parafascismo de barrio

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por RICARDO SALÉS*

El fascismo bolsonarista está más cerca de una milicia parasitaria incrustada en las instituciones del Estado

En una simplificación arriesgada pero calculada, la afirmación de que el fascismo es un totalitarismo de derecha, tanto como el estalinismo es un totalitarismo de izquierda, no es del todo inexacta. Y el parafascismo cercano parece ser un intento caricaturesco, una prueba deformada de lo que pretende ser un totalitarismo de derecha, desprovisto, sin embargo, del aparato ideológico del fascismo.

Algo que se acerca más a una milicia parasitaria incrustada en las Instituciones del Estado.

Así es, un retrato envuelto en tinieblas de lo que suele llamarse el gobierno de Jair Bolsonaro & familia.

Existen, en la literatura especializada, trabajos de excelente calidad que analizan los orígenes y desarrollo del fascismo en diferentes partes del mundo, incluido Brasil, donde el Integralismo de Plínio Salgado supo alejarse del racismo europeo y, abandonando la idea de racialidad superioridad blanca, elaboran una especificidad mestiza de la ultraderecha.

Una cosa, sin embargo, es innegable: las variantes fascistas europeas y el propio integralismo caboclo fueron, en origen, obra de intelectuales, gente mala o no creyente del bien, pero intelectuales, aunque no tuvieran la brillantez de un Gabriele d 'Annunzio, poeta y dramaturgo, héroe del fascismo italiano.

No hubo, en la cumbre –repito, en la cumbre– de los grandes movimientos fascistas, tipos semejantes, en su bajísimo nivel, a Fabrício Queiroz, al capitán Adriano de tal, a Bolsonaro y familiares, Pazuello, Damares, Mourão, Ronnie Lessa, Augusto Heleno, Weintraub (de triste recuerdo…) y ogros y ogros del género. Impensable, con este directorio de destrucción que, asociado a eucomiastas de la estupidez y codiciosos especuladores, asalta al Estado tras la elección del capitán retirado, la concepción de una superestructura filosófica que proponga, con alguna probabilidad de consistencia teórica, un sistema de ideas como era el Integralismo. Saludos como Anauê!, el 'hola' amerindio, Vovô Índio, en sustitución de Papá Noel, símbolos como la Σ (sigma), la versión adoptada en Pindorama de la cruz esvástica nazi, finalmente un trasfondo ideológico a partir de una abstracción – la Nación –, como último velador de los intereses del pueblo, el Estado, su representante indiscutible, siguiendo el ejemplo del credo Integralista, nunca se quitaría de la mente de tan primitivos pueblos.

Digan lo que puedan contra los militares del Golpe de 64 -y difícilmente habrá sido suficiente- pero la cumbre definitivamente tuvo un nivel mucho mejor que el de Bolsonaro y su pandilla. Se habla merecidamente mal de Castelo Branco y Golbery, pero no hay, a la vista, nadie con el nivel intelectual de esos generales, que, en todo caso, no eran suntuosos. Eran simplemente gente de su tiempo, adoptantes del maniqueísmo utilitarista impuesto por el neocolonialismo norteamericano. Eran soldados que, aunque tuvieran ideas propias, se veían obligados profesionalmente a subordinarlas a opciones dictadas por los intereses estratégicos de una de las potencias de la Guerra Fría, muchas veces disfrazadas de luchas por la libertad que pretendían ser globales, apenas disfrazando lo doméstico. intereses del centro del poder en detrimento de los países periféricos, sus clientes obligados. Sus preferencias políticas contaban poco y, cuando no se sometían a los dictados de Washington, sus días en los polos de decisión estaban contados. Evidentemente, conscientes o no de esta limitación, se acomodaron a la carácter distintivo de los colonizados y se comportaron con aplomo en lo que incorporaron como un deber seudopatriótico y la tarea de defender un orden poco próximo a alternativas serias que cualquier razonamiento mínimamente crítico les hubiera permitido vislumbrar.

Incluso después de los años de la Guerra Fría, esta limitación intelectual de los militares brasileños ha persistido obstinadamente, con mayor o menor intensidad, según los gobiernos de la época, tanto en los Estados Unidos como aquí. Sirve, por un lado, a los intereses de Washington y, por otro lado, a la conveniencia de una minoría de oficiales de las fuerzas armadas, debidamente cooptados con 'peces' de lujo. El precio del alojamiento, sin embargo, ha variado con el tiempo, sobre todo con una élite militar bien preparada que ha ido disminuyendo en cantidad y calidad. La propia Escola Superior de Guerra (ESG), donde lo que pretendía ser una flor y nata intelectual, de altos militares y civiles, quedó completamente desfigurada. Recuerdo bien una conversación que tuve, hace unos 15 años, con un oficial general que trabajaba allí, cuando me dijeron que la ESG tenía, ya en ese momento, un papel importante en la formación y adaptación de los oficiales superiores al mundo empresarial civil. , con la idea de que allí pudieran aspirar a puestos de alta dirección, en especial para complementar su salario, ya que se jubilaron muy pronto.

