por WAGNER COSTA RIBEIRO*
El multilateralismo puede ser una estrategia para la búsqueda de nuevos rumbos, a pesar de las esperadas resistencias
Dentro del actual escenario internacional, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) son las instituciones multilaterales que mejor reúnen las condiciones para que desarrollemos las acciones de cooperación necesarias para combatir la pandemia y sus efectos a futuro. Un futuro que tendrá que ser diferente a las condiciones que llevaron al surgimiento y proliferación de la pandemia.
Este artículo discute, con base en las acciones de la ONU y la OMS, cómo el multilateralismo puede ser una alternativa para la organización de las relaciones sociales en el siglo XXI, en diferentes escalas, después del brote de Covid-19. Inicialmente, presentamos parte de las iniciativas de los dos organismos multilaterales mencionados y, luego, analizamos cómo América Latina y la Unión Europea siguen caminos de cooperación en la búsqueda de soluciones a la crisis.
El 30 de enero de 2020, la OMS, para algunos con retraso, presentó la Declaración de Emergencia de Salud Pública de Preocupación Internacional para abordar la enfermedad y poco después lanzó un plan de acción (OMS, 2020). No fue el reconocimiento de la pandemia, que se produjo más de un mes después, el 11 de marzo. Este retraso es uno de los focos de las críticas a la OMS. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la acusó de ser lenta en declarar la pandemia, lo que, a su juicio, permitió una mayor propagación geográfica del virus. El 29 de mayo de 2020 anunció su ruptura con la OMS, dos días después de que la OMS presentara un manifiesto en el que afirmaba que era necesario ir más allá de volver “a la normalidad” y buscar nuevas formas de organizar la vida y la economía en en consonancia con la naturaleza y a favor de la calidad de vida (OMS, 2020a). Por su parte, la OMS argumentó que no se conocía ni el virus ni su capacidad de transmisión. Esta es una pregunta abierta. Quizás en el futuro tengamos más documentos que nos permitan decir lo que realmente sucedió. Pero no hay duda de que la demora en el reconocimiento de la pandemia permitió que se mantuviera el proceso de globalización y sus intensos flujos de personas, productos y materiales, que propagaron el virus por los continentes.
Una vez reconocida la pandemia, la OMS comenzó a desarrollar una serie de acciones, muchas veces en conjunto con la ONU. Vamos a presentar de forma cronológica parte de las actividades que estas instituciones internacionales han desarrollado para combatir la enfermedad.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, habló en marzo sobre la necesidad de la cooperación entre países para buscar alternativas para combatir la enfermedad. El 28 de marzo, la ONU lanzó un Plan Global de Respuesta Humanitaria (ONU, 2020), basado en una demanda de la OMS, que fue presupuestado, en un principio, en 2,1 millones de dólares. Su presupuesto rápidamente se triplicó con creces: en mayo de 2020 estaba en 6,7 millones de dólares. ¿Quién proporcionará esta función? Lamentablemente, los órganos multilaterales se están vaciando. Lo que nos permite plantear otra pregunta importante: ¿por qué el sistema internacional no estaba preparado para enfrentar una crisis como esta?
El propio sistema de la ONU reconoce, a través de las negociaciones del orden ambiental internacional sobre cambio climático y conservación de la biodiversidad, que hemos discutido en otras ocasiones, que existía la posibilidad de que se produjera una pandemia en los términos que estamos presenciando, lamentablemente. No es posible alegar ignorancia de esta amenaza. El calentamiento global, asociado a la pérdida de biodiversidad, sin duda conduce a un mayor contacto con virus como este, que, es importante decir, ya existían en la naturaleza. A través de la deforestación, se reduce el área disponible para la reproducción de los animales, los cuales terminan desplazándose hacia áreas ocupadas por la sociedad y rompiendo el aislamiento geográfico que existía, como lo demuestran las teorías biogeográficas. La ausencia de anticuerpos da como resultado la enfermedad y, lamentablemente, miles de muertes. Esta situación ya se ha presentado en otros momentos de la historia, lo que permite cuestionar por qué no existía un fondo de reserva internacional previo a retirar en ese momento. De ahí surge una primera conclusión: es necesario crear un fondo internacional para hacer frente a las pandemias, sobre todo porque pueden surgir nuevos casos.
Ante la falta de un instrumento para financiar programas de combate a la pandemia, la OMS propuso el Fondo de Respuesta Solidaria al COVID-19 para la OMS (OMS, 2020b) – Fondo de Respuesta Solidaria, que recibe donaciones de personas, empresas, países e instituciones internacionales. Este fondo ya ha recaudado aproximadamente $224 millones, con la participación de aproximadamente 390 contribuyentes (junio de 2020). La cantidad está muy por debajo de lo que se necesita para una respuesta humanitaria global a la pandemia. Por loable que sea la creación del fondo y la atención solidaria de miles de contribuyentes, aún es insuficiente en comparación con el monto presupuestado por la ONU. Una respuesta con tal volumen de recursos solo puede darse con aportes de los países, lo que retoma el rol del Estado, que además de invertir en ayudar a la población y a las empresas más pequeñas, también debe brindar recursos para la cooperación internacional preventiva ante de las crisis pandémicas.
