por PIERO DETONI*
En las memorias del escritor está presente una cierta dimensión antropofágica de la sociedad brasileña
1.
Hace 120 años nació Pedro Nava en la ciudad de Juiz de Fora. Carioca por circunstancias y Minas Gerais por estado de ánimo. Nava era un reconocido reumatólogo, habiéndose dedicado tanto a la clínica como a los más variados trabajos en su área de especialización. Antes de fazer grande sucesso com as suas memórias nos anos 1970, ele ensaiou alguns trabalhos intelectuais a partir de uma espécie de história social da cultura tendo como objeto, como dito, a própria medicina, ofício que passou a exercer como algo que lhe conferiria não apenas uno estado profesional, sino una disposición tanto existencial. Luego publicó Territorio de Epidauro, Capítulos de la historia de la medicina en Brasil, Actas reumatológicas, el anfiteatro (organizado por Paulo Penido) y Medicina de Os Lusíadas. Dejó inconclusa una biografía de Torres Homem.
Esta experiencia médica lo preparó para sus memorias, con, en cierto modo, una mayor conciencia de los significados de la paradigma probatorio, que tiene raíces ancestrales, entre otras, en las recomendaciones de Hipócrates, al que movilizó para la elaboración de su producción. La propuesta probatoria de Nava, que de alguna manera permea la práctica médica desde hace milenios debido a la investigación de causas profundas a través de los síntomas, buscaba hacer visible el pasado a través de elementos considerados insignificantes, inadvertidos, un modelo sustentado en pistas. Como demuestra el historiador Carlo Ginzburg (1989), lo que señalaríamos es la técnica de la investigación, algo percibido en Nava a través de su movimiento que hace vivo el pasado, el paso de lo conocido a lo desconocido a través de signos muchas veces imperceptibles.
Los trabajos en memoria de Pedro Nava se iniciaron en los años 1970, cuando el reumatólogo ya tenía 69 años. Los libros son estos: Cofre de huesos (1972) globo cautivo (1973) Piso de hierro (1976) Costero (1978) polla oscura (1981) La vela perfecta (1983) y La cera de las almas (2006). Este último está inacabado y contiene pocas páginas. La escritura de la memoria de Nava se vio interrumpida el 13 de mayo de 1984, cuando decidió poner fin a su propia vida. Recibió el sobrenombre de “Proust del trópico”, epíteto que le divertía e incluso enorgullecía al escritor minero, pues era un lector contumaz de En busca del tiempo perdido. Su reflexión sobre la memoria es sofisticada, en la que se percibe el aprecio por su dinamismo y su carácter vivo, lejos de una disposición que sólo se acerca al ámbito del almacenamiento de información y recuerdos, aun teniendo, no parece fuera de lugar señalarlo. , una sensación de rescate de futuros-pasados, de alguna manera, no realizados:
Memoria –no como memoria inmovilizada y contemplación paleontológica de épocas muertas, sino como representación de los caminos que se tomaron en vano y que no se pueden retomar; como la crítica de los errores pasados que es una advertencia para los obstinados; como el análisis del antiguo ordenamiento que es la orientación actual de la búsqueda similar (NAVA, 2003, p. 12).
Cofre de huesos, el primero de sus libros de memorias, y que parece ser el que mayor acogida tiene por parte de público y crítica, además de ofrecer novedades dentro del canon de memorias del país, deja patente la voluntad de Nava de flexibilizar los alcances de la memoria –que era de uno mismo, pero también de los demás, en una combinatoria espectral que establece el vínculo entre lo privado y lo colectivo. Su indicatividad es flagrante, en un gesto que pluraliza las aperturas en el pasado, moviendo algo así como una multidireccionalidad de significados, mientras señala, correlativamente, lo incompleto del acto de recordar. Esto es evidente en este pasaje:
Los muertos... Sus casas muertas... Su evocación completa parece imposible porque sólo quedan recuerdos fragmentarios de las cosas y de las personas. Sin embargo, se puede intentar reconstituir un grupo familiar desaparecido utilizando como material la risa de esta hija que repite la risa de su madre; esta entonación de voz que la nieta recibió de su abuela, la tradición que prolonga en el tiempo la conversación de bocas antaño amortiguadas por un puñado de tierra (–Tenían una lengua, tenían… Hablaban y cantaban…); este modo de ser hereditario que vemos en los vivos repitiendo el retrato medio descolorido de los familiares fallecidos; el fascinante juego de adivinar sus rasgos mediante la maniobra de exclusión (NAVA, 1974, p. 40).
