por LUIZ MARQUÉS*
En Oriente no se reproduce el agudo público vs competencia. privado, los términos no son antónimos. Los asiáticos reconocen el papel del Estado en la formación del nacionalismo que atraviesa los segmentos populares y las clases dominantes.
Albert Hirschman (Berlín, 1915 – Nueva Jersey, 2012) publicó el ensayo De consumidor a ciudadano: actividad privada y participación en la vida pública, hace cuarenta años. En él señalaba ciclos con una duración razonablemente regular de una década: a veces con predominio del interés público, el crecimiento colectivo y la participación social; a veces con predominio del interés privado y un fuerte énfasis en el crecimiento personal. Las contradicciones internas inducirían cambios de fase. Aunque el economista no pretende crear una “teoría de los ciclos”, en la Kondratieff, plantó la idea.
Después de una era dedicada a la expansión económica individual en la década de 1950, en Europa, América del Norte y del Sur y Japón, la década de 1960 se integró en la agenda de guerra y paz del mítico “espíritu de 1968”. En la década siguiente se repitió la recaída cíclica. La rebelión nuevamente parecía fuera de lugar, poco característica. En medio del camino había una roca, el neoliberalismo.
“El paso de la década de XNUMX a la de XNUMX, luego a la de XNUMX y otras alternancias nos hacen preguntarnos si las sociedades están de alguna manera predispuestas a oscilaciones entre períodos de intensa preocupación por los asuntos públicos y una concentración casi total en el desarrollo y el bienestar individual”, insta Albert Hirschman, sabiendo la respuesta. O establecimiento permaneció invariable con el péndulo de valores, a todos estos. El ir y venir permitió al sistema suspender las críticas, absorber las negativas y sublimar las disputas para que nada cambiara sustancialmente.
Luego de la redemocratización iniciada al final de la dictadura militar, Brasil experimentó un boom privado en la década de 1990 y, en la primera década de los 2000, un boom público dirigido a segmentos vulnerables. La década de 2010 osciló. El hiperindividualismo privatista asume la condición hegemónica, en el golpe parlamentario-legal-mediático que depuso a Dilma Rousseff, hasta la victoria catártica de Lula da Silva por la Presidencia de la República, entre 2016-2022, para recordar episodios recientes. El comportamiento de los desplazamientos bajo el eje ideológico público-privado también afectó el panorama sociocultural del país.
disonancia cognitiva
Para retomar la conversación entre el aristócrata ruso y el pensador alemán Immanuel Kant, la “insatisfacción” mueve a nuestra especie. “La actividad es la suerte del hombre. Nunca está satisfecho con lo que tiene, siempre está luchando por más. Dale a un hombre todo lo que quiera y sin embargo en ese mismo momento sentirá que ese todo no es todo”, ponderaba el filósofo (Königsberg, 1789). Los valientes exploradores del Pico Everest, el Ártico y la Antártida, siguiendo el ejemplo del comandante inglés Shackleton, en el épico intento de alcanzar el Polo Sur, ayudaron a la humanidad a superar los diversos obstáculos y enriquecer la geografía del Homo sapiens. La tragedia de Ícaro al volar más allá de los límites, acercándose al Sol y derritiendo sus alas, no impidió otras incursiones a lo desconocido por tierra, aire y mar.
Los jacobinos, los bolcheviques, los partidarios de Sierra maestra, quilombolas, feministas y colectivos LGBT sintieron alivio al abogar por la creación de nuevas realidades contra las iniquidades. Si las expectativas trascendieron los resultados, esto indica disonancia cognitiva en reajustes que nuestra imaginación no pudo descifrar. Nicolás Maquiavelo definió al hombre como sujeto histórico de transformaciones y, para bien o para mal, responsable de las consecuencias.
