por VERA IACONELLI*
Presentación del libro recién publicado.
Sobre los orígenes: mucho más allá de la madre
En diciembre de 1958, en la reunión de la Asociación Psicoanalítica Americana en Nueva York, la psicoanalista húngara Therese Benedek dictó una conferencia titulada “La crianza de los hijos como fase del desarrollo: una contribución a la teoría de la libido”, en la que consideró el término “crianza de los hijos”. ” desde una perspectiva de desarrollo. Como explica el título, el autor defenderá una fase del desarrollo libidinal ligada al devenir padre/madre, lo que nos sitúa ante la inevitable pregunta de qué se puede decir de los sujetos que no tienen hijos.
Después de todo, a diferencia de la niñez y la adolescencia, la crianza es contingente, y su ausencia no puede asumirse como una limitación. Benedek es una autora importante, que ha hecho aportes significativos al pensamiento psicoanalítico y feminista, pero, como todos nosotros, no está libre de los supuestos de su época. Dicho esto, vale la pena recomendar la lectura de su obra, cuya Insights sobre la relación entre padres e hijos, especialmente las madres y sus bebés, son de gran valor.
Presento el primer volumen de la Coleção Psicanálise & Parentalidade citando al autor que habría acuñado el término “parenting” con el objetivo de señalar el hecho de que, en estos más de sesenta años, su uso se ha prestado a interpretaciones divergentes, sin perder, sin embargo, su relevancia.
Destacan dos errores en el uso del término. Aquel en el que la parentalidad se asocia a la instrumentalización de la paternidad/maternidad, al estilo del discurso universitario, tal como lo describe Lacan, en el que el saber se adquiere sin restos ni aristas, replicable, garantizado y desubjetivado. Para completar, el “saber hacer” de la crianza se adquiriría a precios asequibles, al gusto capitalista. El otro error se refiere a la suposición de que la crianza se reduce a la relación entre la mujer/madre y su bebé, que ha sido sobrevalorada desde el siglo XVIII, como señala la filósofa Elisabeth Badinter en el ya clásico Un amor conquistado: el mito del amor maternal (1980). Dicho esto, nos corresponde a nosotros presentar la forma en que entendemos la crianza y justificar la elección de abordarla a través del psicoanálisis.
Si en la década de 1960 -y hasta hace muy poco- la balanza de la crianza pesaba mucho del lado del vínculo madre-bebé, en la década de 2000 surgieron cuestiones de género, racialidad, vulnerabilidad social y cultura que eran imposibles de ignorar. Hasta entonces, la relación entre la madre y su bebé (preferiblemente el biológico) –cuyos estudios eran fundamentales para comprender la constitución del sujeto– servía como paradigma de la crianza. Otras configuraciones tales como: madres/padres adoptivos y sus bebés adoptados; cuidadores no relacionados con el bebé; familias con configuraciones de género u orientación sexual fuera del patrón cisgénero/heterosexual; La reproducción médicamente asistida, en definitiva, temas recurrentes en la práctica clínica actual, fueron vistos como desviaciones de la norma. El padre, la madre y su bebé biológico servirían de modelo de la situación ideal, y las demás situaciones, de burla por lo que el psicoanalista está llamado a diagnosticar y tratar.
El modelo estructural edípico –erróneamente leído en clave imaginaria real padre-madre-bebé- acabó sustentando a la familia burguesa como estructura que garantizaría la salud mental de la descendencia. Si el psicoanálisis se utilizó como munición de un modelo de crianza claramente ideológico, esto se debe a una combinación compleja de condiciones que ofrece el capitalismo, la necesidad de reproducir las normas sociales hegemónicas, pero también la herida narcisista que el romance familiar busca amortiguar en la forma del mito paterno.
