por PAULO VANNUCHI*
Ni un día más de complacencia, letargo, apatía, omisión o indiferencia ante la brutalidad policial
Es escalofriante ver la terrible coincidencia de fechas. Sólo dos años separan, precisamente, dos asesinatos bajo tortura. El 25 de mayo de 2020, usando su propia rodilla como un vil garrote, el policía estadounidense Derek Chauvin ejecutó extrajudicialmente a George Floyd.
El mismo 25 de mayo, Brasil, Sergipe, 2022, policías criminales improvisan una pequeña cámara de gas en su vehículo para eliminar a Genivaldo de Jesus Santos. Los dos asesinados eran afroamericanos. Uno estadounidense, el otro brasileño. Nadie sabe si Genivaldo logró repetir aquellas palabras que aún asfixian nuestra memoria: “No puedo respirar”.
Lo que todos saben es que la brutalidad filmada en Estados Unidos generó una enorme ola de indignación y protestas, lo que contribuyó en gran medida a la derrota de Donald Trump en las siguientes elecciones. Nadie sabe si habrá un repudio comparable en Brasil. O si, aquí, la sociedad y los poderes públicos asimilarán la banalización del mal, permaneciendo indiferentes, inertes y cómplices.
La constatación de que el asesinato de Sergipe relegó a un segundo plano otra tragedia bolsonarista, ocurrida 24 horas antes, en la comunidad de Vila Cruzeiro -la periferia pobre de la ciudad más bella de Brasil- ocupada por tropas de asalto que dejaron un rastro de pieles debería también ser escalofriante menos 23 muertos.
Em ambos os casos, foi chocante a gravíssima atuação da Polícia Rodoviária Federal, uma corporação que, no período anterior ao golpe de 2016, percorria o bom caminho de converter-se numa força eficiente, bem equipada e rigorosa, mas comprometida com o respeito aos Derechos humanos.
Artículo publicado por Brasil de traje recuerda que este policía ya había participado en al menos otros tres episodios similares, en el último período, configurando un escandaloso desvío de función. A Globo recordó, en Fantástico, que al menos otras 18 personas ya habían sido víctimas de una conducta truculenta por parte de la Policía Federal de Caminos.
¿Qué país es este? Es un país peligrosamente dividido en dos bloques. Aplauden esta espiral de violencia y la licencia de los policías para matar antes de investigar, los partidarios de un presidente que sueña con una nueva dictadura y reitera su determinación de no respetar el voto popular en las próximas elecciones. Por otro lado, la mayoría ciudadana crece en las encuestas, buscando la mejor solución para que Brasil se una nuevamente bajo el manto civilizador de la Carta Magna de 1988.
En la Constitución que Ulises Guimarães nombró ciudadano, la PRF es mencionada sólo en el artículo 144, que dice en forma breve y atrevida: “La Policía Federal de Carreteras, cuerpo permanente, organizado y mantenido por la Unión y estructurado en carrera, es destinado, en forma de ley, al patrullaje ostensible de las carreteras federales”. Todo lo que se escape de este texto claro y directo no es más que una fabricación cargada de oscuras intenciones.
¿Por qué oscuras razones los actuales líderes de esta Policía aceptan o alientan este camino? ¿Estarían eventualmente envueltos en el mismo delirio golpista que el presidente? ¿Estaban siendo entrenados o seducidos para aventuras dictatoriales? ¿Por qué motivos ulteriores, a principios de mayo, el titular de la corporación extinguió las Comisiones de Derechos Humanos creadas en cada Superintendencia Regional en 2008, provocando la inmediata interpelación del Ministerio Público Federal en Goiás?
Hubo un tiempo, no hace mucho, en que esta Policía avanzaba en sentido contrario. Vale la pena recordar. En la misma fecha y en la misma ceremonia donde el presidente Lula presentó a Brasil el PNDH-3, tan polémico por establecer la creación de una Comisión Nacional de la Verdad para investigar las violaciones durante el período dictatorial, el director general de la Policía Federal de Carreteras, Helio Derene , recibió el premio nacional de derechos humanos en la categoría Seguridad Ciudadana.
Era el 21 de diciembre de 2009 y este homenaje respondía a la meritoria participación de esta policía en los operativos de combate al trabajo esclavo y también en la movilización nacional para enfrentar la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, así como la trata de adultos para cualquier otra razon.
