Hablando de osvaldo

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por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO

Consideraciones sobre la trayectoria intelectual y sobre el último año de vida de un escritor modernista

El principal ausente del Congreso del IV Centenario de la ciudad de São Paulo fue Oswald de Andrade, quien concedió una de sus últimas entrevistas ese mismo año. La entrevista fue publicada en la revista Rio de Janeiro. Sombra, en el número de enero-febrero de 1954. Ese fue también el año de su muerte, en octubre.

El editor y librero Cláudio Giordano publicó el importante y poco conocido artículo al promover su reedición, en el primer número de la revista que creó, la Revista Bibliográfica y Cultural.[i] Giordano es ampliamente conocido en los círculos literarios y culturales del país, ya que entre sus logros se incluye una gran empresa, que es la edición de la novela de caballerías catalana traducida a nuestra lengua. Tirante lo Blanc – la única que Don Quijote, negando todas las demás, se niega a tirar.

El periódico Sombra, de perfil literario y mundano, que en 1954 cumplió 13 añosº cumpleaños, tuvo a Lúcio Rangel como redactor jefe. En este número aparecen varios periodistas de renombre, entre ellos el crítico José Sanz, que escribe sobre cine, Guillherme de Figueiredo, Paulo Mendes Campos y los dos sobrinos del redactor jefe, ambos de ilimitada popularidad en el Río de Janeiro de la época, los hermanos Flávio. y Sérgio Porto, este último más conocido por su nombre de pluma de Stanislaw Ponte-Preta. A Flávio Porto le debemos la citada entrevista.

Si por un lado las dos fotos que ilustran el artículo muestran a un Oswald casi irreconocible, tan debilitado por la enfermedad que aún tendría ese año, por otro lado, el carácter de ping-pong que le dio a sus fulminantes respuestas. confirma lo que sabemos de sus talentos y lo muestran a lo grande.

Bien recibido por Oswald, con café y simpatía, Flávio Porto encontró al entrevistado de buen humor, a pesar de la enfermedad. Ese año, entraría y saldría del hospital varias veces.

Los dos no se conocían, pero el contenido provocativo del cuestionario muestra que el reportero estaba bien preparado y sabía qué esperar. Oswald aprovechó la oportunidad para desplegar todo su brío y forjar las frases asesinas que fueron su marca registrada.

Cuando se le preguntó a través de preguntas de evaluación clasificatorias y sintéticas, dio buenas respuestas, además de juegos de palabras precisos, muy de su agrado. Así, por ejemplo, cuando le preguntaron quiénes eran “los imbéciles más refinados de Brasil”, no se hizo esperar y remató: “Pedro Calmon, Pedro Bloch y Pedro Nelson Rodrigues”. Tampoco dejó de llamar “Chatobrioso” al periodista y senador Assis Chateaubriand.

Pero aún es poco. A la pregunta “¿Quiénes son los mejores y los peores novelistas brasileños?”, respondió con epítetos: “Los peores son: el búfalo del Nordeste, José Lins do Rego, y el bentevi del Sur, Érico Veríssimo. Pero solo hay un peor poeta: Augusto Frederico Schmidt”.

Tras tal declaración, la siguiente pregunta sólo podía ser: “V. ¿Crees que eres un hombre justo? A lo que él respondió: "Perfectamente". ¿Y tu opinión sobre Plínio Salgado? "Una vaca".

Pero habló bien de la producción de Millôr Fernandes, Paulo Mendes Campos, Vinicius de Morais, Darwin Brandão, Carlos de Oliveira, Cassiano Ricardo y la pintora Marina Caram.

Cuando se le preguntó si pensaba que el éxito de el cangaceiro, película recién premiada en Cannes (1953), dice, en alusión a la fama de megalomanía de su director en uno de esos juegos verbales que le granjearon fama y enemistades: “Lo es, sin duda. En cuanto a Lima Barreto, hay un error. No es un superego, es una superyegua".

Sin embargo, al expresar su valoración de cuáles serían las mejores escritoras del país, adelanta los nombres de Clarice Lispector, Rachel de Queiroz, Lúcia Miguel Pereira y Adalgisa Nery.

Antes de morir en octubre, aún participaría en el Congreso de Escritores del IV Centenario, en agosto. Más en espíritu que presente en cuerpo, pero de una manera en la que se comprueba que su ausencia flotaba en el aire.

