por GILBERTO LOPES*
¿Fracaso de la política o fracaso de la izquierda?
Fracasado el segundo intento de reforma constitucional en Chile, luego de tres años de un proceso que galvanizó a la opinión pública (no sólo en Chile, sino también en varios sectores del resto del continente), hay muchas valoraciones. Para el presidente Gabriel Boric, “la política está en deuda con el pueblo de Chile”. Otros dicen que los resultados expresan el descontento de los ciudadanos con las élites políticas, o que “nadie gana”, pero “la política pierde”, a medida que aumenta la distancia entre la clase política y los ciudadanos. Para el portavoz de la campaña “Contra” en el plebiscito del domingo pasado, el ex ministro Francisco Vidal, el resultado muestra que la ciudadanía rechaza “visiones políticas unidireccionales y unilaterales”.
Cada uno sacó su propia conclusión, pero la mayoría apunta en la misma dirección. Para el exembajador y exsubsecretario de Defensa, Gabriel Gaspar, los chilenos siguen teniendo posiciones moderadas en la escala entre izquierda y derecha. La victoria de la “contra”, dice, es una derrota de los extremos, que se suma a la anterior, cuando el primer proyecto fue rechazado, “resultado de una Convención dominada por una diversidad de grupos identitarios que perdieron de vista la hecho de que se trataba de construir un pacto social para la nación”.
El 4 de septiembre de 2022, casi el 62% de los votantes rechazó esta propuesta constitucional. Luego se convocó a un segundo proceso y, en mayo de 2023, una mayoría de derecha fue elegida para un Consejo Constitucional encargado de presentar la nueva propuesta. Éste es el que fue rechazado el domingo 17 de diciembre por casi el 56% de los electores, los mismos que rechazaron la primera propuesta y que eligieron, por amplia mayoría, un Consejo Constitucional particularmente conservador. Quizás esto sea lo que lleva a los analistas a interpretar los resultados como una “derrota de la política” o una expresión de rechazo a los extremos.
La derecha y la política.
Si ni el gobierno ni la izquierda tenían mucho que ganar con este plebiscito, tenían, por otro lado, algo que perder. Como destacó el senador socialista José Miguel Insulza, “aquí no ganó ningún partido político. Básicamente, el país se salvó de una catástrofe”. En su opinión, la propuesta constitucional en discusión era peor que la Constitución actual. La Constitución de 1980, aprobada durante el gobierno de Augusto Pinochet, ha sido reformada varias veces desde el fin de la dictadura, principalmente durante el gobierno de Ricardo Lagos.
La derecha, por su parte, se sentía cómoda con la Constitución actual. Pero no desaprovechó la oportunidad de obtener una amplia mayoría en el Consejo Constitucional para presentar una propuesta radical de su visión del mundo, que fue rechazada. Los resultados del 17 de diciembre tienen, en cualquier caso, otras repercusiones para los grupos conservadores. Con sus sectores tradicionales desplazados por una derecha más dura en la composición del Consejo, el rechazo del proyecto no fue un mal negocio para estos sectores, considerando el escenario electoral dentro de dos años.
Queda por ver quién pagará la factura más grande: el líder de los republicanos, José Antonio Kast, que contaba con una amplia mayoría en el Consejo, considerado el “padre” de la propuesta que algunos llamaron “Kastitución”; o la alcaldesa de la rica comuna de Providencia, Evelyn Matthey, que al principio no lo vio con mucho entusiasmo, pero acabó dedicándose a su aprobación. No es impensable que la candidatura de la derecha para las elecciones presidenciales de noviembre de 2025 se decida entre ambos.
La “izquierda” y la constitución
Si la política está en deuda con los ciudadanos, tendremos que analizar un poco mejor la naturaleza de esta deuda. Habrá que ver si es cierto que la distancia entre la clase política y los ciudadanos aumenta, como dicen algunos. ¡Vamos a ver!
Para Gabriel Gaspar, el rechazo de los dos proyectos constitucionales fue una derrota para los extremos. Pero si el proyecto derechista fue rechazado el 17 de diciembre, la primera propuesta constituyente, también rechazada, fue otra cosa, como sugiere el propio Gabriel Gaspar: fue “el resultado de una Convención dominada por una diversidad de grupos identitarios que perdieron de vista a el hecho de que se trataba de construir un pacto social para la nación”.
En un comentario reciente sobre los resultados de las elecciones en Holanda del pasado noviembre, el economista español Juan Torres López expresó la opinión de que la extrema derecha estaba creciendo porque la izquierda estaba desapareciendo o perdiendo el rumbo. Comentario que también se aplica -me parece- al caso chileno, argentino y probablemente también a otros. “En lugar de centrarse en cuestiones socioeconómicas”, dijo Juan Torres, la izquierda está dividida, “dando prioridad a las cuestiones identitarias y territoriales, o diciéndole a la sociedad lo que es o no políticamente correcto”.
