por EUGENIO BUCCI*
Pantanal es pop, Pantanal es agro, pero eso no es todo
Eugênio pronuncia palabras sonoras y precisas para retratar al padre de Zé – y Zé se enfada. A sus oídos, esa historia en la voz de Eugênio hace alusiones que hieren la figura de su idolatrado padre. Su corazón se aprieta. Para Zé, el padre es un ser intocable, que existe en un plano superior a los mortales. Sí, tu padre dejó la vida, pero nunca entró en la muerte. Hijo devoto, concibe al padre (así es, el hijo concibe al padre) como un tótem que se desplaza más allá de la vista, capaz de actuar -invisible, pero real- sobre el destino de su descendencia. Tomado por tan gran devoción, Zé no comprende las palabras de Eugênio y las repele, agresivo y malhumorado. Después tendrá tiempo de darse cuenta de que, en nombre de su celo filial y vanidoso, ha rechazado nada menos que la verdad, pero, en un primer momento, su impulso es rechazar lo que no le suena bien.
Estamos em pantano, la nueva telenovela en horario estelar de Red Globo de Televisión. La escena descrita en el párrafo anterior se emitió el martes. Eugênio, el guitarrista interpretado por Almir Sater, canta una hermosa moda que habla de un viejo peón que desapareció sin dejar rastro. Zé Leôncio (Renato Góes), hijo de un peón llamado Juventino, que desapareció como una sombra en este gran mundo de marruás, se ofende al escuchar la canción. Odia la sensación de ver a su padre en una narrativa que escapa a su control como heredero. Hosco, se levanta de repente y se retira del círculo de violas.
Más tarde, algunas escenas más tarde, Zé se arrepentirá de su propia aspereza. Conmovido, volverá junto al cantante, a quien le pedirá un bis. En ese momento, los dos actúan solos, a bordo de una chalana amarrada. Los acordes llenan la inmensidad inundada, la cámara se va volando (ah, los drones) y el melodrama cumple su ciclo. Se acerca el corte comercial. Todo se ve bien, todo está en calma y los sonidos sintonizan.
Algo allí, sin embargo, sigue rascando los ojos y los oídos de la gente. En la nueva trama ficticia de Globo, hay signos que no concilian en absoluto. No es sólo la figura paterna la que se convierte en objeto de disputa entre el canto del guitarrero y la mistificadora veneración del hijo; otros signos, muchos otros, no encuentran términos de convivencia armoniosa. Así, con sus escenarios ambientados en un paraíso turístico de tuiuiús, anacondas, jaguares, caimanes y galán que pretenden hacer de guarnición, pantano nos presenta, voluntariamente o no, una trama de guerra entre signos. En las grietas de esta señalización frotada, vislumbramos las heridas en carne viva de un Brasil dividido, que ya no se reconoce a sí mismo en su propia historia.
pantano es una nueva versión Su primera versión salió al aire hace 32 años, por la extinta Titular de televisión, un éxito instantáneo y constante. Escrita por Benedito Ruy Barbosa y dirigida por Jayme Monjardim, la trama cautivó al público con su alma hippie. Su mensaje era mitad ecológico, mitad grillo, mitad poncho y conga, mitad té de hongos. En 1990, la región del Pantanal era un lugar idílico, atravesado por el viejo tren que se arrastraba hacia Santa Cruz de la Sierra.
Ahora, en 2022, los estereotipos se han revertido. El Pantanal es un pantano contaminado masticado por la agroindustria. El arquetipo del vaquero, que antaño evocaba la armonía con la naturaleza (el vaquero era más o menos como el surfista en el mar), representa hoy la ganadería más sanguinaria y mecanizada. El peatón del 2022 va a bordo de camionetas que derrapan en el potrero arrojando gasóleo; su pandilla son las falanges apiñadas con botas tejanas, que odian a los ecologistas y votan por Jair Bolsonaro. En 1990, los protagonistas del Pantanal eran tácitamente de izquierda, aunque fueran terratenientes. Ahora, los mismos protagonistas corren el riesgo muy considerable de emerger como íconos de derecha, aunque apolíticos.
Cuando Zé Leôncio se enoja con Eugênio y le da la espalda, el nuevo significado del término “Pantanal” entra en conflicto con el anterior. Almir Sater es un actor superviviente; estaba en el elenco pionero de Titular de televisión y ahora reaparece como un híbrido de instrumentista exquisito y guía espiritual de segunda, con líneas de autoayuda. Renato Góes, que interpreta a Zé Leôncio, es su opuesto: por mucho que se esfuerce, no sabe escuchar nada más que su propio eco.
El Pantanal cambió de rumbo, como lo hicieron Santos y Acapulco. La imagen de las figuras públicas también se invierte, como se ve con Volodymyr Zelensky. Elegido presidente de Ucrania en 2019, el excomediante fue desairado como si no fuera más que un payaso, y ahora es aplaudido en todo el mundo como un estadista sabio y valiente. También las palabras más prosaicas -principalmente ellas- sufren drásticas alteraciones semánticas. El sociólogo y lingüista francés Antoine Meillet (1866-1936) investigó estas metamorfosis y demostró que “los hechos históricos y sociales actúan y reaccionan para transformar el significado de las palabras”.
¿Qué cambios históricos habrá detrás de las transformaciones del signo Pantanal? ¿Qué cambios vendrán? Una telenovela es solo una telenovela, no podrás responder, pero los discursos ya están en abierta convulsión en este país.
*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de La superindustria de lo imaginario (auténtico).
Publicado originalmente en el diario El Estado de São Paulo.