 

en el Congreso

Oswald de Andrade ni siquiera formaba parte de las dos direcciones de la Sociedade Paulista de Escritores que patrocinaban el evento,[ii] ni el comité organizador que lo había preparado, pero era un “congresista registrado”. Sin embargo, estaba postrado en cama y no pudo asistir, habiendo llamado la atención por su ausencia.

En la sesión del día 9, fue Paulo Mendes de Almeida quien se levantó en la reunión preparatoria para pedir la iniciativa de una visita oficial a Oswald: “Como el poeta y escritor Oswald de Andrade se encuentra enfermo, proponemos que una comisión sea ​​designado para llevar al ilustre cohermano, y también congresista, la palabra de solidaridad y consuelo del Congreso Internacional de Escritores. Plenario del Congreso en Reunión Preparatoria, 9 de agosto de 1954. Firmados Paulo Mendes de Almeida, Edgard Cavalheiro, João Condé, Décio de Almeida Prado, Paulo Emílio Salles Gomes”.

El presidente Paulo Duarte, con aprobación unánime, nombra a los signatarios de la propuesta para la misión.

Días después, el 12 de agosto, la Sección de Poesía se manifestó en el mismo sentido y en idénticos términos: “Venimos a proponer al pleno que se nombre una comisión de miembros de esta Sección del Congreso Internacional de Escritores para realizar una visita a el poeta Oswald de Andrade, uno de los héroes de la Semana de Arte Moderno, quien se encuentra enfermo desde hace algún tiempo. Firman Cassiano Nunes, João Francisco Ferreira, Edgard Cavalheiro, Péricles Eugênio da Silva Ramos, Alexandra Hortopan, Fausto Bradescu, Dulce G. Carneiro, João Cabral de Melo Neto, Alberto da Costa e Silva, José Tavares de Miranda.

Oswald acabaría encontrando el coraje de agradecer los gestos. En un mensaje transmitido a Paulo Mendes de Almeida y leído en la ceremonia de clausura, el 14 de agosto, responde a las cortesías y saca una bomba del bolsillo de su chaleco, como figura inesperada de su paideuma: “El escritor Oswald de Andrade, todavía enfermo, agradece, conmovido, la visita que le hizo el Congreso Internacional de Escritores. Al hacerlo, en Moção-Recado Fônico, aprovecha para expresar su ardiente deseo de que la amistad que ahora termina sea el punto de partida de una relación cada vez más estrecha entre los escritores brasileños y portugueses. Declara que debe su formación y la savia que pueda tener su literatura a los orígenes portugueses, sin olvidar la influencia decisiva que el saber y la práctica de Fialho d'Almeida tuvieron en su vida intelectual”.[iii]

Procediendo en la semana siguiente a las Reuniones Intelectuales de la Unesco, Oswald aparece ya al final de las luces a las 3ª sesión, celebrada el 17 de agosto, siendo saludado por Paulo Duarte, con cálidas palabras: “Sr. Presidente – Antes de cerrar los debates, quisiera presentar, en nombre de la Mesa, nuestro saludo al escritor Oswald de Andrade, quien acaba de llegar a este Pleno. El Congreso Internacional de Escritores, que finalizó hace poco, contó con la imprescindible colaboración de Oswald de Andrade. Lamentablemente, el Congreso no pudo contar con su presencia, debido a su estado de salud, que no le permitía levantarse de su cama.

Pero en este momento vemos que Oswald de Andrade, dominado evidentemente por el magnetismo que dominó toda su vida, y que fue la Cultura, no podía permitirse quedarse en casa, en el descanso que le exige su condición, y se viene a nosotros Entonces, creo, este saludo lo harán no sólo los Intelectuales de la Mesa dos Encuentros, sino todos los que participan aquí en esta obra supremamente humana de acercar a los pueblos, que nunca fue ajena a toda la vida de Oswald de Andrade. (Aplausos prolongados)”.

Devolviendo los elogios, Oswald dirá: “Agradezco infinitamente las honrosas palabras de Paulo Duarte, presidente de Encuentros Intelectuales, palabras que, evidentemente, no merezco. Sólo yo perdí con mi enfermedad y con la imposibilidad de estar presente en este cónclave, que maravillosamente ha sido llevado a cabo por ustedes, honrando extraordinariamente nuestra cultura y nuestra civilización. (Bien hecho. Aplausos)”.