El indexicalismo de Nava se cruza, en este sentido, con el gesto del observador atento, dejándose llevar más allá del entorno objetivo disponible, el recuperado por las pistas recogidas en el archivo, orientándose, al mismo ritmo, a través de otros acuerdos especulativos, como un flash mnemotécnico, en el que imágenes y sonidos se reviven a través de sensaciones. Así pues, Nava, y el lector debe saberlo, no desencadenó un recuerdo espontáneo y lo vertió directa y espontáneamente en el papel. Realmente utiliza la noción más antigua de investigación, es decir, investigación. El escritor minero era guardián de la memoria familiar y, para ello, había recopilado los más variados tipos de documentación, como postales, fotografías, certificados, además de muebles. Nava utilizó, pues, vectores variados para hacer tangible el pasado: se trata de una investigación en la que se establece un pacto autobiográfico, asegurado por una intención verdadera, pero con licencias ficticias, que, en este caso, se trasladaron, aunque pueda parecer paradójico, a reforzar la propia tangibilidad del pasado.
Nava se preparó a lo largo de los años para el intento, algo que se puede comprobar por la constitución y conservación del archivo familiar, las notas realizadas a lo largo de los años e incluso el cúmulo de meditaciones y especulaciones elaboradas a lo largo de su vida, en las que su propio cuerpo se convirtió. un inventario mnemotécnico. Ginzburg (1989, p. 63) nos ayuda una vez más, y para el estudioso italiano la heterogeneidad de recursos para abrir el pasado ofrece las condiciones de posibilidad para la ejecución del indexicalismo, que nos hace comprender las modulaciones de la memoria evocadas por Nava a través de el juego dinámico entre lagunas e integración del tiempo histórico: “(…) cuando existen documentos, las imágenes se leen en un registro psicologizante y 'biográfico'; cuando faltan o no son suficientemente elocuentes, se recurre a un tipo de “lectura” más descriptiva”. En este sentido, vemos a Nava preocupado por la transmisibilidad de la tradición familiar, que se desarrolla a través de rupturas y continuidades, nunca en un estado esencializado o enmarcado linealmente. También moviliza los recursos firasa, es decir, la operación que desvirtúa la evidencia a través del testimonio directo, que en este caso es percibido por el autor de las memorias a través del contacto con sus familiares generación tras generación. Esto confirma el poder cuestionador de firasa, permitiendo establecer y ordenar el ritmo de la historia a través, por ejemplo, de la risa o de la entonación de la voz de un familiar atravesando el tiempo.
2.
Nava es consciente de los caminos de escritura de sus memorias, y más aún de los procedimientos utilizados, en los que quiso, correlativamente, establecer una cierta verdad de ficción y una cierta poesía de la verdad, siendo ésta la condición posible a su juicio para organizar su singular pacto autobiográfico con el público, cuya intención principal era prometer la combinación de sinceridad y espíritu de verdad. Y el autor era consciente de su tarea, dado que la memoria, a su juicio, faltaría y no sería creíble establecer una visión absoluta del pasado, algo que le hará reforzar que su obra se acercaría más al pasado. anamnesis, teniendo en cuenta también que sería necesario activar complementos mnemotécnicos que serían, exactamente, tuyos – de ahí la metáfora de cofre de huesos. Veamos su percepción operativa:
Presto mucha atención a estos retratos en un esfuerzo por penetrar en las personas que conocí (algunos bien, otros mal) y cuyas piezas reconozco e identifico en mí mismo. En las mías, en las de ellos, en nuestras inferioridades y superioridades. Cada uno compone el Frankenstein hereditario con trozos de sus muertos. Cuidando a estas personas entre las que nací y de las que recibí la carga que llevo (carga de piedra, tierra, barro, luz, viento, sueños, bien y mal) tengo que decir la verdad, sólo la verdad y si posible, toda la verdad (NAVA, 1974, p. 211).
El juego combinatorio, en el que se establece un refuerzo mutuo entre la ficción y la realidad de hechos apuntando a un pacto autobiográfico singular, puede comprobarse a través de la noción de personaje que Cristina Ribeiro Villaça (2007) recupera de un fructífero diálogo entre las teorías de Antonio Cándido y las metamemoria creada por Nava. El acercamiento se orienta a comprender la obra del escritor minero en la que los sujetos revividos en sus recuerdos aparecían como personajes, algo que recuerda al estudioso los signos de Cándido que indican que serían capaces, incluso si estuvieran enredados por la ficción y la fantasía (y de ahí su poder), evocan una verdad existencial absoluta. En este sentido, las personas evocadas en las memorias de Nava son asimiladas como personajes, lo que involucra y combina el movimiento inherente de (re)invención de la realidad, algo propio de las disposiciones humanas y que resalta, al mismo ritmo, por lo incompleto de la memoria, que hace de su funcionamiento en el tiempo un ejercicio de transfiguración, explicación e interpretación del transcurrir.
