Primo Levi y el antifascismo

Imagen: Christian Cortsen
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por CAIO HENRIQUE LOPES RAMIRO*

La denuncia de Primo Levi tiene una fuerte proyección en nuestro tiempo, recordándonos que el fascismo es un cáncer y debemos oponernos a él.

1.

En 1975, exactamente treinta años después del final de la Segunda Guerra Planetaria en la que la alianza nazi-fascista fue derrotada militarmente, Primo Levi escribe el texto Esto era Auschwitz y advierte: “el fascismo es un cáncer que prolifera rápidamente y su regreso nos amenaza. ¿Es demasiado pedir que nos opongamos a él desde el principio?

Primo Levi es un judío italiano –nacido en Turín el 31 de julio de 1919– que formó parte de la resistencia al fascismo en Italia en ese momento, lo que significa que es un “antifascista”.. El 13 de diciembre de 1943 fue capturado y encarcelado en una casa segura ubicada en los Alpes y enviado al campo de concentración y exterminio de Auschwitz. La experiencia de campo marcará su piel y la vida (de supervivencia) de este químico y escritor formado por su deber de dar testimonio.

De esta manera, como sobreviviente de campos de concentración, la obra de Primo Levi es un relato del mal, quizás banal, pero radicalmente crudo; de lo que se materializa y toma forma jurídica, una violencia mítica que se convierte en una auténtica fábrica de muerte, gestionada por los nazis.

La pregunta planteada por Primo Levi llega a nuestros días y su testimonio resuena con fuerza en nuestros días, tocando puntos importantes del debate político brasileño, en particular nos permite pensar en el tema del antifascismo, es decir, cuál es la acción política en significa oposición al fascismo.

2.

De entrada, vale la pena señalar algunos elementos sobre lo que puede entenderse como fascismo, no sin cierta dificultad para abordar el fenómeno político que debe ser visto como objeto de nuestra reflexión. No aceptamos como tarea un análisis exhaustivo del problema fascista, sino más bien destacamos algunos puntos que nos ayudan a comprender este difícil enigma.

Esto ha sido reflexionado desde hace algún tiempo y se ha producido una fértil literatura sobre el fascismo y sus posibles definiciones teóricas, sin embargo, en términos generales, podemos ver tres significados habitualmente atribuidos al término, a saber: (a) una demarcación histórica, que señala la historicidad específica del fascismo italiano, que surgió en la década de 1920;

(b) Un enfoque internacional, que considere la proyección del fascismo más allá de las fronteras italianas, fundamentalmente su alcance en territorio alemán –lo que se caracterizó como fascismo alemán–, o al menos el surgimiento de una literatura de confrontación última que elogie la guerra y los guerreros, como se puede ver, por ejemplo, en los escritos de Ernst Jünger, que se sitúa en el campo de una movilización total de resentimientos, proyectando la imagen, por un lado, de una guerra eterna y, a veces, de un último combate, que en Las sombras, como nos dice Walter Benjamin, contiene la idea de una guerra ritual y técnica que permite un discurso que apunta a producir un nuevo nacionalismo.

(c) El tercer uso caracteriza a todos los movimientos e ideologías que se acercan al primer término, es decir, “fascismo histórico”, adquiriendo un alcance tal que dificultaba su uso. Por tanto, se tiende a restringir su aplicación y considerar el fenómeno en el marco temporal europeo de los años 1919-1945, tomando como referencia los modelos italiano y nazi.

Como se mencionó anteriormente y respetando los límites de este escrito, pretendemos presentar las líneas generales de lo que se caracteriza como fascismo. Es importante considerar que el fascismo es un régimen político autoritario cuyas características son la dominación ejercida a través del culto al líder, culto construido por una teología política que trabaja sobre un discurso sobre el carácter mítico del liderazgo, un dispositivo de mistificación de la personalidad originado en mito de la valentía del soldado/combatiente o del Mesías que purificará la política, lo que implica el control total de la sociedad.

Además, puede haber una monopolización de la representación política a través de un partido único de masas y organizado jerárquicamente, lo que no significa la desaparición completa de figuras de liderazgo “míticas”. Además, se construye una narrativa ideológica con exaltación del elemento nacional, es decir, un nacionalismo que desprecia los valores democráticos o liberales, así como cierta pretensión de colaboración de clases, con el socialismo y el comunismo como enemigo, que aparece como un proyecto de extinción. oposiciones mediante la violencia y el terror y, sin embargo, el uso de un aparato de propaganda política que, en palabras del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, se basa en mentiras mil veces repetidas –lo que cobra enorme significado en tiempos de redes sociales, memes, etc. . Finalmente, en el ámbito económico existe un cierto dirigismo de una economía todavía estructurada sobre la propiedad privada y la lógica del capital cuyo objetivo es el beneficio.

3.

Frente a tales características del fascismo, la cuestión de Primo Levi parece tener una fuerte proyección en nuestro tiempo. Por lo tanto, es importante considerar la advertencia de Primo Levi, como el fascismo es un cáncer y debemos oponernos a él, todo aquel que no esté de acuerdo con la ideología expuesta anteriormente y se oponga a esta perspectiva adopta una actitud antifascista.

Así, según la definición de Primo Levi, un régimen fascista es aquel en el que “se niega, en teoría o en la práctica, la igualdad fundamental de derechos entre los seres humanos; Ahora bien, como el individuo o la clase cuyos derechos se le niegan rara vez se adapta, en un régimen fascista la violencia o el fraude se vuelven necesarios. Violencia, para eliminar a los opositores, que siempre existen; fraude, para confirmar a los fieles seguidores que el ejercicio de la arbitrariedad es loable y legítimo”.

De esta manera, si el testimonio era deber de Primo Levi, asumiendo aquí un significado ético, por tanto; nos llega a nosotros, que debemos, entonces –por respeto a la memoria de los que sucumbieron, así como a los que fueron salvados y presenciados, no parece razonable colocarnos en las filas de los que pretenden pisotear sus cuerpos –, ubicar y reflexionar honestamente sobre la pregunta imperativa: “el fascismo es un cáncer que prolifera rápidamente, y su regreso nos amenaza. ¿Es demasiado pedir que nos opongamos a él desde el principio?

*Caío Henrique Lopes Ramiro es doctor en derecho por la Universidad de Brasilia (UnB).


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