 

en las cronicas

Si Oswald se había levantado de la cama para acudir a los Encuentros Intelectuales, su interés por los eventos culturales, que nunca había fallado, también lo había llevado a pronunciarse sobre el Festival Internacional de Cine IV Centenario, parte integral de las festividades y vinculado a el Congreso. De lo que fue este evento, organizado por Paulo Emílio Salles Gomes, en tamaño y repercusión, se puede tener una pálida idea en la publicación titulada Festival Internacional de Cine de 1954.[iv] Oswald escribió, pero no llegó a publicar porque murió antes, dos crónicas al respecto, quedaron inéditas.[V]

En uno de ellos enumera, aunque de forma incompleta, los invitados extranjeros presentes, entre ellos Henri Langlois, creador y prestigioso presidente de la Cinemateca Francesa, origen y modelo de tantas otras cinematecas, incluida la nuestra. El mayor crítico de cine francés, André Bazin. Periodista y escritor Claude Mauriac. Actores y actrices Michel Simon, Sophie Desmarets, Edward G. Robinson, Errol Flynn, Fred Macmurray. El otro está íntegramente dedicado a Erich von Stroheim.

La columna “Telefonema”, que mantendría semanalmente en el diario de Río de Janeiro Correo en la mañana durante diez años, a partir del 1º desde febrero de 1944 hasta el 23 de octubre de 1954 (moriría el día anterior), muestra una secuencia intermitente en el último año, debido al precario estado de su salud. De vez en cuando los artículos hablan del Hospital das Clínicas o están fechados en el Hospital Santa Edwiges. La personalidad pública, que durante tantas décadas ocupó un lugar destacado en la vida literaria y artística del país, aún tendría el gusto de escribir una última crónica sobre los 2ª Bienal de São Paulo, donde señaló: “Desde la Semana de Arte Moderno hasta aquí, el mundo ha seguido felizmente. Y con él Brasil y São Paulo. Nuestra ciudad, que vio la manifestación revolucionaria del 22, puede presenciar la consagración de lo que anunciamos en ese momento”.[VI]

Es su hijo Rudá quien cuenta cómo fue precisamente con esa conciencia de victoria, por haber impuesto un nuevo canon estético, que Oswald saboreó la alegría de visitar la exposición. En sus palabras: “Al final de su vida, en 1954, lo llevé al 2ª Bienal. Era la Ibirapuera de Niemeyer, la formalización definitiva de la arquitectura y del arte moderno que daría Brasilia. Estábamos prácticamente solos esa tarde, bajo las audaces estructuras de hormigón y rodeados de arte abstracto. Oswald se sintió como uno de los principales autores de esa conquista. Gritó. Era como si hubiera ganado una larga batalla. Se sintió apoyado y correcto. Fue algo que sucedió en su pequeño pueblo de provincia, después de toda una vida de trabajo”.[Vii]

 

multiplo

La reedición simultánea de dos importantes obras sobre Oswald ha reavivado la discusión en torno a este paradójico protagonista. Son una biografía y una colección de columnas periodísticas, que suman 1.200 páginas. La biografía, escrita por María Augusta Fonseca, se llama simplemente Osvaldo de Andrade; la colección, editada por Vera Maria Chalmers, trae el título de la columna, Llamada telefónica.

La moda del biografismo, que se extiende por el panorama editorial del país, ha sido tacaña en dos cosas: una, elegir a los escritores como objeto; otro depender de años de trabajo. Igualando la ligereza de la mayoría de sus logros, el género ha dado preferencia a los héroes del entretenimiento.

La presente biografía es una de las más completas. El autor entrevistó a testigos de primera mano, como descendientes y otros familiares, amigos y enemigos, compañeros de combate, médicos, etc. Además de dominar ampliamente la obra, recorrió colecciones públicas y personales, como las de sus hijos Rudá y Marília, sin desdeñar el más mínimo papeleo. Utilizaba los numerosos diarios poco ortodoxos a los que nuestro autor se vincularía desde muy joven, guardando álbumes de recortes donde apuntaba unas cosas, dibujaba otras y pegaba recordatorios. El más sensacional de ellos, O perfecto cocinero de las almas de este mundo, ya ha sido publicado, en una edición facsímil que es una obra maestra. Encontró y aprovechó materiales en principio secundarios, inéditos entonces, como el Diccionario de nombres ilustres y los Cien tarjetas de visita, establecer correlaciones con pasos en el camino del escritor. En el vaivén entre la vida y la obra, se ocupa de la recepción crítica, de la que habla con autoridad.

