políticas públicas fallidas

Blanca Alaníz, serie Dios en la Tierra, fotografía analógica digitalizada, Ciudad de México, 2019.
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por LUIZ ROBERTO ALVÉS*

Todos asumen que existen políticas públicas en el país para la cultura, el cuidado de la familia, el presupuesto, la educación, la salud, la defensa, el patrimonio, etc. No, no hay. Había

Diariamente escuchamos a locutores y comentaristas de radio, prensa y televisión decir esto o aquello sobre las “políticas públicas”, tanto a los más estudiosos como a los comunicadores que han oído hablar de ellas. Todos asumen que existen políticas públicas en el país para la cultura, el cuidado de la familia, el presupuesto, la educación, la salud, la defensa, el patrimonio, etc. No, no hay. Había.

¿Qué sería lo contrario de una política pública? Probablemente decretos, leyes, ordenanzas, normas, discursos intervencionistas y similares que rigen valores, procedimientos, disposiciones, ideas y tendencias partidistas e ideológicas.

Así como sería imposible hablar de Política Pública en las décadas de 1920 y 1930, en parte aún en la Antigua República, también se torna imposible su existencia, gestión y vigencia en el país del peor gobernante del planeta. En la vieja república, hubo ausencia de acumulación de masa crítica para la formulación, vivencia cotidiana de la gobernabilidad y evaluación de políticas. Una denominación adecuada de lo sucedido fue la realización de la servicio publico, o servicio al público. ¡Y fue un gran problema! Lo bueno en los gobiernos de las distintas instancias de poder no tuvo la magnitud de lo que luego se instituyó como política pública.

Conviene derribar el sentido común sobre la existencia de políticas públicas bajo gobiernos lunáticos. Algunos argumentos del campo de la administración son indispensables.

Draibe (2007, p. 30) sugiere un momento propicio para develar lo social o la política social pública en la acción de Naciones Unidas a favor de prácticas más duraderas y robustas para el desarrollo de las sociedades. Para ello crea una nota en la que ubica el logro de esta relación entre desarrollo y política social para el bien común:

Fue Gunnar Myrdal quien explicó originalmente este concepto de desarrollo social, cuando coordinó, en 1966, en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, el grupo de especialistas encargado de elaborar el estudio sobre la estrategia unificada de desarrollo económico y social. , guiada por cuatro principios básicos: a) que ningún segmento de la población quede al margen del desarrollo y las transformaciones sociales; b) que el crecimiento sea objeto de la movilización de amplias capas de la población y que se asegure su participación en el proceso de desarrollo; c) que se considere igualmente la equidad social en términos de ética y eficiencia económica yd) que se dé alta prioridad al desarrollo del potencial humano, especialmente de la niñez, evitando la desnutrición temprana, brindando servicios de salud y garantizándoles la igualdad de oportunidades.

Para Draibe, la piedra de toque del equipo de Myrdal está abierta a otras manifestaciones multilaterales, como la Declaración Mundial sobre la Protección de la Infancia (1990), la Cumbre de Desarrollo Social de Copenhague (1995), los Objetivos del Milenio, etc.

El texto lapidario, que tiene que ver con las conceptualizaciones recientes de Política Pública/Social, se encuentra con el texto de Capella (2007, p. 93), para quien estudia pospositivistas desde el campo de las políticas “buscan mostrar que el proceso de formulación de políticas está más cerca del campo de las ideas, la argumentación y la discusión que de las técnicas formales de resolución de problemas”. Así, Capella (p. 95) puede afirmar que:

En determinadas circunstancias, estas tres corrientes -problemas, soluciones y dinámicas políticas- se conjugan, generando una oportunidad para cambiar la agenda (ajuste de agenda, o establecimiento de agenda). En ese momento, se reconoce un problema, se dispone de una solución y las condiciones políticas hacen que el momento sea propicio para el cambio, permitiendo la convergencia entre las tres corrientes y permitiendo que los temas se eleven a la agenda.

