Política de ciencia, tecnología e innovación: parte 2

Imagen: Chokniti Khongchum
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por RENATO DAGNINO*

Consideraciones sobre la V Conferencia Nacional de CTI

Este artículo sigue, como segunda parte, una publicado recientemente en el sitio web la tierra es redonda centrándose en los eventos preparatorios de la V Conferencia Nacional de CTI. Como allí se explica, la separación del texto original en estas dos partes se debió a su tamaño. Pero también interpreto lo que discuto aquí – la Conferencia Temática sobre Cooperación Universidad-Empresa, que tuvo lugar en la Fapesp, la mañana del 5 de marzo – como un parteaguas en la forma en que debemos analizar y, ojalá, desarrollar nuestro PCTI.

Elaborado por las mismas autoridades que 11 días antes habían organizado la Jornada Estatal de CTI, la Jornada de Cooperación Universidad-Empresa representa, en mi opinión, un punto de inflexión con relación al pasado. En particular, lo ocurrido en eventos anteriores, cuando una vez más se reafirmó el diagnóstico sexagenario de la élite científica y “sus” tecnócratas que hegemonizan el PCTI, que entiende la escasa relación universidad-empresa (UE) como principal problema. de nuestro entorno de CTI, y su incremento, como principal desafío.

Un diagnóstico que, resumiendo la visión crítica que han formulado los analistas de izquierda del PCTI, entre los que me incluyo, había sido cuestionado (ver aquí) 24 días antes de la celebración de la Jornada de Cooperación Universidad-Empresa.

El hecho de que, en esta Conferencia, los expertos explicaran la realidad de nuestro entorno de producción-investigación de una manera radicalmente distinta de la dominante, y significativamente cercana a la que resumo en este artículo, es lo que motiva lo que ahora escribo.

Para quien quiera saber más sobre este diagnóstico, recomiendo el artículo anterior, el parte 1. Y para quienes ya lo conocen y lo critican, y les interesa saber por qué considero que estamos ante una oportunidad de virar nuestra política cognitiva hacia la izquierda, recomiendo consultar sus apartados iniciales: Presentación e Introducción.

Punto de inflexion

La Jornada de Cooperación Universidad-Empresa, evento preparado por los mismos que organizaron el Seminario Estatal, marca, como dije al principio, un “punto de inflexión” en la interpretación oficial del PCTI. Y, como resultado, podría resultar un hito en el desarrollo de esta política. A continuación comento lo que vi en vivo y luego, más de una vez, revisé la grabación (disponible aquí).

La primera mesa reunió los dos polos de la relación o cooperación. El primero, representado por un universidad de investigación especialmente abierta a ella, Unicamp. En voz de su rector, Antônio Meirelles,[i] Se destacó lo que se ha hecho y lo que se pretende hacer al respecto.

En línea con la orientación “empresarial”, destacó el papel de la Unicamp en la implementación de un “Hub Internacional para el Desarrollo Sostenible (HIDS) diseñado para ser un distrito de innovación inteligente de cuarta generación dedicado a generar soluciones para los desafíos del desarrollo sostenible. Con universidades, centros de investigación, empresas, startups, emprendedores, inversionistas, autoridades públicas y la comunidad interactuando en un territorio de uso mixto, con laboratorios, oficinas, comercio, industria y residencias”.

El segundo polo estuvo representado por tres participantes (una empresa multinacional, una empresa “semiestatal” y una pequeña, intensiva en conocimientos tecnocientíficos e insertada en el entorno americano). Su discurso se alineó con la orientación “transferencial”.

Apareció, y luego fue retomada por muchos otros participantes, una denuncia sobre un clima hostil y prejuicioso que imperaba en la universidad pública respecto de la relación Universidad-Empresa y un llamado a apoyar un cambio hacia la “modernización” de la que, en luz de y las mejores prácticas internacionales, sería una mentalidad atrasada.

Cierro aquí mi comentario sobre esta tabla ya que, al contrario de lo ocurrido el lunes, no presentó ninguna información nueva sobre el tema que me interesa abordar aquí.

Por lo mismo tampoco comentaré la tercera tabla. Reunió, en palabras del organizador del evento, Carlos Américo Pacheco,[ii] quien también fue el principal responsable de preparar el Seminario Estatal, el “Organismos de intermediación Universidad-Empresa o entornos de innovación”. Estuvieron presentes representantes de Cietec-SP y Sebrae, quienes informaron sobre los logros de sus entidades (se esperaba la presencia de Embrapii).