Allí vemos a Oswald de cuerpo entero, en toda su exuberancia: las pasiones y los amores; los allanamientos, berrinches y enemistades; los arrebatos; las controversias en las que luchó; lengua bífida; la agilidad verbal servida por un temperamento que preferiría perder a un amigo que una broma, lo que hizo repetidamente. Al mismo tiempo, generosidad e incapacidad para guardar rencor, así como un talento incontenible y una fidelidad a la escritura que, de un modo u otro, practicó todos los días de su vida.

El periodismo le sentó bien al espíritu feroz de Oswald, que debutó temprano y sólo la muerte lo silenció: produjo las últimas historias en la cama del hospital de la que nunca más se levantaría. Empezó como reportero y editor de diario del pueblo, cubriendo artes y espectáculos, dos años más tarde se fue para abrir su propio semanario, el mocoso, con tintes satíricos. Reunió un buen grupo, que incluía al caricaturista Voltolino y Juó Bananere de las famosas crónicas en lengua macarrones.

Sería fundador, director o simplemente miembro de las revistas más relevantes del Modernismo, destacándose entre ellas cuerno y Revista Antropofagia. Más tarde crearía con Patrícia Galvão hombre del pueblo, trinchera comunista, que acabaría atascada por la derecha. Además, sería columnista de los principales diarios del país; simplemente siguieron cambiando los vehículos y lo que pretendía con ellos. Las finanzas familiares, que sustentaban el mocoso, permitiría a Oswald navegar a París a la edad de 22 años (1912). El primero de muchos, el viaje marcaría su camino y sería decisivo para el Modernismo a la hora de establecer un puente con las vanguardias francesas, entonces las más brillantes de todas.

El segundo libro mencionado es sobre periodismo, Llamada telefónica, en los marcos de la cuidada reedición del Trabajos completos por la Editora Globo, en 22 tomos, bajo la dirección del especialista Jorge Schwartz. La organizadora proviene de la Unicamp, que está a cargo del Fondo Oswald de Andrade y se ha mostrado semillero de estudiosos en ese trabajo, como ella y Maria Eugênia Boaventura, Orna Messer Levin y Gênese Andrade.

En esta columna semanal, Oswald, en su colaboración más constante, que le llevaría los últimos diez años, comentaba la actualidad y un poco de todo. Los seguidores del payaso Piolim siguieron atentos al panorama cultural y por sus textos desfilaron manifestaciones de la literatura, el teatro, la danza y el cine. Y política: hay momentos destacados de estos diez años decisivos de la posguerra y el rescate de la democracia aquí y en el mundo.

Será un poco más espinoso desentrañar las posiciones de Oswald, que no pecó por el lado de la constancia o la coherencia. En el caleidoscopio de sus puntos de vista destaca su afición a los múltiplos. A estas alturas, casi está saliendo de quince años de militancia en el Partido Comunista y da muestras de ilusiones sobre la participación electoral. la lectura de Teléfono sorprende al lector desprevenido que espera volutas dadaístas: sí pudo rastrearlas, pero no en este formato. La retórica y hasta la grandilocuencia chocan con lo coloquial y con las mordaces fórmulas oswaldianas. Con la ayuda del fino análisis de Vinicius Dantas,[Viii] notamos que Oswald oscila entre una comprensión alarmada de lo que estaba trayendo el paso del país a la era industrial y un atisbo de nostalgia por el pasado rural: después de todo, el alza en los precios del café había subsidiado el estallido del Modernismo. Entre ambos, colocó su optimismo –impermeable a cualquier negación que la realidad pudiera sugerir–, sólidamente anclado en su fe en las utopías que nunca perdió y a las que atribuiría el “progreso técnico”.

