PD: contiene ironía

Imagen: Jonathan Cooper
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por HENRIQUE BRAGA & MARCELO MODOLO*

Las declaraciones irónicas son peligrosas, incomprendidas y, más recientemente, deben ir acompañadas de la advertencia “contiene ironía”.

En sus “Memorias póstumas”, hay un pasaje en el que el narrador Brás Cubas –el ilustre “autor fallecido” machadiano– relata su entierro, al que asistieron sólo once amigos. En cierto momento, uno de ellos decide pronunciar un discurso laudatorio, lleno de clichés, para honrar al difunto. Tras citar este homenaje, Brás Cubas dice: “¡Buen y fiel amigo! No, no me arrepiento de las veinte pólizas que te dejé”.

Este es uno de los muchos pasajes en los que se identifica la reconocida ironía de Machado de Assis, nuestro mayor prosista: en el pasaje, al vincular el discurso fúnebre con el legado dejado al orador, el narrador sugiere que la motivación del elogio no proviene precisamente de la bondad o lealtad del otro: aunque el enunciador verbaliza “buen y fiel amigo”, él mismo da pistas, como si nos guiñara un ojo, para que el lector interprete su afirmación al revés.

Si nuestro más célebre escritor tiene la ironía como una de sus señas de identidad, podríamos sugerir que tal recurso expresivo era un símbolo nacional, una marca de brasilidad, un patrimonio intangible nuestro, ¿no? No. Al contrario, hay evidencias de que las declaraciones irónicas son peligrosas, incomprendidas y, más recientemente, que deberían ir acompañadas de la advertencia “contiene ironía” -algo similar a lo que se ha hecho, en este caso correctamente, en el envase-. de determinados alimentos, con los sellos “alto en sodio”, “alto en azúcar”, etc.

un pequeño experimento

Hicimos una prueba. En un ejercicio de amor por las ciencias del lenguaje, nos enfrentamos al universo de los comentarios en las redes sociales. Para este experimento elegimos un publicar desde Folha de S. Pablo, con un llamamiento cuanto menos curioso: “Un hombre negro es denunciado por insulto racial tras decir que su tío blanco tiene 'cabeza de esclavista europeo'”. Sin entrar en los entresijos jurídicos del tema, preparamos un comentario que, en nuestra opinión, sería sin duda irónico.

Antes de compartir los resultados del experimento, algunas consideraciones sobre la ironía. A través de tal recurso retórico, el enunciador “pretende decir una cosa para decir exactamente lo contrario”, como nos enseña José Luiz Fiorin (en Figuras retóricas, de la editorial Contexto). También según Fiorin, en la ironía hay “dos voces en conflicto, una que expresa lo contrario de lo que dice la otra; una voz invalida lo que dice la otra”.

En el ejemplo de Machado, que citábamos al principio, una persona desprevenida podía creer que el discurso fúnebre era fruto de sentimientos más nobles. Esta voz diría con sinceridad que era un “buen y fiel amigo”. En el contexto de la narración, sin embargo, la voz de Brás Cubas invalida esa otra voz, insertando elementos para que el lector comprenda entre líneas: como el elogio se vincula a la herencia recibida, se establece la ironía.

El problema, para muchos lectores, es que la ironía es una especie de “no dicho”. La etimología griega del término (que nos llegó a través del latín) ya sugiere esto: eirōneia significa “la acción de interrogar fingiendo ignorancia; disimulo” (como consta en el Diccionario Houaiss). Se espera, por tanto, que el lector u oyente de la ironía haga una inferencia, es decir, recurra a elementos contextuales (intra o extratextuales) para acceder al significado, para darse cuenta de que la voz implícita anula lo explícitamente verbalizado. En nuestro experimento, no todos los lectores lo hicieron.

“PD.: contiene ironía”

En el post sobre el sobrino acusado (por declarar que su tío tenía la “cabeza de un esclavista europeo”), insertamos el siguiente comentario: “¿Ahora vas a decir que los esclavistas eran europeos blancos? ¡Oh, ten piedad!

Con cierto optimismo, esperábamos que los lectores potenciales se dieran cuenta de que estábamos negando un hecho obvio: que el proceso de esclavización de los africanos negros estaba dirigido por europeos blancos. A esto se suma el contexto interno, la relación entre comentario y post: negar el hecho ampliamente documentado, conocido y estudiado de que hubo esclavistas europeos sería un argumento absurdo incluso en tiempos de negacionismo, incapaz de sustentar la denuncia contra el sobrino. En definitiva, buscábamos crear una caricatura que resaltara la desaprobación de la frágil tesis del supuesto “racismo inverso”.

A pesar de todas estas evidencias, recibimos duras críticas de quienes ciertamente estarían de acuerdo con nosotros, pero no identificaron la invalidación de la voz verbalizada, sin lograr hacer la inferencia requerida por la ironía. “¿Te perdiste las clases de Historia?”, “Si no ellos, ¿quién?”, “Leer el libro esclavitud de Laurentino Gomes y luego regresa aquí y podrás responder tu pregunta tú mismo”, fueron algunas de las respuestas que recibimos.

Entre los comentarios, hubo uno que nos dejó especialmente pensativos: “A la gente le cuesta mucho la ironía… para hacerlo más fácil, añade una PD: contiene ironía, para ayudar a la gente”. Si adoptamos esta característica (que ya se ha practicado en publicaciones en las redes sociales), tal vez el siguiente paso sería insertar la advertencia "alta en ironía" en las portadas de los libros de Witcher of Cosme Velho. La idea no es mala: con la advertencia, ningún lector empedernido, con acceso a una educación de calidad, creería que Marcela realmente amó a Brás Cubas a lo largo de esos quince meses y once historias...

*Marcelo Modolo es profesor de filología en la Universidad de São Paulo (USP).

*Henrique Santos Braga Doctor en Filología y Lengua Portuguesa por la USP.

Una primera versión de este artículo fue publicada en Revista de la USP.


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