por FERNANDO J. PIRES DE SOUSA*
El avance de la ultraderecha en el mundo, junto con la resistencia de la izquierda en algunos países, es evidencia de que la brecha social entre inclusión y exclusión intensifica el conflicto político y social.
El mundo está siendo testigo de una polarización cada vez más representativa. Las crisis económicas, el neoliberalismo, la concentración de activos y riqueza, el aumento de las desigualdades sociales, el hambre, las cuestiones ecológicas y climáticas, la intensificación de los conflictos en la lucha geopolítica, económica y militar por la hegemonía han contribuido a este fenómeno.
El avance general de la ultraderecha en el mundo, especialmente en los países desarrollados, junto con la resistencia de la izquierda en algunos países, es evidencia de que la brecha social entre inclusión y exclusión, es decir, entre la riqueza de unos pocos y la de los La miseria de muchos intensifica el conflicto político y social.
El proceso contemporáneo de intensificación de la concentración y centralización del capital otorga a los grandes conglomerados oligopólicos y monopolísticos fuerza y poder para dominar la economía mundial y someter a los Estados a sus intereses “controlando” los presupuestos públicos e interviniendo en los parlamentos a través de sus representantes e incluso directamente.
La pluralidad política, incluso en países con un número importante de partidos, como Brasil, pierde en gran medida su poder de movilización debido a la fragilidad ideológica, programática y representativa de muchos de ellos, lo que los convierte en instituciones de maniobra fisiológica. No es casualidad que en Brasil se pueda considerar que la lucha política se reduce al choque de, digamos, tres grandes “asociaciones”: izquierda (reformistas y socialistas), centrão (fisiólogo) y derecha (neoliberales-rentistas y autoritarios). dictatorial).
Entonces la sociedad se ve “presionada” por estas fuerzas. Por un lado, las crecientes privaciones sociales, la lucha por la supervivencia física y mejores condiciones de vida, condicionan las decisiones de gran parte de la población en su apoyo a reformas y políticas públicas que les hagan la vida más fácil. Estos encuentran refugio en gobiernos progresistas, preocupados por las políticas sociales y las transferencias de ingresos. Por otro lado, los ricos, ricos y superricos, se esfuerzan por acumular cada vez más riqueza, activos y privilegios. Están dirigidos a quienes defienden la exclusión social, la statu quo, cuyos espacios políticos que habilitan sus deseos e intereses son gobiernos de derecha e incluso de extrema derecha.
En este choque, que no se limita a una especificidad brasileña, la polarización de las masas, o mejor dicho, de la sociedad en general, ha adquirido una representación sin precedentes. Cabe señalar que hay otra fuerza inmensa que alimenta esta polarización, que son los medios de comunicación convencionales, generalmente conservadores, dominados por grupos empresariales familiares, cuyos intereses son comunes a los de los grandes conglomerados económicos nacionales e internacionales. Responsable de inducir e incluso apoyar a candidatos de derecha en las elecciones, ya sean para presidentes de la república, gobiernos estatales y municipales y parlamentarios en general.
Por otro lado, proliferaron los grandes medios de comunicación considerados alternativos, en plataformas y blogs. Vale la pena señalar que buscan posicionarse analítica y críticamente frente a los medios conservadores, apoyando, en su mayoría, a partidos y candidatos de izquierda. Sin embargo, la presencia de plataformas conservadoras tampoco es despreciable. En este contexto, la polarización sigue siendo intensa en los grupos de redes sociales hasta el punto de reunir ejércitos de miembros decididos.
En estos grupos generalmente no se permite la presencia de pluralidad ideológica y la resistencia y la vigilancia son intensas respecto de los nuevos miembros, no existe contradicción y el miedo a los “espías” es considerable. Este fenómeno de los “tiempos modernos” (plagiando el título de la imperdible película de Charles Chaplin) ha invadido los hogares, de manera indiscriminada. Es difícil encontrar familias que no tengan seguidores y partidarios de un lado o del otro, hasta el punto de dividirse en grupos separados de WhatsApp, e incluso los miembros de la familia se convierten en enemigos y no se saludan.