El 3 de abril de 2020, la Asamblea General de la ONU definió una resolución para la solidaridad entre países. El 20 de abril, una nueva resolución del mismo organismo reforzó la cooperación internacional en la búsqueda de una vacuna, medicamentos y la dotación de material de apoyo, especialmente equipos de protección personal para el personal de salud, que retomó aspectos que el propio plan de respuesta humanitaria ya había presentado ( ONU, 2020 ab). Poco después, el 24 de abril, en el ámbito de la OMS, varios líderes mundiales reconocieron la necesidad de cooperación. Este hecho corrobora las ideas del historiador israelí Yuval Harari (2020) y del teólogo brasileño Leonardo Boff (2020), entre otros, quienes creen en la comprensión para buscar alternativas a las crisis que enfrentamos. Cómo se llevará a cabo esta cooperación es una pregunta para la que aún no tenemos respuesta.
Los días 18 y 19 de mayo tuvo lugar la Asamblea Mundial de la Salud, en la que surgió una posibilidad de cooperación real y concreta. Entre las decisiones de esa asamblea, la OMS propuso una tregua en las reglas del comercio internacional reguladas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) (OMS, 2020c). Siempre es bueno recordar que la OMC no es parte del sistema de la ONU, por lo que es más difícil tener una interacción o acción directa con ella desde una institución del sistema de la ONU. Sin embargo, esta institución multilateral prevé en la Declaración sobre el Acuerdo sobre los ADPIC y la Salud Pública (OMC, 2001), la posibilidad de que los países miembros soliciten la no percepción de aranceles, patentes y tasas aduaneras en situaciones que involucren la salud pública, que es precisamente la situación actual. Esto permitiría pensar, por ejemplo, que en el caso de vacunas o medicamentos que puedan surgir en la lucha contra la enfermedad, podrían distribuirse sin cobrar tasas y derechos. Otra conclusión importante.
A pocos meses del reconocimiento tardío de la pandemia, asistimos a un importante esfuerzo de cooperación multilateral que involucra instituciones regionales y articulaciones de líderes en bloques regionales.
En América Latina, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) propuso una renta básica durante al menos tres meses para los más necesitados de los países latinoamericanos, además de reforzar las metas de desarrollo sostenible como forma de reordenar la actividad económica (CEPAL 2020). Los indicadores de pobreza y desigualdad social presentes en esa parte del mundo justifican tales iniciativas, pero queda la pregunta de si estas propuestas serán políticamente aceptadas e implementadas. Trabajar para reducir las desigualdades sociales sería una gran acción y una oportunidad que presenta la crisis actual. Podríamos generar mucho empleo y trabajo para reducir la desigualdad social y producir vivienda de calidad, servicios básicos de saneamiento, infraestructura de transporte, entre otras posibilidades para reducir la injusticia social y ambiental latinoamericana.
La Unión Europea, todavía conmocionada por la salida del Reino Unido, puso en marcha el Plan Europeo de Recuperación, presupuestado en 1,85 billones de euros, de los que alrededor de 500 millones de euros se destinarían a subvención a países como España e Italia, muy afectados tanto en número de muertos como por tener el turismo como eje central de su actividad económica. La mitad de esa cantidad, en respuesta a la presión de los Países Bajos, se otorgaría en un plan de préstamo a tasas de interés más bajas que las practicadas en los mercados.
Se lanzan algunas alternativas para buscar soluciones a las crisis post-covid. Además de los desafíos de salud pública, será necesario reorganizar la actividad económica y crear un fondo de reserva internacional para futuras pandemias. El mundo estaba más preparado para la guerra que para enfrentar un virus. Quedan armas y faltan máscaras. Este marco necesita ser cambiado.
Tanto en América Latina como en la UE, existe la posibilidad de una mayor cooperación, lo que de alguna manera repercute en las acciones de la ONU y la OMS. No se puede perder este movimiento y es quizás el mayor impulso que el virus le ha dado a la humanidad.
Las teorías socioambientales (Ribeiro, 2010) brindan un importante sustento teórico para las innovaciones en diferentes campos del conocimiento y para los programas y políticas públicas, ya sean apoyados por organismos internacionales o aplicados en diferentes niveles de gobierno. Asociadas a los objetivos de desarrollo sostenible, pueden señalar caminos que orienten la creación de nuevos puestos de trabajo en busca de un mundo con menos desigualdad social, en el que la cooperación internacional prevalezca no solo en momentos extremos, como los que estamos presenciando, sino como un camino equilibrado. manera de ofrecer condiciones de vida adecuadas a la población del planeta, así como a otras formas de vida.
Los desafíos están ante nuestros ojos. Enfrentarse a ellos sin atreverse sería volver a un patrón de organización social que resultó desastroso en términos sociales y ambientales. El multilateralismo puede ser una estrategia para la búsqueda de nuevos rumbos, a pesar de las esperadas resistencias.
* Wagner Costa Ribeiro Es profesor del Departamento de Geografía de la FFLCH-USP. Autor, entre otros libros, de patrimonio ambiental brasileño (EDUSP).
Referencias
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CEPAL. Reporte especial. Covid19, responde. ONU, 2020,https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45527/5/S2000325_es.pdf>, acceso en mayo/2020.
HARARI, YN Yuval Noah Harari: “Cada crisis es también una oportunidad. El Correo de la UNESCO. Muchas voces, un mundo.https://en.unesco.org/courier/news-views-online/yuval-noah-harari-every-crisis-also-opportunity>, acceso en mayo/2020.
RIBEIRO, WC Teorías socioambientales: en busca de una nueva sociedad. Estudios Avanzados (24) 68, 2010,http://www.revistas.usp.br/eav/article/view/10462/12191>, acceso en mayo/2020.
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