por JOSÉ COSTA JUNIOR*
Libertad cognitiva en tiempos de economía de la atención
1.
Como se informó ampliamente, Oxford University Press, editora de la prestigiosa Diccionario Inglés de Oxford, él eligió "podredumbre cerebral” (“brain put”) como la palabra del año 2024. El término se refiere a los efectos de la sobrecarga digital de contenido superficial y trivial en nuestros cerebros. La exposición constante a videos cortos, memes, clippings y reacciones, entre otros contenidos en las redes sociales de interacción digital, ocurre en paralelo a un aumento de las dificultades de concentración, atención y memorización –lo que sería un indicio de la “podredumbre” descrita.
El término refleja las preocupaciones y la evidencia recopilada por muchos investigadores y usuarios. El proceso de selección de palabras implicó una investigación en la base de datos del editor y una encuesta en línea. Según la institución, las búsquedas del término crecieron 230% a lo largo de 2024, lo que demuestra cierta preocupación por parte de los conectados. Sin embargo, la discusión también involucra temas y conceptos más profundos, que requieren algún análisis en el ámbito de la infoética, un área de estudios que aborda la simbiosis humanidad-tecnología, sus supuestos y consecuencias.
En primer lugar, el vocabulario que implica la conexión intensa en redes es cada vez más amplio: influencers, seguidores, inteligencia artificial, viralización, aplicación, gestión algorítmica, sugerencias, likes, reacciones, notificaciones, reenvíos, mentorías, tendencias, entre otras expresiones comunes en la actualidad. Además de ser términos vinculados a la experiencia digital, este amplio léxico también está vinculado a los impactos esperados en nuestras subjetividades, atención y pensamientos.
¿Qué pretende un influencer si no influir en nuestras elecciones y decisiones? ¿Una notificación no busca llamar nuestra atención sobre un mensaje o dato que nos llega a través de una aplicación? Sigue las tendencias (o tendencias) ¿no nos anima a realizar una determinada acción o comportamiento? Es posible continuar con esta exposición de cuestiones que ejemplifican la situación, pero el punto básico es que, en las circunstancias actuales de nuestras interacciones con tecnologías socialmente disruptivas, nuestros pensamientos, subjetividades y atención son constantemente desafiados por dichos medios, con el objetivo de obtener recursos e impacto en nuestros corazones y mentes.
2.
Esta movilización es el resultado de la acción del conglomerado de corporaciones que operan en nuestra época de economía de la atención. Las llamadas Grandes tecnologías Desarrollar sus tecnologías persuasivas, cuyo propósito principal es desarrollar formas de captar la atención y producir estímulos a nuestra subjetividad, con el simple objetivo de obtener ganancias. Si bien en el lejano siglo XX las estrategias de propaganda también tenían como materia prima dichos elementos, en la época de la economía de la atención las tecnologías persuasivas del mundo digital operan con mayor intensidad y con medios constantemente disponibles.
Tenemos así un escenario de “capitalismo de vigilancia” (Zuboff, 2019), en el que el monitoreo constante de nuestros rastros digitales garantiza ingresos a corporaciones y gobiernos, basado en un “colonialismo de datos” (Couldry, 2019), en el que nuestra información, datos y subjetividades son constantemente explotadas sin que tengamos mucho control sobre ello. Otra descripción va literalmente más profundo y señala este escenario como una forma de “capitalismo límbico” (Courtwright, 2019), en el que nuestras reacciones, emociones y sensaciones más profundas también son estimuladas, capturadas y cuantificadas a partir de nuestras experiencias en el mundo digital.
Sin embargo, existe una tensión en torno a este contexto. Algunos de los supuestos de la modernidad que dieron forma al mundo en el que vivimos encuentran desafíos en tales escenarios y descripciones. El sujeto moderno, del que se esperaba autonomía, libertad, soberanía y razón para deliberer libremente sobre el mundo que lo rodea, comienza a ver su subjetividad constantemente impactada, junto con su autonomía, libertad y soberanía. Si lo que veo, lo que siento, lo que deseo y lo que elijo son resultado de influencias externas, ¿quién piensa por mí? Esto tiene consecuencias sociales, políticas y económicas, así como para la construcción de nuestras visiones del mundo.
El rico vocabulario descrito al principio resalta el caso. Ya se habían planteado algunos desafíos a las supuestas características del sujeto moderno al teorizar sobre la humanidad en el siglo XX, pero en las décadas iniciales del siglo XXI el desafío parece ser mayor. Con tantas posibilidades de influencia gracias al alcance ampliado de las tecnologías persuasivas y su impacto en nuestra subjetividad, atención y racionalidad, siempre es posible preguntar cómo se forman nuestras concepciones y conclusiones sobre el mundo. Y también sobre lo libre que es nuestra atención en circunstancias donde los estímulos son constantes y casi irresistibles.
Lo que comúnmente llamamos atención es la capacidad de centrarnos en una parte del flujo de información que proviene de nuestros sentidos. Centramos nuestra mirada en una pequeña parte del mundo que nos rodea, mientras que el resto del campo sensorial juega un papel secundario. En un breve artículo de principios del siglo XXI sobre la filosofía de la mente, titulado “Los zombis no pueden concentrarse”, la filósofa británica Mary Midgley (1918-2018) sostuvo que gran parte de nuestra actividad a lo largo del tiempo está “dramáticamente determinada por el esfuerzo y, por lo tanto, por la atención”.
