Paz y justicia en Palestina

Imagen: Pille Kirsi
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por ARI MARCELO SOLÓN e PAULO EDUARDO FEDERICO*

Las tres grandes religiones abrahámicas tienen el mismo concepto de justicia y paz: una justicia que no sólo mira a la nación misma, sino que mira a los demás.

En tiempos de guerra, cuando nos entristece ver la muerte, el sufrimiento y el sentimiento de odio que domina Tierra Santa, debemos recordar las palabras de Louis Massignon:[ 1 ] “Durante mis misiones, intenté reconstruir el itinerario de Abraham, desde 'Lech-Lejá' (Génesis 12, 1) a 'Hineni' (Génesis 21, 2). Dejé Ur, en Caldea, y fui a Harrán y Bersheba, donde Abraham abandonó a su hijo mayor, Ismael. Fui a Mambré, donde pidió perdón a Sodoma, y ​​finalmente a Jerusalén. Entonces comprendí que él era el padre de todas las religiones, que era el peregrino, el guêr, el que dejó a su pueblo, que hizo un pacto de amistad con los países extranjeros a los que vino como peregrino, que Tierra Santa no era monopolio de una raza, sino la Tierra prometida a todos los peregrinos como él” (L (Massignon, 1949).

Para comprender lo que sucede hoy en Tierra Santa hay que tener en cuenta la perspectiva de la historia religiosa desde Abraham, a quien se puede considerar como el primer “héroe de la hospitalidad”. El derecho de Israel a Tierra Santa deriva de la promesa de Abraham, pero este privilegio proviene de un “guêr”, es decir, de un extranjero, de un invitado. A Abraham en hebreo se le llama "guer". Si la ley hebrea deriva del patriarca Abraham, este derecho deriva necesariamente de un “guêr”, de un extranjero. La consideración de Abraham como extranjero en su propia tierra es la base sobre la que se construye la ley hebrea.

Al analizar el derecho internacional, es necesario considerar el concepto de nomos. Carl Schmitt,[ 2 ] en el trabajo El Nomos de la Tierra en el Derecho Internacional del Jus Publicum Europaeum, ver la expresión nomos en el sentido de apropiación de la tierra, innovando al no utilizarla en el sentido de “ley”, lo que permitiría entender tal expresión como un “acto originario que funda el derecho”.[ 3 ] Sin embargo, la expresión griega nomos (νόμος) proviene originalmente de “nómada”: no More (νομᾰ́ς), que significa “vagar en busca de pastos”, de donde surgió nomós (νομός), que significa pasto.[ 4 ]

Es interesante observar la relación entre los conceptos fundacionales del derecho internacional y la situación de los extranjeros, aquellos que “vagan en busca de pastos”. Si en el pasado los “nómadas” buscaban pastos para alimentar a su rebaño y mantenerse a sí mismos y a su familia, los “nómadas” de hoy se mueven en busca de mejores condiciones de vida, seguridad y, a menudo, fe.

Volviendo a la definición de Abraham como el “guêr”, el primer acto del derecho hebreo puede verse como un acto de derecho internacional, que hoy podríamos llamar derecho internacional de hospitalidad, relacionado principalmente con la cuestión de los refugiados.

Como reconoce Louis Massignon al abordar la cuestión de Israel, no es posible arrebatar Jerusalén a los musulmanes porque creen profundamente que el profeta fue transportado allí en éxtasis y que allí serán juzgados. Por tanto, al chocar con este sentimiento fundamental, se excluye cualquier posibilidad de pacto, porque, en el Islam, la fe que cuenta es la que se basa en el juramento de Abraham. Del mismo modo, no se puede arrancar a los judíos la memoria de Jerusalén y su esperanza de estar allí como objetivo central de su propia fe.

Para los musulmanes, Mahoma, un año antes de la Hégira, fue transportado durante la noche a Jerusalén.[ 5 ] Este hecho significó que la dirección de las oraciones se mantuvo durante dieciséis meses (“quibla” – القبلة( mirando a Jerusalén (“Al Quds” – القُدس(. Por lo tanto, en origen, los musulmanes oraban hacia el lugar donde se encuentra la Mezquita Al-Aqsa, ubicada en Jerusalén en el lugar designado por los judíos como el Monte del Templo. Umar ibn Al-Qatab, el segundo de los musulmanes Los califas, cuando conquistó Tierra Santa en el año 638 d.C., purificó los restos del Templo de Salomón para que allí se pudiera adorar al Dios de Abraham.

Para el cristiano hay que apelar al ideal de la caridad y a la comprensión de la esperanza que sostiene a Israel. La moral cristiana, como reconoce Louis Massignon, implica necesariamente una comprensión de la hospitalidad abrahámica, la naturaleza sagrada del derecho de asilo y el respeto a los extranjeros. Como propugna el Papa Francisco, la violencia no puede conducir a la paz.

Para el judío es necesario tener presente las raíces de la filosofía pacifista que se remonta a Talmud de Jerusalén. De manera complementaria, siempre debe anteponerse el firme deseo de proteger a Jerusalén: “Si me olvido de ti, oh Jerusalén, que mi diestra pierda su fuerza. Que mi lengua se pegue al paladar si no prefiero Jerusalén a mi mayor alegría”.[ 6 ]

Para los musulmanes, finalmente, el respeto a la persona humana y el derecho de asilo tienen prioridad sobre el deber de la guerra santa. En este aspecto se puede citar el ejemplo de la tradición suwariana, responsable de parte del crecimiento pacífico del Islam en África. Finalmente, cabe destacar que la palabra “Islam” tiene la misma raíz que paz (“zalema” – سلام(.

Las tres grandes religiones abrahámicas tienen el mismo concepto de justicia y paz: una justicia que no mira sólo a la nación misma, sino que mira a las demás, como lo fue Abraham, padre de los judíos, cristianos y musulmanes.guêr”, un extranjero al que Dios mismo prometió una tierra para él y su descendencia.

* Ari Marcelo Solón Es profesor de la Facultad de Derecho de la USP. Autor, entre otros, de libros, Caminos de la filosofía y la ciencia del derecho: la conexión alemana en el futuro de la justicia (Prisma). Elhttps://amzn.to/3Plq3jT]

* Paulo Eduardo Federico Es abogado y candidato al doctorado de la Facultad de Derecho de la USP.

Referencias


(1) Véase: L. Massignon, Escritos memorables, I-II, París, Robert Laffont, 2009.

(2) C. Schmitt, Der Nomos der Erde im Völkerrecht des Jus Publicum Europaeum, trad. En g. por GL Ulmen, El Nomos de la Tierra en el Derecho Internacional del Jus Publicum Europaeum, Nueva Tork, Telos, 2006, págs. 336-350.

(3) En este sentido, ver: B. Ferreira, El nomos y la ley: consideraciones sobre el realismo político en Carl Schmitten Criterion 118 (2008), págs. 327-366.

(4) Ver sobre la naturaleza de la percepción y el sentido común en Deleuze, Rancière y Kant, quienes comparten una interesante discusión sobre la nomos y los “nómadas” en reflexiones estético-políticas, el siguiente capítulo: D. Panagia, De Nomos a Nómada, en D. Panagia, La vida política la sensación, Durham, Universidad de Duke, 2009, págs. 21-44.

(5) Corán 17, 1.

(6) Salmo 137, 5-6.


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