La obra de Oswald tampoco puede enmarcarse en las huellas de un proceso evolutivo rectilíneo. Su excelente poesía fluía a borbotones. Sus siete novelas se dividen en una primera trilogía, dos separadas y una segunda trilogía que quedaría inacabada: las trilogías, mucho más convencionales que las separadas. Sin embargo, la primera trilogía se está escribiendo al mismo tiempo que las dos separadas, la “par impar”.[Ex] Como es sabido, Serafines y Miramar constituyen, junto con Macunaíma, el pináculo del nivel experimental alcanzado por la prosa modernista. Más tarde saldrían de su pluma dos novelas de la otra trilogía -planificadas, pero incompletas-, que distan mucho de la vanguardia y están muy por debajo de ese nivel.

Pero, entre uno y otro, incursionó en la dramaturgia, produciendo obras tan transgresoras que tardarían casi medio siglo en llegar al escenario, y aún así porque encontraron en José Celso Martinez Corrêa otro transgresor. Aparentemente, se inclinaba a operar en varios registros, yendo y viniendo, si tomamos como parámetro lo que hacía más avanzado. Al poco tiempo de escribir el “par impar”, realiza, como muestra su biografía, discursos a los trabajadores utilizando el “vos”, porque, con toda seriedad, podría usar un lenguaje retrógrado a pesar del objetivo progresista. Y dejaría inédito, pero contemporáneo a la falta de atrevimiento de la segunda trilogía, uno de los más subversivos de sus escritos, el poema El Santuario del Manglar.

De hecho, aquí van dos libros para todo aquel que quiera deleitarse con los hallazgos de éste que fue la punta de lanza y el enfant terrible del Modernismo, disparando dardos verbales en todas direcciones; y, además de gran escritor, su figura más pintoresca.

 

dos poemas

Entre los logros de la generación modernista está el redescubrimiento de Brasil. Como confiesa Oswald de Andrade, la suya tuvo lugar en Lugar Clichy, en Paris. Esta fue la generación que, además de revolucionar la literatura y las artes, buscó cartografiar el país y su patrimonio. Entre las tareas que realizó se encuentran un viaje a Minas Gerais, en el tren de Blaise Cendrars, para conocer el barroco de Minas Gerais, y las excursiones de Mário de Andrade por el Nordeste y la Amazonía, relatadas en El aprendiz de turista.

Oswald sería también el creador y teórico del movimiento antropofágico, que proponía una relación muy especial con el colonizador, a través de su devorador. El manifiesto del movimiento está atrevidamente firmado y fechado como el “Año 374 de la deglución del obispo Sardinha”, planteando una puja caníbal estudiada en los bancos de las escuelas como hito de fundación anticolonialista.

El redescubrimiento implicó una vuelta a las páginas de cronistas y viajeros, nuestros primeros historiadores, lectura que dejó huellas en muchos escritos, como retrato de brasil por Pablo Prado, Macunaima de Mário de Andrade y las de Oswald; y, más tarde, Murilo Mendes. Un ciclo de pequeños poemas, titulado “História do Brasil”, es parte del primer libro de poesía de Oswald, Pau Brasil (1924). Recortando esas páginas, se sirve de las delicias del lenguaje de los originales y de la cándida percepción de los prodigios del Nuevo Mundo, desde la desnudez de las Indias hasta la improbable pereza.

El poema “Error en portugués”, de 1925, pertenece a un segundo libro, Primer cuaderno de poesía del estudiante Oswald de Andrade (1927):

Error portugués

cuando llegaron los portugueses
bajo una fuerte lluvia
vistió al indio
¡que pena!
era una mañana soleada
el indio había despojado a los portugueses

En él, la aparente espontaneidad coloquial apenas cubre la sofisticación de la obra, exponiendo a los ojos del lector, con notable economía de medios, el enfrentamiento entre dos culturas. Esto expresa la oposición entre los verbos vestir/desvestir, resonando en los pares de opuestos portugués/indio, lluvia/sol, llegado/fosse, todos combinados según dos ejes: hecho/utopía. Así, sarcásticamente, atribuye el poder del colonizador para oprimir al colonizado únicamente al clima –que, dicho sea de paso, fue objeto del gran debate racial que marcó la época. ¿Serán las razas inferiores o mestizas la causa de nuestro atraso, o también el clima tropical? ¿Fue una coincidencia que todos los países blancos ricos estuvieran en el hemisferio norte, o el frío estimuló la laboriosidad?

