por GEORGHIO TOMELIN*
Tanto la gente de derecha como la de izquierda quieren más comunicaciones, más transporte, más salud, más comida, etc. La pregunta es ¿a qué precio?
“Dice que es de izquierdas pero quiere tener un iPhone”
Encontré esa frase en una escuela tradicional de São Paulo que funcionaba como colegio electoral, e incluso pedí al inspector de la Justicia Electoral que retirara el cartel de la sala de votación. El razonamiento detrás de la frase excita a la derecha, pero hay confusión conceptual en él. Karl Marx quería socializar los medios de producción, no restringir el acceso a los bienes de consumo.
Tanto la gente de derecha como la de izquierda quieren más comunicaciones, más transporte, más salud, más comida, etc. La pregunta es ¿a qué precio? ¿Cuántas horas de tiempo libre necesitamos cada uno de nosotros a cambio de esta “vida mejor”? ¿En quién depositan sus esperanzas las personas con menores ingresos y acceso a nuevas tecnologías cuando “deciden” que es esencial adquirir nuevas tecnologías?
“Si eres de izquierdas entonces defiendes a los criminales”
Nadie defiende el crimen como forma de vida. No es una cuestión ideológica, sino más bien de darle a cada uno la posibilidad de defenderse técnicamente. Sin embargo, las soluciones para reducir el crimen pueden ser objeto de enfrentamientos ideológicos. Aumentar las oportunidades de trabajo, ocio y acceso a bienes de consumo, por ejemplo, reduce la delincuencia. Es por eso que encontramos más delitos en sociedades más desiguales.
La idea de aumentar las penas entusiasma a muchas personas sin conocimientos de criminología. Desafortunadamente sólo uno de cada tres homicidios tiene una investigación policial exitosa. El resto se pierde en el dolor. La certeza de ser castigado, eso es lo que puede asustar a las personas con malas intenciones, no la cantidad del castigo. Y, obviamente, tanto la izquierda como la derecha progresista defienden el derecho a la defensa, porque una cosa es ser acusado y otra ser condenado definitivamente.
“Jelly fue arrestada”
Los autoritarios de cualquier naturaleza condenan el tema incluso antes de los hechos. Hay una panadería cerca de la PUC-SP. En su puerta había un chico simpático pidiendo dinero. El dueño de la panadería lo trató con gran respeto. Otras personas humildes intentaron quedarse allí, pero fueron “desalentadas” por el sistema represivo. Cada vez que Geleia aparecía después de clase, incluso tenía un momento para merendar gratis dentro de la panadería (pero no solo aceptaba pan y mantequilla, de ahí el apodo).
Pasaron los años y Geleia cayó en el mostrador, sirviendo jugos y llevando bocadillos para los clientes. Un buen día, desapareció. Un inspector amenazó con multar al establecimiento si el niño continuaba trabajando allí “irregularmente”. Pasé por allí hace poco y pregunté si alguien había tenido noticias de él. “¿La gelatina? Jelly está atrapada."
“Quien no fue de izquierdas hasta los 20 años no tiene corazón”
La frase se atribuye a varios pensadores (Batbie, Clemenceau y otros). Su idea es que el sueño juvenil de igualdad social no sobreviviría hasta la edad adulta. O dicho de otro modo, con prejuicios: sólo quienes no pagan su propio sustento creerían en una mayor socialización de los bienes (ya que el egoísmo sería la regla de la sociedad). Enfrentar la escasez de la vida adulta conduciría naturalmente a todos a hacer lo correcto.
Sea verdadera o falsa la afirmación, lo cierto es que hoy en día muchos jóvenes se ven obligados a “ver la felicidad” en bienes de consumo muy caros (con tecnología de punta y brillo). Parece que la sociedad de consumo, por desgracia, mueve más los corazones de los jóvenes que sus sueños de un mundo mejor que nos proteja a todos por igual.
“Pagar el doble para consumir el triple”
La primera década del siglo XXI demostró que era posible pagar el doble a un trabajador para que luego consumiera el triple (con pleno empleo y crédito abundante). Dirigir la atención del gobierno hacia los humildes aceleraría la economía. Eso fue lo que pasó. El trabajador entonces creyó en su capacidad de pago, consumió más, se endeudó, se extravió en las cuotas y terminó siendo ejecutado (perdiendo la fe en quienes lo animaban a conducir).
