por ROGÉRIO RUFINO DE OLIVEIRA*
Comentario a la canción de Chico Buarque de Holanda
Pese a no ser un cuento, sino una canción, “Pedro Pedreiro”, en las audiciones, cuenta como una canción inequívoca. Parece que sólo tiene un medio, pero, redondo, empieza y termina perfectamente. Sólo requiere que tu principio-medio-final se combine con tu estilo. Júlio Cortázar, sin saberlo, que yo sepa, me hubiera gustado, si lo hubiera sabido. “Pedro Preiro Pensiero Esperando el tren” contiene carácter, acción y contexto al mismo tiempo, comenzando con el principio, el desarrollo y el final unidos en el primer verso; forma acabada de parte-todo como un sistema, más social que filosofía.
El drama, cuando comienza, quienes leen y escuchan, tienen que trabajar para sobrevivir, nacen adultos, se establecen en la ficción. Los que esperan ven que el tiempo se detiene, los que aquí lo hacen en la fantasía trabajan con ritmo, pulso y aliteración.
La narración, esencialmente temporal, esconde en “Pedro”, en la parte que le toca del relato, una falsa fijación sobre y sobre la duración de su canción, cuestión de minutos. En el tiempo, la música, la mitad de la canción, sólo existe en acción, no se puede desmantelar, no se puede almacenar, no se puede almacenar. La idea irreal de que todo lo que no se ve no existe, ya que sólo se materializa ante los ojos, muere como una caricatura y entra al oído como una contradicción que surge de la objetividad de la primera nota. Es o o nada, no, nada de o: devenir, tal vez, como la realidad a la que se refiere “Pedro”.
“Esperando, esperando, esperando / Esperando el sol / Esperando el tren / Esperando la salida […]”: el tiempo pasa, el sueño no. La estilización anafórica es un conflicto con la vida dura que dura como una piedra. Viniendo en una línea previa a la lectura del cuento, a la escucha de la canción “Desde el último mes”, el tiempo se crea cuando toma forma textual, y toca a Pedro estando quieto, y le cuenta una historia, por ahora ni siquiera una noticia, y le advierte del futuro, “el mes que viene”, temporalmente imposible que la subida salarial se consiga en dos minutos y treinta y cinco segundos. El género de la canción es coautor de sus efectos, y aquí Brasil prospera, a veces lejos, a veces cerca de sus Pedros.
La percusión, permanente de principio a fin, representación de una continuidad inevitable, acelera tu reloj sonoro, hace vibrar tu samba. A esta indiferencia reaccionan los metales melodramáticos, que sólo arreglan lo que arreglan porque son más contingentes, y curiosamente felices, latinoamericanos. Hay un círculo entre Pedro y el albañil, o una línea no teleológica que utiliza la bien acabada estructura de Chico Buarque como fuente de su energía virtual.
Luego, como todo en la vida, depende. El tren anuncia “ya viene”, promesa que, al repetirse como ironía crítica en la historia, revela que puede ser detenido. O, al repetirse como onomatopeya en la misma parte final de la canción, generando un efecto dependiente de la interpretación que dé el canto en un acto consciente y práctico, señala que podría ser esperanza.
*Rogerio Rufino de Oliveira Es profesor de literatura y candidato a doctor en Literatura en la Universidad Federal de Espírito Santo (UFES).
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