Nótese también el feliz juego de doble sentido movilizado en el poema. Primero, en las dimensiones concretas y abstractas de la palabra “lástima”, hábilmente exploradas. Luego, el cliché del significado actual del título, donde “portugués” se refiere al idioma, cuando se traslada a las personas, se metamorfosea en un comentario histórico amplio y siniestro.

Otro poema ilustra el extremo opuesto de Oswald, en el libro Pau Brasil (1925):

Atardecer

En el anfiteatro de las montañas
los profetas de aleijadinho
monumentalizar el paisaje
las cúpulas blancas de Passos
y los tocados vueltos hacia arriba de las palmeras
son pasos del arte de mi pais
donde nadie más subió

Biblia de esteatita
bañado en oro de las minas

Como se sabe, la vista desde arriba es la de alguien parado frente y debajo de la iglesia de São Bom Jesus de Matosinhos, en Congonhas do Campo. Inspirado y muy similar al homónimo en la ciudad portuguesa de Braga, ya no se confunde con él, especialmente por los profetas, obra del cincel de Aleijadinho. Aunque en otro libro, el poema es ciertamente el resultado del viaje modernista a las ciudades barrocas de Minas Gerais.

En una métrica más larga y regular que el poema anterior, la estrofa principal se completa con el pareado del más luso-brasileño de los versos, la redondilha mayor, ambos apoyados en la aliteración del mismo fonema, que resuena en el interior. La belleza de la descripción, en su claro trazo visual, elude a la iglesia y elige a las esculturas como agente del arte sobre la naturaleza. Una apreciación subjetiva cierra la estrofa, desplazando la observación aparentemente objetiva hacia un movimiento ascendente que bordea lo sublime. La síntesis extrema del pareado logra reunir todo, la materia prima transfigurada, la percepción de lo sagrado, la historia subyacente.

Sin embargo, lo más curioso del poema es su carácter respetuoso. Mientras que el primero que aquí se presenta es lúdico, irreverente, vanguardista, irregular, anticolonialista, en definitiva un poema-broma, el segundo es solemne, deliberadamente lento, más pausado y regular, respetuoso de la herencia colonial, prácticamente atónito por la belleza de Congonhas. Expresa y transmite una epifanía, que se apoderó del iconoclasta, transmitida por el poder de la experiencia estética. El título puede leerse en dos claves, aludiendo al momento del día pero sobre todo al nivel de consecución, inalcanzable desde entonces.

Es así como el poeta Oswald, ejemplificado en dos de sus poemas más característicos, es capaz de conformar cosas muy distintas, como en el resto de su obra.

*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autora, entre otros libros, de Una doncella-guerrera: un estudio de género (Senac).

Publicado originalmente en el libro leyendo y releyendo (Senac/Oro sobre azul).

 

Notas


[i] Revista Bibliográfica y Cultural, En el. 1, São Paulo, mayo de 1999.

[ii] Congreso Internacional de Escritores y Encuentros Intelectuales, op. cit.

[iii] Antonio Candido, “Libros y Pueblos de Portugal”, veredas 3 – II, Oporto, 2000: “… aún queda por hacer un estudio sobre la influencia que tuvo en el mordaz periodismo de Oswald de Andrade, su asiduo lector en su juventud”.

[iv] Festival Internacional de Cine de 1954, Centro Cultural São Paulo, 2004.

[V] Vera Maria Chalmers, “Dos crónicas inéditas de Oswald de Andrade sobre el festival internacional de cine”, cuadernos cedae, Año I, No. 1, Unicamp.

[VI] Osvaldo de Andrade, Llamada telefónica, Vera Maria Chalmers (Org.), Río de Janeiro, Globo, 2007, 2do. edición, pág. 611 (16 de febrero de 1954).

[Vii] "Carta de Rudá de Andrade”, en Antonio Candido, Varios escritos, São Paulo, Dos Ciudades, 1995, 3ª edición revisada y ampliada.

[Viii] Vinicius Dantas, “El caníbal y el capital”, en Benjamin Abdala Jr. y Salete de Almeida Cara (Eds.), Moderna de nacimiento: figuraciones críticas de Brasil. São Paulo: Boitempo, 2006.

[Ex] Como le llamaba Antonio Cándido.

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