Las dimensiones de la vida social – política, economía, derecho, cultura, moral y costumbres – no obedecen al voluntarismo, ni suceden uniformemente. El desencanto puede llevar a la decepción ante esfuerzos que se consideran insuficientes. El voto, en sí mismo, no funda la utopía. En el análisis de la coyuntura, quienes abstraen la lucha de clases y la correlación de fuerzas siembran ilusiones. Los actores que se esfuerzan por subvertir el orden de las cosas condicionan y son condicionados por el movimiento de cambio. El expresidente chileno Salvador Allende advirtió: “El socialismo no se impone por decreto, es un proceso continuo”. En la izquierda, la simplificación conduce a escisiones y evoluciona hacia el sectarismo.
Por la extrema derecha, se desliza hacia la venganza y el terror. Según Umberto Eco, el fascismo clásico o moderno metaboliza la disidencia como traiciones imperdonables. Véase la ruptura de relaciones entre el inelegible y Gustavo Bebianno, exministro de la Secretaría General; o con Abraham Weintraub, ex Ministro de Educación; o con Paulo Marinho, el diputado empresario de 01 en el Senado. En una pelea, protagonizan el deprimente espectáculo de la deconstrucción de reputaciones. Los monos aulladores tiran heces para defenderse de los intrusos en la jaula, los neofascistas disparan cualquier argumento de mierda para eliminar a los contrincantes. Amenazas de represalias, quemas de archivos reeditan la película El Padrino. El odio, el rencor y la violencia traducen la esencia distópica de la barbarie. es solo negocio.
práctica transformadora
En Occidente, ha habido una feroz disputa público-privada desde que el Consenso de Washington (1989) convirtió en dogma la privatización de las empresas estatales. En la jerarquía del capitalismo neoliberal, un empresario tiene mayor prestigio que aquellos que ejercen una alta vocación pública. La mentalidad mercantil contiene la bacteria de la intolerancia y la antipolítica. Al glorificar las ambiciones particulares, las inscribe a fuego en las tablas de los mandamientos de la acumulación, en la perspectiva de un engranaje puesto en marcha por la mano supuestamente invisible de la economía. “La única responsabilidad social de las empresas es generar utilidades para los accionistas”, señaló Milton Friedman, en el New York Times. Bajo el talón de los estrechos de miras de Michel Temer y Jair Bolsonaro, Petrobras abusó y se difamó con la recomendación.
En Oriente no se reproduce la aguda competencia pública vs privado, los términos no son antónimos. Los asiáticos reconocen el papel del Estado en la formación del nacionalismo que atraviesa los segmentos populares y las clases dominantes. De ahí la necesidad de atenuar el prisma occidentecéntrico en la antinomia del balancín. Los latinoamericanos, en comparación, admiten la importancia del Estado para el progreso desde el principio (Getúlio Vargas, Juan Perón), aunque las élites continentales cuyo europeísmo nostálgico niega la migración nunca firmaron el pacto en el aparato de poder central para impulsar iniciativas para el “común”. bien". Prueba de ello es el desprecio por el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de los países colonizados y el desprecio por las etnias originarias, indígenas y negras.
En el capítulo “De las actividades privadas a la esfera pública – II” (op.cit.), Albert Hirschman comenta una investigación que revela que franceses e ingleses pasan más tiempo en lugares fraternales (bares, restaurantes, etc.) que los estadounidenses. En lugar de interpretarlo como un deseo de noticias, chismes o estimulación romántica, el autor entiende que los europeos huyen de las ocupaciones intramuros, sentido estricto, para abordar cuestiones de alcance general. Del deporte a los escándalos, del precio de los alquileres a las elecciones y la actuación de los parlamentarios, “involucrándose en temas asociados al interés público”. En las naciones individualistas, la convivencia en los espacios de ocio y socialización se da en menor escala. La gente habla menos de problemas comunes, en una “multitud solitaria”.