La crianza como práctica que garantiza la constitución, formación y educación de los sujetos revela su rostro oscuro. La búsqueda obsesiva de garantías es uno de los grandes interrogantes de nuestro tiempo, que encuentra en el especialista de hoy las supuestas respuestas que se imputaban a los mitos religiosos de antaño.
mucho más allá de la madre
Pensar en los lazos que establece una generación para poder reproducir cuerpos y, principalmente, sujetos, implica ir mucho más allá de lo que ocurre entre una madre y su descendencia, sin por ello menospreciar la importancia de los lazos fundamentales en el uno a uno. relación. Se trata, por el contrario, de reflexionar sobre el alcance y los límites de estas relaciones, dándoles el debido valor, para que la madre no sea imputada a la madre con responsabilidades y faltas históricas, que no le corresponden.
La reproducción del vínculo social depende de la relación entre sujetos nacidos con diferentes competencias biológicas para procrear, mediadas o no por la medicina. De este hecho indiscutible, la transmisión de valores culturales, lugares sociales, transgeneracionalidad en estrecha relación con la estructura familiar mínima. Es en esta conjunción entre lo real y el incesante intento de imaginarlo y simbolizarlo que se producen los sujetos, razón última del psicoanálisis.
Sin tener esto en cuenta, perpetuamos el uso más torpe que se puede hacer del término “parentalidad”: la instrumentalización de un supuesto saber que permitiría controlar la transmisión generacional sin falta. La consistencia imaginaria de las figuras de padre y madre, los errores recurrentes en el uso de los términos “función materna” y “función paterna”, la apelación al especialista que previene y garantiza están ahí para ejemplificar este riesgo.
“Padre” y “madre” son términos problematizados por el psicoanálisis que producen efectos imaginarios en la clínica y en la teoría. Su uso apunta a la interpretación biológica, a la ley, al género, a los roles, a la educación, a las funciones.
si pensamos en términos biológicos, es fácil identificar al sujeto al que se le asigna el sexo masculino como padre potencial y al que se le asigna el sexo femenino como madre potencial. En este sentido, la tarea reproductiva sustentaría una distinción que se basa en el hecho notorio de que las personas que nacen con o sin útero viven experiencias corporales muy diferentes a la hora de procrear. La fugacidad de la eyaculación se opone a la materialidad del cuerpo del bebé dentro del cuerpo de alguien durante el embarazo. Los términos “maternidad” y “paternidad” tienden a basarse en esta diferencia, ignorando que no podemos deducir unívocamente cómo estas experiencias afectan a cada sujeto en su singularidad.
Con respecto a la ley, sabemos que corresponde a la ley definir quién puede y quién no puede llamarse socialmente padre/madre. No siempre el suegro realiza las supuestas funciones, y muchas otras soluciones pueden ocurrir.
La clínica nos acerca casos de transición de género para barajar las cartas y descifrar efectos imaginarios surgidos de las consistencias que pueden producir las interpretaciones de la imagen corporal. En los casos, por ejemplo, en que una persona nacida con útero se identifica como hombre o de un género diferente al femenino, la tendencia es que los significantes padre/madre sean intercambiables o fijos en el sexo designado en la transición. En este caso, los géneros hombre/mujer determinarían la elección de los términos padre/madre tanto como la procreación biológica. Los sujetos no binarios o intersexuales nos traen aún más interrogantes, como el uso del neologismo “mapa” – contracción de mamadre y papadre—o el uso del nombre de pila del tutor. La clínica de las transiciones de género revela que el compartir biológico de la procreación – todo el ciclo perinatal de embarazo, parto, puerperio y lactancia – no sustenta unívocamente el uso de los términos padre/madre, socavando uno de los pilares de su justificación.
Con respecto a la documentos, tendremos un sinfín de costumbres que nos recuerdan que, si bien la tarea de cuidar a los niños ha sido, a lo largo de la historia, hegemónicamente de las personas que los conciben, las variaciones son enormes. Los roles padre/madre de hoy responden al período histórico en el que estamos insertos y reproducen el modelo burgués, cis, patriarcal y heterosexual.