Quien le entregó este galardón, entre fuertes aplausos, fue el ministro de Justicia Tarso Genro. Minutos después, en la categoría Derecho a la Memoria ya la Verdad, le correspondió a la ministra Dilma Roussef entregar el mismo premio a su compañera de resistencia durante su juventud en Belo Horizonte, Inês Etienne Romeu. Inês fue la única sobreviviente de la Casa de la Muerte, en Petrópolis, donde sufrió brutales torturas, siendo abusada sexualmente por los mismos criminales que el actual presidente honra en la figura del coronel Ustra.
Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando la presidenta Dilma valientemente nombró a cierta patrullera, Alice, como directora general. La primera mujer en comandar la Policía Federal de Carreteras, Maria Alice Nascimento Souza, también recibiría, en 2012, por los mismos méritos, el premio João Canuto conferido a la UFRJ por el Movimiento de Derechos Humanos/MHuD. João Canuto fue ejecutado en 1985, con 14 tiros, por las milicias ruralistas de Pará, cuando era presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Rio María.
El MHuD es una entidad que reúne a importantes defensores de los derechos humanos en Río de Janeiro, como el padre Ricardo Rezende, quien fue el encargado de enterrar a ese líder sindical, así como artistas como Wagner Moura, Camila Pitanga, Letícia Sabatella y Dira Paes, que hoy visita nuestras casas como Filó de la telenovela Pantanal.
Si tenemos curiosidad de volver a tiempos aún más lejanos, leemos en una publicación oficial de la PRF, conmemorando el 90 aniversario de su existencia, que fue creada en 1928, cuando era presidente Washington Luís, llamándose Policía de los Caminos. . El primero de sus patrulleros, apodado Turquinho, recibiría del ingeniero jefe de la Comisión de Carreteras, nada menos que Yedo Fiuzza, candidato presidencial en 1945 por el Partido Comunista, la determinación de organizar la vigilancia en el Rio-Petrópolis, Rio-São Paulo Carreteras y Unión e Industria.
Está escrito en el libro: “En esa época, las fuertes lluvias requirieron mejor señalización y desvío de tramos, incluso el uso de lámparas rojas en la noche”. En resumen, el PRF nació hace casi 100 años para defender la vida, piedra angular de todos los principios, leyes y tratados sobre Derechos Humanos. Hace diez años, participó en valientes operaciones relacionadas con la defensa de estos derechos y recibió premios por ello. ¿Por qué motivos se han ido convirtiendo, en el gobierno de Bolsonaro, en un mensajero más descontrolado de la muerte? ¿Cómo revertir este revés?
La respuesta sólo puede ser una citación de extrema urgencia. Una más. Dirigida a cada uno de nosotros ya todas las personas que están presentes en los poderes de la República –desde el municipio hasta la Unión–, así como a todas las organizaciones, entidades y movimientos populares que componen la rica sociedad civil brasileña. Ni un día más de complacencia, letargo, apatía, omisión o indiferencia.
Bien es cierto que el calendario nacional reserva para octubre una oportunidad especial para cambiar todo este clima de violencia estimulada. Es hora de que las urnas ya no elijan a un presidente que defiende el odio, la tortura, el poder superior de las armas y la violencia. Nunca más.
Pero octubre y enero todavía están demasiado lejos para que podamos esperar sin reaccionar con la misma indignación que mostró el pueblo estadounidense cuando George Floyd fue asesinado. Los sectores más locos del bolsonarismo -que predican locuras como el terraplanismo y la cura de la cloroquina- pueden evaluar perfectamente que la mejor estrategia electoral a favor de su mito es la repetición desenfrenada de masacres como las de May. Cada mes. Toda la semana. Tal vez todos los días. Incluso en territorios remotos como Altamira, donde 12 personas fueron eliminadas ese mismo mes, sin investigación ni detención de los responsables.
Mucho menos creer que los ataques de Bolsonaro contra las máquinas de votación electrónica, contra el TSE y contra el mismo Supremo no son más que bravatas y fanfarronadas. Y que aceptará dócil y sorpresivamente la voz de las urnas, que inevitablemente le serán hostiles.