Por su parte, Souza (2007:72-73) resume bien este movimiento:

*la política pública permite distinguir entre lo que el gobierno pretende hacer y lo que realmente hace;

*la política pública involucra diversos actores y niveles de decisión, aunque se materializa en los gobiernos, y no necesariamente se restringe a actores formales, ya que los informales también son importantes;

*la política pública es integral y no se limita a leyes y normas;

*la política pública es una acción intencional, con objetivos a alcanzar;

*la política pública, aunque tiene impactos de corto plazo, es una política de largo plazo;

*la política pública implica procesos posteriores a su decisión y propuesta, es decir, implica también implementación, ejecución y evaluación;

*los estudios sobre política pública per se se enfocan en los procesos, los actores y la construcción de reglas, diferenciándose de los estudios sobre política social, que se enfocan en las consecuencias y resultados de la política.

Draibe nos muestra que las políticas sociales se revelan en medio de los debates sobre el desarrollo en los años sesenta. Es cierto que Laswell (1960) introdujo la expresión análisis de políticas bien antes. Sin embargo, como explica Souza, se trataba de crear una relación entre el conocimiento científico y la producción empírica de los gobiernos. En cuanto a la política cultural, desde la fundación de la UNESCO se han realizado conferencias que avanzan en el concepto de política cultural.

Ciertamente, la Constitución Ciudadana (pese a que, hoy, está más agujereada y remendada que el tablero de tiro/álvaro en Adoniram) infunde significados asociados de políticas para el bien común, ordena formas de gobierno, propone consejos, arreglos económicos y político regional con potencial innovador y, de esta manera, establece un nuevo discurso político para el público, para la gente. Ocurre, en consecuencia, que sólo las gobernaciones -y no los gobiernos- crean políticas, porque la tríada gobierno, organizaciones e instituciones de cooperación social y sectores de producción, distribución y consumo de la ciudad/región adquiere una escala de participación, lectura de la realidad y derecho a intervenir en la distribución del presupuesto según criterios más justos.

Por lo tanto, después de 1988, se llevó a cabo una serie de arreglos de formulación de políticas, más a nivel local y regional. En cuanto a los gobiernos centrales, es indispensable que tengan estadistas a la cabeza, pues la virtud resultante de la postura forja un servicio civil de segundo y tercer escalafón con las cualidades necesarias para coordinar múltiples procedimientos que garanticen políticas a la ciudadanía. Tales políticas no son una cuadrícula de contenidos: salud, presupuesto, transporte, cultura, asistencia, saneamiento, educación. Por el contrario, son una construcción de valores desde su formulación hasta su evaluación y mejora.

Nada de eso existe en el gobierno de la siniestra figura. De esta manera no hay políticas. Hay proyectos, segmentos de acciones previas, normalización de conductas, funcionalismo y burocracia que se ocupan de las obligaciones gubernamentales en la forma de ver, saber y sentir. Uno de sus resultados es la muerte injusta y absurda de más de la mitad de las que las familias brasileñas perdieron por el Sars Cov 2.

Esta sería la gran política pública brasileña a partir de febrero de 2020, con un amplio movimiento de gobernabilidad e intensa participación popular y empresarial. Fruto de estas fuerzas serían posibles acciones de cierre social, apoyo decisivo a los empresarios empobrecidos y necesitados y una gran valorización de la educación y la cultura como lugares de construcción simbólica para una vida más feliz y más bella.

Nada de eso se hizo. Por todo esto, un influencer responsable no puede hablar de lo que no existe, de las políticas públicas A y B. Hay que darle nombres adecuados a la realidad, porque ya es demasiado para este pueblo que sufre -y eso muchas veces, como sugiere Paulo Freire, asume la ideología del dominante – la irresponsabilidad discursiva de personas que serían responsables de la dirección política y, después de todo, se comportaron como fieles amigos de la muerte y la desesperación. Estos se encuentran, por racimo, en los tres poderes de la triste república.

Si es posible decir en qué ocasiones se desarrollaron formas de gobernanza capaces de instituir políticas públicas en obediencia creativa a la CF 1988, no hay duda. Comenzaron en el gobierno de la FHC y se desarrollaron ampliamente en el gobierno de Lula. Este texto pretende expresar un pensamiento técnico-científico y, por tanto, nada debe al discurso de un estrado o tribuna de cámaras y senados. Nada pasó en Collor, intentos en Itamar, aperturas importantes en FHC y construcción de abundancia en Lula, cayendo mucho en secuencia hasta llegar a la nada.