Las consideraciones de Nava van encaminadas a considerar el carácter fragmentario de la memoria, su condición de incompleta y móvil. Y, en este punto, entra en juego la necesidad de la narrativa de ficción, no en el sentido de llenar vacíos desconectados de esa realidad narrada, sino, por el contrario, de fortalecer la dimensión de lo narrado. abstracción, como lo analiza Ivan Jablonka (2018), o el de tiro a la vista y intuición, según las propuestas de Ginzburg (1989). Pedro Nava ofrece una imagen de lo anterior:
Como motivo de sonata musical – largamente oculto pero siempre sentido – aparece, después de dos siglos, la cabeza de D. Antônia Teresa de Barros continuando, incorruptible, inmutable y eterna en sus reencarnaciones. Ahora, en ese instante preciso y transitorio, la órbita del cometa tocó a sus descendientes Sílvio y a otra Teresa. Con mano paciente componemos el rompecabezas de un paisaje imposible de completar porque las piezas faltantes dejan agujeros en el cielo, huecos en las aguas, agujeros en las sonrisas, agujeros en siluetas interrumpidas y en cofres que se abren al vacío -como fracturados-. vidrieras (donde en el burel de un santo vemos –¡afuera!– cielos profundos, árboles ramificándose al viento, aviones, nubes y pájaros huyendo), como esos recortes que suprimen los límites de lo real y lo irreal en los lienzos oníricos de Salvador Dalí ( NAVA, 1974, pág.40).
Arrigucci Jr (1987) también señaló los intercambios de retroalimentación entre memoria, historia y ficción en los recuerdos, posicionándolos a partir de un “diálogo dramático con el pasado”, muy devoto de su indexicalismo que activa la memoria voluntaria e involuntaria, flexionando la concreción, incluso consciente de la dimensión fragmentaria del repertorio memorial, con sus intenciones narrativas. Este movimiento convertiría a Pedro Nava en un modernista tardío, porque más allá de la evocación de un microcosmos, como en el caso emblemático de Marcel Proust, existe un cierto deseo de “redescubrimiento de la realidad brasileña”:
Alcanzar un conocimiento más profundo y general de los modos de vida y sensibilidades de la sociedad brasileña en su día a día, a través de formas particulares y concretas de su vida cotidiana, repentinamente llamadas a la vida por el toque del arte que luego desencadenó la resurrección. de la memoria (ARRIGUCCI, 1987, p. 110)
Llama la atención que el pasado, en Pedro Nava, además de fragmentado, poroso, multiforme, también irrumpe en el presente de forma no planificada. Sería precisamente por esta condición de la memoria la que llevaría al médico a abolir, en gran medida, el tiempo cronológico. En este sentido, la operación emprendida por el escritor minero se establece a partir de la evidencia de ese pasado que emerge de manera descontrolada, comenzando así a asimilar sus significados y ampliando los contextos que los enmarcaron a través del juego entre la memoria y lo histórico. investigación, que sólo demostraría, por ambas partes, que los recuerdos de Nava están organizados por un sui generis disciplina, es decir, no configurarse espontáneamente. Quizás podamos decir que la escritura de recuerdos de Pedro Nava tuvo una función catártica, en el sentido psicoanalítico clásico. Veamos lo que escribió Nava:
El pasado, sin embargo, siempre resurge a pedazos, sobre todo cuando la distancia entre la escritura y los hechos narrados es larga. Para colmar las lagunas es necesario, por tanto, recurrir a documentos que, incluso ellos, presentan manchas y vacíos en lo que no puede (¿o no debe?) escribirse: Es imposible dar una impresión cronológica de esta fase de mi infancia. Sólo una cosa u otra con gente mayor y eso se recordaba en documentos antiguos, en cartas donde la tinta se ha descolorido (NAVA, 1974, p. 230).
Nava, en un gesto de honestidad metodológica, deja saber a sus lectores que la reconstrucción completa de la memoria, o del pasado, no es práctica. Los hechos ordinarios, cotidianos, que se desarrollan en la vida cotidiana, se pierden, imposibilitando su reconstrucción y restablecimiento de sus posibles significados. Debido a la imposibilidad de ser situados, o incluso comprendidos, aparecen a veces sin un significado lógico en el plano consciente de los sujetos. Sin embargo, en su polo invisible, el inconsciente, adquieren un significado, un significado en gran medida inaccesible, que reforzaría por tanto su carácter no integrador, pero que, paradójicamente, indica su existencia, aunque sea imperceptible a primera vista.