No se puede tolerar que la Cámara de Diputados –en otros países llamada Casa del Pueblo–, cuyos miembros ahora recorren los estados pidiendo votos, quede dominada por el talón de un presidente, discípulo de Eduardo Cunha, que actúa siempre para monetizar y subyugar a la Legislatura en las relaciones con el Planalto.
Mucho menos, que un Fiscal General de la República siga empeñado en encubrir todos los desmanes y delitos, cuando este importante órgano imprescindible para el ejercicio de la Justicia cuenta con miembros que siguen actuando como intrépidos y disciplinados custodios de la Constitución.
Siendo la esperanza una virtud histórica, política y teológica que debe ser permanentemente cultivada, es oportuno cerrar esta reflexión con un justo homenaje a los fiscales federales de Goiás, quienes prontamente dieron a conocer un detallado Recomendación número 19, del 30/5/2022, para frenar este descontrol institucional: Mariane Guimarães de Mello Oliveira y Marcelo Santiago Wolff.
Comprometida a revocar la Ordenanza del 3 de mayo, por la cual el Director General de la Policía Federal de Carreteras, Silvinei Vasques, había extinguido las Comisiones de Derechos Humanos en las Superintendencias Regionales, ordenanza que viola el principio de “no regresión”, constante en la tratados, estos abogados escribieron una obra que merece una amplia difusión nacional, con énfasis en la docencia en los cursos de derecho y en las unidades pedagógicas de las distintas corporaciones policiales o militares.
En no menos de 20 considerandos se enumeran los textos constitucionales, leyes, convenios internacionales, decretos y providencias vigentes que señalan la necesidad de que la Policía Federal de Caminos mantenga en sus cursos preparatorios, exámenes de ingreso, programas de perfeccionamiento y el ejercicio práctico de policía, amplio conocimiento y estricta observancia de los postulados universales de los derechos humanos.
Los recitales incluyen referencias innovadoras que se construyeron a lo largo de décadas, como el Plan Nacional de Educación en Derechos Humanos, que quizás ni siquiera existiría sin el empeño obstinado de defensoras como Margarida Genevois y Maria Victoria Benevides, que homenajean a la Comisión de Derechos Humanos de Arns. como compañeros indispensables:
“La educación en derechos humanos constituye un instrumento estratégico dentro de las políticas de seguridad y justicia para apoyar la consonancia entre una cultura de promoción y defensa de los derechos humanos y los principios democráticos”, teniendo como principio la “promoción de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad en las acciones de formación y capacitación de profesionales en el área y disciplinas específicas de la educación en derechos humanos”.
En una transcripción más extensa, también incorpora párrafos normativos de los Lineamientos Nacionales para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos de los Profesionales de la Seguridad Pública (Ordenanza Interministerial número 2/2010 Secretaría de Justicia y Derechos Humanos), documento resultado de dos años de investigación, estudios y seminarios con diferentes cuerpos policiales de varios estados, bajo la coordinación del Jefe de la Policía Federal Daniel Lerner, Subjefe de Estado Mayor de la SDH, junto a la abogada Isabel Figueiredo, especialista en seguridad pública, entonces asesora del Ministro de Justicia.
Este documento, paso inicial en la construcción de un programa nacional para la defensa de los derechos humanos de los policías, proponía: “Promover la adecuación de los planes de estudio de las academias a la Matriz Curricular Nacional, asegurando la inclusión de disciplinas dirigidas a la enseñanza y comprensión del sistema y política nacional de seguridad pública y derechos humanos”; “actualizar permanentemente la enseñanza de los Derechos Humanos en las academias, reforzando en los cursos el entendimiento de que los profesionales de la seguridad pública también son titulares de los Derechos Humanos, deben actuar como defensores y promotores de estos derechos y necesitan ser vistos así por la comunidad” ; “dirigir las actividades de capacitación hacia la consolidación del entendimiento de que el trabajo de los profesionales de la seguridad pública guiado por estándares internacionales de respeto a los derechos humanos no entorpece ni debilita la actividad de las instituciones de seguridad pública, sino que les otorga credibilidad, respeto social y eficiencia superior”.
*Paulo Vannuchi, Periodista, fue Ministro de la Secretaría Especial de Derechos Humanos en el gobierno de Lula (2006-2010). Actualmente es miembro de la Comisión Arns.