Paulo Freire – un defensor de la libertad

Bill Woodrow, Sin título, 1992.
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por HENRY GIROUX*

El espíritu y la política de Freire no deben celebrarse, sino emularse

El 19 de septiembre fue el cumpleaños de Paulo Freire. Freire y yo trabajamos juntos durante quince años, que considero los años más enriquecedores de mi vida. Hemos editado conjuntamente varios libros y, junto con Donaldo Macedo, hemos traducido y publicado muchos de los libros de Freire en el mundo de habla inglesa. Escribió el prólogo de mi segundo libro, “Teoría y resistencia en la educación”, y colaboramos juntos hasta su muerte. Tuvieron y tendrán muchas celebraciones. Muchos lo tratarán como un ícono, en lugar del revolucionario que realmente fue. Al hacerlo, hablarán de Freire con el tipo de reverencia sin politizar que a menudo asociamos con el elogio hueco reservado para las celebridades fallecidas. Las escuelas de la Ivy League harán declaraciones celebrando su trabajo que les ofrece un cambio radical, que es, por supuesto, lo contrario de lo que creen. Esta distracción es comprensible en una era en la que se genera ignorancia, y tenemos la cultura de adoración de las celebridades, y en una era en la que la memoria histórica se vuelve peligrosa y la disidencia se convierte en una maldición. Freire fue un revolucionario cuya pasión por la justicia y la resistencia chocaron con su odio al capitalismo neoliberal ya los autoritarios de todas las tendencias políticas. Sencillamente, no fue simplemente un intelectual público, también fue un campeón de la libertad. Los actuales ataques contra él en Brasil por parte del neofascista Bolsonaro dejan en claro cuán peligroso es su trabajo incluso hoy.

Una de las contribuciones más importantes de Freire fue su politización de la cultura. Vio la cultura como un campo de batalla que reflejaba e implementaba el poder. Rechazó la noción marxista vulgar de que la cultura era simplemente un reflejo de las fuerzas económicas. No solo conectó la cultura con las relaciones sociales que provenían de la producción y legitimación de la lucha de clases, la destrucción ecológica y diversas formas de privilegio, sino que también entendió que la cultura siempre estuvo relacionada con el poder y fue una enorme fuerza de influencia. . Esto fue especialmente cierto en la era de las redes sociales con su poder para definir diversos modos de inclusión, legitimar el consenso, producir formas específicas de agencia y reproducir relaciones de poder desiguales dentro y fuera de los estados-nación. Enfatizó fuertemente el papel del lenguaje y los valores en las luchas por la identidad y los recursos y cómo funcionaron en diferentes organizaciones y esferas públicas como escuelas, medios, aparatos corporativos y otras esferas sociales. Su trabajo sobre alfabetización se ha centrado en cómo las prácticas culturales neoliberales establecen ciertas formas de comercializar cuerpos, definen y eluden el espacio público, despolitizan a las personas a través del lenguaje de comandos, mientras privatizan y mercantilizan todo. La cultura y la alfabetización para Freire ofrecieron a las personas el espacio para desarrollar nuevos modos de agencia de las personas, de resistencia masiva y vínculos emocionales que abrazaron formas empoderadas de solidaridad. Para Freire, los terrenos de la cultura, la alfabetización y la educación eran los campos en los que los individuos adquirían conciencia de su posición y voluntad de luchar por la dignidad, la justicia social y la libertad. Para Freire la cultura era un campo de batalla, un lugar de lucha, y reconocía con Gramsci que cada relación de dominación era “pedagógica y se da en medio de las distintas fuerzas que las componen”.

