por GÉNERO TARSO*
Cómo fusionar el Estado de bienestar con las libertades políticas, la seguridad continental con la soberanía popular, la República con las libertades políticas irrevocables
Entre el 11 y el 13 de agosto tuvo lugar en São Paulo otra reunión del programa Reconstrucción del Estado de Bienestar en las Américas, lanzado por el PNUD/ONU en 1996 y hoy coordinado por Jorge Castañeda, Gaspard Estrada y Carlos Ominami. En ese momento, bajo la dirección de Roberto Mangabeira Unger, sus primeros miembros se reunieron “impulsados por una intuición común”: buscar salidas para la afirmación democrática del Continente latino.
Su continuidad hoy, con la presencia de nuevos liderazgos democráticos de las izquierdas jóvenes recién emergidas, ha ido adquiriendo más amplitud y, al mismo tiempo, más precisión de propósitos en nuevos encuentros. El Programa había comenzado convocando a debatir líderes democráticos de izquierda, de centro izquierda e incluso de centro derecha en América Latina, quienes tendrían la capacidad de influir en sus respectivos países en los destinos de las políticas de transición de las dictaduras del década de 1970, para consolidar a sus respectivas naciones en la recomposición de la estructura democrático-liberal, luego destruida por los golpes militares que devastaron gran parte de Centro y Sudamérica.
Al participar en el primer encuentro que tuvo lugar en Chile, seguí varias ediciones del Programa, con Lula, José Dirceu, Marco Aurélio García, Brizola, junto a eminentes economistas, como Dante Caputo, cuadros “partidistas” del campo democrático, como como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Vicente Fox, López Obrador, Fernando de La Rúa y muchas otras personalidades, que tomaron caminos diferentes, en sus opciones y definiciones políticas.
Agotada la cosecha de presidentes electos en la restauración democrática, los debates giraron hacia la búsqueda de soluciones consensuadas en un escenario económico sombrío, internamente en América Latina y externamente en los núcleos centrales del sistema-mundo. Estaba en marcha un reordenamiento estructural que estaba cambiando los patrones de acumulación, reestructurando profundamente las formas de proporcionar trabajo y servicios en todos los sectores de la economía, con un fuerte impacto de las nuevas tecnologías en la vida común de millones de personas.
La división que se produjo dentro del proyecto fue natural, ya que, tras la expiración de los regímenes militares, comenzaron a aparecer alternativas neoliberales “seductoras”, que además de prometer una transición “protegida” por el capital financiero, para que los Estados que se portaran bien pagaran sus compromisos con las respectivas deudas públicas que habían adquirido durante las dictaduras. La hegemonía de los crecientes pactos de dominación, en torno al “único camino”, que parecía dogmáticamente fortalecido en las “clases altas” absorbió a buena parte de la derecha democrática que participó en los debates, ya que la izquierda tenía inmensas dificultades para brindar nuevas alternativas: la El espíritu del Consenso de Washington ganó, en parte de los primeros debatientes, gracias a la ilusión neoliberal.
En algunos países se repitieron gobiernos reformistas tímidos y en el campo de izquierda más “realista”, por la falta de mayorías estables para gobernar y la falta de comprensión de que, de ahí en adelante, las reformas serían diferentes a las del siglo pasado. dar cuenta del atraso y del subdesarrollo. El reformismo democrático de centro izquierda que gobernó varios países, si bien obtuvo pocos resultados sociales –evidentemente significativos en comparación con anteriores gobiernos “liberales”– dejó una importante prueba de aprecio por la democracia y mínimo respeto por las instituciones de la República.
Ahora es el momento de establecer una conexión de principios entre las nuevas izquierdas que se han organizado durante los últimos 15 años, principalmente para que podamos fusionar las viejas y decisivas demandas sociales con las nuevas demandas culturales, por nuevas formas de vida, por la lucha incesante contra el racismo y contra todas las formas de discriminación, reproducidas sin cesar por el conservadurismo reaccionario con tradición esclavista. Se trata de una necesidad histórica de una unidad popular y democrática nueva y fuerte que ya esté vigente para este siglo.