Es fácilmente evidente cómo la precariedad de las condiciones laborales y las condiciones sociales inciden directamente en el pensamiento de los padres en términos privados y neoliberales. El cuidado de los niños ha llegado a la actual situación insostenible, en la que son vistos como responsabilidad única y exclusiva de las madres, ejemplificado por las madres cabeza de familia en Brasil. En ningún período histórico anterior, salvo en situaciones extremas de guerras y calamidades, la maternidad se imaginó como una tarea individual, aunque sea principalmente femenina. La enfermedad social resultante de este hecho es notoria en la clínica psicoanalítica. Es una sociedad que se empeña desastrosamente en reducir las responsabilidades del cuidado de las nuevas generaciones a las ya sobrecargadas mujeres, de manera catastrófica.
En este punto, vale la pena discutir a qué se refiere el psicoanálisis cuando utiliza “la vivero” o “función paternal”, en tiempos en que las responsabilidades sociales en cuanto al parentesco recaen erróneamente sobre las madres y las mujeres.
La contribución psicoanalítica
Averso a los discursos que prometen predicción y garantías, el psicoanálisis se preocupa por escuchar lo que da cuenta de la producción de los fenómenos, así como lo que apunta a la incompletud del conocimiento y a lo que escapa a las posibilidades de aprehensión a través del lenguaje. La experiencia es siempre mayor que el lenguaje, que es incapaz de abarcarla por completo. Ese resto que se le escapa sigue insistiendo en no ser dicho. De esta diferencia entre experiencia y lenguaje surge una producción incesante de síntomas, deslices, sueños, pero también de teorías, arte, religiones.
El psicoanalista es el que escucha el ruido, lo disonante, eso mismo que las ciencias tratan de ignorar. Al centrar su atención en lo más íntimo y extraño en nosotros, lo que nos conmueve y tratamos de ignorar, el psicoanálisis no lo hace con la intención de catalogar una enfermedad, una desviación o una aberración más. Contradiciendo las expectativas de patologizar y catalogar apresuradamente todo, creando una interminable lista nosográfica –como podemos ver en los actuales manuales de diagnóstico de los trastornos mentales–, el discurso psicoanalítico reconoce en las formas del sufrimiento humano las posibles expresiones de una única subjetividad y de la tiempo en que vive insertado.
Frente a la creciente especialización propia de los modos capitalistas – segmentar para producir más y mejor – el psicoanálisis apunta al sujeto del inconsciente y su singularidad. No existen, por tanto, especializaciones en psicoanálisis, ya que la pretensión de totalizar el conocimiento en el campo humano conduce a la sordera de lo que es único y singular a cada uno. La clínica nos confronta con este hecho en todo momento. Incluso los médicos, impulsados por la lógica de crear protocolos para enfermedades previamente mapeadas, son capaces de reconocer en su clínica que diferentes sujetos responden de manera diferente a las mismas condiciones y tratamientos.
Abordar la parentalidad desde el psicoanálisis pretende poner en primer plano la importancia de escuchar cómo emerge la angustia en el fenómeno parental en cada sujeto, por un lado, y las respuestas que la cultura ha producido frente a este fenómeno en nuestro tiempo, por el otro. otro. Lejos de constituirse en saberes especializados, se trata de labrar un campo fértil de estudio para abordar los desafíos que se encuentran en este momento de la vida que, como padres o como hijos, nos atraviesa a todos. La crianza genera un espectro de eventos que se pueden mapear en diferentes niveles, y esto puede ayudarnos a limitar el ruido cuando escuchamos singularidades, pero no a generalizarlas. Cada sujeto, a partir de la elaboración de su historia única, responderá de manera única a las fuerzas que convoca el campo parental. Corresponde al psicoanalista escucharlo, consciente de cuáles son esas fuerzas, pero sin pretender saber de antemano las respuestas que producirá el sujeto, ni el destino que podrá dar a estos acontecimientos.
La reproducción del lazo social.
