Palmiro Togliatti, en el 60 aniversario de su muerte

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por MARCO MONDAINI*

En el “hacer política” de Togliatti, la garantía de construir una “estrategia democrática para el socialismo” era el mantenimiento de una relación inquebrantable con el primer país socialista del mundo.

“¡Robespierristas, anti-robespierristas, por favor! Simplemente díganos quién era Robespierre”.
(Marc Bloch, Introducción a la historia).

“El historiador no es un juez y mucho menos un juez que ahorca”
(Edward Carr, citando a D. Knowles en ¿Qué es la historia?).

Quizás ningún partido comunista en el mundo occidental haya hecho más contribuciones que el Partido Comunista Italiano (PCI) al desarrollo de una estrategia de transformación socialista adecuada a la nueva realidad política democrática de masas que comenzó a surgir como tal a finales del siglo XIX. , ganando tonos más claros en los años 1930 y, principalmente, a partir del segundo brillo de los años 1940, con el fin de la Segunda Guerra Mundial.

A través de décadas de oposición ilegal al fascismo y oposición legal a la democracia cristiana, el PCI supo erigir de manera tortuosa, y no sin la presencia posiblemente traumática de “giros” de línea política, una perspectiva democrática (no insurreccional) de transición. del capitalismo al socialismo: el punto nodal de la llamada “vía italiana al socialismo”.

No seríamos falsos al afirmar que el gran responsable del arduo trabajo de iniciar la construcción de este diverso camino hacia el socialismo fue Palmiro Togliatti. Una responsabilidad que trajo consigo no sólo la visualización de lo nuevo y el potencial de rupturas, sino también el apego a lo tradicional y la defensa de continuidades con la tradición comunista. Así, tomó forma un complejo trabajo de “química política”, en el que la dosificación de rupturas y continuidades se llevó a cabo en el propio “hacer política” de Togliatti.

Fue precisamente en el período posterior al final de la Segunda Guerra Mundial cuando la capacidad de Togliatti para “hacer política” demostró ser más madura, permitiendo –en el aumento y descenso de la temperatura de la Guerra Fría y en el avance y retroceso de las fronteras del mundo, para, de acuerdo con los intereses de los Estados Unidos y la Unión Soviética, estructurar y defender la opción democrática de los comunistas italianos.

La estructura y la defensa no son inmunes a las ambigüedades y contradicciones, pero, por esa razón, no han resistido presiones opuestas de diferente naturaleza. En este sentido, era necesario abordar el conflicto de la situación internacional, el contexto nacional y la dinámica interna del PCI, tres realidades con lógicas diferentes, pero que siempre interactuaban.

Palmiro Togliatti vivió el estalinismo y contribuyó en gran medida a su afirmación durante la era del Komintern. Sin embargo, en el período histórico comprendido entre su regreso a Italia en 1944 y su muerte el 21 de agosto de 1964 –del que ahora se cumplen 60 años–, su pensamiento y su acción política se inclinaron decisivamente hacia la valoración de la democracia, exactamente durante las dos décadas en las que su El liderazgo al frente del PCI, como secretario general, era prácticamente incuestionable.

Así, el recorrido posfascista de Togliatti tuvo como eje fundamental la difícil búsqueda de profundizar los vínculos existentes entre las ideas socialistas y democráticas, buscando hacerlos orgánicos al proyecto político de un partido comunista con matriz tercerinternacionalista.

De esta manera, según las diferentes situaciones políticas entre 1944 y 1964, se desarrollaron conceptos caros al pensamiento togliatiano, como “análisis diferenciado”, “democracia de nuevo tipo”, “democracia progresista”, “nuevo partido”, “policentrismo”, “unidad en la diversidad”, etc.

Esto, al mismo tiempo que su liderazgo al frente de un partido comunista de masas debía demostrarse ante momentos discontinuos: (a) de la vida política italiana, como los años de “gobiernos de unidad nacional”, de “ el centrismo democristiano”, la “apertura a la izquierda”, el “retorno conservador” y los “primeros experimentos de centroizquierda”; y (b) el movimiento comunista internacional, como los tiempos de la “autonomía restringida de los partidos comunistas en el post-Comintern”, del “revés centralizador kominformista”, de la “crítica al estalinismo en el post-XX Congreso del Partido Comunista” de la Unión Soviética” y de la “disidencia chino-soviética”, que estaban interrelacionadas con las fluctuaciones de la Guerra Fría.