En FHC existen políticas efectivas de cultura, educación y procesos económicos en formato liberal, que a la vez asocian el universo simbólico a los dictados del mercado y son capaces de abrirse a derechos hasta ahora desconocidos, como se ve con leyes que dinamizan la actividad cultural y una preparación para universalizar los derechos en la educación.

En el gobierno de Lula, los grandes hacedores de política fueron intelectuales y especialistas del segundo y tercer escalafón de la función pública, que insistieron en superar el gobierno todavía liberal y desarrollista en el que se encontraban. Trabajaron como militantes al servicio de conferencias locales, regionales, estatales y nacionales, cuyos resultados, escritos por muchas manos, permitirían gobernar el país -y bien- hasta el año 2050. Ciertamente, con una lectura inteligente de las nuevas realidades, cambios legales y discursos propios. Esto se aplica a todos los campos del conocimiento y la práctica, desde la cultura que brilla hasta el alcantarillado sanitario que nadie ve. Todo fue un inmenso proceso de construcción cultural. En ella, la sistematización del núcleo mismo que forma la cultura, que es la educación, creció como política pública y llegó hasta los confines del sistema donde habitan los pueblos periféricos, ribereños, nómadas, quilombolas, indígenas. Estas personas ayudaron a redactar las políticas. Cuando no tienen derecho a hacerlo, es política. no existe Tanta sabiduría tiene un obrero en edificar su casa como el arquitecto que entrará con la ciencia constructiva. Al fin y al cabo, es su casa la que se encuentra en la retina del cerebro, en un eficaz proceso constructivo.

Pues lo que hace hoy el gobierno demente es asesinar lo que aún tenía visos de política pública en su forma de concebir, implementar y evaluar. Cuenta con el apoyo sumiso y felpudo de los distintos niveles de gobierno, cada uno pegado a la boca, como le gusta al lunático. Del norte al sur del país, movimientos en defensa y reconstrucción de lo que queda, o en busca de lo “nuevo”, buscan organizarse. Los movimientos más hermosos y fuertes se ubican entre los trabajadores rurales, en la lucha ecológico-ambiental, en los espacios culturales indígenas y quilombolas, en las pequeñas empresas de trabajo y renta. El movimiento cultural está en un aprieto y el campo de la educación está repleto de teorías en competencia y, después de todo, tiene dificultades incluso para analizar y explicar las razones del marco tecnológico que está asesinando a la pedagogía y la didáctica, campos de conocimiento que son indispensables para hacer la educación como proyecto de autonomía, libertad y ciudadanía. El relativismo de los teóricos de la educación es brutal. También es útil para meras conversaciones, para vida por el momento el MEC no existe. Se evaporó. ¡Viva el MEC renacido y vigoroso post 2022! Viva el Plan Nacional de Educación, mortinho da silva, en el que docentes y maestras, estudiantes y alumnas tienen derechos reales, ahora también frustrados.

Las personas influyentes y los profesionales de los medios podrían ayudar a criticar el colapso de la política. Por el contrario, al intentar señalar que conocen el concepto, repiten y repiten cosas inconexas de las políticas públicas, lo que trae agua al molino bolsonarista. En primer lugar, por demostrar una realidad supuestamente factible que, al perder sus símbolos, murió asfixiada por los locos de la república. Los idiomas no pueden perder los símbolos. Del mismo modo, la reproducción de lo inexistente sugiere un país normal, pero aquí no hay casi nada de normal. Mucho menos política. Incluso cuando son críticos con el gobierno, muchos influencers hacen una trabajo muerto, porque no van a la raíz de las contradicciones del gobierno demente. Así, actúan como redentores del mal y colaboran con la obsesión del lunático, 2022.

En el mismo año en que comenzaremos a conmemorar la era modernista extraordinaria, controvertida y creativa que comenzó en 1922. ¡Dios me ayude!

*Luis Roberto Alves es profesor titular de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP.

 

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