La segunda tabla, ésta, merece ser comentada en detalle. Comenzó con un discurso de un respetado miembro de la élite científica, Carlos Brito Cruz,[iii] quien, luego de dedicarse a la gestión y análisis del PCT, actualmente trabaja en una importante organización privada extranjera relacionada con el área CTI. Sobre el tema que me interesa analizar, se refirió a que “hay que evitar repetir políticas que no han funcionado, que es lo que venimos haciendo desde el año 2000”, y que “no han logrado que las empresas realicen más I+D e innovación”.

Si bien como directivo público fue partidario de la orientación “emprendedora”, aquí se alineó con la orientación “transferenciar”. Incluso dijo que sería deber del Estado “crear un ambiente que estimule/facilite (en ciertos lugares del mundo pondría otra barrera, que obliga a las empresas a hacer I+D y ser competitivas globalmente)”.

La segunda expositora fue la analista más prestigiosa del momento de nuestro PCTI, Fernanda De Negri.[iv] Considero su presentación y los comentarios posteriores de la organizadora del evento, quien como ella era estudiante de nuestro centro universitario más importante y que irradia cultura de innovación, como algo que podría ser un parteaguas en la preparación del PCTI.[V] Me parece que han proporcionado elementos para catalizar un “punto de inflexión” en la interpretación oficial de esta política.

Puntos que denotan el “giro”

De la exposición de Fernanda De Negri y Carlos Pacheco destacaré algunos puntos que demuestran mi impresión. Al hacerlo, mostraré muy brevemente que expresaron una opinión que concuerda con lo que han señalado los investigadores en estudios CTS, incluido yo mismo, durante mucho tiempo.

La primera: lo mencionó al inicio de su presentación cuando dijo que haría un comunicado “en contra”.

Ella dijo: “contrariamente a lo que escucho, la interacción Universidad-Empresa no es el mayor cuello de botella en el sistema de innovación brasileño”. No dijo, pero se dio a entender, que está usando el término interacción con el significado que tiene dentro de la narrativa de la élite científica. Es decir, un flujo de conocimiento incorpóreo producido en la universidad hacia la empresa. Lo cual, a diferencia de lo que ocurre en esta narrativa, detallé en la Introducción de este texto.

Esta afirmación, que luego sería repetida por el organizador del evento, como otras que comento en los puntos siguientes, no expresa simplemente una visión contraria a lo que “escuchan” decir a estos dos analistas. Lo que dijeron también contradecía mucho de lo que habían escrito y hablado hasta entonces; y practicados como participantes en los momentos de preparación (formulación, implementación y evaluación) del PCTI.

El segundo punto fue mencionado después de una referencia, que según ella se incluye para cumplir con una especie de tradición, al bajo número de investigadores formados aquí por cada millón de habitantes.

El gráfico que presentó sirvió para introducir la nota crítica que hizo, contradiciendo la narrativa hegemónica, dado que es aceptada sin reservas por los demás actores involucrados con el PCTI, la élite científica y “sus” tecnócratas. El mantra de que tenemos que formar más maestros y doctores, hacer más investigación de vanguardia, publicar más, “invertir” un mayor porcentaje del PIB en ciencia y tecnología, etc. le preguntaron...

Con el lenguaje franco que caracterizó su presentación, llamó la atención sobre el hecho de que “si mucha más gente se gradúa, no tendrán trabajo”. Y añadió, probablemente para mayor asombro de quienes todavía se alinean con el oferente lineal y quizá implícitamente refiriéndose al Programa de Repatriación de Talentos: “si empezamos a formar muchos médicos, no habrá trabajo para nadie y la gente se va”. para Estados Unidos”.

Nuevamente aquí proporciona elementos para pensar en el surgimiento de un “punto de inflexión” al referirse a lo que ha sido señalado reiteradamente por analistas, entre los que me incluyo, sobre el hecho de que la empresa contrata una porción muy pequeña de investigadores formados en la universidad. Por tanto, el éxodo de los cerebros hacia territorios distintos a aquellos para los que fueron formados es una característica estructural e incluso fundacional, a pesar de ser reconocida por muchos analistas, incluido yo mismo, de nuestro sistema de ITS.