Nos parecen muy pertinentes las consideraciones de André Botelho, estudioso comprometido con la comprensión de las memorias de Naviana, dado que se advierte que la intención del escritor recae en un relato de su formación sentimental, moral e intelectual:
Más que limitarse a contener la crónica de toda una época o de una clase social, ponen al descubierto aspectos fundamentales del hombre, de los hombres y del mundo social formado por ellos, así como los significados intersubjetivos que dan a sus acciones en todos los niveles, en público y en ámbito privado, como en el mundo del amor, la sexualidad y el cuerpo, por ejemplo (BOTELHO, 2023, s/p).
Lo que hay que inferir de estas afirmaciones es que Pedro Nava ofreció una punto de retorno en la tradición conmemorativa brasileña. En términos de historia intelectual, con la escritura de memorias como objeto, los libros de Nava toman la forma de un acontecimiento. Sumado a los recursos operativos, críticos y estéticos trabajados anteriormente, vemos que el autor ofreció algo así como una profundidad hermenéutica para sus análisis y descripciones, antes muy rehenes de un factualismo engendrado por una cronología sustentada en la historia administrativa, algo que hizo que los informes de memoria empapelada y artificial.
En cualquier caso, hay que hablar, una vez más, de la multiplicidad de extractos temporales creados por Nava y de una dimensión importante, y quizás aquí el acercamiento a Proust recordado recurrentemente por la crítica: sus recuerdos, apoyados en una investigación Bastante peculiares, son sensoriales y nos recuerdan, en muchos sentidos, el magdalenas operado por el intelectual francés. Lo más justo es decir que, con disciplina, Pedro Nava activó una variedad de formas de acceso a la memoria, lo que implicaría, correlativamente, variadas formas de comunicar y hacer disponible ese pasado -ya sea en el modo de presencia, en la disposición-. verterlo tangencialmente a los lectores, ya sea a través del significado, es decir, a través de la organización de las temporalidades disponibles. Otra cuestión, tras los acertados apuntes del sociólogo André Botelho, es que asistimos a una memoria que se expande hacia lo social, captando significados organizadores y afectos colectivos, además de explorar temas insólitos, y no sólo en las memorialísticas, como las relacionadas con la corporalidad. , a los afectos y, también, a las subjetividades.
3.
Como se señala en este artículo, las memorias de Nava se centran no sólo en escribirse a sí mismo, en la elaboración de su subjetividad, sino también en el tejido social brasileño, haciendo que su Yo dialoge con un panorama nacional más amplio. Por eso podemos concebir al escritor juizforano como un “intérprete de Brasil”. Es interesante el estudio propuesto por José Maria Cançado (2003, 13), en el que el investigador también sigue esta comprensión. Cançado admite que una de las características de la interpretación naviana de Brasil es la que recurre a un diálogo con la alteridad, concebida por el signo de lo “desconocido”. El contrapunto, aunque cercanos en la composición del texto y las técnicas estilísticas, así como en el uso de la memoria como fuente de conocimiento, es Gilberto Freyre. Nava, a diferencia de Freyre, se distanciaría de una especie de Yo que evoca una matriz patriarcal. Aunque el escritor en pantalla proviene de cierta élite del país, lo que vemos en sus elaboraciones mnemotécnicas es la movilización de algo así como un “triunfo antiidentitario”, el desencadenamiento de un “contrapatrimonio de clase y clan”. Nava aparece así como un crítico de la identidad nacional fija, incluida la inserción de su cuerpo en la historia, donde realiza un verdadero exorcismo de sí mismo, o mejor dicho, de su constitución como sujeto en el mundo.
Varios temas del pensamiento político y social brasileño atraviesan su memoria, siendo aquí la posibilidad de ver en el autor alguna forma de modernismo tardío. Veamos algunos de ellos: el de la identidad nacional colocada en modo artificial, causa primera de los modernismos originarios del país, en confrontación con la posibilidad de varias capas de emancipación (que él mismo busca en sí mismo), como en el campo. de las letras, las identidades sociales y su diverso patrimonio; una visión comunitaria y solidaria, aunque a veces tienda a una cierta pacificación de los conflictos, frente a la dominación clandestina de las élites del país; una perspectiva más integral respecto de la caracterización de las personas; el énfasis en la singularidad de la nación en una clave no romántica. Es interesante el movimiento impreso por Nava, que hace de sus textos un gesto flagrante de autoconocimiento y de búsqueda de la trascendencia de impedimentos y restricciones histórico-sociales. Nava no deja de considerar su lugar de palabra, su lugar social. Es precisamente esta comprensión, la percepción de que está moldeado por la historia, lo que le permite transgredir los recuerdos evocados. Es un juego continuo de rechazos de algo arraigado en el propio cuerpo. ¿No sería, aunque sea una actitud muy particular, un gesto antropofágico? Lo que se puede asimilar de este movimiento es su sensibilidad hacia la multiplicidad y complejidad del mundo, porque al ver todo esto en sí mismo, busca, entonces, verse de manera plural, casi como un rompecabezas en continua (re)construcción, y no rehén de las condiciones sociales fijadas de antemano, comienza a concebir un ser social no estático o esencializado.
