principio-bondad

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por LEONARDO BOFF*

A pesar de todas las artimañas, violencias, atentados, amenazas y uso vergonzoso de los aparatos del Estado, los que se guiaron por el principio del mal fueron derrotados.

En términos de ética, uno no debe juzgar los actos tomados por sí mismos. Se refieren a un proyecto de fondo. Son realizaciones de este proyecto fundamental. Todo ser humano, explícita o implícitamente, está guiado por una decisión básica. Es ella quien da valor ético y moral a los actos que pavimentan su vida.

Por tanto, es este proyecto fundamental el que hay que tener en cuenta y juzgar si es bueno o malo. Como ambos van siempre fusionados, cuál es el dominante que se traduce en actos que definen un rumbo en la vida. Se conserva la comprensión de que el bien y el mal siempre van juntos. En otras palabras: la realidad es siempre ambigua y cobijada por el bien y el mal. Nunca hay sólo el bien por un lado y el mal por el otro.

La razón de esto reside en que nuestra condición humana, por creación y no por deficiencia, es siempre sabia y demente, oscura y luminosa, con impulsos de vida y con impulsos de muerte. Y esto a la vez, sin poderse separar, como el Evangelio, la paja del trigo.

A pesar de esta ambigüedad, lo que realmente cuenta es la dimensión predominante, ya sea luminosa u oscura, bondadosa o malvada. Es aquí donde se funda el proyecto fundamental de vida. Él establece la dirección y hace un camino para caminar. Este camino puede tener desvíos, como es la ambigua condición humana, pero siempre puede volver a la dirección definida como fundamental.

Los actos adquieren valor ético y moral a partir de este proyecto fundamental. Es él quien se afirma ante el tribunal de la conciencia, y para los religiosos, es él quien es juzgado por Aquel que conoce nuestras intenciones más secretas y da el valor correspondiente al proyecto fundamental.

Seamos concretos: a alguien se le mete en la cabeza que quiere ser rico a toda costa. Se consideran válidos todos los medios para tal proyecto: astucia, engaño, incumplimiento de contratos, estafas financieras y apropiación de fondos públicos, falsificación de datos, aumento de su valor real y realización de las obras sin la calidad requerida. Su proyecto es acumular bienes y ser rico. Es el principio del mal, aunque aquí y allá hace algún bien y cuando es muy rico, hasta ayuda a proyectos filantrópicos. Pero siempre y cuando no comprometan su proyecto básico de ser ricos.

Otro propone como proyecto fundamental ser siempre buenos, buscar el bien en las personas y tratar de orientar sus acciones en esa dirección del bien. Dado que es humano, también puede haber malas acciones en él. Son desviaciones del proyecto, pero no de tal magnitud que destruyan el proyecto fundamental de ser buenos. Se da cuenta de sus malas acciones, se corrige, pide perdón y retoma su camino definido de vida: tratar de ser bueno. Esto implica ser siempre mejores cada día y nunca rendirse ante las dificultades y caídas personales. Lo decisivo es retomar el principio de bondad que siempre puede crecer indefinidamente. Nadie es bueno hasta cierto punto y luego se detiene porque cree que ha llegado a su fin. La amabilidad, así como otros valores positivos, no conoce límites.

En nuestro país hemos vivido, incluso multitudes, bajo el principio del mal. Desde ese principio todo valía: la mentira, la noticias falsas, la calumnia y destrucción de biografías notoriamente buenas. Se abusó de los medios digitales, inspirados en el principio del mal. Como resultado, miles han sido víctimas de Covid-19 cuando podrían haberse salvado.

Los pueblos indígenas, como los yanomami, fueron considerados subhumanos e intencionalmente abandonados a su suerte. En aquellos años fatídicos en que imperaba el principio del mal, más de 500 niños yanomami murieron de hambre y enfermedades derivadas del hambre. Las principales instituciones de este país, como la salud, la educación, la ciencia y el cuidado de la naturaleza, fueron desmanteladas. Finalmente, de manera insidiosa, se intentó un golpe de Estado con el objetivo de destruir la democracia e imponer un régimen dictatorial, culturalmente retrógrado y éticamente perverso por exaltar claramente la tortura.

En ellos estaba también el principio-bondad pero estaba reprimido o cubierto de cenizas por actos de maldad que impedían su eficacia, sin embargo nunca destruirlo totalmente porque pertenece a la esencia de lo humano.

Pero el principio de bondad, al final, siempre triunfa. La llama sagrada que arde dentro de cada uno nunca podrá ser extinguida. Es ella quien sostiene la resistencia, inflama la crítica y otorga la fuerza invencible de los justos y rectos. A la brutalidad del principio del mal, se impuso resueltamente el principio de la bondad, que vino bajo el signo de la democracia, el estado de derecho y el respeto a los valores fundamentales del ciudadano.

A pesar de todas las artimañas, violencias, ataques, amenazas y vergonzosos usos de los aparatos del Estado, comprando literalmente la voluntad del pueblo o impidiéndole expresar su voto, aquellos que se guiaron por el principio del mal fueron derrotados. Pero nunca hasta hoy han reconocido la derrota. Continúan su acción destructiva que hoy ha ganado dimensiones planetarias con el ascenso de la extrema derecha. Pero deben ser refrenados y conquistados por el despertar del principio de bondad que se encuentra en ellos. Ellos, juzgados e incluso castigados, tendrán que aprender la bondad de la vida y el bien de todo un pueblo y dar su contribución.

En la historia conocemos tragedias de quienes se aferraron al principio del mal hasta el punto de acabar con su propia vida, en lugar de rescatar humildemente el principio del bien y su humanidad más profunda.

Tal vez nos inspiremos, en este extremo, en las palabras poéticas de un autor anónimo alrededor del 900 y cantadas en la fiesta cristiana de Pentecostés. Se refiere al Espíritu que actúa siempre en la naturaleza y en la historia: “Lavar lo sórdido / Irrigar lo árido / Sanar lo enfermo. / Dobla lo rígido / Calienta lo frío / Guía lo desorientado”.

*Leonardo Boff, Es teólogo, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de El Espíritu Santo: Fuego Interior, Dador de Vida y Padre de los Pobres (Vozes).


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