por GUSTAVO CAPONÍ*
El progresismo y la reacción conservadora se enfrentan hoy en Argentina como alguna vez lo hicieron en Brasil; y el resultado del choque podría ser lamentable
Imagino que muchos brasileños, quizás no tantos, deben estar preguntándose por la encrucijada electoral que atraviesa la Argentina. Es de esperarse, sobre todo, que tengan algunos interrogantes respecto de las similitudes y diferencias que puedan existir entre las figuras de Javier Milei y Jair Bolsonaro.
Es evidente, en primer lugar, que las similitudes entre ellos son muchas y muy relevantes: las dos figuras son claras manifestaciones de estos líderes de ultraderecha que ahora abundan en todo el mundo, ofreciéndose como supuestas alternativas antisistema capaces de desafiar a un establishment. cuyo aspecto más destacado y negativo sería, precisamente, el progresismo.
Javier Milei, al igual que Jair Bolsonaro, hizo de la izquierda su gran enemigo ideológico; aunque él, Javier Milei, no habla de 'comunismo' sino de 'zurdaje':'izquierdismo'. Por otro lado, de la misma manera que el brasileño señaló al PT y a Lula como expresiones locales de esta ideología vilipendiada, Javier Milei eligió al kirchnerismo y a Cristina Kirchner como las encarnaciones de este mal a exorcizar.
Ambos, además, propagan un discurso explícitamente antiderechos que surfea las olas de la ideología dominante, siempre fuertemente apoyada por la medios de comunicación hegemónico. Un discurso al que, paradójicamente, parecen adherirse quienes serían los primeros perjudicados por la negación definitiva de estos derechos.
A medios de comunicación, vale la pena señalar, no es necesario admitir explícitamente estos caracteres; e incluso puedes permitirte tomar cierta distancia de ellos. La "evidencia" de que esto medios de comunicación instalaciones, y el descrédito de los movimientos populares que promueve, servirán, en cualquier caso, de soporte a estas extrañas propuestas que las oligarquías nunca dejan de apoyar desde abajo o desde arriba de la mesa.
Cabe señalar, en este sentido, que Javier Milei es una figura creada por su propio medios de comunicación. No tiene la larga historia de irrelevancia política del centro del 'bajo clero' que tuvo Jair Bolsonaro; Tampoco tuvo que hacer uso de la noticias falsas para desgastar a tus oponentes. A diferencia de Jair Bolsonaro, Javier Milei se limitó a aprovechar la catarata de insultos y calumnias que medios de comunicación hegemónico, regular y copioso, desatado sobre los dirigentes y movimientos políticos del campo popular.
Esta no es, sin embargo, la diferencia más importante que existe entre el fenómeno Bolsonaro y el fenómeno Milei. Hay otros que son más relevantes. La primera y más evidente es el hecho de que Javier Milei no es la única propuesta de ultraderecha que llegará bien posicionada a las elecciones presidenciales de octubre. También está la candidatura de Patricia Bullrich: la triunfante en las primarias del partido del expresidente Mauricio Macri. Su discurso, muchas veces empapado de Malbec, no dista mucho del discurso gritado por Javier Milei; compartiendo, sobre todo, la misma falta de sustento y el mismo carácter definitivamente delirante.
Y, en algunos aspectos, Patricia Bullrich parece más parecida a Jair Bolsonaro que al propio Javier Milei. Ella, por ejemplo, insiste más en la "mano dura" de la policía; incluso como respuesta a la protesta social. Sus propuestas para la política de seguridad pública exigen explícitamente el "gatillo fácil" y el armamento de los "buenos ciudadanos" para defenderse contra los criminales actualmente protegidos por jueces "garantes".
Todo esto es algo que Javier Milei suscribe, pero que no sitúa en el centro de su discurso. Este último gira, fundamentalmente, en extrañas e incendiarias digresiones anarcocapitalistas que aluden a la política económica que conduciría una vez llegado al poder. A diferencia de Jair Bolsonaro, Javier Milei se hace pasar por un intelectual. Quiere ser inteligente y no bestial. Pero, en este sentido y evaluado en virtud de los objetivos perseguidos por ambos, hay que decir que Jair Bolsonaro tuvo más éxito que Javier Milei. Su estética, también cabe señalar, no es la de los músicos country; sino más bien el de los músicos de rock.