Algunos creadores de opinión se oponen a “meter a los pobres en el presupuesto”, sin darse cuenta de que ese dinero acaba en los bolsillos de los vendedores de baratijas, que les pagan mediante publicidad. El impeachment, sin hechos ni pruebas, de un presidente electo regularmente fue la solución para castrar rápidamente los derechos laborales y reducir los costos de producción (realineando las ganancias del empresariado que vivía de la economía acelerada).
“Como diputados ya no seremos golpeados por la policía”
Jorge Amado le confió a su amigo Graciliano Ramos que estaba contento con la protección de su mandato, pues ya no sería golpeado por la policía (también debió discutir el tema con el diputado Claudino Silva, quien sería destituido en 1948). Según se informa, el amigo le respondió a Jorge Amado que la policía es la policía y que nunca les daremos órdenes ni dejaremos de recibir golpes.
El sistema de represión estatal siempre ha existido, e incluso el vicepresidente Pedro Aleixo, a finales de los años 1960, tenía más miedo de la guardia de calle que del general. La producción, el consumo y la gestión privada de los precios siempre han sido el verdadero centro de la disputa política, y el aparato estatal no ha dejado de ampliarse con nuevas instituciones de represión criminal que protegen la producción. Además, el Estado influye enormemente en la producción cultural y el consenso social.
“Vino viejo en barrica nueva”
Lord Gladstone fue Primer Ministro y Ministro de Hacienda en varios momentos del siglo XIX. Era un verdadero liberal, preocupado por eliminar el proteccionismo comercial: quería ver disputas reales, por una igualdad efectiva de oportunidades. En Brasil, quienes asisten a una universidad pública se llevan a casa, en promedio, un siglo de gastos de matrícula de la Bolsa Familia (en nombre de una falsa meritocracia).
Los ataques a la democracia brasileña del 8 de enero de 2023 no fueron llevados a cabo por verdaderos liberales. Ruy Barbosa –en cierta medida nuestro Lord Gladstone– siempre se preguntó: ¿cuándo Brasil dejaría de ser un país privatizado? El verdadero liberal no invade la sede del poder para exigir el fin de la libertad. Tampoco se opone a la entrada de los humildes al mercado de consumo. Ya hemos visto en el pasado el escenario del cierre de libertades. El 8 de enero de 2023, lo que vimos fue el antiguo caldo de cultivo de la cultura esclavista en un nuevo empaque.
Escenas de los próximos capítulos.
El deseo de mejorar nuestras vidas está en todos nosotros. Se está produciendo un enderezamiento autodestructivo de la economía, que digiere a sus consumidores. Las baratijas y los placeres del capitalismo se renuevan constantemente, y los ataques de ansiedad están ahí para demostrarlo. Mantener un ejército de reserva sin condiciones mínimas de reasignación en el mercado no funcionará en tiempos de inteligencia artificial.
La comunicación de derecha utiliza ideas muy simples y tiene a su lado el aparato represivo del Estado. Las redes sociales anestesian y transforman a nuestros jóvenes en mercancías de sí mismos.
Vivimos inmersos en la violencia de una aniquilación silenciosa de subjetividades. Romper el círculo vicioso de la comunicación autoritaria implica reconfigurar una nueva generación de votantes, con capacidad de comprender su papel personal en el colectivo.
El individualismo sitúa la movilidad social bajo el paraguas de la meritocracia, como si todo dependiera únicamente del esfuerzo personal de cada uno. El reposicionamiento social implica el acceso a bienes y servicios que se actualizan a gran velocidad, lo que exige un nuevo reposicionamiento. La ilusión de una solución individual es difícil de combatir, cuando incluso la población incluida en algún programa estatal elogia la meritocracia y el Estado mínimo.
La violencia social se podrá contener ampliando la inclusión, no aumentando la exclusión y la violencia. El sistema de libre mercado no funciona sin consumidores saludables. O bien el gobierno reorganiza el sistema de garantías sociales, o la desinclusión aumentará el deseo de los menos favorecidos por los “placeres” de un mercado que es por definición inalcanzable.
*Georghio A. Tomelín, Abogado, doctor en Derecho del Estado por la USP y doctor en Filosofía por la PUC-SP. Asesor del Observatorio de la Democracia de la AGU.
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