por LEDA MARIA PAULANI*
Comentario sobre el libro recién publicado
Nadie duda de los enormes problemas que la pandemia del COVID 19 ha causado y está causando a la economía mundial. Con una caída del 3,5% del PIB de la gigantesca economía americana, caídas espectaculares (en torno al 10%) en algunos países europeos, y con la también gigante economía china mostrando el menor incremento de su producto en casi 50 años (sólo un 2,3% crecimiento), 2020 entra en la historia económica como un año único.
De hecho, en un entorno mundial cada vez más interconectado, económica y socialmente, el advenimiento de la pandemia acabó conjugando tres elementos que, en su conjunto, explican el carácter inédito de la situación: crisis de demanda (ya en curso y, a partir de entonces, incluso más aguda), crisis financiera (con el crecimiento del apetito especulativo de los inversores) y crisis de suministro (producida por la casi paralización de actividades provocada por el virus, agravada por la expansión mundial de las llamadas cadenas globales de valor).
Es fácilmente comprensible, por tanto, que a este hecho aparentemente fortuito se le atribuya la culpa exclusiva del desastroso escenario del primer año de esta tercera década del siglo XXI. Pero las cosas no son tan simples. El mayor mérito del libro. Pandemias, crisis y capitalismo es haber reunido poderosos argumentos para mostrar que esta pésima situación también tiene raíces profundas, que se basan en la forma actual de administrar la economía capitalista y en el recrudecimiento de las contradicciones que le son inmanentes.
Ya en el primer capítulo, los cuatro autores del libro, con Rosa Marques a la cabeza (quien tiene en políticas sociales y salud, cabe señalar, algunos de sus temas de investigación), recuerdan la advertencia que les hizo el director del FMI , en octubre de 2019, en cuanto al crecimiento, al año siguiente, aún más anémico que el ya señalado para el año en curso, se agudiza, lo que debería manifestarse de manera sincronizada, afectando al 90% de los países. Todo indica, por tanto, que la pandemia, sin precedentes en cuanto a la gravedad de sus consecuencias para la salud, ha complicado de una vez por todas una situación económica ya de por sí bastante difícil. Además, creó una nueva capa de contradicciones al exigir que los estados nacionales actúen apropiadamente ante tal situación. Es este conjunto de enigmas el que el libro propone analizar desde el punto de vista de la crítica de la economía política.
La crisis financiera internacional de 2008 es la primera pieza que merece la atención de los autores. Basándose en los trabajos más recientes del economista marxista francés François Chesnais, argumentarán que el desajuste entre el volumen del capital que devenga interés y el del capital involucrado en la creación de plusvalía, elemento que está en la base de la referida crisis, quedó sin resolver antes de la pandemia y se profundizó con su llegada a medida que el nivel de actividad se desplomaba en todo el mundo. Por otro lado, la riqueza financiera, impulsada por la caída generalizada de las tasas de interés, retomó su apreciación especulativa tras los desplomes del inicio de la pandemia, agravando el potencial de inestabilidad financiera en el sistema mundial.
La “crisis del Covid” (como creen los autores, se llamará en el futuro al presente período) también tuvo consecuencias innegables en el panorama, ya bastante agravado, de desigualdad social, territorial, de condiciones de salud y de acceso a los servicios. Al llegar asimétricamente a las poblaciones pobres y periféricas, fenómeno que los autores estudian en detalle en el caso de Brasil, la pandemia reveló estos males con colores vivos. La política de “coma económico inducido” (los términos son del texto de la Unctad) que acabaron adoptando los gobiernos de casi todos los países para hacer frente a la propagación del virus no fue suficiente para evitar el desvelamiento de la desigualdad provocada por la pandemia, en la que a pesar de los altos montos involucrados en los programas, fueron US$ 13 billones, según el libro, solo en los países del G20 (p. 14).
Sin embargo, fue precisamente la extraordinaria cantidad de recursos movilizados por los estados nacionales en los distintos tipos de políticas para enfrentar la crisis sanitaria lo que llevó a muchos analistas a afirmar que la pandemia había enterrado el neoliberalismo y convertido a todos los gobiernos en keynesianos. Esta es una tesis que los autores rechazan. Para ellos, el neoliberalismo y el dominio del capital de interés (o capital financiero) son hermanos de Siam, es decir, constituyen una unidad inseparable, por lo que es en el contexto de un Estado todavía neoliberal que estas políticas deben ser analizadas.
En todo caso, para los autores, la pandemia produjo una resignificación de la salud pública, lo que evidentemente tiene consecuencias para la cuestión del papel del Estado. Si es cierto que no se puede decir que todos los gobiernos se han vuelto keynesianos de la noche a la mañana, no se puede dejar de reconocer que “la especialización de la producción resultante de la globalización del capital ha enseñado, al menos a algunos gobiernos, que es necesario que el Estado asuma responsabilidad de parte de las actividades de salud. Esto es en nombre de la soberanía nacional y la exigencia de mantener la cohesión social” (p. 65).
Recuerdan, en este sentido, al presidente de Francia, Emmanuel Macron, claramente en sintonía con las ideas liberales, afirmando, en marzo de 2020, que sería necesario “reconstruir nuestra soberanía nacional y europea (…) para producir más en nuestro suelo ” (pág. 80). Esto revela el potencial de la pandemia para hacer estragos en la doctrina actual, ya que la declaración de Macron, aunque relacionada con la producción asociada a la salud (hablaba el presidente mientras visitaba una industria de productos médicos y quirúrgicos), podría extenderse al conjunto del sistema. cada vez más estructurada exclusivamente por los imperativos del capital globalizado.