Esto puede explicar que fuera Patricia Bullrich quien ganara el voto de las clases media y media alta, de mayor edad y más conservadoras. Javier Milei, a cambio, recogió sus votos entre los más jóvenes. Hasta el momento, sus partidarios son algunos estudiantes de clase media y, sobre todo, jóvenes pertenecientes al precario proletariado de barrios pobres y favelas.
Entiendo, sin embargo, que los sectores que apoyan a Patricia Bullrich no dudarán en apoyar a Javier Milei, si su candidato queda fuera de una 'segunda vuelta' en la que el peronismo es una de las alternativas. Desafortunadamente, es muy posible que, llegado el momento, el bloque electoral reaccionario funcione como lo hizo cuando Jair Bolsonaro ganó contra Fernando Haddad. El antiperonismo es una pasión más antigua que el anti-PTismo, pero no más débil.
Hay que decir, por otra parte, que ni Milei ni Bullrich insisten tanto en la 'agenda aduanera' como lo hizo Bolsonaro; Tampoco sus discursos, ni los de Javier Milei ni los de Patricia Bullrich, están tan impregnados de invocaciones religiosas. Sin embargo, en ambos casos, esta agenda cultural tiene su lugar; y, en el discurso de Javier Miliei, la importancia de la religión sigue creciendo. Es posible, además, que esté recibiendo apoyo de algunas iglesias evangélicas; que son menos poderosos que los brasileños, pero igualmente reaccionarios.
Sin embargo, si de este lado la ultraderecha argentina está peor que la brasileña, en esta situación electoral corre con una ventaja adicional: el desempeño del gobierno de Alberto Fernández fue, con diferencia, muy inferior al desempeño del gobierno de Dilma Rousseff. gobierno. La inmanejable deuda externa heredada de la desastrosa gestión de Mauricio Macri, la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía en un año electoral fueron calamidades muy difíciles de superar; y todo se vio agravado por la extrema moderación, la firme indecisión, la decidida falta de coraje y la obstinada incapacidad de esfuerzo, que caracterizan al actual presidente: cada vez más en ausencia que en el ejercicio. Por otro lado, Sergio Massa (el candidato oficial) es una figura mucho, mucho menos confiable y atractiva que Fernando Haddad. Y Por último, pero no por ello menos, está el FMI; que jugó descaradamente a favor de Mauricio Macri en las elecciones de 2019 y hoy juega abiertamente contra Sergio Massa.
Finalmente, y más anecdóticamente, hay que decir que tanto Javier Milei como Patricia Bullrich y Jair Bolsonaro son figuras igualmente sórdidas y estrambóticas. Con estilos diferentes, sí, pero igualmente ridículos. Que cuenten con algún apoyo popular habla de una profunda crisis cultural, de una lamentable indigencia cognitiva, e incluso moral, que afecta a gran parte del electorado.
Pero, además, este apoyo también pone de relieve una persistente incapacidad para desafiar al pueblo que aqueja al progresismo en general y no sólo al progresismo argentino. Sus políticas tímidas lo debilitan y su discurso moderado lo hunde en la irrelevancia. Pero que se sepa que uso esta palabra, 'progresismo', sin ironía y sin ninguna carga peyorativa. Lo uso porque su significado es claro, oponiéndose a lo reaccionario y conservador. El progresismo y la reacción conservadora se enfrentan hoy en Argentina como alguna vez lo hicieron en Brasil; y el resultado del choque podría ser lamentable.
Los argentinos pueden pagar caro el nuevo e imperdonable error que una parte importante del electorado parece a punto de cometer. Y el hecho de que un error sea explicable no hace que deje de serlo. Más allá de la retórica alcohólica de Patricia Bullrich, y más allá de las referencias a sus vidas pasadas y a las de su perro, hechas por Javier Milei, lo cierto es que su triunfo conduciría a algo ya dolorosamente conocido por los argentinos: el mismo ajuste neoliberal y la misma primarización de la economía impulsada por la dictadura y los gobiernos de Carlos Menem y Mauricio Macri.
*Gustavo Caponi es profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC).
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