Como he repetido a lo largo de los últimos años, estoy de acuerdo con ella. Para ilustrar, me remito a lo que escribí en el artículo que cito al inicio de este texto, casualmente publicado menos de un mes antes de este evento: “… a diferencia de las empresas que operan en EE.UU., que absorben más del 50% de los másteres y doctores formados en ciencias duras para realizar I+D, aquí las empresas contratan a menos del 1% de nuestros empleados”.[VI]

Ahora bien, al comentar este punto recordé un episodio anecdótico ocurrido hace años. En un artículo en el que criticaba un comentario que hice sobre la racionalidad del comportamiento de los empresarios, Fernanda de Negri me reprochó que lo tomara como una especie de consejo que se les debería dar. En él repetía lo que escuché hace más de cuatro décadas del sabio Jorge Sábato, que hay tres buenos negocios con tecnología, comprar, copiar y robar, y que ninguna empresa o país ha desarrollado ni desarrollará tecnología si puede hacer una. de estos tres.[Vii]

El tercer punto se refiere a que el gasto en I+D que realizan las empresas de los países centrales se concentra en la propia empresa y que la parte que se aplica a las universidades es muy pequeña. Con ayuda de gráficos demostró que el Estado financia la investigación en las universidades norteamericanas. Y la parte correspondiente a recursos empresariales es sólo el 6% de lo que gastan en investigación.

En su lenguaje franco, dijo: lo que la empresa gasta en actividades conjuntas con la universidad es “una parte muy pequeña de lo que gasta en investigación”. Con base en esta información, concluyó este punto diciendo que la información empírica existente es suficiente “para demostrar que la interacción universidad-empresa es importante, pero no es el factor más relevante para explicar el éxito de la innovación de un país”.

Una vez más, para mostrar cuánto estoy de acuerdo con ella, me limito a lo que aparece, resumiendo lo que he escrito en varios lugares, en un extracto de mi artículo publicado unos días antes: “…no es realista pensar que, a diferencia de Estados Unidos, Las empresas, que destinan sólo el 1% de lo que gastan en I+D a proyectos con universidades y, por tanto, contribuyen sólo con una parte insignificante del presupuesto universitario.[Viii], los ubicados aquí podrían liderar, si se implementan, las recomendaciones hechas por los dos actores[Ex], a la relación Universidad-Empresa deseada por ellos”.

El cuarto punto se refiere a las patentes universitarias. El hecho de que “de los veinte principales solicitantes de patentes, dos sean empresas y el resto universidades”, fue señalado por ella como una “distorsión” del caso brasileño derivada del “diagnóstico de que la relación Universidad-Empresa es el principal problema de la innovación en Brasil”.

Y continuó: “creamos un sistema donde las patentes se convirtieron en una métrica de desempeño para las universidades”. En tono éticamente crítico ante este sistema de inducción de comportamientos pro-patentes de los investigadores, y basándose en un estudio que realizó comparando el MIT y la Unicamp, agregó: “hemos creado una distorsión: muchas patentes que no se transfieren a nadie ". Según ella, registramos cosas que no son patentables y tenemos patentes universitarias sobre cosas que no deberían ser patentadas.

El artículo que vengo citando reiteradamente, al contrario de lo que venimos haciendo desde hace tiempo en otros trabajos, no aborda esta cuestión. Ainda assim, ele indica que “… não será gastando mais com seus arranjos corporativos e induzindo seu pessoal a pesquisar o que rende patentes (que tão somente aumentam seu prestígio) que será possível gerar a escala que pretendem para produzir a “virtuosa” relação Universidade -Empresa".[X]

Avanzando en relación a lo dicho por el ponente, hemos insistido en que el arreglo institucional de patentes en nuestras universidades no tiene como objetivo aumentar el conocimiento transmitido a las empresas. Su objetivo es valorar y honrar, en mi opinión de forma artificial y nociva, la carrera de los docentes y, en particular, de los “investigadores emprendedores”. Así, mediante el uso “fabricado” de un indicador que en los países centrales (donde más del 90% de las patentes son presentadas por empresas) se utiliza para medir (y comparar internacionalmente) comportamientos considerados virtuosos, se pretende dar a entender que el PCTI implementado ha sido exitoso.