En la medida de lo posible, se puede decir que Nava, en su visión de la historia brasileña, busca ausencias (SILVA, 2010). Recordando que la conciencia de las ausencias también tiene historicidad. Quizás por eso sus memorias tuvieron tanto éxito, dado que su visión caleidoscópica resultó ser más acogedora y amplia en términos de apreciación y comprensión sociocultural. O usando un término más técnico-historiográfico: embarazo comunicativo (RUSEN, 2010). Los lectores tienden, aunque no presento un estudio de recepción en este artículo, a identificarse con el contenido de sus libros y las situaciones allí narradas. Este es el caso del texto con dimensiones históricas en acción, tanto en términos de revelar un determinado ambiente pasado como de establecerlo, o de establecer una comunicación dialógica.
En definitiva, como ya argumentó Arrigucci Jr. (1987), los recuerdos de Pedro Nava, además de la búsqueda de autoconocimiento, imprimen una genealogía de ausencias en la historia brasileña. Y este movimiento, que creemos dialoga con las interpretaciones modernistas disponibles, trae consigo, tanto en forma como en contenido, debates estéticos, críticos y políticos que invocan nuevas formas de percibir la nacionalidad. Parece posible señalar que Nava amplió el presente en el que vivió, haciéndolo habitado por pasados que, de alguna manera, se volvieron ausentes, lo que nos lleva a percibirlo casi benjaminiano como alguien interesado en una “historia a contracorriente”. Si bien en los escritos del autor predomina una dimensión de presencia, podemos encontrar en ellos formas de significado, o racionalidades, para la experiencia brasileña. Lo que la interpretación de Brasil propuesta por él nos revela, entonces, es un horizonte más amplio para las culturas que habitan nuestra experiencia, además de una mirada crítica, que es asumida por su propio lugar de habla, que implica marcas en el cuerpo de quienes narran, sobre las dimensiones de dominación y hegemonía presentes en nuestra historia, subvirtiéndolas en la medida de lo posible. No sería exagerado decir, y otros estudiosos de Pedro Nava ya lo han señalado, que una cierta dimensión antropofágica de la sociedad brasileña está presente en sus memorias.
*Piero Detoni Tiene un doctorado en Historia Social por la USP..
Referencias
ARRIGUCCI JR. David. Acertijo y comentario. Ensayos sobre literatura y experiencia. São Paulo: Cia. das Letras, 1987.
Botelho, André. 120 años de Pedro Nava: un imaginario brasileño cosmopolita. Periódico Nexo, 03 de junio. 2023. Disponible en: https://encurtador.com.br/drvyU. Consultado: 02 de diciembre. 2023.
CANCELADO, José María. Memorias visionarias de Brasil: la obra de Pedro Nava. Belo Horizonte: Editorial UFMG, 2003.
GINZBURG, Carlo. Mitos, emblemas y signos: morfología e historia. Traducido por Federico Carotti. São Paulo: Companhia das Letras, 1989.
Jablonka, Iván. La historia es una literatura contemporánea: manifiesto para las ciencias sociales. Trans. Nathan J. Bracher. Londres: Cornell University Press, 2018.
NAVA, Pedro. Cofre de huesos. Río de Janeiro: Librería José Olympio Editora. 1974.
NAVA, Pedro. Capítulos de la Historia de la Medicina en Brasil. Cotia: Estudio Editorial; Londrina, Eduel; São Paulo: Oficina do Livro, 2003.
RÜSEN, Jörn. Razón histórica: teoría de la historia: fundamentos de la ciencia histórica. Brasilia: Editora da UNB, 2010.
SILVA, Lenina Lopes Soares. Narrativas de Brasil en la obra de Pedro Nava. Tesis (Doctorado en Ciencias Sociales) – UFRN, 2010.
VILLACA, Cristina Ribeiro. Pedro Nava: anatomista de la memoria. Disertación (Maestría en Artes) – UFJF, 2000.
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