Sin embargo, como se indicó anteriormente, cuando hablamos de Palmiro Togliatti, estamos ante un personaje central no sólo en la historia política italiana de mediados del siglo XX –y, obviamente, en la historia de la izquierda italiana en ese período–, sino que también uno de los principales líderes del movimiento comunista internacional, lo que implicaba ser, si no cómplice de Stalin y el estalinismo, al menos cómplice de sus crímenes y acrítico de sus innumerables tergiversaciones teórico-políticas.

Ciertamente deriva de la existencia de esta doble cara incuestionable -por un lado, el intelectual y político responsable de la reflexión y la acción de carácter democratizador, y, por otro, el líder que mantuvo una estrecha relación con Stalin-, el enfrentamiento de dos tipos de juicio excluyentes sobre la biografía política del líder nacido en Génova: mientras de la historiografía comunista surge el democrático Palmiro Togliatti, de la mano de la historiografía conservadora llega el estalinista Togliatti.

A pesar de una innegable mayor complejidad de los análisis realizados principalmente después del fatídico año 1989, en realidad parece haber habido una doble mutación, que sin lugar a dudas indica una superación (no uniforme) de los prejuicios sobre la parte de los estudiosos de la historia del comunismo italiano y el papel desempeñado por Palmiro Togliatti, a pesar de la reciente ofensiva del neofascismo meloniano en Italia: mientras la historiografía hagiográfica comunista dio paso a la historiografía poscomunista crítica de izquierda, la historiografía anticomunista dio paso a la historiografía revisionista –un hecho que, sin embargo, no implicó la desaparición total de interpretaciones vinculadas al contraste característico de la época de la Guerra Fría, entre comunismo y anticomunismo, y mucho menos de análisis de carácter típicamente maniqueo.

Ahora bien, una personalidad política e intelectualmente compleja, como la de Palmiro Togliatti, es verdaderamente inaccesible a lecturas que insisten en moverse a lo largo del eje reduccionista del bien versus el mal. Comprender el trabajo teórico y el papel político desarrollado por Palmiro Togliatti, en la historia política de la izquierda italiana y global, trae consigo la exigencia de percibirlo como un comunista que aceptó los desafíos impuestos por el pensamiento y la acción democráticos.

Un comunista que nunca utilizó la expresión “marxismo-leninismo”, pero que tampoco sistematizó una crítica a Stalin y al estalinismo (entendido aquí como un modelo autoritario de construcción del socialismo, una forma burocrática de funcionamiento del Estado socialista y de los partidos comunistas y una forma monolítica de concebir teóricamente el pensamiento marxista). Ésta es la gran antinomia de Palmiro Togliatti.

Esto significa darse cuenta de que la continuidad y la ruptura, la tradición y la renovación, impregnan tu acción y tu pensamiento de una manera que nunca rompe un equilibrio, como una especie de “contradicción suspendida”, una “tensión permanente”, que constituye el combustible mismo de la lucha política. proyecto Togliatiano: la construcción de la “vía italiana al socialismo”, sin romper nunca el “vínculo de hierro” con la URSS.

En otras palabras, en el “hacer política” de Palmiro Togliatti, la garantía de construir una “estrategia democrática para el socialismo” era el mantenimiento de una relación inquebrantable con el primer país socialista del mundo. Así, su virtud política y su innovación teórica correspondían, al mismo tiempo, al límite mismo de su proyecto –sin el cual, sin embargo, el PCI no habría cruzado el “billar” histórico de los tiempos de la Guerra Fría.[ 1 ]

Habiendo muerto 20 años después de Palmiro Togliatti, Enrico Berlinguer –su sucesor como líder del PCI– también cargaría sobre sus hombros los restos de tan histórico desafío.

*Marco Mondaini, historiador, es profesor del Departamento de Servicio Social de la UFPE y presentador del programa Trilhas da Democracia. Autor, entre otros libros, de La invención de la democracia como valor universal (Avenida). [https://amzn.to/3KCQcZt]

Nota


[1] Al presentar tal argumento, soy consciente de la existencia del problema agudo que rodea el trabajo del historiador y, de manera más asfixiante, el del especialista en historia contemporánea, a saber: el fino hilo que separa “ interpretación histórica” de la “justificación histórica”. Tener siempre en la cabeza las frases de los dos grandes maestros de la historiografía francesa y británica, mencionados en el epígrafe de este texto, quizás sirva como un posible antídoto contra ciertos deslices en el terreno de la “legitimación y/o condena histórica”.


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