La reproducción del lazo social implica el mantenimiento de posiciones que se perpetúan generación tras generación. Piera Aulagnier nos alertó sobre el contrato narcisista que se hereda al nacer y que promueve las coordenadas de la herencia simbólica. Pensar en la crianza nos obliga a reconocer que los sujetos están sujetos a diferentes experiencias en el cuidado de su descendencia y que nacer negro o indígena, por ejemplo, en las periferias del mundo implica estar sujeto a un campo de fenómenos diferente al del niño blanco. nacido fuera de situaciones sociales de vulnerabilidad social. Así como el feminismo necesitaba incorporar en sus discusiones el género, la racialidad, la vulnerabilidad social, la orientación sexual y el exilio, el psicoanálisis no puede dejar de pensar en el cruce que estas realidades tienen en las patologías y singularidades sociales y, por tanto, en la crianza. Conscientes de que cada sujeto responderá de manera única a los fenómenos, no podemos dejar de estudiarlos, so pena de reproducir sus males.
Tendremos así un acercamiento eminentemente crítico a las condiciones en las que se han reproducido los lazos fundamentales mucho más allá del binomio cuidador-bebé sin, sin embargo, perderlo de vista.
Abordar un tema tan amplio implica elegir unos caminos sobre otros. En los siguientes capítulos se exponen los caminos escogidos con la intención de contribuir a la discusión iniciada por Freud, cuando se pregunta por el origen de la psique y por los lazos fundamentales que la engendran. Discusiones sobre el uso ideológico del término paternidad; la elección de psicoanálisis como una forma de abordarlo; la reproducción de cuerpos – que entre los humanos siempre está atravesada por lo simbólico; tú corbatas que engendran sujetos; los estudios de género y sus ruidos en la teoría y en la clínica; y los veces, que fundaron nuestra existencia, son traídos en los cinco tomos de esta colección con la intención de permitir que el vasto campo de la crianza, definida aquí como la "mínimamente contemplada la producción de discursos y las condiciones que ofrece la generación anterior para que una nueva generación se constituya subjetivamente en un momento dado”. Para ello, elegimos los temas: Crianza, Vinculación, Género, Cuerpo y Tiempo como ejes de la colección que aquí inauguramos.
La clínica para guiarnos
La clínica con gestantes y con madres y padres de bebés ha demostrado que las transformaciones del cuerpo en la perinatalidad y los movimientos subjetivos necesarios para la construcción del lugar parental requieren un intenso trabajo psicológico y, muchas veces, producen efectos disruptivos. No es raro ver a hombres y mujeres lidiando con el suicidio y las amenazas a la vida de sus bebés, o incluso involucrados en construcciones delirantes e inhibiciones que impiden o perturban diferentes áreas de sus vidas. Estas situaciones nos llaman a reflexionar sobre lo que escuchamos en tantos otros casos en los que la experiencia de desamparo y vulnerabilidad emocional acompañan transformaciones y enfermedades.
Los autores que aceptaron el reto de compartir sus reflexiones teórico-clínicas en el campo de la crianza desde el enfoque psicoanalítico –así como los invitados que nos brindaron interfaces de otros saberes– son ejemplares en la comprensión de la relación indisoluble entre subjetividad, vínculo social y tiempo
Los capítulos que componen este volumen dan consecuencias a las cuestiones anteriores, trabajadas por autores conscientes de la complejidad del tema. Lejos de proponer reduccionismos, los textos mantienen el difícil equilibrio entre la transmisión rigurosa del psicoanálisis y un lenguaje más accesible a otros lectores. Además, forman una red de reflexiones en las que la lectura de un capítulo plantea interrogantes para ser tensionados en otro, y así sucesivamente.
Miriam Debieux nos presenta el capítulo “Anillo de paso: familias, transmisión y tradición", en el que señala la reproducción de los lazos excluyentes a los que se presta la crianza y la necesidad ética de que seamos conscientes de ello. Texto fundamental para que pensemos qué reproducimos, cuándo producimos una nueva generación y cuál sería el papel del profesional en los cruces ideológicos. Su texto apunta las críticas necesarias para que la clínica no se convierta en rehén de los medios de segregación, apostando por los vaivenes que produce el ejercicio de la crianza.