Ahora, al por mayor, se ha fraguado una importante polarización de las masas, que fácil y rápidamente se movilizan para grandes movilizaciones urbanas, llenando calles y avenidas, sirviendo así para “fotografías”, como destacó el ex presidente de la república respecto a la reciente acto público el 25 de febrero de 2024, en la Avenida Paulista. Todo vale para este intento de producir una gran “fotografía” que pueda alcanzar una dimensión difícil de superar con actos similares de los oponentes.
En este particular se podría inferir que comenzó a concebirse lo que yo llamaría una verdadera “disputa de masas”, a través de paralelismos y rivalidades entre manifestaciones y movilizaciones. Inmediatamente se hacen comparaciones, principalmente en términos de membresía, desde la perspectiva de utilizar los resultados numéricos de los participantes (las estimaciones se publican pronto, traducidas a miles), como si se resumieran en una competencia destinada a legitimar posiciones ideológicas y políticas.
En efecto, fue emblemática la afirmación del expresidente, ansioso por conseguir una “fotografía” de la avenida llena de simpatizantes, intensificando así la polarización y dando visibilidad y libertad de acción a la extrema derecha. Desviarse de la justicia y ponerla bajo control era todo lo que querían quienes conspiraban contra la democracia, como lo demostró la fatídica reunión de los personal Gobierno de Bolsonaro convocado por el expresidente en pleno Planalto.
Es importante trivializar los crímenes cometidos, crear controversias y dudas en la sociedad. Su estrategia es recurrir a la confusión y la desorganización para debilitar el poder de decisión de las instituciones encargadas de juzgar y castigar a los responsables del golpe. Ante las investigaciones policiales y las detenciones de golpistas y, al borde de la detención de generales, ministros militares y del propio ex presidente, se colocan en una situación de víctimas, de agravios, de chantaje y de apelación a la opinión pública, a través de la representación de acontecimientos con un gran contingente de seguidores con el objetivo de demostrar fuerza política con el objetivo de ser amnistiados.
Ahora, el evento del 25 de febrero fue organizado y “financiado” nada menos que por Silas L. Malafaia, pastor Protestante neopentecostal, líder de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo. jusbrasil encontró nada menos que 143 procesos que mencionan su nombre en el TJ-RJ, TJ-SP y otros tribunales. Como mínimo, cabe preguntarse sobre la posibilidad de convocar una manifestación pública por parte de tal persona e incluso del expresidente, también investigado, así como de otras figuras en similar condición.
A raíz de esta “disputa de masas”, la izquierda se está organizando para llevar también sus preocupaciones, resistencia y demandas a las calles. Ahora, a diferencia de las manifestaciones de extrema derecha, la lucha más grande aquí es sostener la democracia, evitar reveses políticos, el (re)desmantelamiento del Estado y de las políticas públicas, las privatizaciones y el caos institucional y social. Por increíble que parezca, tras la victoria democrática del actual presidente y los diversos intentos de desestabilización política llevados a cabo por el bolsonarismo en diversos actos criminales, culminados con el golpe de Estado del 8 de enero del año pasado, nos parece que los esfuerzos de los progresistas La militancia tiene como objetivo más resistir que exigir castigo legal y legal a los golpistas.
En cualquier caso, institucionalmente, los poderes constituidos –en particular los encargados de preservar la democracia y continuar con las investigaciones en busca de los culpables y su castigo– dan a la sociedad en general cierta tranquilidad, esperanza de que todo se esclarezca y, así, que no pasará nada, amenaza a la cohesión y la paz social.
*Fernando J. Pires de Sousa Es profesor jubilado de economía de la Universidad Federal de Ceará (UFC).
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