por PRISCILA FIGUEIREDO*
cuatro poemas
La bandeja de Sylvia Plath
Cómo explicar que la mujer
antes de meter la cabeza en la panza del horno
dejar junto a los niños pequeños que dormían en la habitación un
bandeja con un poco de pan y leche?
No he revisado los archivos, pero me imagino
que cuando despertaron este
ya no estaba caliente
mientras que el gas,
pronto, ya no letal, invadió toda la casa, ahora abierta
porque alguien ya había abierto la puerta de la cocina—
sigue llegando tarde para salvar a Sylvia,
que ya no quería ser Lady Lázaro.
Poco tiempo después, mientras un adulto consolaba a los niños, otro
debería vaciar las tazas en el fregadero, decirse a sí mismo “qué mujer tan demente”,
las rebanadas de pan se desperdician.
Es casi seguro entonces que no comieron nada, porque cuando
Desperté que todo ya tenía mucho tiempo,
como la comida apenas expuesta, pero no comestible, de los escaparates.
Sin embargo, la imagen del gesto materno, objeto
encajado para siempre entre el nido y la cámara mortuoria,
la bandeja retórica de un artista que supo:
ser madre era imposible, ser bienvenida aún más —
que la hija y el hijo no lo olviden.
Más educación desencantada no debió haber.
Después la piedra era
muy dificil como siempre
cuando hace honor a su nombre.
Era más sólido que el mío,
que tu caracter; más
endurecido que las leyes,
más áspero que la lija que los ricos
suele estar con los pobres.
Pero luego llegaron, con eso
cuenco de agua blanda,
el murmullo infantil
de un río ligero y juguetón...
Fue tan poco a poco que casi
olvidamos como era antes de todo,
como cuando hizo la piedra
dejó de ser piedra. no hay cumpleaños
si la percepción no acusa a un
rotura aplastante.
Juan sin brazo
Solo una mirada borrosa
en tu dirección
y rapido pero fuera de tiempo
sin mover nada
más allá de la boca
soltar cuando lo deje
la frase que yo
escapó sin saberlo:
“Oye tía, ¿puedo tener algo de cambio?”.
disfruté mis pasos
ya adelante e ignorado
perfecto john sin bolsillo
el eco de la interpelación
en un punto detrás de mi camino
donde estaban dos transeúntes ahora
(casi universalmente
la petición, aún válida y audible,
podría llegar al corazón
que no se abordó)
tres palabras fuertes
El primero es esquadrao:
donde quiera que suene
trae consigo la muerte.
canela marrón, codo oscuro
arder por dentro coche celular,
urna, penumbra — de esta nación.
Ya vertedero resumir
jugo fétido, burro molido, sobras
fiambrera de aluminio, feto
No madre.
*Priscila Figueiredo es profesor de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Mateo (poemas) (bueno te vi).
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