Varios de los participantes en esas reuniones llegaron a ser presidentes, por diferentes caminos políticos –en el ámbito de la democracia liberal– o llegaron a ser ministros, presidentes de partidos y funcionarios estatales, en diversos cargos de responsabilidad estatal. Desde entonces, sin embargo –hoy– las cuestiones se han vuelto aún más complejas, dejándonos otras realidades por desentrañar, como el nuevo sistema de alianzas para gobernar, compatible para formar mayorías políticas, por un lado, y –por el otro- la sorpresa del surgimiento de una “nueva izquierda”, joven, generosa y brillante –aunque fragmentada debido a sus reivindicaciones identitarias no resueltas, que parecen desconectadas de las experiencias revolucionarias o democrático-reformistas en Estados Unidos, así como carentes de una base popular con la capacidad de resistencia análoga a los viejos tiempos.
Vicente Navarro, uno de los grandes estudiosos de la vía socialdemócrata y de la evolución de las disputas en torno al Estado y el Bienestar, ha demostrado, a lo largo de su trayectoria intelectual, que las alternativas de Estados Unidos en la era Reagan –por ejemplo– no eran configurada como una disputa entre “keynesianismo social” X “estrategias neoliberales”, sino más bien una disputa entre “keynesianismo militar” X “keynesianismo social” (base histórica de la concepción socialdemócrata del siglo pasado), ambas políticas basadas en la intervención del Estado en la economía.
Pero las políticas de Ronald Reagan "habían ido más allá del keynesianismo clásico", ya que sus políticas de guerra de gendarmería global fortalecieron fuertemente la intervención estatal, principalmente en la industria militar, procediendo con una fuerte intervención estatal en la economía, alejándose de un gobierno liberal en el sentido clásico. hacer un gobierno “intervencionista”, modernizando (por la derecha) el keynesianismo y aumentando las tensiones de las guerras imperiales.
Geoff Eley en su clásico forjando la democracia muestra que antes de 1914 la base militante de la socialdemocracia en Europa tenía aproximadamente dos millones de militantes, y sólo en Alemania tenía un millón de seguidores, predominantemente entre los pobres, los desempleados, los trabajadores, los estudiantes y la intelectualidad. Con el comienzo de la desaparición de la Segunda Internacional, iniciada en la Conferencia de Zimmerwald en septiembre de 1915 –debido a diferencias de principio sobre la actitud de la socialdemocracia ante la Guerra Mundial interimperialista–, la victoria de la Revolución en Rusia en 1917 y la Transformación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en Partido Comunista, la socialdemocracia y los movimientos comunistas inician sus caminos separados en la historia.
En los tiempos actuales –marcados por las derrotas y los relativos éxitos de ambas experiencias– surge un nuevo desafío civilizador: en una época de bloqueo, tanto de la democracia como de la revolución, con la pérdida de la fuerza moral y política de la socialdemocracia frente a de los avances neoliberales y del desastre de la experiencia burocrática soviética, junto con el surgimiento de nuevos polos de poder geopolítico en el mundo y el ascenso del fascismo.
Cómo fusionar –en un amplio movimiento en torno al deseo de bienestar, de paz y de regeneración de la política como instrumento de lucha por la igualdad y la dignidad humana– el Estado social con las libertades políticas, la seguridad continental con la soberanía popular, la República con las libertades políticas. ¿Libertades irrevocables? La respuesta es la “tarea” que este Proyecto PNUD/ONU asocia con otros puntos de apoyo, públicos y privados, que existen en todo el mundo, que no disocian la democracia del progreso social y que nunca aceptarán el fascismo y la guerra como solución al problema. los problemas de la humanidad.
Son utópicos, dirán algunos. Pues bien, podemos responder: “ni más ni menos que buscar un paraíso comunista o una socialdemocracia perfecta, que pretendiera inaugurar una era de paz y solidaridad humana, basada principalmente en la “sensatez” negociadora de las elites políticas de los privilegiados. clases.
* Tarso en ley fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de utopía posible (Arte y Artesanía).
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