En la primera propuesta constituyente chilena, dos grandes interrogantes terminaron ocupando las primeras páginas del debate, como se puede leer en la propia presentación del texto: “Nosotros, el pueblo de Chile, integrado por diferentes naciones, nos otorgamos libremente este Constitución, acordada en un proceso participativo, igualitario y democrático”. Más que las grandes demandas socioeconómicas, que realmente condicionan la vida de las personas (como el caso particularmente sensible del sistema privado de pensiones en Chile, pero, en general, la privatización de los servicios públicos), el énfasis estuvo en la idea de plurinacionalidad y en el carácter paritario del proceso.
El resultado fue que el primer proyecto se alejó más de la política que el segundo. Y fue rechazado cada vez más por la población. El segundo texto se centró directamente en la política. Pero desde la perspectiva de una política tan conservadora que no logró obtener el apoyo mayoritario, a pesar de los enormes esfuerzos por imponerlo.
Parece que la derecha tuvo, en este proceso chileno, más sentido de la política que una “izquierda” con su insistencia en un proyecto plurinacional (cuya discusión no está madura en el país), o en una propuesta paritaria que la derecha tenía. no hay problema en apoyar (un líder dijo que todos los candidatos podían ser mujeres, siempre y cuando fueran como Margaret Thatcher, la primera ministra británica ultraconservadora de los años 1980). El problema no era la “paridad”, sino la posición política de estas mujeres.
Escribo “izquierda”, entre comillas, porque, para mí, estas cuestiones no definen a la izquierda. En términos de identidad, se confunden las más variadas posiciones políticas, lo que termina dividiendo a la izquierda, atenuando su carácter político, desorientando su lucha. Lo que no quiere decir que la izquierda, en general, no necesite definir mejor su política sobre esta cuestión.
Agitar en la política
La portavoz de la campaña “Contra”, la alcaldesa democristiana de Peñalolén, Carolina Leitao, calificó los resultados del domingo 17 como “una gran sacudida en la política”. Su conclusión es que “Chile nos quiere a todos unidos”, “trabajando por un país que se preocupa por las personas más vulnerables”. O, como decía Gaspar, “este segundo rechazo también puede leerse como la incapacidad de las élites políticas y culturales del país para concebir un pacto social que involucre a la gran mayoría de la nación”.
Para el periodista Marcelo Contreras, la gran mayoría de los ciudadanos no se sienten interpelados por las disputas entre partidos políticos y “no pueden entender por qué no pueden llegar a un acuerdo para resolver sus demandas”. La derecha reaccionó de otra manera: “Vamos a impedir que la izquierda insista en refundar Chile”, dijo el presidente de la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI), el senador Javier Macaya. El resultado, añadió, no es una aprobación de las reformas del ejecutivo.
¿Qué reformas son estas? Los prometidos por el gobierno de Gabriel Boric en su programa de gobierno. Entre ellos, impuestos, pensiones y salud. Independientemente del resultado, el presidente dijo que “seguiremos trabajando por las prioridades de la gente”. Para el presidente del Senado, Juan Antonio Coloma, también de la UDI, hay que atender las preocupaciones de la gente: la seguridad y la economía. Las llamadas “preocupaciones del pueblo” suelen ser estas, especialmente la “economía” (que es una forma de expresar preocupación por la falta de trabajo, protección social y bajos salarios), o la “seguridad”, un tema muy presente en la sociedad chilena. Debate político.
Todos los políticos trabajan en base a lo que llaman “prioridades del pueblo”. El dilema es cómo afrontar estas prioridades. La forma en que se entienden y ven es lo que distingue las diferentes posiciones políticas. De hecho, no creo en una división entre personas y políticos. Lo que existe es un rechazo a determinadas posiciones políticas. Los de derecha, por las razones obvias de sus limitados intereses; los de “izquierda” por haber abandonado las cuestiones sustantivas de la política.
Hace dos años, Fernando Atria, entonces constituyente, me dijo que la forma política chilena había caducado, con las protestas de octubre de 2019, que abrieron la puerta al debate constituyente que acaba de fracasar. “La Constitución de 1980 ha caducado”, me dijo en ese momento. "La derecha cree que funciona, como si creyera que, si el proceso constituyente fracasa, volveremos a vivir en paz, bajo la Constitución de 1980".
Fernando Atria consideró que habría una nueva Constitución, pero que también seguiría “habiendo política; una derecha y una izquierda con diferentes visiones sobre diferentes problemas”. “Es un error pensar que le corresponde al momento constituyente pelear (y ganar) todas las batallas”. Me parece que aquí es donde se abre espacio para que la izquierda (sin comillas), recupere una agenda perdida…
*Gilberto López es periodista, doctora en Estudios de la Sociedad y la Cultura de la Universidad de Costa Rica (UCR). Autor, entre otros libros, de Crisis política del mundo moderno. (Uruk).
Traducción: Fernando Lima das Neves.
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