por ANDRÉ RODRIGUES & ANDRÉS DEL RIO*
La eterna pandemia es la apoteosis del sometimiento total de la sociedad al mercado
El tiempo es un artesano ingenioso. Es Dios y el Diablo, bailando en el viento, en medio de la calle. Es el óxido que carcome el acero del cuchillo y golpea la cabeza de Riobaldo. Pone a dormir las pasiones que nos despiertan y sabe pasar. Nosotros no sabemos. Conforme pasan los días con el nuevo coronavirus sin dar señales de frenar su proliferación en Brasil y otros países del sur global, resurgiendo en otras oleadas en los países del norte, y con su baile letal en tierras estadounidenses, normalizando surgen modulaciones discursivas. Estos discursos pasan, por acomodación o presión, del registro de la emergencia sanitaria a la adaptación, al conformismo.
Parece lejano el momento en que la fórmula discursiva era que sólo debían salir de casa quienes realizaban actividades esenciales. Cargo que nunca fue ocupado, como es bien sabido, por el titular del Poder Ejecutivo brasileño. Éste prefirió, por simple imitación de su homólogo estadounidense o por el más auténtico alineamiento con una postura genocida y eugenésica, asumir el negacionismo. La experiencia del cansancio es la definición misma de quien combate esta postura política, sustentada en el treinta por ciento inquebrantable del apoyo popular. La negación de la realidad, la falta de empatía, el rechazo a la solidaridad, el deseo de muerte, defendidos con tanta fuerza por quienes gobiernan el país, agotan a quienes se oponen a la locura.
Muchos, por agotamiento, por necesidad, por soledad, ceden. Poco a poco fue tomando forma la fórmula de la flexibilización. Las máscaras pasaron de la condición de accesorio protector, utilizado en caso de necesidad, a objeto fetiche, llave para abrir la puerta de la casa. Una especie de alfombra mágica pandémica. Quienes no podían protegerse de la enfermedad en casa para poner comida en la mesa, se topaban con flâneurs hedonistas. Estos vagabundos no son como el hombre entre la multitud del cuento de Poe que, saliendo de la convalecencia y, de tanto mirar por la ventana, camina sintiéndose extraño en la multitud y viendo su propia soledad en la multitud. Ellos, en cambio, exhiben el orgullo de la distinción, el triunfo de su propia cosmovisión inalterada, la gloria de la individualidad pura sobre el drama colectivo. Como destacó el profesor Ricardo Benzaquén de Araújo en las lecturas que hacía de esta historia en sus cursos, todo aquel que sale de un ciclo de enfermedad pasa por un cambio en su percepción de las cosas, como una radio que no sintoniza perfectamente la frecuencia de la emisora. El ballet de los que rompieron el aislamiento social por una razón fútil es, por el contrario, la pura afirmación de superioridad sobre el otro, el que no tendrá una buena asistencia médica, el que esperará en agonía la cama de cuidados intensivos, que ser atendido por médicos y enfermeras, agotado y precario. Ya sea por gesto deliberado e intencional, o manifestación inconsciente, de eso se trata: la certeza de la superioridad y la negación de la vulnerabilidad, este coeficiente de igualación. Muchos quedan, por tanto, pillados, entre un trago y otro, entre una travesura y otra, humillando a los inspectores de salud pública o a los guardias municipales que les llaman la atención para que observen las medidas de prevención del contagio. Los bebedores de cerveza en Leblon y el muro de Urca son la expresión misma del desmantelamiento de la sociedad denunciado por Wendy Brown como el núcleo de la ideología y la política neoliberal. Una celebración hayekiana.
Sin ningún parámetro epidemiológico que oriente las políticas, en el caso brasileño, se adoptaron medidas para reabrir centros comerciales, gimnasios, estudios de pilates, restaurantes, entre otras actividades. En este proceso hay un silenciamiento de los números oficiales, un sutil maquillaje, que sin que nos demos cuenta desaparece de la mesa, acrecentando la incomprensión. Ha prevalecido el deseo de un régimen de individuos, de un mercado puro, sin sociedad. Es el mercado y la pandemia, de la mano, al viento, en plena calle. Una sinergia exclusiva e individualizadora. La solidaridad social está siendo asesinada de arriba hacia abajo, física y simbólicamente. Un sentimiento ampliado de cada uno por sí mismo, profundizando la hipocresía social. Para unos es opcional, para otros deber y obligación, sin opción. La pandemia ofreció, por un lado, la oportunidad de dejar morir a los matables y, por otro lado, precarizar y controlar a los que quedan como mano de obra dócil y disponible. Muchos de los que creen estar por encima de esos estándares, los que repiten “¡Ciudadano, no! Ingeniero civil. Formado. ¡Mejor que tu!"[i] serán empujados a un lado o al otro de este juego pandémico-neoliberal.