Freire, en primer lugar, creía que la educación estaba conectada con el cambio social y que las cuestiones de identidad y conciencia eran esenciales para hacer de la pedagogía el centro de la política. Para Freire, la educación y el aprendizaje formaban parte de una lucha aún mayor contra el capitalismo, el neoliberalismo, el autoritarismo, el fascismo y contra la despolitización e instrumentalización de la educación. La acción directa, la educación política y la política cultural definieron, para él, nuevas estrategias de resistencia y nuevos entendimientos de la relación entre poder y cultura y cómo dieron forma a cuestiones de identidad, valores y la comprensión del futuro por parte del individuo. La pedagogía y la alfabetización eran políticas porque estaban conectadas con la lucha por la agencia, las relaciones de poder en curso y las condiciones previas para la conexión entre el conocimiento y los valores y el desarrollo de ciudadanos activos, críticos y comprometidos. La gran contribución de Freire fue reconocer que la dominación no era solo económica y estructural, sino también pedagógica, ideológica, cultural e intelectual, y que las cuestiones de persuasión y creencia eran armas cruciales para la creación de agentes comprometidos y sujetos críticos. También refutó la vía de escape fácil de los cínicos que equiparaban la dominación con el poder. La resistencia siempre fue una posibilidad y cualquier política que la negara cometió un error, en complicidad con los crímenes más atroces, aunque no reconocidos. Freire fue un intelectual público transformador y defensor de la libertad que creía que los educadores tenían la enorme responsabilidad de abordar importantes cuestiones sociales y políticas, decir la verdad y asumir riesgos, independientemente de las consecuencias inconvenientes. El coraje cívico era esencial para la política, y él encarnaba lo mejor de esa convicción.

Al hacer de la educación una pieza central de la política, Freire conectó las ideas con el poder y la conciencia crítica con la alfabetización, para intervenir en el mundo y en la lucha por la justicia económica, social y racial. Nunca separó el enorme sufrimiento y las limitaciones impuestas por la desigualdad de la esfera de la política y, al hacerlo, conectó las condiciones, por específicas que fueran, para la resistencia a abordar las limitaciones que pesaban sobre la vida de las personas. Freire creía que todos tenían la capacidad de ser intelectuales, de pensar críticamente, de convertir lo familiar en algo extraño y de luchar individual y colectivamente contra las máquinas de la “desimaginación” y las zonas de abandono político, ético y social que transformaban la vida de las personas. democracias en versiones actualizadas del estado fascista.

Su trabajo no se trataba de métodos, sino de forjar cambios sociales e individuales de manera que dieran voz a los que no la tenían y poder a los que se consideraban prescindibles. Freire fue un defensor de la libertad, que creía profundamente en un futuro en el que la democracia radical fuera posible. Fue un utopista intrépido para quien la esperanza no era solo una idea, sino una forma de pensar de otra manera para actuar de otra manera. La obra política y educativa de Freire estuvo arraigada en un ideal ético y un sentido de responsabilidad que hoy están siendo atacados, lo que da testimonio de su importancia y necesidad de defensa; también es necesario evitar que las élites gobernantes se apropien de los puestos de trabajo; además, existe la necesidad de expandirlos a nuevas circunstancias sociales, culturales y económicas que necesitan desesperadamente ayuda en la lucha contra las políticas fascistas que están surgiendo en todo el mundo. Freire creía que ninguna sociedad es suficiente y que la lucha contra la injusticia es la condición previa para la radicalización de los valores, para la lucha contra la opresión institucional y para la adopción de una política global de valores democráticos compartidos. Para él, la alfabetización civil era un arma para despertar la conciencia, potenciar la acción civil y acabar con el atractivo de la política fascista. Freire era peligroso, y con razón, en un momento en que la historia se “purifica”, los prescindibles se expanden y pierden la vida, y la necesidad de una conciencia anticapitalista y un movimiento social de masas es más urgente que nunca. El espíritu y la política de Freire no deben celebrarse, sino emularse.

*Enrique Giroux es profesor en la Universidad McMaster (Canadá). Autor, entre otros libros, de Pedagogía Radical - subsidios (Cortés).

Publicado originalmente en el portal contragolpe.

 

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