Contamos también con la siempre valiosa contribución de Christian Dunker, quien aborda el tema de los efectos de la crianza sobre la conyugalidad en el capítulo “Economía libidinal de la crianza”. Este tema es aún más significativo en tiempos en que el amor y las relaciones familiares no se sustentan en los imperativos sociales del pasado. El impacto que la llegada del hijo provoca en la organización libidinal de la pareja encuentra un precioso desarrollo en el capítulo de Dunker, en el que el autor propone una escucha más precisa de este momento crucial de las relaciones amorosas y de los factores económicos/libidinales en juego.
Thais Garrafa se sumerge en la distinción entre función y posición materna –no necesariamente refiriéndose a las madres–, rompiendo con los equívocos usos que envuelven el tema al abordar los “Primeros tiempos de la crianza”. Utilizando con rigor y actualidad los conceptos de “acto”, “semblante” y “transitivismo”, avanza estudios sobre estas funciones, tan insistentemente imaginadas. Texto que marca hitos muy importantes para la teoría y, en consecuencia, para la escucha clínica al centrarse en los efectos del acto que la asunción de los semblantes del padre y de la madre tiene sobre quienes lo realizan y el tiempo lógico en el que se asientan.
En el capítulo “Reproducción de cuerpos y sujetos: la cuestión perinatal”, busco trabajar el tema de la perinatalidad (embarazo-parto-puerperio) algo descuidado por el psicoanálisis. Cuestiono la interpretación implícita en algunas lecturas psicologizantes de que la experiencia de la madre biológica traería alguna ventaja a la construcción de la paternidad frente a otras cuidadoras que no se embarazan y dan a luz. La violencia durante el parto también forma parte de la discusión sobre la situación cultural, de género y racial de la que han surgido las puérperas y los bebés en nuestra sociedad.
Daniela Teperman, en la sección reservada al tema del malestar en nuestro tiempo, trae el capítulo “Crianza para todos, no sin la familia de cada uno”. En él discute, a partir de su larga y reconocida investigación en el campo, la incesante búsqueda por atribuir consistencia a los rostros de padre y madre en el uso erróneo que se hace del término “parenting”. También nos alerta sobre una supuesta desexualización de la transmisión familiar que sintomáticamente regresa en forma de violencia contra los niños, una de las expresiones más conmovedoras del malestar contemporáneo.
La socióloga Marília Moschkovich cierra este volumen, en la sección dedicada a la interlocución con otros saberes. Inspirado, utiliza la Técnica Ludovico ficticia, creada por Anthony Burgess en la novela Naranja Mecánica (1962), para pensar las cuestiones de género en la crianza en el capítulo “De naranjas mecánicas, feminismo y psicoanálisis: naturaleza y cultura en la dialéctica de la alienación voluntaria”. Un aporte muy importante para incidir en los temas de crianza y feminismo, poniendo en el centro del debate la desigual división de género en cuanto al cuidado, las tareas del hogar y las tareas reproductivas.
Aquí sigue nuestra apuesta de que un trabajo con la crianza que dialoga con diferentes saberes tiene más que aportar a la comprensión de las condiciones en que los sujetos se constituyen como padres, madres y cuidadores. A partir de ahí, lo que está en juego es la constitución misma del sujeto.
*Vera Iaconelli, psicoanalista, tiene un doctorado en psicología de la USP. Autor, entre otros libros, de Malestar en la maternidad: del infanticidio a la función materna (Zagodoni).
referencia
Daniela Teperman, Thais Garrafa y Vera Iaconelli (eds.). crianza de los hijos Belo Horizonte, Auténtica, Belo Horizonte, 2020, 126 páginas.
Bibliografía
Aulagnier, P. La violencia de la interpretación: del pictograma al enunciado. Río de Janeiro: Imago, 1979.
BADINTER, E. Un amor conquistado: el mito del amor maternal. Río de Janeiro: Nueva Frontera, 1985.
BENEDEK, T. La paternidad como fase del desarrollo: contribución a la teoría de la libido. Revista Asociación Americana de Psicología, no.