El juego de la esclavitud a través de la precariedad absoluta del trabajo se juega desde la perspectiva de eterna pandemia. Esta perspectiva engendra un discurso que tiene, entre otras, las siguientes fórmulas: “no hay horizontes más allá de la pandemia”, “tenemos que adaptarnos a esta nueva realidad”, “no volveremos a la misma realidad anterior” y la ya famosa fórmula de la “nueva normalidad”. La idea de una eterna pandemia es la del horizonte de consolidación del paraíso hayekiano, de la disolución total de la sociedad. Es la elevación al grado máximo de un régimen en el que se destruye el Estado, dejando al individuo solo con los valores tradicionales y el mercado como referencia.[ii]. Las herramientas de comunicación digital son el instrumento fundamental de la eterna pandemia. Existen, por tanto, condiciones inéditas para la consolidación de la “uberización” del trabajo, tal como la define Ricardo Antunes[iii].
La eterna pandemia veta las posibilidades de defender las agendas de negación de la precariedad de las relaciones sociales y laborales. En lugar de establecer medidas de control de la pandemia para acortar los periodos de necesidad del aislamiento social, lo que estamos viendo es un estímulo para que el contexto pandémico se prolongue lo máximo posible. no se trata de economia y no vida, sino un proyecto de disolución de la sociedad. Una forma de silenciar, de generar dependencia, de crear muros, de control. En lugar de un aislamiento social controlado, planificado y temporal, donde la economía se reactiva respetando la vida y la sociedad, vemos el juego neoliberal. En el caso de Brasil, por ejemplo, empujar hacia arriba la curva de contagios para que la dilatación temporal de la emergencia sanitaria posibilite que el máximo número de actividades laborales sea empujado a estándares precarios. El dinero público se vierte masivamente en las instituciones financieras, mientras que los pequeños empresarios y trabajadores se ven obligados a quedarse sin empleo. Los que no mueran serán asimilados a formas de trabajo ultraprecarias. Quienes conserven sus empleos serán presionados para realizar sus actividades en plataformas digitales, trabajando desde casa, o en oficina en casa, ya que los extranjerismos son una seña de identidad de la retórica que dora la píldora de la destrucción de los derechos laborales en los países periféricos.
Poco a poco, en este escenario de la eterna pandemia, se van materializando estructuras para su perpetuación. Iniciativas nocivas e ilegales eliminan rastros de culturas ancestrales. La deforestación también significa un ataque a nuestra cultura, con la minería depredando los espacios sociales. Los derechos humanos bastardos se convierten en una pieza de museo, en un documento de lo que ya no somos, y quizás nunca fuimos. En esta construcción de continuidad, los militares garantizan el orden de un neoliberalismo autoritario y desigual, con horizontes vueltos hacia el conflicto social permanente. Quizás un ejemplo llamativo de locura es el proyecto de reforma tributaria enviado por el gobierno brasileño al Congreso Nacional, multiplicando la precariedad y el desmoronamiento social, en medio de una pandemia[iv]. Recordemos, solo un tercio del presupuesto destinado a combatir la pandemia fue utilizado y de manera negligente. Pero, está claro, las señales no son para asegurar la vida, sino para concentrar el beneficio rabioso.
Los profetas de la eterna pandemia no duermen. El presidente de Santander en Brasil, Sergio Rial, sugirió que, al ahorrar dinero trabajando desde casa, los empleados del banco podrían renunciar a los beneficios y “compartir” estas ganancias con la empresa.[V]. Trabajar desde casa, además de aumentar los costos para los trabajadores, ya que ellos son los responsables de la infraestructura para el trabajo, la alimentación, etc., también abre una vía para aumentar la jornada laboral. Sin entrar en el tema de la precisión y aniquilación generalizada de la salud mental. Frecuentemente en las noticias hay artículos sobre cómo la “creatividad” ha producido “soluciones” para el trabajo en la pandemia. El romanticismo de las migajas de una sociedad en proceso de ahogamiento.Todas estas “innovaciones” implican el debilitamiento de las relaciones laborales y la sustitución de la sociedad por relaciones ultraindividuales mediadas por plataformas tecnológicas.
El uso de plataformas digitales permite despedir a un gran número de trabajadores. Despidos impersonales, sin posibilidades de diálogo. La masa de repartidores de aplicaciones es la expresión más acabada de los horizontes neoliberales para el trabajo bajo la eterna pandemia. Son los nuevos proletarios de nuestro tiempo virtual. Y con ellos al frente, nos están mostrando el futuro y el destino de todos los trabajadores. En el campo de la educación, las presiones son enormes por la desaparición del alumnado y la categoría docente[VI]. Instituciones educativas privadas promueven despidos masivos[Vii] y ofrecer cursos a distancia a muy bajo costo con profesionales que trabajan en educación a distancia en condiciones de extrema precariedad. El maestro es reemplazado por el tutor, mediador, facilitador. El estudiante da paso al cliente. La educación se reduce al consumo. Es fácil encontrar anuncios de cursos de graduación a distancia a cien o incluso cincuenta reales al mes. En educación preescolar, habrá una sobrecarga en la ya insuficiente red pública, dado que las guarderías privadas de barrio tienden a fracasar con la crisis, abandonadas a su suerte como pequeños y microempresarios. Estamos hablando de un momento icónico en el desarrollo humano, y un espacio en el que su ausencia multiplica las diferencias de género y anula las posibilidades de lucha por la igualdad de derechos y oportunidades. En la educación básica, los padres inquietos sueñan con volver a las clases presenciales después de meses de experimentar el sabor amargo de la enseñanza a distancia que se ofrece a sus hijos. En general, con malos resultados, sin estructura y, como siempre, a espaldas de educadores que se dejan la vida por su trabajo, poco reconocido aún en la pandemia.