Aunque la literatura del Presupuesto Participativo (PP) no es relevante, la participación en el polis despierta la felicidad pública, además de la consecución de objetivos. Los activistas disfrutan de la participación en una campaña, independientemente de si el candidato se presenta con éxito en las urnas. La gratificación íntima proviene del contacto con los votantes, debatiendo ideas, soluciones, sugerencias, uniendo fuerzas para seguir adelante. Los servidores se reinventan en prontitud administrativa y solidaridad institucional. La fusión y confusión entre entrega y placer es característica de espectáculos innovadores, con una cosmovisión radical y empatía con el sufrimiento de la gente. Según Karl Marx, en 3er. Tesis sobre Feuerbach, lo que educa al educador es la “práctica transformadora”. Si la praxis libera, entonces la ética socialista retroalimenta las acciones. Buenas noticias, porque el infierno está empedrado de buenas intenciones.
reformismo revolucionario
La “sociedad unidimensional” descrita por Herbert Marcuse, allá por 1964, es el producto de la razón al servicio de la irracionalidad. Eclécticamente, articulado Auschwitz y los Centros Comerciales, Hiroshima y disneyworld. El armamento nuclear, el paro premeditado, el trabajo precario, la tercerización, la concentración de la riqueza, los ajustes fiscales, el CO2 en la atmósfera y la destrucción de la naturaleza conforman la sintomatología de la “necropolítica”: el sórdido proyecto de las finanzas hoy. El lenguaje informativo de los algoritmos de vigilancia actúa como realismo mágico en las novelas, manipulando afectos, consumos y elecciones electorales. La megahuelga de guionistas y actores en el templo del entretenimiento, Hollywood, abarca aumentos salariales, ganancias de la en streaming y las reglas indefinidas para el uso de la Inteligencia Artificial. Llama a una resistencia profana al capital. Trae a la discusión la tecnología que asusta al siglo XXI, la pitón de las siglas AI.
La racionalidad técnica, antidemocrática, es la norma de planificación del mercado. Bajo el pretexto de la eficiencia (antisocial, cabe señalar), la legitimación del Banco Mundial, el Banco Central (Brasil) o la Reserva Federal (EE.UU.) otorga al neoliberalismo un contenido de verdad, que resultó ser falso en la lucha contra la pandemia En el juego por la supervivencia, los gobiernos redescubrieron el papel de inducir la producción y distribución de recursos, forzando adaptaciones en las áreas de producción industrial. Las fábricas de telas comenzaron a fabricar máscaras y ropa médica, las ensambladoras de automóviles produjeron piezas y equipos para salidas de aire, los sectores de bebidas produjeron alcohol en gel. Los estados nacionales renacieron. Los sabelotodos que juraron que no había dinero, se convirtieron memes. La reacción estructural de los medios no reflejó la derrota de los principios sistémicos. Sin embargo, se ha desenmascarado la insuficiencia del modelo financiero ante las demandas básicas de la salud pública.
La izquierda es tímida a la hora de evaluar lo que hace en la sociedad, sin un carácter totalizador. Se minimizan las pequeñas victorias, como si las reformas fueran bastardos sin gloria en un campo de batalla. El futuro se proyecta en oposición al presente. La historia salta sobre lo cotidiano. Un error. Para evitar las inevitables frustraciones, es necesario proponer un futuro diferente, compartiendo la percepción y el orgullo de los avances intermedios a favor de la comunidad. Los “ángeles torcidos” drummondianos deberían celebrar sus contribuciones ganadas con tanto esfuerzo para reducir las desigualdades y vacunarse contra la enfermedad infantil del izquierdismo, la arrogancia. Aumentos en el bienestar social de la población y en la conciencia política de las masas condensan reforma y revolución, programa mínimo y programa máximo.
Con un sesgo anticapitalista, Lucien Goldmann llama al entrecruzamiento de estrategias “reformismo revolucionario”. El concepto no remite a la opción por una gradualidad de luchas y derechos, sino a una intersección dialéctica entre la intervención en las instituciones y la acción político-organizativa en los movimientos sociales. La mención de la llamada empresa reformista ensalza la perseverancia en las guerras de posición. Lo importante es superar los designios de cosificación y opresión. Equiparadas las crisis climáticas, geopolíticas y democráticas engendradas en la modernidad tardía, enfrentaremos los flamantes desafíos públicos de la etapa posterior. No hay estación de tren idílica Pasargada, en la trayectoria humana. En nombre de los desesperanzados de hoy y de las generaciones venideras de mañana, se nos da esperanza.
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.
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