Este esfuerzo cognitivo que implica atención forma parte de nuestra vida cotidiana en las circunstancias más comunes. Ir al baño y levantar adecuadamente la tapa del inodoro, elegir la llave correcta en el llavero para abrir la puerta, evaluar las condiciones meteorológicas antes de salir de casa son ejemplos de actividades que implican cierto esfuerzo cognitivo y de atención.
Si no prestamos la debida atención, podemos fracasar. No es raro que las distracciones, las situaciones multitarea, los impactos en la atención y otros elementos incluso inconscientes nos impacten, pero considerando el análisis de Midgley, es claro que “la atención consciente es un factor causal en el mundo, tan reconocido como el envenenamiento, la lluvia o el sarampión”. Se trata de “un fenómeno natural común”, que dialoga constantemente con nuestros procesos cognitivos, formando nuestras visiones del mundo y nuestras deliberaciones en las múltiples circunstancias de nuestra vida.
3.
Sin embargo, en un mundo con tantos estímulos y posibilidades de distracción, nuestra capacidad de prestar atención puede disminuir o ser dirigida, impactando pensamientos y concepciones de la realidad. La centralidad de las tecnologías persuasivas en las disputas políticas contemporáneas es un ejemplo de este estado de cosas. Debates intensos y acalorados, polémicas y ataques constantes, los recortes de vídeo publicados en las redes sociales captan la atención y movilizan emociones variadas, entre otros planteamientos. Este tipo de contenido se promueve en el contexto de la economía de la atención, generando resultados para quienes lo promueven.
Tenemos así reacciones de indignación o de aprobación, acciones de apoyo o de revuelta, y comentarios y viralizaciones que son también ejemplos de cómo las tecnologías persuasivas acaban movilizando nuestra atención, promoviendo cada vez más “engagement” por parte de los “usuarios”. Y como señala Mary Midgley, nuestra atención es un elemento decisivo en lo que nos hace ser quienes somos, un factor causal en el mundo que produce acciones y reacciones, impactando quiénes somos y qué pensamos.
Todos estos elementos están directamente relacionados con nuestra cognición. Impactados por diversos estímulos y poderosas tecnologías disruptivas y persuasivas, se vuelve relevante preocuparse por los impactos en nuestra libertad cognitiva. Esta libertad de los procesos de cognición, atención y pensamiento puede ahora ser impactada por medios maquínicos que atraviesan nuestras subjetividades y que nos son opacos. Según el análisis de la investigadora estadounidense Nita Farahany, nunca ha sido tan importante considerar la libertad cognitiva, ya que las grandes corporaciones cuentan con recursos tecnológicos para influir e impactar nuestras conciencias de una manera nunca antes observada.
En su opinión, cualquiera que valore su capacidad de tener pensamientos y reflexiones privadas en un “mundo interior”, sin mucha interferencia de los ritmos tecnológicos, debería preocuparse por la libertad cognitiva. No se trata de crear prohibiciones vinculadas a las prácticas digitales, pero encontramos regulaciones, controles y debates sobre los límites de las tecnologías que involucran nuestra cognición. En su libro de 2023, titulado La batalla por tiFarahany sostiene que las intrusiones en nuestras mentes a través de la tecnología ya son una realidad y es necesario establecer protecciones y derechos al respecto.
Los escenarios distópicos como la lectura de la mente y la estimulación de pensamientos y acciones aún son lejanos, pero la extensa investigación neurocientífica y psicológica desarrollada para Grandes tecnologías ya está dando resultados – en los más diversos ámbitos de la política, la economía, la cultura, etc. Las mediaciones algorítmicas de la experiencia, que garantizan el funcionamiento de la economía de la atención, crean escenarios preocupantes. Las sociedades polarizadas actuales y el gran potencial de desinformación son reflejo de esta situación.
En este sentido, la libertad cognitiva es la libertad de tener cierto control soberano sobre los propios pensamientos y la propia conciencia, un derecho a la autodeterminación sobre nuestro cerebro y nuestras experiencias mentales. Así, cualquier manipulación externa o interna estaría sujeta a discusión y cuestionamiento. En esta “batalla por nuestros cerebros”, Farahany reconoce el potencial de las grandes corporaciones, que exploran lo más humano en nosotros, para evitar escenarios aún más críticos. En tiempos de “podredumbre cerebral”, es importante que luchemos esta batalla. Al fin y al cabo, sólo los zombis no son capaces de prestar atención a su propia condición, como nos advirtió la atenta Mary Midgley.
*José Costa Junior Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales en IFMG –Campus Ponte Nova.
Referencias
CALIFORNIA, EE. UU.; MEJÍAS, Ulises. Los costos de la conexión: cómo los datos están colonizando la vida humana y apropiándose de ella para el capitalismo. 2019.
CORTEJANO, David. La era de la adicción: cómo los malos hábitos se convirtieron en un gran negocio. Prensa de la Universidad de Harvard, 2019.
FARAHANY, Nita. La batalla por tu cerebro: defendiendo el derecho a pensar libremente en la era de la neurotecnología. Nueva York: St. Martin's Press, 2023.
MIDGLEY, María. “Los zombis no pueden concentrarse” En: Filosofía ahora. Número 44, febrero de 2004.
ZUBOFF, Shoshana. La era del capitalismo de la vigilancia: la lucha por un futuro humano en la nueva frontera del poder. Londres: Profile Books, 2019.
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