En las universidades públicas, poco a poco, la difusión de la presión por la docencia a distancia empieza a suplantar la apuesta por la excelencia docente. Como si la universidad se limitara a la transición estática del conocimiento con los estudiantes viendo conferencias y otros videos simultáneamente. La enseñanza a distancia tiende a socavar los esfuerzos de expansión, internalización y ampliación del acceso a las universidades públicas brasileñas, considerando que puede servir como globo de prueba para que gran parte de esta política sea asimilada por las plataformas de educación a distancia. Tú campos del interior, cuyo núcleo político y pedagógico consiste en la territorialización, puede sufrir la presión de la sustitución por el alcance digital. Un laboratorio al aire libre. Y su consecuencia será la pérdida del sentido de inclusión de la universidad pública. Recordemos que menos del 25% de la educación superior es pública actualmente en Brasil. Al parecer, al final de la experiencia de la pandemia, este porcentaje será aún menor, cambiando el perfil de los alumnos en entornos más elitistas.
A quienes buscan resistir la furia del aprendizaje a distancia se les acusa de ser tecnofóbicos, anticuados, alucinatorios, miopes y retrógrados. El carácter desigual y elitista de las propuestas de docencia a distancia se denuncia por el hecho de que las ordenanzas que la rigen y autorizan no alcanzan en su totalidad a los cursos de medicina[Viii]. A éstos se les reserva el privilegio de esperar. Los más ricos esperarán seguros y, cuando todo pase, volverán a los centros de excelencia y accederán a una formación presencial de mayor calidad. Los más pobres quedan con los horizontes de la eterna pandemia, cuyo operador central es la desigualdad.
En este proceso, el neoliberalismo siempre ha odiado la solidaridad, le disgusta una sociedad en la calle, consciente de sus derechos, que interfiere con las necesidades individuales superfluas. La pandemia castró las calles como un espacio constante de lucha. El miedo manipula a la sociedad, amortiguando el ánimo de manifestación, impulsos fundamentales de lucha. Y el líder genocida entrena los miedos, señalando a todos con soluciones perversas regadas con cloroquina.
La eterna pandemia es la apoteosis del sometimiento total de la sociedad al mercado. Unos tienen el mundo como un espectro, una vida fantasmal, un abismo de relación permanente con la muerte, abandono a un juego en el que los más pobres producen con sus cuerpos la inmunidad de rebaño que protege a los más ricos. Para otros está reservado el privilegio de la superioridad, la demostración ostensiva de que no comparten la misma vulnerabilidad y precariedad que los demás, la cerveza con cuello al estilo hayekiano. Muchos se quedan con la ilusión de estar en la misma cuenca que los privilegiados. Hasta que la eterna pandemia los encuentre a la vuelta de la esquina, por la muerte o la precariedad de la vida.
*André Rodríguez Es profesor del Departamento de Geografía y Políticas Públicas de la UFF.
*Andrés del Río Es profesor del Departamento de Geografía y Políticas Públicas de la UFF.
Notas
[i]https://istoe.com.br/cidadao-nao-engenheiro-civil-casal-que-atacou-fiscais-no-rio-e-criticado-nas-redes/
[ii] Un horizonte que corresponde a la descripción de Wendy Brown en “Nas reúnias do neoliberalismo”, publicado en portugués, en 2019.
[iii]http://www.ihu.unisinos.br/78-noticias/591102-uberizacao-nos-leva-para-a-servidao-diz-pesquisador
[iv] https://economia.uol.com.br/noticias/bbc/2020/07/22/as-incertezas-que-rondam-reforma-tributaria-do-governo.htm
[V]https://www.cartacapital.com.br/sociedade/presidente-do-santander-sugere-que-funcionarios-cortem-salarios-para-dividir-com-empresa/
[VI]http://www.ihu.unisinos.br/78-noticias/599292-requiem-para-os-estudantes-artigo-de-giorgio-agamben
[Vii]https://g1.globo.com/pr/parana/economia/noticia/2020/07/16/universidade-positivo-demite-mais-de-50-professores-em-um-dia-e-pode-fechar-cursos-presenciais-de-licenciatura-diz-sindicato.ghtml
[Viii]https://abmes.org.br/arquivos/legislacoes/Portaria-mec-345-2020-03-19.pdf