Por ello, y siguiendo con una observación de Carlos Pacheco, no es posible aceptar la idea de que “la comunidad investigadora aceptó la métrica de las patentes y comenzó a actuar de acuerdo con ella”. Parece ignorar que esta regulación provino precisamente de la élite científica que hegemoniza el PCTI con el objetivo de demostrar su corrección y legitimarse frente a la tecnocracia que comparte con él la visión lineal-oferta. Y, por tanto, la implementación de la medida ya estaba prácticamente asegurada puesto que su formulación redundaba en interés del actor político que la implementó. Sería importante decirles a los más jóvenes que una de las razones que llevaron a este “patentamiento forzoso” en la universidad, que va en contra de la experiencia internacional, fue la comparación de las curvas de las publicaciones científicas y de las patentes que retrataban, desde los años 1970 en adelante, El desempeño simétrico de Brasil y Corea del Sur.

Más adelante, al referirse a un Informe de la OCDE de 2002 que había visto hace algún tiempo, Carlos Pacheco añadió un elemento importante para corroborar el argumento de Fernanda De Negri. Se encontraba la figura de una pirámide que indicaba la importancia relativa de las modalidades de interacción Universidad-Empresa que tenía como base la contratación de investigadores por parte de la empresa. Y sucesivamente, con menor importancia, aparecieron las relaciones informales, el flujo de profesionales entre la empresa y la universidad, los congresos, el uso conjunto de laboratorios, etc. Y sólo en la cima de la pirámide apareció la investigación encargada por la empresa a la universidad.

Conclusión

Para concluir, me gustaría resaltar que si bien en el evento aparecieron las habituales afirmaciones de que “es difícil entender las razones por las que los empresarios no realizan investigaciones”, que “debería haber una ley que obligue a las empresas a realizar investigaciones”. , que “hay que convencer a los empresarios para que investiguen”, que “hay que hacer entender a la empresa lo que puede ganar de su relación con la universidad”, que “hay que superar el clima hostil y prejuicioso respecto a la Universidad- Empresa”, no hubo duda entre los presentes de la opinión de estos dos participantes.

No fue objetado que afirmaron que la relación Universidad-Empresa, en palabras de Fernanda De Negri, no era “el gran cuello de botella del sistema de innovación brasileño”. La negación de que la escasa relación era el problema central de nuestro CTI, aunque contradecía la poderosa coalición de defensa formada por “científicos” e “investigadores emprendedores”, no fue cuestionada.

Su enunciado implica un cambio sustantivo en cuanto a la institucionalidad, la orientación imitativa hacia el Norte de las agendas de docencia, investigación y extensión de nuestras instituciones, la inducción al patentamiento, etc., todo lo cual hasta ahora ha estado encaminado a satisfacer lo que el PCTI afirma ser las necesidades de la empresa local. Y abre la discusión sobre qué socios debe buscar la universidad para guiar su trabajo.

Como señalé, la aceptación de cosas que se repiten desde hace mucho tiempo en otros ámbitos sobre nuestras “problemáticas”, quizás podría desencadenar el debate sobre las “soluciones”. Pero, al concluir parte 1, escribí “A aquellos que, ansiosos por la “solución”, quisieran que les prometiera que la presentaría en la parte 2, lamento decepcionarlos. Si lo que voy a discutir allí, la toma de conciencia de lo que esa pequeña comunidad de analistas de izquierda del PCTI viene produciendo, de hecho está comenzando, será responsabilidad de ellos concebirlo”.

Aun así, al retomar elementos de esta “solucionalidad” anclada en el concepto de Tecnociencia Solidaria y la propuesta de reindustrialización solidaria, que allí se han discutido, sugiero otra artículo publicado en el sitio web la tierra es redonda lo que puede servir de provocación para continuar el debate.:. Se hace eco del Congreso Libre sobre Tecnociencia Solidaria y Plataformatización de la Sociedad celebrado el pasado 17 de abril, buscando colocar en el orden del día del V Congreso estos dos temas hasta ahora ausentes, por su incipiencia en nuestro entorno y su carácter contrahegemónico. , en las decenas de hechos similares que han ido sacudiendo y galvanizando a los involucrados con el tema.

*Renato Dagnino Es profesor del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Tecnociencia Solidaria, un manual estratégico (luchas contra el capital).

