemos es un proceso creciente de sobreexplotación y la precariedad laboral basada en las nuevas tecnologías. Por tanto, además de traer beneficios a la sociedad en varios aspectos, el desarrollo tecnológico ha servido a los intereses capitalistas en la medida en que dinamiza y acelera el proceso de explotación de la clase trabajadora, especialmente a través del control (de los procesos y del trabajo). Ricardo Antunes señala que las principales características del nuevo mundo del trabajo (digitalizado e insertado en el sector servicios) son la precariedad total, la flexibilidad total, la disponibilidad total y el ocultamiento de la modalidad de trabajo mediante la prestación de servicios. La novedad, por tanto, es la precariedad a través de la uberización del trabajo, en tanto camufla la relación capital-trabajo a partir del discurso ideológico del emprendimiento.

En las nuevas dinámicas de las relaciones capital-trabajo que surgen de esta reestructuración y reconfiguración productiva del trabajo en la contemporaneidad, tener un trabajo en situación de sobreexplotación puede considerarse una especie de privilegio. Esto refleja, en cierto modo, el nuevo espíritu del capitalismo en curso, en el que una masa de trabajadores se somete a la nueva “normalidad” de las sociedades capitalistas: el trabajo tercerizado, la “persona de libre dedicación fijos”, informalización, uberización, etc. y el abandono total de las leyes laborales protectoras. Todo ello, teniendo en cuenta una inmensa masa de mano de obra excedente a escala global que, ahora con internet, plataformas digitales y dispositivos móviles, puede acceder a trabajadores de cualquier parte del globo. El concepto de trabajo inmigrante parece tomar nuevos contornos a partir de este contexto laboral.

En este sentido, ¿cuál es el futuro del trabajo? ¿Qué podemos esperar ante este tristísimo escenario basado en la inserción tecnológica con una explotación laboral intensificada en sus ritmos, tiempos y movimientos, con una reducción del estado de bienestar y una intensificación de las ideas y pragmáticas neoliberales en el mercado de trabajo? Parece que las nuevas tendencias se volverán irreversibles si no hay confrontación y movilización intensa por parte de la clase obrera. Esto se debe a que la ambición desmedida y la codicia capitalista por obtener más ganancias dirige al capital a intensificar la extracción de plusvalía y, para que esto sea factible, sólo a través de la sobreexplotación de la mano de obra.

En las sociedades capitalistas, la distancia es abismal entre patrón y empleado, capitalista y proletario, rico y pobre. Sus intereses son diametralmente opuestos, por lo que es necesario que existan movimientos de resistencia por parte de la clase obrera (colectiva, con o sin representación sindical) para que la corrosión de los derechos laborales se desvanezca o se eviten las aberraciones jurídicas bajo el manto de satisfacer las demandas de los trabajadores, se implementan de acuerdo con los intereses empresariales. A modo de ejemplo, está la reciente “Ley Uber” en Portugal que desmantela la relación triangular existente (plataforma digital, conductor o mensajero y cliente), creando un cuarto elemento que, en realidad, es el propio trabajador transformado en empresario. De esta manera, quita responsabilidad a quienes realmente operan el negocio, quienes tienen poder y lo ejercen sobre los trabajadores con diversas formas de control (incluso algorítmicas): organizaciones de plataformas digitales, como Uber, Glovo y otras.

En todo caso, es crucial destacar que la transformación del trabajo basada en el desarrollo tecnológico puede ser positiva, en la medida en que aporta algunas comodidades y beneficios a las sociedades y a los propios trabajadores, mejorando algunos aspectos relacionados con el trabajo. Las nuevas tecnologías no son precisamente el problema, sino la instrumentalización que se hace de estas tecnologías en el sentido de orientar agendas de trabajo precario. Además, el desarrollo tecnológico y su respectiva inserción en el mundo productivo transforman estructuralmente el capitalismo y el trabajo mismo. Así, la ola de innovaciones tecnológicas y automatización, acompañada de inteligencia artificial y otros recursos tecnológicos varios, al tiempo que crea nuevos puestos de trabajo -dirigidos a trabajadores con ciertas habilidades y los recursos necesarios para hacer frente a las demandas de los nuevos puestos de trabajo-, por otro lado, extermina a varios otros, a saber, los de los trabajadores menos calificados, empujándolos hacia la marginalidad del capital, es decir, hacia el desempleo o, en el mejor de los casos, por la informalización, flexibilidad y precariedad total del trabajo.

Así, la resistencia por parte de los trabajadores y sindicatos es crucial, siendo el único obstáculo para la generalización de la precariedad y la destrucción de los derechos sociales laborales tan duramente ganados a través de las luchas sociales.

*Nirsan Grillo Gomes Dambrós es estudiante de maestría en Sociología de las Organizaciones y del Trabajo en el Instituto Superior de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Lisboa.

Referencias


Antunes, R. (2018). El privilegio de la servidumbre: el nuevo proletariado de servicios en la era digital. Sao Paulo, Boitempo.

Antunes, R. (2020). Uberización, trabajo digital e Industria 4.0. Sao Paulo, Boitempo.

Degryse, C. (2016). Digitalización de la economía y su impacto en los mercados laborales. Documento de trabajo de investigación de ETUI.

Degryse, C. (2019). Disrupción tecnológica, ¿abandono social?. el barrio economicomico, 86 (344), 1115-1147. https://doi.org/10.20430/ete.v86i344.995

Tonelo, I. (2021). Sin embargo, se mueve: la crisis de 2008 y las nuevas dinámicas del capitalismo. Sao Paulo, Boitempo.

Noticias de la ONU. Informes humanos de perspectiva global. Casi la mitad de la fuerza laboral mundial en riesgo por el aumento del desempleo provocado por la pandemia. Disponible en: https://news.un.org/pt/story/2020/04/1711972, consultado el: 29 de junio de 2021

Notas


[i] Para más informaciones. Disponible:  https://news.un.org/pt/story/2020/04/1711972 consultado el: 29 de junio de 2021.

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