Bolsonaro, hoy, atrae militares con 'peces', es decir, implementa un sustituto clientelista de lo que el mercado laboral debería, en condiciones normales, estar ofreciendo a cambio de servicios de personas de alto nivel. Como resultado, la calidad profesional de los militares sigue siendo baja, lo que hace cada vez más difícil que se los utilice de otra manera que no sean buenos seguidores de órdenes o “abridores de puertas”. Las decisiones bien informadas, siguiendo un modelo de deliberación del Estado Mayor, no son un lujo, sino una necesidad en cualquier empresa colectiva de gran envergadura, algo cada vez más raro, dada la falta de inversión seria en la educación superior en estudios estratégicos. Es una pena que instituciones que hubieran podido cumplir este papel, como ESG, no sean ni la sombra de lo que podrían ser hoy.

Una persona muy cercana a mí, un oficial de la reserva del ejército, una vez resumió sagazmente el perfil de ciertos soldados con los que había compartido experiencias. Cabe señalar que su referencia es a memorias de hace más de 50 años, no a oficiales generales, algunos de los cuales incluso podrían distinguirse, entonces, por nivel intelectual. Hoy, con el deterioro de la formación, la referencia podría ser a una cantidad nada despreciable de personal militar, de cualquier rango. Una lástima. Su testimonio: la mayoría de los oficiales que había conocido en el antiguo Primer Ejército (región este) procedían del interior de Rio Grande do Sul, pequeños pueblos de São Paulo, Ceará y la periferia de Rio; Los consideraba inadecuados para estudios que no cubrían las limosnas (muy imbéciles, dijo mi interlocutor) que distribuía el ejército; tenían una mentalidad y un razonamiento primitivos, inflamados por lo que consideraban los “derechos superiores” de la clase militar, impulsivos y tendientes al radicalismo nacionalista –a la puerta, añadiría–; ignorantes de los principios más básicos de la economía, desconfiaban de la iniciativa privada, de cuyos recursos tanto dependen, creyendo firmemente que las empresas estatales eran el único camino para el desarrollo del país y obsesionados siempre con la lucha contra el comunismo internacional -que , en general, agrego, no tenían la menor idea de lo que era...

¿Alguien tiene dudas de que esta es la cabeza de Jair Bolsonaro, con olor a moho y con una configuración típica de los años 1950? ¿Difiere la mentalidad mohosa de Augusto Heleno, el general en pijama con tendencia a la oligofrenia histérica, que parasita al lado de Bolsonaro?

Bolsonaro decidió dotar a la República de una horda de militares oportunistas, activos o retirados como él, que hoy ocupan cargos públicos, con un número significativo en cargos para los que se debe exigir -o, al menos, esperar- gran competencia, como es el caso de los galardonados con la 'peixada' del complemento salarial en el Ministerio de Sanidad.

Nada hay en contra de que cierto servidor público, en funciones no militares, sea militar. No importa si el servidor es competente y realiza sus funciones de manera responsable. Militar o civil nunca debe ser un criterio para el desempeño de funciones públicas civiles. La capacidad y la dedicación deberían ser lo primero, pero esto no es exactamente lo que sucede en la camaradería de Bolsonaro y su multitud. Una pena grande y muy cara...

Ahora bien, un tema que está ausente en este tipo de discusión es el hecho de que, en el Estado Democrático de Derecho, el Poder, emanado del pueblo, como lo establece la Constitución, es esencialmente civil. Hay, en la estructura del Estado, fuerzas militares y auxiliares, pero nunca un poder militar. Por eso se dice que las fuerzas militares, armadas y auxiliares estarán siempre subordinadas al poder político, en consecuencia civil. Si en un Estado Nacional Moderno -en contraposición a la Autarquía Política Medieval- hay hegemonía militar, aunque sea yuxtapuesta al Poder (civil), es porque hubo una usurpación golpista del poder por parte de una banda uniformada. Simplemente esto.

Finalmente, alguna información lingüística para cualquiera que pueda estar interesado en el tema.

El prefijo par(a)-, que integra la palabra parafascismo, es de origen griego, en cuyo dominio se encuentra el adverbio Pará, que, en un sentido, significa cerca, y también hay una preposición idéntica con el significado de junto a. Como elemento compositivo colocado antes de la raíz de una palabra, traduce la noción de que hay proximidad en el significado, similitud entre el segundo elemento -la raíz misma (o semantema)- y el nuevo término formado con el prefijo mencionado. Así, parafascismo se utiliza para designar algo similar al movimiento filosófico, sistema de ideas o régimen político llamado Fascismo.

El sufijo -ismo (del griego –ismos, -UNED), formando originalmente nombres de acción verbal o su resultado (cf. katejizo, catequizar, katekhizmos, catecismo), adquirió un significado más amplio, primero en el campo de la medicina, para designar estados patológicos resultantes de la administración de un agente tóxico (cf. alcoholismo, eterismo) y, más tarde, tuvo un uso generalizado para designar estados sociales, ideológicos, movimientos políticos, religiosos e incluso personalistas (cf. Capitalismo, Socialismo, Fascismo, Catolicismo, Judaísmo, Estalinismo, Maoísmo).

En el caso concreto de un supuesto bolsonarismo, será difícil determinar algún corpus de ideas, dada su absoluta carencia en la comisión de estupideces en que se gesta el movimiento.

*Ricardo Sallés es abogado en Río de Janeiro.

 

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