Para leer el primer artículo de esta serie, haga clic en https://dpp.cce.myftpupload.com/politica-de-ciencia-tecnologia-e-inovacao/

Notas


[i] Actual decano de la Unicamp, ingeniero en alimentos y posgraduado en la Facultad de Ingeniería de Alimentos y en el Instituto de Economía de la Unicamp.

[ii] Director-presidente del Consejo Técnico-Administrativo de la Fapesp, ingeniero del ITA, posgraduado en el IE/Unicamp y profesor del mismo y del DPCT del IG/Unicamp, ex secretario ejecutivo del MCTI, ex subsecretario de la Secretaría de Desarrollo Económico del Estado de São Paulo, ex decano del ITA y ex director general del CNPEM)

[iii] Vicepresidente Senior de Redes de Investigación de Elsevier, ingeniero del ITA, posgraduado del IF/Unicamp y profesor allí. Fue rector de la Unicamp, es miembro de la Academia Brasileña de Ciencias y recibió la Orden Nacional al Mérito Científico.

[iv] Directora de Estudios Sectoriales del Ipea, economista con posgrado en el IE/Unicamp y posdoctorado en el MIT y Harvard, fue asesora del MIDIC del MCTI.

[V] Es interesante señalar en este sentido que las otras dos personalidades ya mencionadas que participaron del evento también fueron influenciadas intelectualmente por la visión innovacionista hegemónica de la Unicamp. Ya sea por su familiaridad académica con el tema, en el IE y en el DPCT de la Unicamp, o por su proximidad a los órganos responsables de su “política de innovación”, con su Agencia de Innovación.

[VI] Em https://jornalggn.com.br/industria/conversando-sobre-a-nova-industria-brasil-por-renato-dagnino/, afirmé que “entre 2006 y 2008, cuando la economía estaba “en auge” y los empresarios ganaban mucho dinero, la corriente innovacionista esperaba que contrataran a los maestros y doctores que durante más de cinco décadas nos dedicamos diligentemente a formar en ciencia dura. Nos graduamos, entonces, siguiendo los cánones de las universidades de los países centrales, treinta mil por año: noventa mil en tres años. Si estuvieran en EE.UU., se habrían contratado alrededor de sesenta mil para hacer I+D en empresas; Después de todo, para eso están entrenados en todo el mundo. El hecho de que, según PINTEC, sólo sesenta y ocho personas fueran contratadas para llevar a cabo I+D en nuestras empresas innovadoras, y que prefieran innovar adquiriendo el conocimiento existente, debería crear una profunda crisis existencial entre los responsables de las políticas cognitivas. En lugar de formar investigadores, deberían tomar un atajo espinoso y doloroso: formar buenos compradores de conocimiento”.

[Vii] En el mismo artículo, evidenciando lo que nos dijo Sabato, escribí: “Según PINTEC, la respuesta de las empresas innovadoras a la asignación de recursos públicos a la I+D empresarial no ha sido simplemente desperdiciada. Ha llevado a una disminución relativa de su propio gasto, replicando el fenómeno de desplazamiento que ocurre en otras áreas de las políticas públicas que involucran a las empresas.

La misma fuente indica que entre las cinco actividades innovadoras enumeradas por el Manual de Oslo, que obviamente incluyen la I+D interna, el 80% de esas empresas declaran optar sistemáticamente por la adquisición de maquinaria y equipos”.

[Viii] Esta parte de los contratos de investigación con empresas, como he estimado, cubre sólo alrededor del 1% del coste total de la universidad americana (aunque hay excepciones, como el MIT, donde alcanza el 20% de su presupuesto). En el caso de Brasil, aunque, como mencionó Fernanda De Negri en su presentación, no tenemos estadísticas al respecto, un estudio que realizamos en la Unicamp – “nuestro MIT” – mostró que ese porcentaje es similar al promedio estadounidense, de 1%.

[Ex] Me refiero aquí a los dos actores, el “científico” y el “investigador empresarial” que caricaturizo en ese artículo.

[X] Lo que me ha llevado a argumentar, oponiéndome al actor “investigador emprendedor” que defiende el gasto de la universidad pública en el mantenimiento de lo que ellos llaman incubadoras de empresas, que le resultaría muy difícil incrementar sus recursos de esta manera.


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