Todavía en clave de las impactantes consecuencias que trajo el Covid-19, los autores recordarán el regreso del debate sobre la renta básica permanente. El tema está asociado, por supuesto, a la desigualdad inherente al sistema, que se ha profundizado en las últimas décadas y que la crisis sanitaria ha puesto al descubierto. Indagando en la historia de este tipo de propuestas y señalando el carácter discontinuo de su discusión (entra en escena con más fuerza cada vez que se profundiza la crisis económica), los autores afirmarán que aquí, como en el caso de la salud pública, la pandemia haciendo ineludibles iniciativas en principio ajenas a los cánones de la gestión neoliberal. Para ellos, se trata de medidas necesarias para el propio capital, dado que es imperativo enfrentar amenazas de ruptura del tejido social, cuyas consecuencias serían impredecibles.
Debido a su visión sistémica del problema, basada en los principios de la acumulación capitalista, los autores del libro también abordarán el tema de las transformaciones en curso en el ámbito de las relaciones y el proceso de trabajo derivadas del surgimiento de las nuevas tecnologías (industria 4.0). , internet de las cosas, inteligencia artificial). La intervención de este factor en la discusión de la pandemia tiene que ver precisamente con su vínculo con el problema de la desigualdad, abierto de par en par con la nueva situación. Según los autores, las necesidades impuestas por la búsqueda de control en el proceso de transmisión del virus intensificaron el uso de estos elementos, promoviendo cambios que llegaron para quedarse. El resultado inmediato de la reestructuración es el aumento extraordinario del desempleo, que no se revertirá con el fin de la pandemia, agravando la ya desastrosa situación social.
El análisis holístico del problema de la pandemia se completa con la consideración del tema ambiental. En el último capítulo del libro, los autores comienzan preguntándose si las mejoras verificadas en la calidad del medio ambiente derivadas de los prolongados períodos de aislamiento serían suficientes para cambiar comportamientos y modos de vida, en particular, el consumismo y, en un sentido más amplio, alcance, las relaciones mismas entre el hombre y la naturaleza.
De entrada, ya afirman que la relación de consumo en el capitalismo es depredadora por naturaleza, independientemente de la voluntad humana. Además, a lo largo del siglo XX, el consumo se habría erigido en un valor y una norma de conducta, lo que hace que “no tenga sentido imaginar que es posible […] a partir de la experiencia […] provocada por el Covid-19, establecer otra relación con el acto de comprar” (p. 130). Recuérdese aquí al sociólogo y ambientalista mexicano Enrique Leff, para quien no existe justificación plausible para asumir que el sistema capitalista es capaz de internalizar las condiciones ecológicas y sociales de sustentabilidad, equidad, justicia y democracia (p. 134).
El carácter irreconciliable del capitalismo con los valores verdaderamente humanos lleva a los autores a examinar, en la parte final del libro, las alternativas, actualmente en discusión, del “Buen Vivir” y el Ecosocialismo. El primero, en consonancia con la creciente lucha e importancia política de los pueblos andinos en América Latina, expresa la filosofía de los pueblos originarios, que busca el equilibrio entre los seres humanos, entre éstos y la naturaleza, y entre el mundo material y el espiritual. La principal característica que hace que el Buen Vivir se destaque como una alternativa al mundo tóxico y peligroso de hoy es que no contempla la noción de progreso introducida por el capitalismo, ya que parte de la idea de que el tiempo y el espacio no son lineales, sino cíclicos. De igual forma, el Ecosocialismo también advierte del riesgo para la propia existencia humana que representa la reproducción ilimitada del capital y la mercantilización de todas las actividades humanas y de la naturaleza. En este sentido, propondrá la centralidad de las necesidades sociales, el bienestar individual y el equilibrio ecológico; en otras palabras, “el retorno de la supremacía del valor de uso”. Eso sapo se lograría, mediante el uso de la planificación democrática, una Gran Transición entre la actual forma de organización de la economía y una futura, exclusivamente al servicio de la humanidad y en paz con la naturaleza.
Aunque no se aborda directamente en el libro, la relación entre la degradación ambiental y la proliferación de pandemias es un argumento más que demuestra la importancia de enfrentar sistemáticamente tanto el advenimiento del Covid-19 como el recrudecimiento de la crisis económica y social que produjo. Estudio reciente publicado por la famosa revista Nature[ 1 ] demuestra, por ejemplo, que, en ambientes degradados, las poblaciones de animales portadores de enfermedades zoonóticas (capaces de provocar pandemias como la actual) son, en promedio, 2,5 veces mayores.
La conciencia de estas interrelaciones aparece, sin embargo, en las primeras páginas del libro. En la presentación, sus autores recuerdan que la degradación ambiental es quizás el problema más urgente que enfrenta la humanidad: “Este tema está muy relacionado con la afirmación de que vivimos en un período de pandemias y que la construcción del futuro no se puede posponer para mañana” ( pág. 8).
En resumen, leer Pandemias, Crisis y Capitalismo resulta imprescindible para todos aquellos que deseen ir más allá de las noticias diarias sobre contagiados, muertes y vacunas, y comprender no solo los supuestos de la sombría situación que ahora vivimos, sino también los que, lamentablemente, aún parecen venir. .
*Leda María Paulani es profesor titular de la FEA-USP. Autor, entre otros libros, de Modernidad y discurso económico (Boitempo). [https://amzn.to/3x7mw3t]
referencia
Rosa Maria Marques, Marcel Guedes Leite, Solange Emilene Berwig y Marcelo Álvares Depieri. Pandemias, Crisis y Capitalismo. São Paulo, Expresión Popular, 2021, 160 páginas.
Nota
[ 1 ] Disponible https://www.nature.com/articles/s41586-020-2562-8.